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Los Axiomas Básicos de Objetivismo [2/2]

Los axiomas cuentan con una protección interna contra cualquier ataque: han de ser usados y aceptados por todos, incluso por quienes los atacan.

Los conceptos axiomáticos no están sujetos al proceso de definición. Sus referentes pueden ser especificados sólo ostensivamente, es decir, señalando con el dedo. Todo lo que hay que captar sobre estos hechos está implícito en cualquier acto de cognición adulta; en efecto, está implícito mucho antes. «Después de la primera sensación discriminada (o percepción)», observa Miss Rand, «el conocimiento posterior del hombre no añade nada a los hechos básicos designados con los términos ‘existencia’, ‘identidad’, y ‘consciencia’. . . . » El conocimiento posterior hace que la identificación explícita y conceptual de estos hechos sea posible, pero los propios hechos – que son los datos, o los componentes que más tarde serán integrados en conceptos – están presentes en el primer momento y desde el momento que alguien es consciente de ellos. En este sentido el conocimiento de los axiomas está «implícito» desde el principio. «Es este conocimiento implícito», dice Miss Rand, «lo que permite que la consciencia del hombre siga desarrollándose».

Al estar implícitos desde el principio, existencia, consciencia e identidad están fuera del campo de la prueba, de la demostración. Demostrar es derivar una conclusión a partir de un conocimiento anterior, y nada es anterior a los axiomas. Los axiomas son los puntos de partida de la cognición, de los que todas las pruebas dependen.

Uno sabe que los axiomas son ciertos, no por inferencia de ningún tipo, sino por percepción sensorial. Cuando uno percibe un tomate, por ejemplo, no hay evidencia de que existe, fuera del hecho de que uno lo percibe; no hay evidencia de que es algo, fuera del hecho de que uno lo percibe; y no hay evidencia de que uno es consciente, fuera del hecho de que uno lo está percibiendo. Los axiomas son auto-evidencias perceptuales. No hay nada que decir en su defensa, excepto: mira a la realidad.

Lo que es verdad sobre tomates se aplica igualmente a naranjas, edificios, gente, música y estrellas. Lo que la filosofía hace es proporcionar una afirmación abstracta de tales hechos auto-evidentes. La filosofía expresa estos hechos en forma universal. Sea lo que sea que existe, existe. Sea lo que sea que existe, es lo que es. Sea cual sea la forma de que uno se da cuenta, se da cuenta.

Lo anterior es la validación de los axiomas Objetivistas. El término «validación» es más amplio que «prueba», y subsume cualquier proceso de establecer la relación de una idea a la realidad, sea un razonamiento deductivo, un razonamiento inductivo, o auto-evidencia perceptual. En este sentido, uno puede y debe validar cada punto del conocimiento, incluyendo los axiomas. La validación de los axiomas, sin embargo, es el más simple de todas: la percepción sensorial.

El hecho de que los axiomas están disponibles a la percepción no significa que todos los seres humanos acepten o incluso capten los axiomas en términos conscientes y conceptuales. Un gran número de hombres, como los primitivos, nunca progresan más allá del conocimiento implícito de los axiomas. A falta de una identificación filosófica explícita de ese conocimiento, ellos no tienen forma de acatar los axiomas de forma consistente, y por lo general caen en algún tipo de contradicción de lo auto-evidente, como las varias visiones mágicas del mundo, que (implícitamente) niegan la ley de la identidad. Tales hombres entontecen sus mentes al convertirse a sí mismos en una guerra civil epistemológica sin declarar. Esa guerra enfrenta la visión del mundo que profesan tener contra el conocimiento implícito con el que realmente cuentan para poder sobrevivir.

Aún más despreciables son los hombres de una civilización avanzada que, gracias al trabajo de un genio como Aristóteles, conocen la identificación explícita de los axiomas, pero conscientemente los rechazan. Un guerra interna declarada – es decir, una auto-contradicción deliberada y sistemática – es la esencia de la vida intelectual de tales individuos. Algunos ejemplos son los filósofos de los últimos dos siglos que rechazan la idea misma de lo auto-evidente como base del conocimiento, y quienes luego repudiar los tres axiomas básicos, atacándolos como «postulados arbitrarios», «convenciones lingüísticas», o «prejuicios de Occidente».

Los tres axiomas que he estado comentando tienen una protección interna contra todos los ataques: deben ser utilizados y aceptados por todos, incluso por aquellos que los atacan, y por los que atacan el concepto de lo auto-evidente. Voy a ilustrar este punto mostrando el típico ataque realizado por los opositores de axiomas filosóficos.

«La gente no se pone de acuerdo sobre los axiomas» oímos decir a menudo. «Lo que es evidente para uno puede no ser evidente para otro. ¿Cómo puede un hombre saber que sus axiomas son objetivamente ciertos? ¿Cómo puede estar totalmente seguro de que tiene razón?»

Este argumento comienza por aceptar el concepto de «desacuerdo», que se utiliza para desafiar la objetividad de todos los axiomas, incluyendo la existencia, la consciencia y la identidad. El siguiente breve diálogo sugiere una estrategia que revela las contradicciones del argumento. La estrategia comienza con A, el defensor de los axiomas, pretendiendo rechazar de plano el concepto de «desacuerdo».

A. «Tu objeción sobre lo evidente no tiene validez. No existe tal cosa como el desacuerdo. La gente está de acuerdo en todo».

B. «Eso es absurdo. La gente está en desacuerdo todo el tiempo, sobre todo tipo de cosas».

A. «¿Cómo pueden…? No hay nada sobre lo que estar en desacuerdo, ningún asunto. A fin de cuentas, nada existe».

B.»Tonterías. Todo tipo de cosas existen. Tú sabes eso tan bien como yo».

A. «Uno a cero. Tienes que aceptar el axioma de la existencia, incluso para pronunciar el término «desacuerdo». Pero continuemos; sigo diciendo que el desacuerdo no es real. ¿Cómo puede la gente no estar de acuerdo, puesto que son seres inconscientes, incapaces de tener ningún tipo de ideas en absoluto?».

B. «Por supuesto que la gente tiene ideas. Ellos son seres conscientes, tú sabes eso».

A. «Ahí va otro axioma. Pero aun así, ¿por qué es el desacuerdo sobre ideas un problema? ¿Por qué quiere eso decir que uno o más de los que discuten está equivocado? Puede ser que todas las personas que están en desacuerdo sobre el mismo tengan objetivamente la misma razón, estén igualmente en lo cierto».

B. «Eso es imposible. Si dos ideas se contradicen entre sí, ambas no pueden ser ciertas al mismo tiempo. Las contradicciones no puede existir en la realidad. A fin de cuentas, las cosas son lo que son. A es A».

Existencia, consciencia e identidad se presuponen en cada declaración y en cada concepto, incluyendo el de «desacuerdo». (Se presuponen incluso en conceptos inválidos, como «fantasma» o «verdad analítica».) En el acto de expresar su objeción, por lo tanto, el objetor ha concedido el caso. En cualquier acto de desafiar o negar los tres axiomas, un hombre los reafirma, no importa cuál sea el contenido particular de su desafío. Los axiomas son invulnerables.

Los opositores de estos axiomas se presentan como defensores de la verdad, pero es sólo una pose. Su ataque contra lo auto-evidente equivale a la acusación: «Tu creencia en una idea no hace que necesariamente que sea verdad; tienes que demostrarla, porque los hechos son lo que son independientemente de tus creencias». Cada elemento de esa acusación se basa en los mismos axiomas que esas personas están cuestionando (y supuestamente dejando de lado). Citando a Ayn Rand:

«No puedes demostrar que existes o que eres consciente», murmuran, evadiendo el hecho que demostración presupone existencia, consciencia y una complicada cadena de conocimiento: la existencia de algo que conocer, de una consciencia capaz de conocerlo, y de un conocimiento que ha aprendido a distinguir entre conceptos tales como lo demostrado y lo no demostrado.

Cuando un salvaje que no ha aprendido a hablar declara que la existencia debe ser demostrada, está pidiendo que lo demuestres a través de la no-existencia; cuando declara que tu consciencia debe ser demostrada, te está pidiendo que lo demuestres mediante la inconsciencia – te está pidiendo que entres en un vacío fuera de la existencia y la consciencia para darle a él prueba de ambas – te pide que te conviertas en un cero adquiriendo conocimiento sobre un cero.

Cuando él declara que un axioma es cuestión de elección arbitraria y decide no aceptar el axioma de que él existe, está evadiendo el hecho de que lo ha aceptado al pronunciar esa frase, que la única forma de rechazarlo es cerrar la boca, no proponer ninguna teoría, y morirse.»

Un axioma es una afirmación que identifica la base del conocimiento y de cualquier otra afirmación posterior relacionada con ese conocimiento, una afirmación necesariamente contenida en todas las demás, tanto si la persona que afirma decide identificarla como si no. Un axioma es una proposición que derrota a sus oponentes por el hecho de que ellos tienen que aceptarla y utilizarla en el proceso de cualquier intento de negarla.

Lo anterior no es una prueba de que los axiomas de existencia, consciencia e identidad son verdaderos. Es la prueba de que son axiomas, que están en la base del conocimiento y por lo tanto ineludibles. Esta prueba misma, sin embargo, se basa en los axiomas. Incluso para mostrar que ningún oponente puede escapar de ellos, Ayn Rand también tiene que hacer uso de ellos. Cualquier argumento presupone esos axiomas, incluyendo el argumento de que todo argumento los presupone.

Si es así, uno podría preguntarse, ¿cómo se puede responder a un oponente que dice: «Has demostrado que debo aceptar tus axiomas si he de ser coherente, pero esa demostración descansa en tus axiomas, que yo he decidido no aceptar. Dime por qué debo hacerlo. ¿Por qué no puedo contradecirme a mí mismo?».

Sólo hay una respuesta para esto: parar la discusión. Los axiomas son auto-evidentes; ningún argumento puede obligar a una persona que decide evadirlos. Puedes mostrarle a un hombre que la identidad es ineludible, pero sólo aceptando primero el hecho de que A es A. Puedes mostrarle que la existencia es ineludible, pero sólo aceptando y refiriéndose a la existencia. Puedes mostrar que la consciencia es ineludible, pero sólo aceptando y usando tu consciencia. Basándote en esos tres axiomas, puedes establecer su posición como los fundamentos de todo conocimiento. Pero no puedes convencer a otra persona de esto o de nada hasta que haya aceptado los axiomas él mismo, en base a su propia percepción de la realidad. Si los niega, es un error el discutir o incluso debatir el tema con él.

Nadie puede pensar o percibir por otra persona. Si la realidad, sin tu ayuda, no le convence a una persona de lo auto-evidente, esa persona ha abdicado de la razón y ya no se puede seguir tratando con ella.

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Del libro: Objetivismo: La Filosofía de Ayn Rand, por Leonard Peikoff, 1991.
Este libro está disponible en español en formato eBook.

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AlphaColumbia
AlphaColumbia

Me parece interesante lo de el universo esferico. Es parecido a lo que habia pensado con lo de los bucles, pero no en el mismo sentido. Respecto a la pregunta sobre el exterior de la existencia, esoy totalmente de acuerdo… Leer más »

Miguel
Miguel

No, la existencia no es solo lo que actualmente es, sino todo aquello que también fue y será en el mundo físico o universo, aunque se puede decir que actualmente en nuestro contexto solo existe lo que hay en el… Leer más »

AlphaColumbia1776
AlphaColumbia1776

supongo que existencia es todo lo que en un momento determinado «es».. Todo lo que no es, no existe, y por supuesto quedan exluidas las cosas en potencia y cosas pasadas, existiran, o existieron. Aun asi yo tengo la eterna… Leer más »

Miguel
Miguel

Vele, pero yo me refería con la existencia a que epistemológicamente lo que identifica al concepto existencia es todo aquello que tiene que darse en la realidad, bien sea en algún momento del pasado, del presente o del futuro, por… Leer más »

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