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Objetividad como adhesión volitiva a la realidad por el método de la lógica — OPAR [4-2]

Capítulo 4- Objetividad

Objetividad como adhesión volitiva a la realidad por el método de la lógica [4-2]

Objectivism: The Philosophy of Ayn Rand
(«OPAR») por Leonard Peikoff
Traducido por Domingo García
Presidente de Objetivismo Internacional

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Diferentes puntos de vista sobre la naturaleza de los conceptos llevan a diferentes puntos de vista sobre la naturaleza de la cognición, a diferentes respuestas a la pregunta central en epistemología: ¿Qué es el conocimiento, y cómo lo adquiere el hombre?

El enfoque objetivo a los conceptos lleva al punto de vista que, más allá del nivel perceptual, el conocimiento consiste en captar un objeto a través de un proceso activo elegido por el sujeto y basado en la realidad.

Los conceptos, como cualquier otro modo de conocimiento, deben ajustarse a los hechos de la realidad. El conocimiento humano, por lo tanto, consiste en captar – no en crear – un objeto. Más allá del nivel perceptual, sin embargo, ese “ajustarse” sólo puede ser alcanzado a través de un complejo proceso de abstracción y de integración. Dado que ese proceso no es automático, tampoco es automáticamente correcto. El hombre no puede, por tanto, adoptar una política pasiva, la de esperar a que la verdad penetre en su mente. Al usar un concepto, igual que al formarlo, el hombre debe decidir y actuar. Debe iniciar un funcionamiento cognitivo paso a paso; debe estar dispuesto a hacer el esfuerzo necesario que cada paso exige; y debe escoger esos pasos cuidadosamente. Esos pasos deben constituir un método de cognición, un método que haga posible que la consciencia del hombre, al manejar abstracciones, consiga de forma deliberada lo que no le es garantizado de forma automática: permanecer en contacto con el reino de la realidad.

El método de omisión de medidas, al ser inherente a la facultad conceptual, es usado por el hombre, lo sepa él o no. Lo que estamos intentando identificar aquí es un método para guiar los aspectos conscientes y volitivos de la formación y el uso de conceptos.

El hombre no necesita un método de cognición – dicen los místicos – porque en los asuntos más importantes él es incapaz de errar: si dirige su mente a Dios, estará automáticamente en lo cierto. El hombre no está “automáticamente” en lo cierto – dicen los escépticos – así que sus conclusiones no son confiables, y él no puede descubrir ningún método; según esta visión, el hombre es incapaz de alcanzar la verdad. El hombre no está automáticamente en lo cierto – es la respuesta de Objetivismo a ambas escuelas – y precisamente por esa razón él debe definir un método de cognición, un método que guíe sus procesos mentales correctamente, consiguiendo de esa forma que un ser falible sea capaz de alcanzar la verdad.

Para una consciencia volitiva y conceptual, un método de conocer la realidad es a la vez necesario y posible. Definir ese método, dice Ayn Rand, es el objetivo de la epistemología.

Ese método debe reflejar dos factores: los hechos de la realidad externa y la naturaleza de la consciencia del hombre. Debe reflejar el primero, porque la consciencia no es una entidad auto-contenida; es la facultad de percibir lo que existe. Debe reflejar el segundo, porque la consciencia tiene identidad; la mente no es pura receptividad sino un cierto tipo de mecanismo integrador, y debe actuar de acuerdo con ello.

Llegamos así a la visión de Ayn Rand sobre la objetividad, que se deriva de su teoría de conceptos. Esta, en mis propias palabras, es su definición: ser «objetivo» en las actividades conceptuales de uno es voluntariamente adherirse a la realidad siguiendo ciertas reglas de método, un método basado en hechos y adecuado a la forma de cognición del hombre. 6

La gente a menudo habla de “realidad objetiva». Usado de esa forma, que no tiene nada de malo, “objetivo” significa: “independiente de la consciencia”. El verdadero propósito del concepto, sin embargo, hay que encontrarlo no en metafísica sino en epistemología. Estrictamente hablando, los existentes no son objetivos; simplemente “son”. Sólo las mentes, y más concretamente, los procesos conceptuales, pueden ser objetivos. . . o no-objetivos.

El concepto de «objetividad» es esencial para una epistemología racional; es un requisito del desarrollo adecuado de la consciencia humana y, en última instancia, de la supervivencia humana. (Los elementos de objetividad en la filosofía de Aristóteles, aunque incompletos y formulados de forma inconsistente, le permitieron a Occidente desarrollar la ciencia y una civilización industrial). Una consciencia conceptual debe centrarse en la realidad por medio de un acto deliberado de voluntad, y debe descubrir y luego decidir practicar el método necesario para implementar esa decisión. Ese es el estado fundamental de la mente que el concepto de «objetividad» identifica y confirma, en oposición a dos formas letales del error, letales porque cada una de ellas supone una fisura entre la consciencia del hombre y la realidad.

Un error es buscar un atajo: mirar hacia afuera sin conectar el pensamiento, esperando que entidades externas (como Dios, por ejemplo) hagan el trabajo cognitivo necesario y lo llenen a uno con la verdad; es una política que reduce al hombre a un estado de inconsciencia. El otro error es renunciar: mirar hacia adentro e ignorar la realidad. (Estos dos errores son la esencia de dos filosofías no-objetivas que trataremos al final del capítulo.)

Ahora debemos continuar con la siguiente pregunta: Si la objetividad requiere un método de cognición, ¿cuál es ese método? En una palabra, la respuesta es: la lógica. La lógica es el método que una consciencia volitiva tiene para ajustarse a la realidad. Es el método de la razón.

Ayn Rand no descubrió la lógica, lo hizo Aristóteles. Pero la definición de Ayn Rand cubre la esencia de la cuestión: «Lógica es el arte de la identificación no-contradictoria». 7 Los dos términos clave son «identificación» y «no-contradictoria».

El conocimiento, como hemos dicho, consiste en “captar” un objeto. “Captar”, ahora debemos añadir, es identificar, o sea, descubrir de alguna forma la identidad de lo que existe. A nivel perceptual uno aprende solamente que una entidad es, no qué es. Aún así, la percepción es una forma de aprehender la identidad: percibir una entidad es percibir que es algo. La capacidad para definir esa identidad en términos explícitos es la siguiente etapa; esa es la tarea de la cognición conceptual, expresada en cada una de las preguntas que la mente puede formular. Cada tipo de pregunta se reduce a: “¿Qué es?” Por ejemplo, “¿Por qué ocurrió un cierto evento?” quiere decir: “¿Qué es la naturaleza de la causa?”… “¿Cómo?” significa «¿Qué proceso?” …“¿Dónde?” significa «¿Qué lugar?”. La consciencia es la facultad de descubrir la identidad.

Eso es así porque la existencia tiene primacía; establece los términos, y la consciencia obedece. Ser es tener una naturaleza; esa es la ley de la existencia, que define de esa forma la función de la consciencia: descubrir la naturaleza de aquello que es. De ahí la formulación histórica de Ayn Rand, que agrupa en seis palabras el principio básico del ser y su expresión en el campo de la cognición: «Existencia es Identidad, Consciencia es Identificación”. 8

Al establecer de esa forma la tarea de la consciencia, la ley de identidad actúa como un puente que vincula existencia y consciencia, o metafísica y epistemología. La ley actúa como puente en un segundo sentido también: define la regla básica del método requerido para que una consciencia conceptual logre realizar su tarea. En ese sentido, la ley de identidad le dice al hombre: las identificaciones deben ser no-contradictorias.

Hay un tipo esencial de error, observó Aristóteles, que le es posible al hombre, un error que invalida cualquier proceso de pensamiento cuando se comete: el error de mantener que una cosa es A y no-A, que es y no es, el error de mantener una contradicción. Una contradicción es una negación de la identidad y por lo tanto de la realidad; ser A y no-A al mismo tiempo y en el mismo sentido es no ser nada. “Llegar a una contradicción”, escribe Ayn Rand, “es confesar un error en el pensamiento de uno; mantener una contradicción es abdicar de la propia mente y excluirse a uno mismo del ámbito de la realidad». 9

La ley de contradicción es el principio fundamental que define el método de pensamiento basado en la realidad, sean cuales sean sus formas o complejidades. (El estudio de esas formas es el objeto de la ciencia de la lógica). Cada vez que uno, a través de un proceso volitivo, va desde datos conocidos a una nueva cognición ostensiblemente basada en esos datos, la pregunta rectora debe ser: ¿Puede la nueva cognición ser integrada sin contradicción con la totalidad del conocimiento de uno? 10

Un ejemplo sencillo sacado del campo del razonamiento deductivo es el silogismo de Sócrates: «Todos los hombres son mortales. Sócrates es un hombre. Por lo tanto, Sócrates es mortal». La conclusión se deriva, porque negarla sería contradecir las premisas; negar la mortalidad de Sócrates equivaldría a decir: «Todos los hombres son mortales, y aquí hay uno que no lo es». Aunque puede ser expresada en una variedad de aplicaciones diferentes, la misma metodología – el evitar contradicciones – está en el corazón de todos los procesos de lógica, sean deductivos o inductivos. En esencia, la lógica es el método de observar hechos (premisas), para luego consultar la ley de contradicción, y finalmente sacar la conclusión que esa ley permita. La lógica, en otras palabras, es «el arte de la identificación no-contradictoria”.

Es importante señalar que el proceso debe estar basado en hechos observados. Derivar una conclusión de premisas arbitrarias que representan antojos subjetivos no es un proceso de lógica. Si yo digo: «Las manzanas son hojas de afeitar y las naranjas son cuchillas; por lo tanto, uno puede afeitarse con ensalada de frutas», eso no es en absoluto un proceso de cognición; es meramente una imitación de la forma de la lógica, mientras se descarta su esencia. Para que la lógica sea un instrumento de objetividad, una conclusión lógica debe estar derivada de la realidad; debe estar justificada por un conocimiento previo, el cual a su vez puede apoyarse en un conocimiento anterior, y así sucesivamente hacia atrás, hasta que uno llegue a lo que es auto-evidente: a los datos sensoriales. Ese tipo de cadena, y nada menos que eso, es lo que Objetivismo exige como «prueba» o “demostración” de una idea.

«Prueba» es el proceso de establecer la verdad reduciendo una proposición a axiomas, es decir, en última instancia, a evidencia sensorial. Tal reducción es el único medio que tiene el hombre para descubrir la relación entre proposiciones no axiomáticas y hechos de la realidad.

Muchas personas consideran la lógica no como una función cognitiva, sino como una función social; creen que es un medio para forzar a otros hombres a aceptar sus ideas arbitrarias. Para uno mismo, según ese punto de vista, un fárrago de afirmaciones no demostradas sería satisfactorio; la lógica, en cambio, sí sería necesaria para la polémica, necesaria como un medio para atrapar a los oponentes en inconsistencias internas y de esa forma abatir al enemigo.

Objetivismo rechaza este enfoque. Demostrar algo no es un ritual social, ni es algo que tiene lugar en otro mundo, un medio para construir castillos racionalistas en el aire. Es una necesidad personal, práctica y egoísta para la cognición terrenal. Así como el hombre necesitaría conceptos (incluyendo el lenguaje) en una isla desierta, también necesitaría la lógica allí. De lo contrario, por la naturaleza de la consciencia humana, estaría sin rumbo y cognitivamente desvalido.

Si el hombre pudiese saberlo todo acerca de la realidad de forma intuitiva, la lógica sería innecesaria. Si el hombre pudiese llegar a la verdad conceptual de la misma forma que llega a hechos perceptuales, a través de una sucesión de auto-evidencias desconectadas, la lógica sería innecesaria. Esa, sin embargo, no es la naturaleza de un ser conceptual. Nosotros organizamos los datos sensoriales paso a paso y en un orden específico, construyendo nuevas integraciones a partir de integraciones anteriores. Esa es la razón por la cual un método para ir de un paso a otro es necesario. Eso es lo que la lógica nos proporciona.

El método de la lógica, por lo tanto, refleja la naturaleza y las necesidades de la consciencia del hombre. También refleja el otro factor esencial para un método adecuado: los hechos de la realidad externa. El principio que la lógica proporciona para guiar los pasos mentales del hombre es la ley fundamental de la realidad.

Lo cual nos lleva a dos temas importantes. Uno es necesario para aclarar la idea del conocimiento no-contradictorio; el otro, para aclarar el concepto de «prueba». Ambos son indispensables para entender plenamente la naturaleza de la lógica y por lo tanto de la objetividad.

Esos dos temas son: contexto y jerarquía.

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Referencias

Obras de Ayn Rand en versión original: Ayn Rand Institute
Obras de Ayn Rand traducidas al castellano: https://objetivismo.org/ebooks/

Al referirnos a los libros más frecuentemente citados estamos usando las mismas abreviaturas que en la edición original en inglés: 

AS     (Atlas Shrugged) – La Rebelión de Atlas
CUI    (Capitalism: The Unknown Ideal) – Capitalismo: El Ideal Desconocido
ITOE (Introduction to Objectivist Epistemology) – Introducción a la Epistemología Objetivista
RM    (The Romantic Manifesto) – El Manifiesto Romántico
VOS   (The Virtue of Selfishness) – La Virtud del Egoísmo

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Notas de pie de página

Las notas de pie de página no han sido traducidas al castellano a propósito, pues apuntan a las versiones de los libros originales en inglés (tanto de Ayn Rand como de otros autores), algunos de los cuales ni siquiera han sido traducidos, y creemos que algunos lectores pueden querer consultar la fuente original. Los números de las páginas son de la edición del libro de bolsillo correspondiente en la versión original.

Capítulo 4 [4-2]

  1.   See Voice of Reason, «Who Is the Final Authority in Ethics?» pp. 17-19; Introduction to Objectivist Epistemology,pp. 81-82.
  2. Atlas Shrugged, p. 943.
  3.   Ibid., p. 942.
  4.   Ibid., p. 943.
  5.   Ibid.

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