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Siglo XIX

Si quieres convencerte a ti mismo del poder de las ideas y, sobre todo, del poder de la moralidad, la historia intelectual del siglo XIX sería un buen ejemplo a estudiar. Los mayores acontecimientos y los logros más inusitados e inimaginables estaban ocurriendo ante los ojos de los hombres, pero éstos no los vieron y no entendieron su significado, y siguen sin entenderlo hasta hoy.

Estoy hablando de la revolución industrial, de los Estados Unidos, y del capitalismo. Por primera vez en la historia, los hombres consiguieron tener control sobre la naturaleza física, y desterraron el control de hombres sobre hombres; es decir: los hombres descubrieron la ciencia, y la libertad política.

La energía creativa, la abundancia, la riqueza, la mejora del nivel de vida para todos los niveles de la población fue tal, que el siglo XIX parece una utopía de fábula, una cegadora explosión de luz solar en la monótona progresión de la mayoría de la historia humana. Si la vida en la Tierra es el estándar de valor de uno, entonces el siglo XIX catapultó a la humanidad hacia adelante más que todos los otros siglos juntos.

¿Alguien lo apreció? ¿Alguien lo aprecia ahora? ¿Alguien ha identificado las causas de ese milagro histórico?

No lo hicieron y siguen sin hacerlo. ¿Qué los cegó? La moralidad del altruismo.

Me explicaré. Hay, esencialmente, solamente dos causas del progreso en el siglo XIX, las mismas dos causas que encontrarás en la base de cualquier época feliz, benevolente y progresista en la historia humana. Una causa es psicológica; la otra, existencial. O: una tiene que ver con la consciencia del hombre; la otra, con las condiciones físicas de su existencia. La primera es la razón, la segunda es la libertad. Y cuando digo “libertad” no estoy usando torpe licencia poética, como en “libre de deseo”, o “libre de miedo”, o “libre de la necesidad de ganarse la vida”. Estoy hablando de la libertad de no ser coaccionado, la libertad de no estar regido por la fuerza física. O sea: libertad política.

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Fuente:

«Fe y Fuerza: Los Destructores del Mundo Moderno», Filosofía: Quién la necesita — Traducción: Objetivismo.org

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Ayn Rand

Observad que en la propaganda de los ecologistas – en todas sus apelaciones a la naturaleza y sus súplicas por que tengamos “armonía con la naturaleza” – no se habla en absoluto de las necesidades del hombre y los requerimientos de su supervivencia. El hombre es tratado como si fuese un fenómeno no natural. El hombre no puede sobrevivir en el tipo de estado natural que los ecologistas imaginan, o sea: al nivel de los erizos de mar o los osos polares.

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