El deseo por lo inmerecido tiene dos aspectos: desear lo inmerecido en materia, y lo inmerecido en espíritu. (Por «espíritu» quiero decir: la consciencia del hombre.) Estos dos aspectos están necesariamente relacionados entre sí, pero el deseo de un hombre puede estar centrado principalmente en uno o en el otro. El deseo de tener lo inmerecido en espíritu es el más destructivo de los dos y el más corrupto. Es desear una grandeza inmerecida, que se expresa (aunque no se define) con la oscura bruma del término «prestigio«. . . .
La grandeza inmerecida es un concepto tan irreal y tan neurótico que el miserable que la busca no puede ni siquiera identificársela a sí mismo: identificarla sería convertirla en imposible. Necesita los irracionales e indefinibles eslóganes del altruismo y del colectivismo para darle a esa ansia sin nombre una fachada medio verosímil y de alguna manera anclarla en la realidad: más para justificar el auto-engaño que para engañar a sus víctimas.C
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Fuente: “The Monument Builders”, La Virtud del EgoísmoAyn Rand
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