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Religión, Libertad y «musulmanes moderados»

¿Hay una conexión de causa y efecto entre religión y el uso de la fuerza? Sí, la hay. En ese sentido, ¿hay diferencia significativa entre el Cristianismo y el Islam? Sí, pero esa diferencia radica en la distinción que existe, no entre la Biblia y el Corán, sino entre los cristianos y los musulmanes actuales.

En la época medieval, cuando la autoridad de la Iglesia era prácticamente incuestionable, quienes de hecho la cuestionaban eran condenados a muerte. La Iglesia no reconocía ninguna libertad de pensamiento; no reconocía el concepto de libertad como tal. La libertad es un estado de autonomía personal, en el cual las decisiones sobre qué ideas aceptar y qué acciones tomar son hechas por cada individuo, sin coacción externa. La premisa subyacente es que cada persona tiene derecho a su propia vida y a buscar su propia felicidad. Esto, sin embargo, era anatema para la Iglesia, que decía que el individuo no tiene autonomía: que no tiene derecho a arrogarse la decisión de cómo vivir su vida, y que él existe sólo para servir a Dios, quien tiene pleno dominio sobre su vida. La Biblia exige que los blasfemos sean asesinados, y la Iglesia estaba encantada de implementar ese mandato, usando herramientas como las Cruzadas y la Inquisición para librar una guerra santa cristiana contra los infieles.

Debido a que libertad esencialmente significa libertad de la mente, la gente pierde su libertad siempre que la religión adquiere poder político.

Debido a que libertad esencialmente significa libertad de la mente, la gente pierde su libertad siempre que la religión adquiere poder político. La religión exige la rendición del intelecto. Te ordena que subordines la razón a la fe, y que cedas a una autoridad que está por encima de tu mente independiente. Te ordena que actúes, no basado en lo que entiendes, sino en lo que otros te dicen que debes creer. En vez de libertad de pensamiento, sólo existe el deber de obedecer y servir a Dios. Y un siervo que desafía las órdenes de su amo debe ser obligado a someterse. Así es como los herejes medievales fueron quemados en la hoguera por la gloria de Dios, un acto equivalente al ametrallamiento actual de infieles al grito de «Allahu akbar».

Sólo cuando florecieron el Renacimiento y la Ilustración fue cuando decreció la autoridad de la Iglesia. La razón llegó a ser considerada como siendo superior a dogmas sin sentido, y este desarrollo afectó a todas las instituciones de Occidente, incluso a la religión. La razón consiguió mitigar las peores irracionalidades de la fe, y la disidencia religiosa empezó a ser tolerada. Los mandamientos bíblicos de matar a los blasfemos – y a las brujas, a los homosexuales y a quienes no respetaran el sábado – dejaron de ser tomados en serio. Con el tiempo, la libertad política se arraigó. Los Estados Unidos de América fueron fundados, y la Iglesia quedó separada del estado.

Pero el mundo islámico no pasó por ninguna Ilustración. Ese mundo sigue aferrándose a sus dogmas de la forma como lo hacía muchos siglos atrás. Este es el hecho central para distinguir a los musulmanes de los cristianos. El Corán es tomado más en serio y más literalmente por sus seguidores, que la Biblia por los suyos. En Occidente, hasta los religiosos siguen manteniendo un cierto respeto por la razón; por lo general, entienden que la religión debe ser un asunto privado, no político (aunque esa forma de ver las cosas por desgracia se ha ido debilitando). Ellos se opondrían, por ejemplo, a que Biblia se convirtiese en la Constitución oficial del país, como hoy lo es el Corán oficialmente de la Arabia Saudita.

¿Y qué pasa con los así llamados musulmanes moderados? Existen, pero antes de nada, definamos ese término. No puedo referirme exclusivamente a quienes se abstienen de decapitar a infieles. En el contexto actual, hay una forma sencilla de distinguir a un musulmán moderado: es alguien que reconoce el derecho categórico a repudiar el Islam. Y como un corolario lógico, es alguien que considera a Osama bin Laden y a sus secuaces monstruos que merecen ser ejecutados. El punto crucial es que él rechaza la esencia del yihadismo: la idea de que el Islam debe ser impuesto por la fuerza.

Pero en el mundo musulmán gente así son la excepción. Mira los gobiernos de las naciones musulmanas. En Egipto, Kuwait, Pakistán, Argelia, Afganistán, Arabia Saudita e Irán, los blasfemos son ejecutados. (Otros países musulmanes imponen penas de prisión.) En Arabia Saudita, la ley define como terroristas a todos los ateos, y a cualquier persona «que ponga en tela de juicio los fundamentos de la religión islámica en la que se basa este país». ¿Qué son esas políticas, más que yihadismo legalizado, es decir, el imponer el Islam por la fuerza en víctimas indefensas, simplemente amparándose en la ley?

Y estas políticas tienen un fuerte apoyo popular. En la famosa encuesta de Pew en el 2013, que le preguntó a los musulmanes si los apóstatas deberían ser ejecutados, la mayoría de los encuestados en Egipto, Jordania, Afganistán, Pakistán y los territorios palestinos, dijeron que sí.

Vemos muchas protestas en nombre del Islam, contra los críticos del Islam. ¿Dónde están las protestas en nombre del Islam, contra los asesinos salvajes de esos críticos? Los líderes religiosos del Islam alegremente lanzan fatwas contra los que se burlan de Mahoma. ¿Dónde están las fatwas contra las personas que secuestran a niños en edad escolar, bombardean sinagogas, esclavizan sexualmente a niñas, decapitan a periodistas, y de una forma u otra no practican una «religión de paz»?

Los enemigos de los Estados Unidos son aquellos que tratan de instaurar el totalitarismo islámico, y también lo son quienes los apoyan. La gente debe tener la libertad de rezarle a Alá y de alabar el Corán. Pero si de alguna forma actúan en apoyo de quienes usan la fuerza, entonces automáticamente se convierten en musulmanes «inmoderados».

Filosóficamente, uno puede mostrar que las exigencias de la religión son incompatibles con el principio de la libertad. Filosóficamente, uno puede mostrar que cuando la razón es sustituída por la fe, los desacuerdos sólo pueden ser resueltos por la fuerza bruta. Filosóficamente, uno puede mostrar que los yihadistas están implementando sistemáticamente los dictados del Islam. Pero políticamente – o sea, en cuanto a qué acción nuestro gobierno debe tomar – da igual que la religión que están practicando sea “verdadera” o una “falsa”. Lo que importa es que millones de musulmanes aceptan la ideología del totalitarismo islámico, y que eso es una amenaza objetiva para nosotros. Al presidente Obama tal vez le gustaría llamarlo pseudo-totalitarismo islámico. Pero da igual, sigue siendo la ideología de personas que quieren imponerles su religión – sea «verdadera» o «falsa» – al resto del mundo, por la fuerza. Los seguidores de esa ideología, desde los decapitadores agresivos a sus cómplices menos violentos, son el enemigo, y es el papel de nuestro gobierno el detenerlos.

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Artículo de Peter Schwartz en el Huffingtonpost. Traducido y publicado por Objetivismo.org con permiso del autor.

Peter Schwartz ha sido director y hoy es un Distinguished Fellow del Ayn Rand Institute, y es el autor de varios libros sobre Objetivismo, sobre ética, y sobre la política exterior americana.

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Alberto
Alberto

La verdad, siempre he pensado que los musulmanes radicales están teniendo actualmente su Santa Inquisición, con metralletas y bombas en lugar de hogueras. Lo que no logro entender es por qué, si actualmente no toleraríamos una Santa Inquisición cristiana, por… Leer más »

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