Hoy día el “estado-niñera” está omnipresente. Su última intrusión perniciosa atañe a los medicamentos analgésicos; está obligando a los médicos a restringir la prescripción de opiáceos, sustancias (como Percocet y Vicodin) usadas para mitigar el dolor agudo. ¿Por qué? Porque al gobierno le preocupan mucho los pacientes que abusan de estos medicamentos, que pueden producir adicción y, en ocasiones, la muerte.
En última instancia, la idea de un gobierno paternalista que decide lo que es mejor para cada uno de nosotros se basa en la ética del sacrificio. Se apoya en la premisa altruista de que tienes el deber moral de rendir tu interés propio por el bien de los demás, que debes subordinarte a las necesidades de tu vecino. Así, quienes realmente necesitan una medicación fuerte contra el dolor deben sufrir para que sus vecinos no tengan la posibilidad de tomar esos medicamentos de forma irresponsable.
Una historia en el New York Times (17 de marzo de 2016) relata la repercusión de esos controles sobre los pacientes de un médico concreto:
“‘Tengo un paciente con estenosis espinal inoperable que tiene que seguir talando madera para calentar su casa,’ dice el doctor Wergin, de 61 años, el único médico en su pueblo. ‘Con él simplemente no funciona una solución de talla única. Pero tendré que aceptarlo.’ Otra paciente, una mujer de 55 años, que ‘tenía tres vértebras rotadas en la parte inferior de la espalda, sufría de migrañas, y había sido objeto de una mastectomía por cáncer de mama unos meses atrás’ le dijo al doctor Wergin que la fibromialgia le provocaba un dolor agudo, además de agravar su insomnio. ‘¿Y usted va a reducir mi dosis de pastillas de nuevo?’ preguntó. El doctor Wergin asintió. ‘Va a ser muy complicado que su dosis pase la revisión’. . . ‘Es muy duro tener que reducir la dosis cuando estoy en un nivel que casi funciona’, dijo ella. Una mueca de frustración se reflejó en la cara del médico. ‘Lo siento,’ dijo.” Y no pudo hacer más nada por ella.
Como escribí en mi libro In Defense of Selfishness [“En defensa del egoísmo”, p. 165]:
“El gobierno regula las medicinas que puedes tomar porque otras personas podrían tener la tentación de tomarlas sin necesidad; regula tu plan de pensiones porque hay quienes podrían malgastar sus ahorros; regula tus preferencias en materia de educación porque hay quienes podrían tomar decisiones estúpidas sobre a qué colegios enviar a sus hijos; y regula tu consumo de comida porque hay quienes podrían ignorar sus necesidades en materia de salud. Te prohíben decidir porque hay quienes no quieren asumir la responsabilidad de decidir. Debes sacrificar tu libertad por aquellos a quienes la libertad les da igual. Todos deben ser rebajados al nivel de los peores, y quedar encadenados a las necesidades de éstos. Así es cómo el individuo acaba sirviendo a la sociedad”.
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Publicado por Peter Schwartz, Colaborador distinguido del Ayn Rand Institute y autor de “In Defense of Selfishness”.
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