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El mito de Ayn Rand y la Seguridad Social

Te das cuenta de que tus críticos están desesperados cuando te acusan de hipocresía sin siquiera molestarse en investigar tus principios declarados. La desesperación es aún más evidente si has explicado cómo esos principios se aplican específicamente a la acción por la cual estás siendo criticado.

Eso es precisamente lo que ocurre con el tema de Ayn Rand y la Seguridad Social.

Cuando los fans de Ayn Rand expresan su crítica moral al estado del bienestar, muchos opositores responden atacándola a ella. Cobró la Seguridad Social, dicen, a pesar de oponerse a la existencia misma del programa. ¡Qué hipócrita!, dicen, pero qué bien para nosotros, porque ha demostrado que su filosofía es impracticable. No hay más que hablar.

Si pensar de verdad fuese así de sencillo…

Como muestra la evidencia de los archivos, Rand ciertamente aceptó cobrar su pensión de la Seguridad Social americana. Pero ¿no es relevante que Rand argumentase por escrito la consistencia de su posición, un hecho que cualquier crítico informado debería saber? Alguien puede incluso acabar no estando de acuerdo con el análisis de Rand, pero ¿no es simple decencia el requerir que primero lo examinemos? Hagámoslo ahora.

Rand se opone moralmente al estado del bienestar porque ella es una defensora implacable del derecho moral del individuo a su vida, a su libertad, a la propiedad que se ha ganado, y a la búsqueda de su propia felicidad. Ella veía a los Estados Unidos de América como la forma de poner fin a la idea de que el individuo debe vivir para un rey, un vecino o un papa. Por primera vez en la historia, el individuo fue declarado libre de vivir para sí mismo. No fueron subsidios o programas de ayuda social lo que buscaban los millones de personas que llegaron a las costas de Estados Unidos, lo que buscaban era libertad, la libertad de poder llegar tan alto como sus mentes, sus habilidades y su esfuerzo les permitieran.

Rand argumenta que un país dedicado al individualismo debe oponerse a toda «redistribución» de la riqueza, por una razón simple pero profunda: la riqueza no es nuestra para redistribuir. Si entro en tu garaje y me llevo tu coche al otro lado de la calle hasta el garaje de tu vecino, no he redistribuido nuestra riqueza «colectiva», lo que he hecho es robar la tuya. Si contribuyo a aprobar una ley que le permita al gobierno «redistribuir» tu coche a tu vecino, lo único que he hecho ha sido empeorar la situación al legalizar el robo.

Y eso es precisamente lo que hacen los programas como el de la Seguridad Social. En esencia, la Seguridad Social le quita su dinero a un trabajador joven y se lo da a una persona mayor para pagar por su jubilación. Esto se combina con la esperanza macabra, con la promesa falsamente etiquetada, de que cuando esa joven víctima alcance la edad de jubilación habrá suficientes nuevos jóvenes trabajadores ganando suficiente dinero para que el gobierno pueda entonces victimizarlos para pagar por la jubilación de la víctima actual.

¿Qué tiene eso de moral? Si tú y yo escribimos un programa de software para succionar y desviar un pequeño porcentaje de las cuentas bancarias de los jóvenes y depositar esos fondos en las cuentas de unas personas mayores, nos tacharían de criminales. ¿Por qué eso mismo es moral si lo hace el gobierno? ¿Es porque la mayoría votamos por ello? ¿Debemos decir lo mismo sobre las leyes de esclavitud o de segregación racial?

Por supuesto, los defensores de la Seguridad Social van a hablar de señoras de ochenta años que, por alguna desgracia, no han podido ahorrar lo suficiente para la jubilación y ahora viven de la Seguridad Social. Lo que convenientemente ignoran y dejan de mencionar son las jóvenes víctimas cuyas ganancias están siendo confiscadas: el joven que no puede a la vez trabajar y estudiar, la joven pareja que no puede ahorrar lo suficiente para poner el depósito en la compra de una casa, la joven que no puede ahorrar lo suficiente para empezar su propio negocio.

Rand rechaza la noción colectivista detrás de todos estos esquemas de «redistribución»: la noción que los individuos son piezas de ajedrez para los burócratas, quienes pueden decidir qué peones sacrificar, y a quién. En los Estados Unidos, cada persona debe ganar lo que necesita para vivir. La búsqueda de la felicidad no te garantiza el éxito. Los que no pueden hacerlo, aunque no sea culpa suya, como la señora de ochenta años, son libres de pedirles ayuda a otros. Pero no hay espacio para la noción, como lo expresa Rand, de que “la desgracia de unos es una hipoteca sobre otros”.

Esa es la razón por la cual Rand se opone a todos los esquemas de «redistribución» del estado de bienestar.

Precisamente por considerar a todos los programas de asistencia social, tales como el de Seguridad Social, como un saqueo legalizado, Rand piensa que la única condición bajo la cual es moral recibir Seguridad Social es si uno «la considera una restitución, mientras se opone a cualquier forma de estatismo del bienestar» (la cursiva es suya). La aparente contradicción de que sólo quien se opone a la Seguridad Social tiene el derecho moral a cobrarla se resuelve, ella argumenta, al reconocer la diferencia crucial que hay entre lo voluntario y lo coaccionado.

La Seguridad Social no es voluntaria. Tu participación es forzada a través de los impuestos sobre la nómina; no tienes la opción de negarte a pagar, aunque creas que el programa es perjudicial para tus intereses. Si consideras injusta tal «participación» forzosa, como hace Rand, el daño infringido sólo se vería agravado si el denunciar la injusticia del programa te impidiese cobrar la Seguridad Social.

Dicho eso, tu integridad moral requiere que tú consideres el dinero que recibes sólo como una restitución (parcial) por todo lo que te ha sido robado por ese tipo de planes sociales, y que continúes, sinceramente, oponiéndote al estado del bienestar.

En contraste, quien defiende la Seguridad Social, según Rand, no es una víctima, sino un paladín del saqueo legalizado, sea consciente de ello o no. Este hecho lo descalifica moralmente para aceptar los despojos «redistribuidos» por el estado de bienestar.

La posición de Rand sobre el estado del bienestar es, sin duda, controvertida. Pero que sus críticos la desestimen por ser hipocresía es una confesión de ignorancia, o peor.

Infelizmente, hay una larga historia de gente que se opone a Rand distorsionando sus posiciones para atacar a hombres de paja. Ahora que Rand es tan prominente en el debate nacional, tratemos de elevar el nivel de conversación y discutamos sus verdaderos argumentos.

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Fuente:

Ayn Rand Institute website. Traducción: Objetivismo.org. Derechos reservados.

por Onkar Ghate, Senior Fellow and Chief Content Officer, The Ayn Rand Institute

[cita adicional de Ayn Rand, N. del T.]: «Las mismas consideraciones y los mismos principios morales se aplican al tema de cobrar por jubilación, Seguridad Social, seguro de desempleo y otros pagos de ese tipo. Es obvio, en tales casos, que un hombre está recibiendo su propio dinero, el dinero que le fue quitado por la fuerza, directa y específicamente, sin su consentimiento, en contra de su propia elección. Quienes abogan por dichas leyes son moralmente culpables, puesto que asumen el «derecho» a forzar tanto a empleadores como a colegas de trabajo que se oponen a ello. Pero las víctimas, los que se oponen a esas leyes, tienen un claro derecho a que les sea reembolsado su propio dinero, y no estarían ayudando la causa de la libertad si dejaran su dinero, sin reclamar, en beneficio de la administración del estado del bienestar».The Question of Scholarships«, The Voice of Reason, publicado en The Objectivist, Junio 1966.)

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Artemio Estrella

Creo que la explicación es más sencilla que eso: 1. El objetivismo está por encima de Rand misma. 2. Todos, a veces aunque no queramos, disfrutamos del Estatismo: a) Calles, b) Escuelas, c) Hospitales, d) Etćetera. Imaginemos un caso extremo,… Leer más »

Beti ona
Beti ona

Pero hay un problema, Rand todavia quiere un estado que tenga policia, carceles, burocratas judiciales y ejercito. Entonces, el pueblo va a ser saqueado para financiar y mantener esos servicios «publicos», que en realidad, se han convertido en negocios privados,… Leer más »

Alberto
Alberto

Totalmente de acuerdo, especialmente en la primera premisa. Eso es algo que la mayoría de detractores de objetivismo no ha sido capaz de comprender: Las ideas correctas no dependen de las acciones de los que las tuvieron por «primera» vez… Leer más »

Alfonso Rios

Artemio: calles, escuelas, hospitales y el largo etcétera que aludes, son obras y servicios públicos -por lo general ineficientes y deficitarios- que el Estado construye y/o administra con el dinero que robó a los hombres y mujeres que lo generaron.… Leer más »

Ayn Rand

Sólo con ayuda de regulaciones del gobierno puede un hombre de menor capacidad destruir a sus mejores competidores; y ese es el único tipo de hombre que acude al gobierno en busca de ayuda económica.

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