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Misticismo

¿Qué es misticismo? Misticismo es la aceptación de alegaciones sin evidencia o prueba, bien sea aparte o contra la evidencia de los sentidos y de la razón de uno. Misticismo es alegar que se tienen medios de conocimiento no-sensoriales, no-racionales, no-definibles, no-identificables, tales como “instinto”, “intuición”, “revelación”, o cualquier forma de “simplemente saber”.

La razón es la percepción de la realidad, y se basa en un solo axioma: la Ley de Identidad.

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Misticismo es declarar que se percibe alguna otra realidad – una que no es aquella en la cual vivimos – cuya definición es sólo que no es natural, que es sobrenatural, y que tiene que ser percibida por algún tipo de medios sobrenaturales o no-naturales.

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La maldición de esta Tierra como un reino donde nada le es posible al hombre sino el dolor, el desastre y la derrota, un reino inferior a otra, “superior”, realidad; la maldición de todos los valores, disfrutes, logros y éxitos en la Tierra como prueba de depravación; la maldición de la mente humana como fuente de orgullo, y la maldición de la razón como una facultad “limitada”, engañosa, poco fiable, impotente, incapaz de percibir la realidad “real” y la verdad “verdadera”; la división del hombre en dos, enfrentando su consciencia (su alma) contra su cuerpo, y sus valores morales contra su propio interés; la maldición de la naturaleza del hombre, su cuerpo y su ego como malvados; el mandamiento del auto-sacrificio, la renuncia, el sufrimiento, la obediencia, la humildad y la fe, como lo bueno; la maldición de la vida y el culto a la muerte, con la promesa de recompensas más allá de la tumba – esos son los artículos de fe necesarios para la visión del místico sobre la existencia, y así lo han sido en todas las variantes de la filosofía mística en el transcurso de la historia de la humanidad.

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Para el místico, como para un animal, lo primario irreducible son los fenómenos automáticos de su propia consciencia.

Un animal no tiene facultad crítica, no tiene control sobre el funcionamiento de su cerebro y no tiene el poder de cuestionar su contenido. Para un animal, lo que llegue a su consciencia es un absoluto que corresponde a la realidad – o más bien, esa es una distinción que un animal es incapaz de hacer: la realidad, para él, es lo que él nota o siente. Y ése es el ideal epistemológico del místico, el modo de consciencia que se esfuerza por inducir en sí mismo. Para el místico, las emociones son herramientas de conocimiento, y los deseos tienen precedencia sobre los hechos. Él trata de escapar de los riesgos de buscar el conocimiento destruyendo la distinción entre consciencia y realidad, entre el que percibe y lo percibido, con la esperanza de que una certeza automática y un conocimiento infalible del universo le sean concedidos a través de la mirada ciega y desenfocada de sus ojos vueltos hacia adentro, contemplando las sensaciones, los sentimientos, los impulsos, los nebulosos giros asociativos proyectados por el mecanismo a la deriva de su consciencia sin dirección. Cualquier cosa que su mecanismo produzca es un absoluto que no ha de ser cuestionado, y cuando choca con la realidad, es la realidad que él ignora.

Como el choque es constante, la solución del místico es creer que lo que percibe es otra, “superior” realidad – en la que sus deseos son omnipotentes, donde las contradicciones son posibles y A es no-A, donde sus afirmaciones, que son falsas en la Tierra, se convierten en verdaderas y adquieren la condición de una verdad “superior” que él percibe por medio de una facultad especial negada a otros seres “inferiores”. La única validación de su consciencia que puede obtener en la Tierra es la creencia y la obediencia de otros, cuando ellos aceptan su “verdad” como siendo superior a la propia percepción de ellos de la realidad.

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Un místico es un hombre que rindió su mente en su primer encuentro con las mentes de otros. En algún lejano momento de su infancia, cuando su propio entendimiento de la realidad chocó con las afirmaciones de otros, con las órdenes arbitrarias y exigencias contradictorias de otros, él cedió a un temor a la independencia tan cobarde que acabó renunciando a su facultad racional. En la encrucijada de la elección entre “yo sé” y “ellos dicen”, eligió la autoridad de otros, eligió someterse antes que entender, creer en vez de pensar. Fe en lo sobrenatural empieza como fe en la superioridad de otros. Su rendición tomó la forma de una emoción: que él debe esconder su falta de entendimiento, que otros poseen algún tipo de conocimiento misterioso del que sólo él carece, que la realidad es lo que ellos quieren que sea, por unos medios negados a él para siempre.

A partir de ese momento, con miedo a pensar, él queda a merced de emociones sin identificar. Sus emociones se convierten en su única guía, su único residuo de identidad personal; se agarra a ellas con feroz apego – y cualquier acto de pensar que realice está consagrado al esfuerzo de ocultar de sí mismo que la naturaleza de sus emociones es terror.

Cuando un místico declara que siente la existencia de un poder superior a la razón, la verdad es que lo siente, pero ese poder no es un super-espíritu omnisciente del universo, es la consciencia de cualquier transeúnte a quien le ha cedido la suya. Un místico está motivado por la necesidad de impresionar, de engañar, de adular, de mentir, de forzar la omnipotente consciencia de otros. “Ellos” son su única clave a la realidad, él siente que no puede existir salvo dominando el misterioso poder de los demás y extorsionando su inexplicable consentimiento. “Ellos” son su único medio de percepción y, como un ciego que depende de la vista de un perro, siente que tiene que amarrados para poder vivir. Controlar la consciencia de otros se torna su única pasión; la ambición por el poder es un hierbajo que sólo crece en las desérticas parcelas de una mente abandonada.

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El motivo de todos los ataques contra la facultad racional del hombre – desde cualquier sitio, en cualquiera de sus ilimitadas variantes, bajo el polvo verbal de todos los turbios volúmenes escritos – es una única premisa oculta: la voluntad de excluir a la consciencia de la ley de identidad. El sello distintivo de un místico es la negativa salvajemente obstinada a aceptar el hecho de que la consciencia, como cualquier otro existente, posee identidad, que es una facultad con una naturaleza específica, que funciona a través de medios específicos. Mientras el avance de la civilización ha ido eliminando un área de magia detrás de otra, el último baluarte de los que creen en milagros consiste en sus desesperados intentos de considerar la identidad como el elemento que descalifica a la consciencia.

La premisa implícita, aunque no admitida, de los neo-místicos de la filosofía moderna, es la noción de que sólo una consciencia inefable puede adquirir un conocimiento válido de la realidad, que el conocimiento “verdadero” tiene que ser algo sin causa, es decir, adquirido sin ningún medio de cognición.

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Misticismo requiere la noción de lo incognoscible, algo que se les revela a algunos y no se les revela a otros; esto divide a los hombres en los que se sienten culpables y los que se aprovechan de ello. Ambos grupos son intercambiables, según las circunstancias. Al ser juzgado, un místico exclama: “No pude evitarlo!” Al juzgar a otros, él declara: “Tú no puedes saber, pero yo sí”.

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Sólo hay un estado que satisface el anhelo del místico por la infinidad, la no-causalidad, la no-identidad: la muerte. No importa qué causas ininteligibles él atribuya a sus incomunicables sentimientos, quien rechaza la realidad rechaza la existencia – y las emociones que le motivan a partir de ese momento son el odio contra todos los valores de la vida del hombre, y la codicia por todas las maldades que la destruyen.

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Durante siglos, los místicos del espíritu han existido organizando un esquema de extorsión: haciendo la vida en la Tierra insoportable, y luego cobrándote por consuelo y alivio; prohibiéndote todas las virtudes que hacen la existencia posible, y luego cabalgando en los hombros de tu culpa; declarando que la producción y la alegría son pecados, y luego recaudando chantaje de los pecadores.

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Los defensores del misticismo no están motivados por la búsqueda de la verdad, sino por el odio a la mente del hombre.

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He dicho que fe y fuerza son corolarios, y que el misticismo siempre conducirá a que impere la brutalidad. La causa de esto está contenida en la naturaleza misma del misticismo. La razón es el único medio objetivo de comunicación y de entendimiento entre los hombres; cuando los hombres tratan entre ellos por medio de la razón, la realidad es su criterio objetivo y su marco de referencia. Pero cuando los hombres afirman poseer los medios sobrenaturales de conocimiento, ni la persuasión, ni la comunicación ni la comprensión son posibles. ¿Por qué matamos a los animales salvajes en la selva? Porque no hay otra manera de tratar con ellos que sea una opción para nosotros. Y ese es el estado al que el misticismo reduce a la humanidad – un estado en el que, en caso de desacuerdo, los hombres no tienen ningún recurso más que la violencia física. Y es más: ningún hombre o élite mística puede tener a toda una sociedad subyugada a sus afirmaciones, edictos y caprichos arbitrarios, sin el uso de la fuerza. Cualquiera que recurra a la fórmula: “Es así, porque yo lo digo”, tendrá que coger un arma, tarde o temprano. Los comunistas, como todos los materialistas, son neo-místicos: no importa si uno rechaza la mente en favor de revelaciones o en favor de reflejos condicionados. La premisa básica y los resultados son los mismos.

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Les han enseñado a los hombres o bien que el conocimiento es imposible (escepticismo) o que está disponible sin esfuerzo (misticismo). Estas dos posiciones parecen ser antagonistas, pero son, en realidad, dos variantes sobre el mismo tema, dos caras de la misma fraudulenta moneda: el intento de escapar de la responsabilidad del conocimiento racional y del absolutismo de la realidad – el intento de afirmar la primacía de la consciencia sobre la existencia.

Aunque el escepticismo y el misticismo son, en última instancia, intercambiables, y el dominio de uno siempre conduce a la reaparición del otro, difieren en la forma de su contradicción interna – la contradicción, en ambos casos, entre su doctrina filosófica y su motivación psicológica. Filosóficamente, el místico suele ser un proponente de la escuela de epistemología intrínseca (revelada); el escéptico es generalmente un defensor del subjetivismo epistemológico. Pero, psicológicamente, el místico es un subjetivista que usa el intrinsicismo como un medio de afirmar la primacía de su consciencia sobre la de los demás. El escéptico es un intrinsicista desilusionado que, al no haber podido encontrar una guía sobrenatural automática, busca un substituto en la subjetividad colectiva de los demás.

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Sólo tres breves períodos de la historia fueron culturalmente dominados por una filosofía de la razón: la antigua Grecia, el Renacimiento y el siglo XIX. Estos tres períodos fueron la fuente del mayor progreso de la humanidad en todos los ámbitos de logro intelectual, y las épocas de mayor libertad política. El resto de la historia humana fue dominado por misticismo de un tipo u otro, es decir: por la creencia de que la mente del hombre es impotente; que la razón es inútil o mala, o las dos cosas; y que el hombre debe ser guiado por algún tipo de “instinto” o emoción o intuición o revelación irracional, por algún tipo de fe ciega e infundada. Todos los siglos dominados por el misticismo fueron épocas de tiranía política y esclavitud, de un régimen por la fuerza bruta – desde la barbarie primitiva de la jungla – a los Faraones de Egipto – a los emperadores de Roma – al feudalismo del Oscurantismo y la Edad Media – a las monarquías absolutas de Europa – a las dictaduras modernas de la Unión Soviética, la Alemania nazi y todas sus réplicas secundarias.

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Fuentes:

* “Fe y Fuerza: Los destructores del mundo moderno”, Filosofía: quién la necesita

* “Para el Nuevo Intelectual”, For the New Intellectual

* “Discurso de Galt”, For the New Intellectual

* “Introducción a la epistemología Objetivista”, Introducción a la epistemología Objetivista

* “La psicología de psicologizar”, The Objectivist, Marzo 1971

<< Traducción: Objetivismo.org >>

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[…] Para entender por qué Rand fue tan intransigente al oponerse a la fe, vale la pena explorar su visión tan diferente de lo que la fe exige. […]

levy

no creo en Dios ni en dioses ni estupideces del mas alla, pero el objetivismo es otra estúpidez mas, hay muchos ateos con diferente postura filosofica y los «objetivistas» sacan las uñas cuando les llevan la contraria, se enojan, defienden… Leer más »

godmino
godmino

Sugiero poner todo el texto sobre el mismo asunto en el mismo Post, no dividirlo en tres o cuatro posts diferentes. También es una buena idea editar lo que uno ha escrito antes de enviar, reducir el texto donde se… Leer más »

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