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Kant – Su Ética

Ver también: Kant – Su Metafísica y Epistemología

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Kant es el hombre más malvado que ha existido en la historia de la humanidad.

Los que acepten cualquier parte de la filosofía de Kant – metafísica, epistemológica o moral – se lo merecen.

La versión de Kant de la moralidad puede haber sido adecuada para el tipo de zombies que habitarían ese tipo de universo kantiano, y consiste en un total y abnegado desprendimiento. Una acción es moral, según Kant, sólo si uno no tiene el deseo de llevarla a cabo, sino que la hace por un sentido del deber y no recibe por ella beneficio de ningún tipo, ni material ni espiritual; un beneficio destruiría el valor moral de una acción. (Así, si uno no tiene el deseo de ser malo, uno no puede ser bueno; si lo tiene, puede.)

Los que acepten cualquier parte de la filosofía de Kant – metafísica, epistemológica o moral – se lo merecen.

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El archi-abogado del “deber” es Immanuel Kant; él lo llevó a tal extremo que otros filósofos teóricos parecen inocentemente benévolos a su lado. “El deber”, Kant afirma, es el único criterio de virtud; pero la virtud no es su propia recompensa: si hay una recompensa involucrada, deja de ser virtud. La única motivación moral, afirma, es la devoción al deber por el deber; sólo una acción motivada exclusivamente por tal devoción es una acción moral (es decir, una acción realizada sin ningún atisbo de deseo o interés propio).

“Es un deber preservar la propia vida, y además, cada uno tiene una tendencia directa a hacerlo. Pero por esa razón, la escrupulosidad con frecuencia ansiosa con que la mayoría de los hombres se ocupan de eso no tiene valor intrínseco, y el precepto de hacerlo no tiene ningún valor moral. Ellos conservan su vida de acuerdo con el deber, pero no por el deber. Pero si adversidades y tristezas desesperadas les quitan completamente el placer de vivir, si un hombre desafortunado, fuerte de alma, se indigna en vez de desesperarse o desalentarse por su destino y desea la muerte, y sin embargo preserva su vida sin amarla, no por inclinación o miedo, sino por deber – entonces su percepto tiene valor moral” (Immanuel Kant, Fundamentos de la Metafísica de la Moralidad, ed. R.P. Wolff, New York, Bobbs-Merrill, 1969, páginas 16-17).

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Su visión de la moralidad es propagada por hombres que nunca han oído hablar de él – él simplemente les proporcionó un prestigio formal, académico. Un sentido kantiano del “deber” es inculcado por lo padres cada vez que dicen que un niño debe hacer algo porque debe. Un niño educado bajo el constante martilleo de “deberes” sin causa, arbitrarios, contradictorios e inexplicables, pierde (o nunca la adquiere) la capacidad de entender la diferencia entre necesidad realista y caprichos humanos – y se pasa la vida en abnegación, obedientemente haciéndole caso a los caprichos y desafiando a la necesidad realista. En el sentido más profundo del término, crece sin llegar a comprender claramente la realidad.

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En una teoría deontológica [centrada en el deber], todos los deseos personales son eliminados del ámbito de la moralidad; un deseo personal no tiene ningún sentido moral, da igual que sea el deseo de crear como el deseo de matar. Por ejemplo, si un hombre no está manteniendo su vida por deber, esa moralidad no distingue entre si la está manteniendo a través de un trabajo honesto o a través del robo. Si un hombre quiere ser honrado no se merece ningún crédito moral; como diría Kant, esa honestidad es “digna de alabanza”, pero no tiene “valor moral”. Sólo un reprimido malvado, que sienta un profundo deseo de mentir, de engañar y de robar, pero que se fuerce a sí mismo a actuar honestamente por el puro sentido “del deber”, sólo él recibiría el reconocimiento moral por parte de Kant y los de su calaña.

Este es el tipo de teoría que le da a la moralidad una mala reputación.

El miedo y/o el resentimiento generalizado hacia la moralidad – la sensación de que la moralidad es un enemigo, un mundo rancio de sufrimiento y de aburrimiento sin sentido – no es el resultado de códigos místicos, ascéticos, ni siquiera cristianos como tales,sino un monumento al más espantoso arsenal de odio por la vida, por el hombre y por la razón: el alma de Immanuel Kant.

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En teoría, dice Kant, un hombre merece crédito moral por una acción hecha por deber, aunque sus tendencias también la favorezcan – pero sólo en la medida en que estas últimas sean secundarias y no jueguen un papel en su motivación. Pero en la práctica, afirma Kant, cuando las dos coinciden nadie puede saber si la persona ha podido evitar ser influenciado por la tendencia. Para todos los efectos, por lo tanto, un hombre moral no debe tener ningún interés personal en el resultado de sus acciones, ningún motivo propio, ninguna expectativa de utilidad o ganancia de ningún tipo.

Incluso entonces, sin embargo, no puede estar seguro de que no haya algún fragmento de deseo motivándolo “secretamente”. El caso más claro de todos, el caso en el que un hombre puede por lo menos estar próximo a saber que está siendo moral, ocurre cuando sus deseos chocan contra su deber y él actúa desafiando sus deseos.

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Kant es primer filósofo del autosacrificio que desarrolló esta ética como principio filosófico, explícito, consciente, sin tapujos – esencialmente sin ninguna oposición por los restos del punto de vista pro-ego de los griegos.

Así, aún creyendo que el hombre del deber debe ser recompensado con la felicidad después de la muerte (y que eso es lo correcto), Kant mantiene que el hombre que está motivado por tal consideración es no-moral (porque sigue actuando en base a una tendencia, aunque sea una tendencia sobrenatural). Y tampoco le permite Kant al hombre del deber el que esté motivado ni siquiera por el deseo de sentir una emoción de auto-aprobación moral.

La línea principal de moralistas pre-kantianos le había instado al hombre a realizar ciertas acciones para poder alcanzar un objetivo de algún tipo. Le habían instado al hombre a amar el objeto que es el bien (no importa cómo fuera concebido) y luchar por conseguirlo, aunque la mayoría transfirieran esta conquista a la otra vida. Ellos le habían pedido al hombre practicar un código de virtudes como un medio de obtener valores. Kant desvincula la virtud del intento de conseguir cualquier objetivo. La desasocia del amor del hombre o incluso de su interés en cualquier objeto. Lo que significa: desvincula la moralidad de los valores, de cualquier valor, de los valores como tales.

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No es la paz interior lo que Kant le ofrece al hombre, no es una serenidad fuera de este mundo o una tranquilidad etérea, sino una guerra, una sangrienta e incesante guerra contra unas tentaciones apasionadas e indomables. El hombre moral está destinado a luchar contra los sentimientos del no-deber inherentes en su naturaleza, y cuanto más intensamente los sienta y cuanto más desesperadamente luche, mayor será su pretensión de virtud. El hombre moral está destinado a arder con deseo, y a continuación, por principio – por el principio del deber – a frustrar ese deseo. El sello distintivo del hombre moral es sufrir.

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Si los hombres vivieran el tipo de vida que Kant demanda, ¿quién o qué se beneficiaría de ello? Nada y nadie. El concepto de “beneficio” ha sido extirpado de la moralidad. Para Kant, es el sacrificio obediente como tal lo que constituye la pretensión de un hombre a la virtud; el beneficio de cualquiera que lo reciba es moralmente accidental. La virtud, para Kant, no es servir el interés de alguien – ni el de uno mismo, ni el de Dios ni el de otros. (Desde esta perspectiva, un hombre puede exigir crédito moral por el servicio a otros, pero no porque ellos se beneficien, sino sólo en la medida en que él pierda).

Aquí tenemos la esencia y el climax de la ética del autosacrificio, finalmente, después de dos mil años, expresada de forma completa y filosófica en el mundo occidental: tus intereses – del tipo que sean, incluso tu interés en ser moral – son un signo de imperfección moral porque son intereses. Tus deseos, independientemente de su contenido, no merecen respeto porque son deseos. Haz tu deber, que es tuyo porque tienes deseos, y que es sublime porque, al no estar adulterado por el estigma de algún beneficio, brilla nítidamente, en pérdida, en dolor, en conflicto, en tortura. Sacrifica lo que deseas, sin beneficiarios sobrenaturales o sociales; sacrifica tus valores, tu propio interés, tu felicidad, a tí mismo, porque esos son tus valores, tu interés, tu felicidad, tú mismo; sacrifícalos a la moralidad, o sea, a la dimensión noumenal, o sea, a nada conocido o concebible por el hombre, o sea, en lo que respecta al hombre viviendo en esta tierra: a nada.

El mandamiento moral es: sacrifícate, sacrifícalo todo, sacrifícate por el propio sacrificio, como un fin en sí mismo.

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“Sacrificio” es ceder aquello que valoras en favor de lo que no valoras. . . . No es un sacrificio renunciar a lo que no deseas. No es un sacrificio dar tu vida por los demás si la muerte es tu aspiración personal. Para alcanzar la virtud del sacrificio debes querer vivir, debes amar, debes arder con pasión por este mundo y por todo el esplendor que puede darte – debes sentir cómo se retuerce cada cuchillo mientras desuella tus deseos fuera de tu alcance y desangra el amor de tu cuerpo. No es sólo la muerte lo que la moralidad del sacrificio te presenta como un ideal, sino la muerte por tortura lenta.

También puede pareceros difícil de creer que alguien haya podido defender las cosas que Kant defiende. Si lo dudas, te sugiero que mires las referencias que él facilita y que leas la obra original. No intentes evadir el asunto pensando: “Oh, ¡Kant no pudo haber querido decir eso!”. Realmente sí pudo. . . .

Kant es el hombre más malvado en la historia de la humanidad.

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Fuentes:

“Para el nuevo intelectual” Para el nuevo intelectual

“Causalidad vs deber”, Filosofía: quién la necesita

Leonard Peikoff, The Ominous Parallels

Galt’s Speech, La rebelión de Atlas

“Brief Summary», The Objectivist, Sept. 1971

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Miguel
Miguel

Una prueba clara de que la ética de Kant es malvada y antivida lo tenemos en La Fundamentación Crítica de la Metafísica de las Costumbres, cito de Kant: «Sin embargo, hay algo tan extraño en esta ideal del valor absoluto… Leer más »

Daniela
Daniela

Yo: No es que sea horrible, sino que es imposible una accion en el ser humano que no conlleve un interes propio. Negar y rechazarlo no elimina el interes propio pero si crea personas Hipocritas Por lo tanto debe ser… Leer más »

Alberto
Alberto

Como ejemplo, mirad un fragmento de su ética, en la que se expresan los 4 tipos de acciones ue considera que existen (es de la web a la que suelo consultar para leer sobre filosofía, que es bastante objetiva y… Leer más »

AlphaColumbia
AlphaColumbia

Esta idea está impregnada en todos lados. El Poema de Joaquín Bartrina lo explica bien, que asociado con muchas preguntas y comentarios que he visto respecto a Objetivismo, lo dejan muy claro: La razón es vista como algo aparte de… Leer más »

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