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Conceptos como siendo objetivos — OPAR [4-1]

Capítulo 4- Objetividad

Conceptos como siendo objetivos [4-1]

Objectivism: The Philosophy of Ayn Rand
(«OPAR») por Leonard Peikoff
Traducido por Domingo García
Presidente de Objetivismo Internacional

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* * *

El concepto de «objetivo», que se aplica como norma a todo conocimiento racional, tiene sus raíces en la teoría de conceptos. La “objetividad» surge porque los conceptos están formados por un proceso específico y, como consecuencia, tienen un tipo específico de relación con la realidad.

La facultad conceptual es un instrumento que reduce las unidades por medio de la omisión de sus medidas. O: los conceptos son un método humano. . . de integrar datos perceptuales. O: los conceptos son un dispositivo de nuestra consciencia. . . para lidiar con existentes [cosas que existen]. Todas estas formulaciones apuntan a un hecho crucial. Los conceptos no tienen que ver sólo con la consciencia o sólo con la existencia; son el resultado de un tipo especial de relación entre las dos. Las abstracciones son productos de la facultad de cognición del hombre y no existirían sin ella; pero la facultad de cognición tiene como propósito captar la realidad y, por lo tanto, debe adherirse a la realidad.

Por un lado, hay una contribución específicamente humana aportada por el nivel conceptual de la consciencia, una contribución que no tiene paralelo en el proceso de percepción sensorial. En contraste con la percepción, la conceptualización no es una reacción automática a estímulos; no es una mirada pasiva en espera de que alguna entidad externa grabe algo de forma infalible en la mente. La formación y el uso de conceptos es precisamente el campo que no es automático ni infalible, sino volitivo. Para conceptualizar, un hombre debe realizar esfuerzo; debe involucrarse en un tipo de trabajo mental que ningún estímulo puede requerir. Debe esforzarse en relacionar, conectar y procesar una cantidad de datos que va en constante aumento: y debe aprender a hacerlo correctamente. Además: durante tal procesamiento, el método básico que usa, la omisión de medidas, está dictado por la naturaleza de su facultad cognitiva, no por la realidad externa. El resultado es una perspectiva humana sobre las cosas, no una revelación de alguna entidad o un atributo intrínseco en el mundo externo, fuera del hombre. Si suprimes el mecanismo de la consciencia humana estarás borrando toda la esfera de los conceptos, los universales y las abstracciones. Los concretos que existen, los objetos de percepción, seguirían existiendo – existiendo como concretos – pero la perspectiva que los ve como unidades desaparecería.

Por otro lado, la consciencia es la facultad de captar lo que existe, y existe una base metafísica para los conceptos. Hay algo que es lo mismo en la realidad en cuanto a las unidades de un concepto: sus características, que difieren en varios aspectos únicamente en lo que respecta a sus medidas. Esto es un hecho sobre los concretos, no una creación del hombre. Podemos integrar entidades perceptuales en una única unidad mental sólo porque esas entidades de hecho poseen las mismas características. Podemos tratar los existentes como siendo lo mismo en un sentido determinado sólo porque, en ese sentido, son lo mismo.

Conceptos son condensaciones de datos, formados por un proceso volitivo de acuerdo con un método humano. El método es «humano» porque expresa la forma específica de consciencia que tiene el hombre; surge por causa de la naturaleza y las necesidades cognitivas de la mente del hombre. Al mismo tiempo, el método (correctamente empleado) se amolda en cada paso a los hechos; de lo contrario sería irrelevante para una necesidad cognitiva. El hombre, por lo tanto, no puede proyectar los productos de este método hacia afuera – hacia la realidad independiente del hombre – y tampoco puede separarlos de la realidad. Esos productos representan un tipo especial de unión: representan una realidad tal como es procesada por una consciencia volitiva humana. Ese es el estado que Ayn Rand describe como objetivo. (Una definición formal del término se dará en la siguiente sección.)

El elemento de volición es fundamental en este punto. Los perceptos, asimismo, son productos de una relación entre existencia y consciencia: son el captar entidades de una forma sensorial específica. Pero los perceptos son automáticos; aunque requieran una secuencia de pasos fisiológicos, ellos no suponen ningún método deliberado de cognición y no pueden apartarse de la realidad. Los términos normativos, por lo tanto, términos como «objetivo» y «no objetivo», no son aplicables a ellos.

Si alguien pregunta dónde está un determinado objeto perceptual – por ejemplo, un hombre – es correcto responder, aunque lo percibamos de una forma específica: el objeto está allá afuera, en el mundo. Pero si alguien pregunta dónde está un objeto conceptual, por ejemplo la “hombresía” [la esencia de “hombre”], Ayn Rand responde que tal objeto no está ni “en el mundo» ni «en el ojo del observador”. La “hombresía”, así como cualquier otro «universal», ella mantiene, son hechos del mundo, son concretos – concretos reducidos a una unidad, no por el ojo, sino por la mente de un ser conceptual –.

Ahora apliquemos este análisis a otro aspecto de la teoría de conceptos: el estado de las esencias (esa es la forma en que el término es utilizado en el contexto de la teoría de definiciones).

Por un lado, según Objetivismo, las esencias no son atributos destacados por la naturaleza, sin contar con el hombre. «Esencial» no es un término metafísico, sino epistemológico. 1 «Esencial» se refiere a ciertas características que realizan una determinada función en conexión con la conceptualización humana. Esa función consiste en diferenciar y condensar diversos conjuntos de datos, y las características que realizan esa función en un contexto cognitivo puede que no lo hagan en otro. Como la categoría de “esencia» surge por una necesidad de la consciencia del hombre, lo «esencial» en cada contexto debe reflejar el estado del conocimiento humano.

Como las definiciones son condensaciones de datos observados, por lo tanto, están determinadas por esos datos; no son arbitrarias: se derivan de los hechos en cada caso. En ese sentido, como hemos visto, las definiciones son declaraciones «empíricas», y la realidad es el estándar de lo que es esencial.

Las definiciones son aseveraciones de datos objetivos: de datos que han sido condensados por una consciencia humana de acuerdo con las necesidades de un método humano de cognición. Al igual que los conceptos, por lo tanto, las esencias son el resultado de una relación volitiva entre existencia y consciencia; ellas también (si han sido correctamente formadas) son objetivas.

En el punto de vista tradicional (platónico y aristotélico), cada entidad debe tener una esencia, una definición. Esto no es verdad desde el punto de vista Objetivista. Dado que la designación de lo que es esencial surge sólo como una ayuda al proceso de conceptualización, es inaplicable fuera de ese proceso. Los concretos que no han sido integrados en un concepto no tienen «esencias»; en esos casos no hay ninguna necesidad ni posibilidad de tener una definición.

Como señala Ayn Rand, es obligatorio conceptualizar ciertos tipos de concretos, incluyendo:

(a) concretos perceptuales con los que los hombres tratan diariamente, representados por el primer nivel de abstracciones; (b) nuevos descubrimientos de la ciencia; (c) nuevos objetos fabricados por el hombre que difieren en sus características esenciales de objetos previamente conocidos (por ejemplo «televisión»); (d) relaciones humanas complejas que implican combinaciones de comportamientos físicos y psicológicos (por ejemplo «matrimonio”, “ley”, “justicia»).

Estas cuatro categorías representan existentes con los cuales los hombres tienen que lidiar constantemente, en muchos contextos diferentes, desde muchos puntos de vista diferentes, ya sea en acción física diaria o, más importante, en acción mental y en un estudio posterior. El peso mental de llevar todos esos existentes en la cabeza de uno en forma de imágenes perceptuales o de largas descripciones verbales es tal, que ninguna mente humana podría hacerlo. La necesidad de condensación, de reducción de unidades, es obvia en tales casos. 2

En otros casos, señala Ayn Rand, lo contrario es verdad. No es admisible integrar ciertos concretos dentro de un concepto, porque lo que haría sería contradecir, en vez de satisfacer, las necesidades de la cognición.

Por ejemplo, no existe ningún concepto que designe a «rubias guapas de ojos azules, de un metro sesenta de estatura y veinticuatro años de edad”. Tales entidades o agrupaciones son identificadas descriptivamente [usando conceptos previamente formados, en vez de un único concepto nuevo]. Si tal concepto especial existiese, conduciría a una absurda duplicidad de esfuerzo cognitivo (y de caos conceptual): cualquier cosa de importancia que fuese descubierta sobre ese grupo se aplicaría también a todas las demás mujeres jóvenes. No habría ninguna justificación cognitiva para tal concepto, a menos que alguna característica esencial fuese descubierta, alguna característica que distinguiese a esas rubias de todas las demás mujeres, y que requiriese un estudio especial, en cuyo caso un concepto especial sí sería necesario.

. . . Así como los requerimientos de la cognición prohíben la subdivisión arbitraria de conceptos, también prohíben la integración arbitraria de conceptos en otro concepto más amplio mediante la eliminación de las diferencias esenciales. . . 3

Un ejemplo de este último error sería intentar incluir cigarros, sexo y Jesús bajo el término «rodeado».

Existe una tercera posibilidad que Ayn Rand reconoce. En ciertos casos, «en la periferia del vocabulario conceptual del hombre”, dice ella, «no es ni obligatorio ni está prohibido formar un concepto, sino que es algo opcional”. 4 Por ejemplo, un lenguaje puede ser rico en sinónimos próximos, que denotan diferentes matices sutiles de significado, como por ejemplo «contento”, “feliz”, “gozoso”, “alegre”, “festivo”, “jovial». Los requerimientos de la cognición no exigen tales sinónimos, ni tampoco los prohíben; mientras que las distinciones básicas recurrentes estén conceptualizadas separadamente, las diferencias secundarias pueden ser tratadas en forma descriptiva, si uno quiere, a través de varios conceptos en vez de uno solo. Los idiomas difieren en estas cuestiones; la mayoría contiene algunas palabras que no pueden ser traducidas a otras lenguas mediante una única palabra, sino sólo mediante una frase o incluso un párrafo. Tales diferencias pueden tener importantes repercusiones literarias – son las que determinan la brevedad y la elocuencia emocional con la que uno puede comunicar un cierto significado – pero cognitiva y epistemológicamente son insignificantes.

Esto nos lleva a la respuesta Objetivista al problema de los «casos limítrofes». 5

¿Dónde – los filósofos suelen preguntar – tiene uno que trazar la línea cuando agrupa concretos que no son ni esencialmente iguales (como una mesa roja y una negra) ni esencialmente diferentes (como una mesa y una silla)? “Supongamos” – le preguntó un conocido profesor de filosofía a Ayn Rand años atrás – “que alguien inventa una ‘mesa colgante’: un objeto con una superficie plana horizontal, diseñado para soportar otros objetos, pero que cuelga del techo con cadenas en vez de apoyarse con patas en el suelo. ¿Es ‘realmente’ una mesa o no? ¿Y cómo puede uno saberlo?

Precisamente por ser “colgante” un término limítrofe, respondió Ayn Rand, uno tiene varias opciones. Puesto que la entidad tiene algunas semejanzas significativas con las mesas, uno puede optar por incluirla bajo ese concepto (lo cual requeriría una alteración contextual en la definición que uno tiene de «mesa»). O: puesto que la entidad tiene algunas diferencias significativas con las mesas, uno puede formar un nuevo concepto para designarla. O: puesto que la entidad no está muy difundida y no tiene importancia en lo que respecta a una cognición ulterior, uno puede no elegir ninguna de esas opciones (y es probablemente lo que haría). Uno no necesita designarla usando ningún concepto, viejo o nuevo, sino que puede identificarla en vez de eso mediante una frase descriptiva, que es exactamente lo que hizo el profesor al plantear su pregunta.

El problema de los casos limítrofes no es un problema; no lo es, si uno acepta una visión objetiva de los conceptos y, por tanto, de las esencias, con las opciones clasificatorias que ello hace posible.

Las opciones conceptuales, es importante notar, existen sólo dentro de límites estrictamente definidos. Existen sólo cuando los hechos de la realidad pueden ser organizados de diferentes maneras por los hombres sin que eso implique ninguna diferencia cognitiva ni lleve a ninguna contradicción. En tales casos, todas las formas alternativas de manejar los hechos están de acuerdo con la realidad. Esta situación no le da rienda suelta al subjetivismo: no más que el que existan simultáneamente los idiomas inglés, francés y alemán.

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Referencias

Obras de Ayn Rand en versión original: Ayn Rand Institute
Obras de Ayn Rand traducidas al castellano: https://objetivismo.org/ebooks/

Al referirnos a los libros más frecuentemente citados estamos usando las mismas abreviaturas que en la edición original en inglés: 

AS     (Atlas Shrugged) – La Rebelión de Atlas
CUI    (Capitalism: The Unknown Ideal) – Capitalismo: El Ideal Desconocido
ITOE (Introduction to Objectivist Epistemology) – Introducción a la Epistemología Objetivista
RM    (The Romantic Manifesto) – El Manifiesto Romántico
VOS   (The Virtue of Selfishness) – La Virtud del Egoísmo

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Notas de pie de página

Las notas de pie de página no han sido traducidas al castellano a propósito, pues apuntan a las versiones de los libros originales en inglés (tanto de Ayn Rand como de otros autores), algunos de los cuales ni siquiera han sido traducidos, y creemos que algunos lectores pueden querer consultar la fuente original. Los números de las páginas son de la edición del libro de bolsillo correspondiente en la versión original.

Capítulo 4 [4-1]

  1.   See Introduction to Objectivist Epistemology,pp. 52-54.
  2.   Ibid., p. 70.
  3.   Ibid., p. 71.
  4.   Ibid., pp. 70-74.
  5.   See ibid., pp. 72-74.

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