Objetivismo.org

La voluntad como axiomática — OPAR [2-7]

Capítulo 2 – Percepción sensorial y voluntad
La voluntad como axiomática [2-7]

Objectivism: The Philosophy of Ayn Rand
(«OPAR») por Leonard Peikoff
Traducido por Domingo García
Presidente de Objetivismo Internacional

eBook completo en Amazon

* * *

Hasta ahora, he estado identificando la naturaleza del poder de elección del hombre, según la teoría Objetivista. Pero ¿cómo se valida esa teoría? ¿Puede uno demostrar que la decisión de pensar es real, y no – como dirían los deterministas – una ilusión causada por nuestra ignorancia de las fuerzas que nos determinan? ¿Puede uno demostrar que la consciencia del hombre no funciona de forma automática?

Si la consciencia del hombre fuese automática, si reaccionara de forma determinista ante fuerzas externas o internas que actúan sobre ella, entonces, por definición, un hombre no tendría ninguna opción en cuanto a su contenido mental; aceptaría lo que tuviese que aceptar, las ideas que las fuerzas deterministas engendrasen en él. En tal caso, uno no podría prescribir métodos para guiar el pensamiento de un hombre, o pedirle que justificara sus ideas; el tema de la epistemología no se aplicaría. Uno no puede pedirle a una persona que altere o justifique lo que es mentalmente ineludible, del mismo modo que, en términos físicos, no se le puede pedir que altere o justifique un reflejo involuntario como parpadear. En todo lo que es involuntario, no hay más opción que aceptarlo, hacer lo que uno debe hacer, sea lo que sea.

El concepto de «voluntad» es una de las raíces del concepto de «validación» (y de sus subdivisiones, como “prueba» o “demostración”). Validar las ideas es necesario y posible solamente porque la consciencia del hombre es voluntaria. Esto se aplica a cualquier idea, incluyendo la defensa del libre albedrío, o sea, de la voluntad: exigir que la voluntad sea demostrada presupone la realidad de la voluntad.

Una vez más, hemos llegado a un principio que está en la base del conocimiento humano, un principio que precede a todo argumento y a toda prueba. ¿Cómo, entonces, sabemos que el hombre tiene voluntad? Es un hecho evidente, abierto a cualquier acto de introspección.

Tú, lector, puedes percibir toda la potencialidad de lo que he estado diciendo, simplemente mediante la observación de tu propia consciencia. Tu nivel de conocimiento o de inteligencia no tiene importancia aquí, porque la cuestión es si estás usando cualquier conocimiento e inteligencia que poseas. En este instante, por ejemplo, puedes decidir leer con atención y esforzarte en entender, juzgar y aplicar el material… o puedes dejar que tu atención decaiga y que las palabras te resbalen, entendiendo a medias algunos de los puntos, luego volviendo para captar algunas frases, y después cayendo otra vez en un enfoque parcial. Si algo que lees te hace sentirte asustado o incómodo, puedes decidir seguir el tema a pesar de todo y considerarlo por sus propios méritos… o puedes dejarlo de lado con un acto de evasión, mientras mascullas entre dientes alguna racionalización para acallar cualquier remordimiento que puedas tener. En cada momento, estás decidiendo pensar o no pensar. El hecho de que tú regularmente tomas este tipo de decisiones es algo directamente accesible para ti, como lo es para cualquier consciencia volitiva.

El principio de la voluntad es un axioma filosófico, con todas las características que eso implica. Es algo primario: es el punto de partida del conocimiento conceptual y de todo el tema de la epistemología. Para poder direccionar su consciencia, uno debe ser libre, y saber, al menos implícitamente, que uno lo es. Es algo fundamental: cada elemento de conocimiento conceptual requiere algún tipo de validación, y esa necesidad se basa en el hecho de la voluntad. Es algo evidente por sí mismo. Y es ineludible. Incluso sus enemigos tienen que aceptarlo y utilizarlo en el proceso de cualquier intento por negarlo. Veamos por qué.

Cuando un determinista afirma que el hombre está determinado, eso también se aplica a todas las ideas del hombre, incluso a su propia alegación de determinismo. Dados los factores que inciden sobre él, según él mismo afirma, tuvo que hacerse determinista, igual que sus oponentes no tuvieron más alternativa que oponerse a él. Entonces, ¿cómo podemos saber que su punto de vista es cierto? ¿Son infalibles los factores que moldean su cerebro? ¿Él se ciñe automáticamente a la razón y a la lógica? Obviamente, no; si lo hiciese, le sería imposible errar.

La posición del determinista equivale a lo siguiente. «Mi mente no se ajusta automáticamente a los hechos, aunque no tengo opción en cuanto a su funcionamiento. No tengo cómo decidir que la realidad sea mi guía, en vez de que lo sean las emociones subjetivas, la presión social o las falsificaciones inherentes en estar sólo semi-consciente. Siempre y cuando yo distorsione la evidencia por descuido o pereza, o coloque la popularidad por encima de la lógica, o evada por miedo, o esconda mis evasiones de mí mismo bajo capas de racionalizaciones y mentiras, tengo que hacerlo, aunque me dé cuenta en ese mismo momento de lo mal que estoy actuando. Sean cuales sean las irracionalidades que deformen e invaliden la conclusión de mi mente sobre cualquier tema, esas irracionalidades son irresistibles, como todos los acontecimientos en mi historia, y no podrían haber sido de otra manera”. Si tal fuera el caso, un hombre no podría contar con su propio juicio; no podría reivindicar nada como siendo conocimiento objetivo, ni siquiera la teoría del determinismo.

Un ser infalible, uno que automáticamente captase la verdad – como por ejemplo un animal (a su nivel) o un ángel, si tal cosa existiese – puede carecer de voluntad, pero aún así es capaz de adquirir conocimiento. Tal ser no necesita realizar un proceso de pensamiento. Pero el hombre (más allá del nivel perceptual) debe pensar para poder saber, debe pensar de una forma orientada a la realidad; y el compromiso de hacerlo, como podemos observar, no es parte intrínseca del hombre. Si además no estuviese dentro del poder de elección del hombre, la consciencia humana estaría privada de su función, sería incapaz de conocer. Lo que significa: estaría separada de la existencia, es decir, no sería consciente.

La volición, en consecuencia, no es un principio filosófico independiente, sino un corolario del axioma de la consciencia. No toda consciencia tiene la facultad de la voluntad, pero toda consciencia falible y conceptual sí la tiene.

Si un determinista tratase de considerar que su punto de vista es conocimiento, debería decir, a todos los efectos: “Yo tengo control de mi mente. Tengo el poder de decidir enfocarme en la realidad. No me dejo meramente influenciar pasivamente por las distorsiones de turno que puedan sobrevenir, decretadas por alguna cadena de fuerzas extendiéndose hasta el infinito. Soy libre, soy libre de ser objetivo, libre de llegar a la conclusión: ´no soy libre´”.

Como cualquier otro rechazo de un axioma filosófico, el determinismo se refuta a sí mismo. Así como uno debe aceptar la existencia o la consciencia para poder negarlas, así también uno debe aceptar la voluntad para poder negarla. Un axioma filosófico no puede ser demostrado, porque es una de las bases de cualquier demostración. Pero, por la misma razón, tampoco puede ser evitado. Por su naturaleza, es inexpugnable.

*  *  *

La mayoría de los opositores tradicionales al determinismo han considerado el libre albedrío como algo místico, como un atributo de algún espíritu de otro mundo que es la antítesis de la ciencia y de la razón del hombre de este mundo. La expresión clásica de este punto de vista es el desastroso lema kantiano, «Dios, libertad e inmortalidad», el cual ha tenido el efecto de hacer risible a la “libertad», al equipararla con dos frases trilladas del sobre-naturalismo. ¿Qué pensador de renombre se interesaría en defender la volición si es presentada bajo el lema “fantasmas, voluntad y las puertas del cielo”?

Al identificar la esencia de la voluntad del hombre como su facultad conceptual, Ayn Rand aborta todo ese misticismo en su raíz. La voluntad, según Ayn Rand, no es algo opuesto a la razón, y ni siquiera algo añadido a ella. La facultad de la razón es la facultad de la volición. Esta teoría hace posible por primera vez que se pueda validar objetivamente el principio de la volición. De una vez por todas esta teoría arrebata ese principio de las garras de la religión.

Después de Ayn Rand, el hecho de que el hombre tenga libre albedrío, que pueda decidir, ya no puede servir más como munición para los irracionalistas. Se convierte, en cambio, en un testimonio del poder y la gloria de la mente del hombre.

Los sentidos del hombre son válidos. Su mente es libre. Ahora, ¿cómo debe usar su mente?

Por fin podemos salir de la antesala de la epistemología para adentrarnos en el gran salón de su mansión.

*   *   *

Referencias

Obras de Ayn Rand en versión original: Ayn Rand Institute
Obras de Ayn Rand traducidas al castellano: https://objetivismo.org/ebooks/

Al referirnos a los libros más frecuentemente citados estamos usando las mismas abreviaturas que en la edición original en inglés: 

AS     (Atlas Shrugged) – La Rebelión de Atlas
CUI    (Capitalism: The Unknown Ideal) – Capitalismo: El Ideal Desconocido
ITOE (Introduction to Objectivist Epistemology) – Introducción a la Epistemología Objetivista
RM    (The Romantic Manifesto) – El Manifiesto Romántico
VOS   (The Virtue of Selfishness) – La Virtud del Egoísmo

*   *   *

Notas de pie de página

Las notas de pie de página no han sido traducidas al castellano a propósito, pues apuntan a las versiones de los libros originales en inglés (tanto de Ayn Rand como de otros autores), algunos de los cuales ni siquiera han sido traducidos, y creemos que algunos lectores pueden querer consultar la fuente original. Los números de las páginas son de la edición del libro de bolsillo correspondiente en la versión original.

Capítulo 2 [2-7]

En este capítulo no hay notas de pie de página.

*   *   *

eBook completo en Amazon


0 0 votes
Article Rating
Suscríbete
Informarme de
guest
0 Comments
Inline Feedbacks
View all comments

Ayn Rand

Si lo que quieres es tener un objetivo o una misión “social”, no hay mayor servicio que puedas prestarle a la humanidad que el de luchar por tus propios derechos y tu propiedad.

Glosario

Objetivismo por temas

La maldad del altruismo — por Ayn Rand

Objetivismo explicado en 2 minutos

Más visitadas