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Altruismo – práctica

====== Ver también: Altruismo – teoríaAltruismo – psicología =======

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El sistema social basado en la moralidad altruista y en consonancia con ella – con el código del auto-sacrificio – es el socialismo, en todas o cualquiera de sus variantes: fascismo, nazismo o comunismo. Todos ellos tratan al hombre como un animal sacrificable que ha de ser inmolado para beneficio del grupo, la tribu, la sociedad, el Estado.

Observa el resultado que este “criterio del beneficiario” de la moralidad [altruista] tiene en la vida de un hombre. Lo primero que aprende es que la moralidad es su enemiga: él no tiene nada que ganar con ella, sólo tiene algo que perder; lo único que puede esperar es el dolor causado a sí mismo y la gris y debilitadora bruma de un deber incomprensible.

Él puede esperar que los demás de vez en cuando se sacrifiquen en su beneficio, mientras él a regañadientes se sacrifica por ellos, pero sabe que la relación traerá resentimiento mutuo, no placer – y que, moralmente, su búsqueda de valores será como un intercambio de regalos de Navidad ni deseados ni elegidos, ninguno de los cuales está permitido moralmente a comprar para él mismo. Aparte de las ocasiones en las que se las arregla para llevar a cabo algún acto de sacrificio, él no posee ningún significado moral: la moralidad no lo tiene en cuenta para nada a él y no tiene nada que decirle para guiarlo en las cuestiones cruciales de su vida; se trata sólo de su vida personal, privada, «egoísta» y como tal es considerada malvada, o, a lo sumo, amoral.

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A pesar de que el altruismo declara que «más bienaventurado es dar que recibir», no funciona de esa manera en la práctica. Los donantes no son bendecidos; cuanto más dan, más se exige de ellos; quejas, reproches e insultos son la única respuesta que obtienen por practicar las virtudes del altruismo (o por sus verdaderas virtudes). El altruismo no puede permitir que se reconozca la virtud; no puede permitir la autoestima o la inocencia moral.

La culpa es el arma del altruismo, y el inducir culpa es su único medio de perpetuarse. Si el donante no es mantenido bajo un torrente de acusaciones degradantes y humillantes, podría mirar a su alrededor y ponerle fin al auto-sacrificio. Los altruistas se preocupan sólo con los que sufren – no con aquellos que le proporcionan alivio al sufrimiento, ni siquiera lo suficiente como para preocuparse de si son capaces de sobrevivir. Cuando no encuentran ningún sufrimiento real, los altruistas se sienten obligados a inventarlo o fabricarlo.

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Algunos altruistas eclécticos, no- filosóficos, invocando conceptos tales como «derechos inalienables», «libertad personal» y «elección personal», han alegado que el servicio a los demás, aunque moralmente obligatorio, no debería ser forzoso. Los altruistas rigurosos, filosóficos, sin embargo, son consistentes: reconocen que tales conceptos representan un enfoque individualista a la ética y como esto es incompatible con la moralidad altruista, declaran que no hay nada malo en forzar a las personas por una buena causa – que el uso de la fuerza para contrarrestar el egoísmo está éticamente justificado – y es más: que es éticamente imperativo.

Cada hombre, dicen ellos, es moralmente la propiedad de otros – y es el deber permanente de su vida el servirlos; como tal, él no tiene el derecho moral a invertir la mayor parte de su tiempo y energía en sus propios intereses privados. Si lo intenta, si se niega voluntariamente a hacer los sacrificios necesarios, él está por ese hecho dañando a otros, es decir, privándoles de lo que es moralmente de ellos – él está violando los derechos de los hombres, es decir, el derecho de otros al servicio de él – que él es un delincuente moral, y que es afirmar la moralidad el que otros intervengan por la fuerza para extraer de él el cumplimiento de sus obligaciones altruistas, las cuales está tratando de incumplir. La justicia, concluyen ellos, la «justicia social», exige el inicio de la fuerza contra el individuo que no se sacrifica; exige que otros pongan fin a su maldad. De esa forma han conseguido unir el fervor moral al código de la fuerza física, elevándola de ser una táctica criminal a un principio rector de las relaciones humanas.

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El sistema social basado en la moralidad altruista y en consonancia con ella – con el código del auto-sacrificio – es el socialismo, en todas o cualquiera de sus variantes: fascismo, nazismo o comunismo. Todos ellos tratan al hombre como un animal de sacrificio que ha de ser inmolado para el beneficio del grupo, la tribu, la sociedad, el Estado. La Rusia soviética es el resultado, el producto final, la plena, consistente materialización de la moralidad altruista en la práctica; ella representa la única manera en que esa moralidad puede ser practicada.

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La contradicción interna de los Estados Unidos fue la ética altruista-colectivista. El altruismo es incompatible con la libertad, con el capitalismo y con los derechos individuales. No se puede combinar la búsqueda de la felicidad con la condición moral de un animal de sacrificio.

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Desde su inicio, Estados Unidos se vio desgarrado por la colisión entre su sistema político y la moralidad altruista. Capitalismo y altruismo son incompatibles; son opuestos filosóficos; no pueden coexistir ni en el mismo hombre ni en la misma sociedad. Hoy el conflicto ha alcanzado su clímax final. La alternativa es clara: o una nueva moralidad de interés propio racional, con sus consecuencias de libertad, justicia, progreso y la felicidad del hombre en la tierra –- o la moralidad primitiva del altruismo, con sus consecuencias de esclavitud, fuerza bruta, terror latente y piras de sacrificio.

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Fuentes:

“Introduction,” The Virtue of Selfishness

“Moral Inflation,” The Ayn Rand Letter, III

Leonard Peikoff, “Altruism, Pragmatism, and Brutality,” The Ayn Rand Letter, II

“Conservatism: An Obituary,” Capitalism: The Unknown Ideal

“Man’s Rights,” The Virtue of Selfishness

For the New Intellectual, For the New Intellectual

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Ayn Rand

Las falacias y contradicciones en las teorías económicas del socialismo han sido reveladas y refutadas repetidamente, tanto en el siglo XIX como en la actualidad. Esto ni paró a nadie ni parará a nadie hoy: no es una cuestión de economía, sino de moralidad. Los intelectuales y los así llamados idealistas estaban decididos a hacer que el socialismo funcionase. ¿De qué manera? Por el método mágico de todos los irracionalistas: de alguna manera.

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