No hay límites para un dictador. El Presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ha decretado la expropiación forzosa y «libre de gravámenes» del hotel Hilton de la Isla Margarita, donde se celebró la última cumbre África-América del Sur.
Aunque no tiene necesidad de hacerlo – su capricho y la fuerza bruta son suficientes – el ex-golpista «justifica» su decisión criticando el «turismo de perfil imperialista» y el «turismo de ricos».
Además, justifica la expropiación señalando que el Estado venezolano era accionista minoritario, lo que le obligaba a pedir permiso a la compañía para, por ejemplo, hacer un evento como la cumbre con Sudamérica. Ahora ya no tendrá que hacerlo. También anunció que la denominación del hotel cambiará porque la actual se identifica con una corporación transnacional, mientras que su Gobierno le colocará un nombre más «criollito».
No es la primera vez que el gobierno de Chávez se hospeda en un Hilton y decide quedarse: El Hotel Hilton en Caracas ya fue incautado y rebautizado el Hotel Alba, una referencia a la alianza regional de izquierdas encabezada por Venezuela, conocida como la Alianza Bolivariana para las Américas (ALBA).
En los últimos cuatro años, Venezuela ha implementado la nacionalización de industrias que considera estratégicas, incluyendo electricidad, cemento, acero, petróleo y servicios bancarios.
Cuando aceptamos que la democracia es un sistema moral, que la mayoría (encarnada en su líder) puede hacer lo que le dé la gana, que el gobierno tiene derecho a disponer de la propiedad y las vidas de sus ciudadanos – no pueden sorprendernos los resultados.
Todas las «economías mixtas» de hoy – en México, España, Estados Unidos o en cualquier otro país – están en un precario estado de transición que fatalmente ha de acabar en una de dos: o llevarnos a la libertad o degenerar en una dictadura pura y cruel, como en Venezuela. Y las dictaduras están fuera de la ley.
Escribe Ayn Rand, en The Objectivist Newsletter, en Junio de 1963, Verifica Tus Premisas: Derechos «Colectivizados»:
«Hay cuatro características que indiscutiblemente marcan a un país como dictadura: un partido político único – ejecuciones sin juicios o con simulacros de juicios, por delitos políticos – la nacionalización o expropiación de la propiedad privada – y la censura. Un país culpable de estos atropellos pierde cualquier prerrogativa moral, cualquier reivindicación a derechos nacionales o a soberanía, y se convierte en un proscrito.»
El derecho de una nación a su soberanía (derivada de los derechos de sus ciudadanos) y el derecho a exigir que esa soberanía sea respetada por todas las demás naciones, no puede ser exigido por las dictaduras, por tribus salvajes, o por cualquier otra forma de tiranía absolutista. Una nación que viola los derechos de sus propios ciudadanos no puede reclamar absolutamente ningún derecho. No puede haber un doble estándar de moralidad. Una nación gobernada por la fuerza física bruta no es una nación, es una horda – esté liderada por Atila, Gengis Kan, Hitler, Stalin, Castro o Chávez. Venezuela y Hugo Chávez están fuera de la ley. Lo que pase con las otras «democracias» modernas está por ver.
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