«Es un simple hecho metafísico que el hombre, por naturaleza, no está equipado para sobrevivir «en la naturaleza». Su mente es su herramienta básica de supervivencia, y su mente crea tres logros esenciales para la vida: ciencia, tecnología, y producción industrial. Sin ellas, él no puede arrancarle suficiente sustento a la naturaleza para cubrir sus necesidades físicas inmediatas».
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En la era pre-industrial, el control de la población se conseguía a través del hambre: una hambruna periódica, cada veinte años, eliminaba el exceso de población que los arados y telares manuales de Europa eran incapaces de alimentar. Las hambrunas eran ayudadas por guerras periódicas, guerras que los gobernantes tribales iniciaban para robar unos de otros su precario sustento. Las hambrunas (y las guerras mundiales) pararon cuando llegó la Revolución Industrial – y en el siglo XIX la población de Europa aumentó en más del 300%.
Hoy en día, mientras la libertad desaparece en un área cada vez mayor del mundo – el hambre vuelve, la hambruna en masa matando a millones de seres humanos a los que las economías controladas son incapaces de alimentar.
Ante un espectáculo de este tipo, ¿qué hemos de pensar de los presuntos “humanitarios” que nos piden ayuda y compasión, gritando que el horror de la hambruna masiva es más importante que cualquier preocupación política y egoísta? ¿Lo es…?
Si un empresario americano con auto-estima declarara que no puede y no quiere ayudar a los hambrientos porque su capacidad productiva no es ilimitada y no tiene ganas de descender al nivel de vida haitiano, es fácil imaginar los gritos de indignación que oiríamos por parte de los intelectuales de hoy. ¿Por qué están practicando un doble criterio? ¿Por qué gritan que las necesidades de los hambrientos son más importantes que nuestra vida, nuestra libertad, nuestro futuro, y todos los valores, excepto su odio hacia el capitalismo? ¿Por qué nos piden que lo sacrifiquemos todo mientras ellos se niegan a sacrificar su ansia de poder y su letargo mental el tiempo suficiente para descubrir la cura, la única cura, para el hambre mundial?
Al considerar estas cuestiones, considera también los siguientes hechos: la historia contemporánea ha demostrado que la vida de las personas, de las grandes masas, no ha mejorado en ningún sistema colectivista, sino que se han convertido en una miseria perenne. Pero siempre ha habido los que se aprovechan de tal sistema: la burocracia gobernante – los parásitos del parasitismo – un puñado miserable de mediocridades fingidoras que, incapaces de competir en un mercado libre, extorsionan un inmerecido «prestigio» y una vida de lujo «de las llagas de los pobres y la sangre de los ricos».
Esos son los hombres capaces de dejar a la humanidad morirse de hambre, pero no de renunciar a su poder, esos son los hombres a quienes el mundo está siendo sacrificado, esos, no los pobres desgraciados de Rusia, China o India que están pereciendo porque sus últimos y escasos ingresos han sido saqueados para soportar los armamentos nucleares de sus gobernantes.
Es a estos gobernantes a los que ahora se nos pide que sacrifiquemos la última y la mejor esperanza que queda en la Tierra: los Estados Unidos de América.
Hambre y Libertad, ensayo publicado en The Ayn Rand Letter, Vol. III, N º 22, el 29 de julio de 1974. [Cita parcial]
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Por cierto, sería interesante que en relación con estos temas económicos se hiciese una especie de post titulado John Rawls versus John Galt, colocando las tesis de rawls criticadas por Ayn Rand en muchos de sus ensayos filosóficos y contraponiéndolo… Leer más »
Pero como siempre, los colectivistas de todo signo evadirán la evidencia, y seguirán diciendo que la causa de la pobreza en África, (es curioso que ya no hablen de Asia — por qué será –), estriba en las relaciones económicas… Leer más »