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Principios, por principio

¿Por qué seguimos empeñados en hacer que funcione el socialismo (o el fascismo)? ¿Cómo es posible que el repetido y definitivo fracaso del control estatal en decenas de naciones durante todo un siglo no les haya enseñado una lección a nuestros líderes y al hombre de la calle? . . .

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Porque la «lección» que se necesita es un principio. La gente ha visto el fracaso del estatismo pero no ha entendido por qué ha fracasado. En primer lugar, no pueden comprenderlo porque carecen del concepto de «estatismo». También carecen de los conceptos de «capitalismo», «socialismo», y «fascismo». Y, por debajo de eso, carecen del concepto de «fuerza» (como concepto político-moral). La «lección» del fracaso del estatismo es: fuerza es anti-mente.

Me parece interesante lo fácil que es para algunos de nosotros (Objetivistas) el comprender este principio, y cómo los ojos de la mayoría de las personas se quedan en blanco al oír eso. Pensarías que cualquiera que leyese La rebelión de Atlas no tendría dificultad en llegar a ese principio a partir de las situaciones concretas tan cuidadosamente escritas que la novela ofrece – sobre todo cuando Galt los menciona en su discurso. Sin embargo, nos encontramos con que de toda la gente que está leyendo Atlas, más del 90% ni siquiera recuerda que fuerza contra mente era uno de los temas en la novela.

En lugar del principio «la fuerza es anti-mente», lo único que les queda a las personas es una evaluación de la probabilidad de algo concreto, es algo como: el socialismo fracasa con más frecuencia de lo que triunfa. Pero eso no es un absoluto contextual – no es un principio. Lo que les queda es compatible con: «Pero esta vez es diferente». Y es compatible con «¿Socialismo? Bueno, esto no es socialismo». (Si les preguntaras qué sería socialismo, apostaría a que su respuesta implícita sería: «un sistema que se denomine a sí mismo socialista».)

Un principio es la identificación de un factor fundamental como causa, y de sus necesarios efectos. Una evaluación de la probabilidad («las probabilidades favorecen esto») es simplemente una anotación pre-conceptual de frecuencias relativas, sin que se haya aislado ningún factor causal.

Bajo la influencia del pragmatismo, la gente de hecho se resiste a identificar las causas fundamentales. Esto les deja «libres» para decir que la situación es diferente esta vez.

Y el altruismo proporciona un poderoso motivo para querer creer que esta vez es diferente, que esta vez la política «moral» funcionará en la práctica. Y tened en cuenta que el altruismo, aun siendo un absoluto sin contexto y sin fundamento absoluto, sigue siendo una generalización enormemente extendida. El altruismo, aun siendo un dogma, funciona en las mentes de los hombres como si fuera un principio.

Así, en ausencia de principios reales – de generalizaciones que identifican las causas más profundas – la gente es llevada por el altruismo a esperar que «esta vez podría ser diferente», que sacrificar los productores a los fracasados y sacrificar la capacidad a la necesidad puede «funcionar».

Por eso nuestra tarea es tanto moral – cuestionar el dogma del altruismo – como epistemológica – mostrar que lo abstracto no es irreal, que los fundamentos gobiernan a los derivativos, que sólo cuando nos guiamos por principios podemos permitirnos ser prácticos.

En esta monumental tarea, nuestro aliado es la ciencia. La mayoría de la gente entiende que el conocimiento de las leyes científicas nos hace más poderosos, no menos, cuando tratamos con asuntos concretos. Ellos no preguntan «¿Cómo sé que al aplicar una fuerza esta vez se acelerará un cuerpo?» Ellos tienen que darse cuenta de que lo mismo se aplica a la pregunta «¿Cómo puedo saber que esta vez la mente no funcionará bajo coerción?»

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Después que la Reserva Federal [de USA] «inyectó» un billón de dólares en la economía, yo también me hice a mí mismo la pregunta: «¿Por qué estamos intentando de nuevo hacer que funcione el socialismo (o el fascismo)?» Mi explicación fueron los principios filosóficos colectivistas, y sobre todo el subjetivismo social.

¿Qué puede explicar, a no ser el poder metafísico del Colectivo, el acto de declarar por decreto la creación de un billón de dólares «de la nada», como incluso el New York Times se vio obligado a describir?

A un nivel más general, el objetivo de la intervención gubernamental en la economía ha sido «infundir confianza en la economía» – bajo la premisa de que si la gente cree y actúa como si la economía estuviera sana, lo estará. No se acepta la realidad económica independiente de la «consciencia colectiva».

No es el conocimiento lo que se considera poder, sino un colectivo unido; podéis verlo en las demandas por más controles gubernamentales.

Los fracasos de las empresas y de los individuos no son considerados como habiendo sido causados por falta de pensamiento objetivo y a largo plazo. Desde luego, los hombres de negocios son criticados por sus intentos de obtener un beneficio rápido a corto plazo; pero no son elogiados aquellos cuyo pensamiento racional les permitió prosperar. Y tampoco oímos muchas demandas de permitir que los que han fracasado *aprendan* de sus fracasos.

Todo lo contrario: los fracasados son rescatados y lo que se les exige a los empresarios más racionales es que aprueben los rescates y los controles – porque un colectivo de negocios unido es considerado esencial para inspirar «confianza» en el público.

Así, los controles son apoyados no sólo para eliminar la inmoralidad, sino como una forma práctica de «arreglar la economía» mediante la eliminación del pensamiento y la acción independientes. La fuerza es anti-mente – y los colectivistas lo saben.

El lema de Obama «Yes, We Can!» – [“Sí, Nosotros Podemos”] resume el poder dominante del subjetivismo social. Ese «Nosotros» es el que “puede”: a) Crear una economía sana – pero sólo si las acciones económicas individuales están subordinadas al control del Estado; b) Crear una sociedad sin «necesidades humanas insatisfechas» – pero sólo si todos los ciudadanos son forzados a prestar servicio nacional; c) Lograr la paz mundial – pero sólo si los EE.UU. aceptan la soberanía de la «comunidad internacional».

Estamos empeñados en hacer que las medidas estatistas «funcionen» porque, basado en los principios colectivistas, lo que hay que hacer funcionar es el deseo de riqueza y el sacrificio – y la única forma de resolver cualquier problema es unirlo (o fusionarlo) en un colectivo.

Después de la desastrosa historia del estatismo en el siglo XX, la mentalidad anti-conceptual es un medio necesario para evadir la imposibilidad de este objetivo, y para evitar llamar fascismo al sistema social que está siendo creado.

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Artículo basado en comentarios hechos en la lista de HBL.com en abril 2009

Traducido, editado y publicado por Objetivismo.org con permiso de los autores: Harry Binswanger y Damon Cole.

Reprinted by permission

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fredy ocotal nicaragua
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