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Los sentidos como necesariamente válidos — OPAR [2-1]

Capítulo 2 – Percepción sensorial y voluntad
Los sentidos como necesariamente válidos [2-1]

Objectivism: The Philosophy of Ayn Rand
(«OPAR») por Leonard Peikoff
Traducido por Domingo García
Presidente de Objetivismo Internacional

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* * *

La validez de los sentidos es un axioma. Al igual que el hecho de la consciencia, el axioma está fuera del ámbito de la prueba, porque es una precondición para cualquier prueba.

Probar (demostrar) consiste en reducir una idea a los datos proporcionados por los sentidos. Los propios datos, la base de todo conocimiento posterior, preceden a cualquier proceso de inferencia. Son lo primario en la cognición, lo incuestionable, lo auto-evidente.

La validez de los sentidos no es un axioma independiente; es un corolario del hecho de la consciencia. (Como hemos visto, sólo captando la acción de sus sentidos es un niño capaz de alcanzar el concepto implícito de consciencia). Si el hombre es consciente de lo que existe, entonces sus medios de ser consciente son medios de consciencia, es decir, son válidos. Uno no puede afirmar la consciencia mientras niega su forma primaria, que es la que hace posibles todas las demás. Así como cualquier ataque sobre la consciencia se refuta a sí mismo, también lo hace cualquier ataque sobre los sentidos. Si los sentidos no son válidos, entonces tampoco son válidos los conceptos, incluyendo los conceptos usados en el ataque.

El objetivo de tener una discusión filosófica sobre los sentidos no es derivar su validez de algún tipo de conocimiento anterior, sino definir su función exacta dentro de la cognición humana y de esa forma eliminar las objeciones planteadas contra ellos por una larga lista de filósofos. El objetivo no es argumentar en favor del testimonio de nuestros ojos y oídos, sino eliminar las infundadas dudas sobre estos órganos que han ido acumulándose durante siglos.

La experiencia sensorial es una forma de consciencia producida por entidades físicas (los estímulos externos) cuando actúan sobre instrumentos físicos (los órganos de los sentidos), los cuales responden de forma automática, como si fuesen un eslabón dentro de una cadena determinada causalmente. Obedeciendo a leyes naturales inexorables, los órganos transmiten un mensaje al sistema nervioso y al cerebro. Esos órganos no tienen el poder de elegir, ni el poder de inventar, distorsionar o engañar. No responden a un cero, sólo a algo, a algo verdadero, a algún objeto existencial que está actuando sobre ellos. 1

Los sentidos no interpretan sus propias reacciones; no identifican los objetos que causan un impacto en ellos. Se limitan a responder a los estímulos, de esa forma haciendo que nos demos cuenta del hecho de que algún tipo de objetos existe. No nos damos cuenta de lo que los objetos son, sino simplemente de que existen. «El papel de los sentidos [del hombre]», escribe Ayn Rand, «es darle evidencia de la existencia, pero la tarea de identificarla pertenece a su razón; sus sentidos le dicen solamente que algo es, pero qué es tiene que ser aprendido por su mente». 2 Es sólo en relación al “qué” – sólo en el nivel conceptual de consciencia – en el que surge la posibilidad de error. Si un niño ve a un hombre jovial con barba vestido de rojo e infiere que Santa Claus ha bajado del Polo Norte, sus sentidos no han cometido un error; es su conclusión la que está equivocada.

La así llamada ilusión sensorial, como un palo que parece doblarse en el agua, no es un error perceptual. Según Ayn Rand, es un testimonio de la confiabilidad de los sentidos. Los sentidos no censuran su respuesta; ellos no reaccionan a un único atributo (como por ejemplo, la forma) en el vacío, como si estuviesen desconectados de todo lo demás; ellos no pueden decidir ignorar parte del estímulo. Dentro del rango de su capacidad, los sentidos nos dan evidencia de todo lo que es físicamente operativo, responden al contexto total de los hechos, incluyendo, en este caso concreto, al hecho de que la luz viaja a través del agua a una velocidad diferente que a través del aire, lo cual es lo que causa que el palo parezca estar doblado. Es la tarea, no de los sentidos sino de la mente el analizar la evidencia e identificar las causas operativas (lo cual puede requerir el descubrimiento de conocimientos científicos complejos). Si un observador inesperado llegase a la conclusión de que el palo realmente se dobla en el agua, esa conclusión precipitada sería un error a nivel conceptual; un fracaso del pensamiento, no de la percepción. Criticar a los sentidos por eso equivale a criticarlos por su poder, por la capacidad que tienen de darnos la evidencia, no en fragmentos aislados, sino como un todo.

La función de los sentidos, mantiene Ayn Rand, consiste en resumir una vasta cantidad de hechos, condensar la compleja cantidad de información que llega a nuestra consciencia en forma de unas relativamente pocas sensaciones. Percibimos un ramo de rosas, por ejemplo, como siendo rojo, fresco, fragante y suave al tacto. Tales sensaciones no carecen de causa. Son producidas por un complejo conjunto de hechos físico-químicos, que incluyen las longitudes de onda de la luz que las rosas reflejan y absorben, la conductividad térmica de los pétalos, la composición química de sus moléculas y el tipo de enlace entre ellas; esos hechos a su vez reflejan las estructuras atómicas subyacentes, sus características electrónicas y nucleares, y muchos otros aspectos. Nuestras sensaciones, está claro, no identifican ninguno de esos hechos, sino que constituyen nuestra forma inicial de captarlos y nuestra pista inicial para su posterior descubrimiento científico. La ciencia, ciertamente, no consiste más que en descifrar conceptualmente los datos sensoriales; no tiene ninguna otra evidencia primaria de la cual partir.

Si una percepción sensorial “válida” significa una percepción cuyo objeto es un existente, entonces no sólo los sentidos del hombre son válidos: Todas las percepciones sensoriales son necesariamente válidas. Si un individuo de cualquier especie percibe cualquier cosa, sea lo que sea, entonces, no importa qué órganos o formas de percepción tenga, está percibiendo algo que es. La conceptualización implica una interpretación que puede no ser conforme a la realidad, una organización de datos que no es necesitada por ningún hecho físico; uno puede, por lo tanto, “pensar sobre nada», es decir, sobre nada real, por ejemplo sobre una máquina de movimiento perpetuo o sobre una posesión demoníaca o sobre Santa Claus. Pero los sentidos integran automáticamente lo que es.

Una vez que la mente adquiere un cierto contenido de material sensorial, ella puede, como en el caso de los sueños, contemplar su propio contenido en vez de contemplar la realidad externa. Eso no es en absoluto percepción sensorial, sino el proceso de volverse hacia dentro, algo que es posible por el hecho que el individuo, a través de la percepción, primero adquirió algún contenido sensorial. Y tampoco, como observó Aristóteles, tenemos ninguna dificultad en distinguir los sueños de la percepción. El concepto «sueño» sólo tiene significado porque denota un contraste con un estado de vigilia consciente. Si un hombre fuese realmente incapaz de reconocer el estado de vigilia, la palabra «sueño» para él carecería de sentido.

Nuestras sensaciones son causadas en parte por objetos en la realidad. También son causadas – y este es un punto igualmente importante – en parte por nuestros órganos de percepción, que son los responsables del hecho de que percibimos objetos en forma de sensaciones de color, sonido, olor, etc. Un ser con sentidos radicalmente diferentes probablemente percibiría la realidad de la forma diferente correspondiente.

Ayn Rand observa, sin embargo, que una diferencia en la forma sensorial entre los que perciben es precisamente eso: una diferencia en la forma de percibir los mismos objetos, de percibir la misma y única realidad. Tal diferencia no tiene que ver con el contenido cognitivo y no representa ningún desacuerdo entre las partes. Los sentidos de un hombre con visión normal, por citar un ejemplo común, no contradicen los de un daltónico. Cuando el primero dice de un objeto: «es rojo», debe razonablemente querer decir con su afirmación: «Es una entidad en la realidad, de una naturaleza específica tal que, cuando actúa sobre mis sentidos, la percibo en forma de color rojo». Eso es cierto, eso es lo que es. Del mismo modo, si el daltónico dice: «es gris», está queriendo decir: «Es una entidad en la realidad, de una naturaleza específica tal que, cuando actúa sobre mis sentidos, la percibo en forma de color gris». Eso también es cierto; eso es lo que es. Ninguna de esas afirmaciones está en conflicto con la otra. Ambos hombres están percibiendo lo que es y lo están haciendo de una forma específica.

Ninguno de estos dos hombres ni ningún otro perceptor que tenga un intelecto llegará a conclusiones diferentes sobre la naturaleza del objeto. En ese sentido, las diferencias en la forma sensorial no son importantes. Esas diferencias no tienen consecuencias en cuanto al contenido de la cognición.

El papel de los sentidos es darnos el inicio del proceso cognitivo: la evidencia primordial de la existencia, incluyendo la primera evidencia de similitudes y diferencias entre concretos. En base a eso organizamos nuestro material perceptual: abstraemos, clasificamos, conceptualizamos. Más adelante operamos a nivel conceptual, haciendo inducciones, formulando teorías, analizando complejidades, integrando esferas cada vez mayores de datos; de esa forma descubrimos paso a paso las estructuras subyacentes y las leyes de la realidad. Todo este desarrollo depende de que los órganos sensoriales hagan que nos demos cuenta de similitudes y diferencias, que podamos hacerlo de forma lo suficientemente rica como para permitirle a quien percibe alcanzar el nivel conceptual. Ese desarrollo, sin embargo, no se ve afectado por la forma que tenga ese darse cuenta sensorial. Mientras que uno capte las relaciones requeridas de alguna forma, el resto es el trabajo de la mente, no de los sentidos. En ese trabajo, las diferencias relativas a la forma de los datos iniciales no tienen consecuencias relevantes.

Por eso los hombres con visión normal y los daltónicos (o incluso los ciegos) no llegan a diferentes conclusiones en una teoría física. Lo mismo se aplicaría a un físico extraterrestre, aunque sus órganos sensoriales fuesen radicalmente diferentes de los nuestros. Ambas especies percibirían la misma realidad, y por lo tanto (dejando de lado los errores) llegarían a las mismas conclusiones.

Especies con órganos sensoriales diferentes adquieren, a través de la percepción, diferentes tipos (y/o cantidades) de evidencia. Pero suponiendo una especie que tiene los órganos capaces de discriminar en el rango necesario y la mente para interpretar lo que percibe, tales diferencias en evidencia sensorial son simplemente distintos puntos de partida que conducirían a las mismas conclusiones finales. Imaginemos – usando un ejemplo deliberadamente extraño sugerido por Ayn Rand – una especie de átomos pensantes, que tienen algún tipo de aparato sensorial pero, dado su tamaño, carecen de ojos u órganos táctiles y por lo tanto carecen de percepción de color o de tacto. Tales criaturas, digamos, perciben otros átomos directamente, como nosotros percibimos a otras personas; perciben de alguna forma que nosotros no podemos imaginar. Para ellos, el hecho de que la materia sea atómica no es una teoría a la que han llegado por inferencia, sino una auto-evidencia.

Esa percepción «atómica», sin embargo, no sería de ningún modo más válida que la nuestra. Puesto que esos átomos funcionan a una escala sub-microscópica de consciencia, ellos no pueden descubrir a través de sus sentidos el tipo de evidencia que nosotros damos por sentado. Nosotros tenemos que inferir los átomos, pero ellos tienen que inferir objetos macroscópicos, como una mesa o el edificio del Empire State, que son demasiado grandes para que su capacidad receptiva las registre. Es necesario un sofisticado proceso de formación de teorías para que descubran, en la realidad, que los átomos giratorios que ellos perciben están fundidos en muchas combinaciones creando objetos demasiado grandes para ser captados directamente por ellos. Aunque los puntos de partida sean muy diferentes, la conclusión cognitiva en ambos casos es la misma, y sería necesario un genio entre ellos para llegar a conclusiones que son obvias para los más bobos de entre nosotros, y viceversa.

Ningún tipo de percepción sensorial puede captarlo todo. A es A, y cualquier aparato perceptual es limitado. En virtud de ser capaz de discriminar directamente un aspecto de la realidad, una consciencia no puede discriminar ningún otro aspecto que requiriese un tipo diferente de órgano sensorial. Sean los hechos que sean los que los sentidos están captando, sin embargo, son hechos. Y esos hechos son los que en algún momento conducen a una mente al resto de su conocimiento.

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Referencias

Obras de Ayn Rand en versión original: Ayn Rand Institute
Obras de Ayn Rand traducidas al castellano: https://objetivismo.org/ebooks/

Al referirnos a los libros más frecuentemente citados estamos usando las mismas abreviaturas que en la edición original en inglés: 

AS     (Atlas Shrugged) – La Rebelión de Atlas
CUI    (Capitalism: The Unknown Ideal) – Capitalismo: El Ideal Desconocido
ITOE (Introduction to Objectivist Epistemology) – Introducción a la Epistemología Objetivista
RM    (The Romantic Manifesto) – El Manifiesto Romántico
VOS   (The Virtue of Selfishness) – La Virtud del Egoísmo

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Notas de pie de página

Las notas de pie de página no han sido traducidas al castellano a propósito, pues apuntan a las versiones de los libros originales en inglés (tanto de Ayn Rand como de otros autores), algunos de los cuales ni siquiera han sido traducidos, y creemos que algunos lectores pueden querer consultar la fuente original. Los números de las páginas son de la edición del libro de bolsillo correspondiente en la versión original.

Capítulo 2 [2-1]

  1.   See Atlas Shrugged, p. 966.
  2.   Ibid., p. 942.

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