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«Vida» como raíz esencial de «valor»  — OPAR [7-1]

Capítulo 7 – El bien

«Vida» como raíz esencial de «valor»  [7-1]

Objectivism: The Philosophy of Ayn Rand
(«OPAR») por Leonard Peikoff
Traducido por Domingo García
Presidente de Objetivismo Internacional

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La clave para entender la ética está en su concepto central: «valor«. Específicamente, la clave está en la base existencial y en el contexto cognitivo de ese concepto.

Ese es el punto de partida apropiado de este campo, que debe preceder a las tres cuestiones que mencioné arriba. La primera pregunta que hay que hacer no es: ¿Qué valores debe aceptar el hombre?, sino más bien: ¿Necesita el hombre realmente juzgar y adoptar valores? ¿Es necesaria la moralidad, o no? Y si lo es, ¿por qué?. 2

Para contestar a esta pregunta, uno debe saber lo que el concepto de «valor» denota. Aquí es de donde parte Ayn Rand al abordar la ética. Ella no trata a la moralidad — ni a la moralidad como tal, ni a ninguna teoría dentro de ella — como algo primario. ¿Qué hechos de la realidad — ella pregunta — dan pie a que surja este tema?

Como cualquier otro concepto, el concepto de “valor» se alcanza y se define en base a la observación. Uno debe aislar un grupo de concretos similares, y luego integrarlos en una nueva unidad mental. El dato crucial aquí es el hecho de acción dirigida a una meta.

Ayn Rand define «valor» como «lo que uno actúa para conseguir y/o mantener». 3 «Valor» denota el objeto de una acción: es aquello que la acción de una cierta entidad trata de adquirir o preservar.

Como sugiere esta explicación, el concepto de «valor» implica condiciones específicas previas. En palabras de Ayn Rand, “`valor` presupone una respuesta a la pregunta: ¿Valor para quién y para qué? Presupone una entidad capaz de actuar para lograr una meta, en el contexto de enfrentar una alternativa. Donde no existen alternativas, ni metas ni valores son posibles». 4 Este último punto requiere elaboración.

Una conducta dirigida a metas es posible solamente porque la acción de una entidad, al perseguir un cierto fin, puede representar una diferencia en el resultado. «Alternativa» no implica necesariamente el tener que elegir; significa que la entidad se enfrenta a dos resultados posibles: o bien actúa con éxito y consigue el objeto que busca, o no lo hace (fracasando así en conseguir el objeto).

Para poner este punto de forma negativa: un objeto está fuera del campo de «valor» si cualquier acción en relación a ese objeto es inaplicable o necesariamente inefectiva. Si a uno le garantizan que va a tener (o no tener) determinada cosa, sin importar cuáles sean las acciones de uno, entonces esa cosa no es algo que uno actúe para conseguir y/o mantener. Por ejemplo, existe una alternativa en cuanto a si un animal obtiene alimento o si un hombre obtiene conocimiento de la ley de la gravedad. Alimento y conocimiento no están garantizados para una entidad, haga lo que haga; para conseguirlos, cada uno de ellos requiere acción, física y/o mental. Pero no existe ninguna alternativa en cuanto al hecho metafísicamente dado de la propia gravedad, que está fuera del poder de ser afectada por cualquiera. Por lo tanto, uno no puede preguntarse: “¿Debo adaptarme a ese hecho o huir de él? Ese hecho no está abierto a ninguna de las opciones. En este tipo de circunstancia no hay alternativas, y, por lo tanto, no hay posibilidad de establecer metas. El hecho como tal no puede ser «deseable» ni «indeseable»; simplemente, inexorablemente, es. Lo metafísicamente dado, como hemos visto en el capítulo 1, debe ser aceptado sin evaluación.

El concepto de «valor» presupone una entidad capaz de generar una acción hacia un objeto: un objeto que requiere acción para ser conseguido. Estos dos presupuestos de «valor» — la necesidad de un evaluador y la necesidad de una alternativa — no son factores independientes. Son aspectos corolarios de una única condición.

Precisamente las observaciones que conducen al concepto de «valor» implican el siguiente paso en el análisis de Ayn Rand. Uno no observa mesas o piedras persiguiendo metas; uno observa hombres, animales y plantas haciéndolo. Los organismos vivos son las entidades que hacen posible los «valores». Son entidades capaces de acción auto-generada, acción dirigida a una meta . . . porque son entidades condicionales que enfrentan la alternativa de vida o muerte. Son, por lo tanto, el único tipo de entidades que pueden (y deben) perseguir valores.

Ayn Rand describe la alternativa de vida o muerte como «fundamental». «Fundamental» significa aquello sobre lo cual todo (en un contexto dado) depende. Ella escribe: «Hay sólo una alternativa fundamental en el universo: la existencia o la no existencia, y tiene que ver con una única clase de entidades: con organismos vivos». 5 Desarrollemos esta importante formulación.

El campo de la existencia es lo fundamental metafísico; es lo que cada concreto y cada tema de discusión presupone. Según Objetivismo, este hecho tiene una aplicación esencial en el campo de los valores. La alternativa «existencia o no existencia» es la precondición de todos los valores. Si una entidad no se viese confrontada con esta alternativa, no podría perseguir metas de ningún tipo.

La forma más simple de aclarar este punto es concretar el ejemplo que pone Ayn Rand de un robot inmortal. Tal robot, al no tener que enfrentar la alternativa de vida o muerte, no necesita ninguna acción para sustentarse. Es «una entidad que se mueve y actúa, pero que no puede ser afectada por nada… no puede ser dañada, herida o destruida». 6 Imaginad por un momento que este tipo de entidad fuese posible. ¿Para qué valores podría actuar? Si la cosa pidiese sugerencias, ¿qué metas le recomendarías?

¿Podrías decirle que disfrutase de una buena comida? Al no tener necesidad de ninguna acción nutritiva, el robot no tiene ningún mecanismo para ingerir o digerir nutrientes, no tiene sensación de hambre al faltarle alimento, ni ninguna sensación de placer al comer. El tema de comer y beber no forma parte de lo que le interesa. ¿Y recomendarle que vaya al dentista para evitar la agonía de un dolor de muelas? Este robot no tiene dolores de muelas (ni ninguna necesidad de dientes); al no poder ser dañado, no necesita preocuparse por cosas como la «salud» o la «enfermedad»; para él, tales conceptos son inaplicables. ¿Podrías como mínimo insistirle que se quitara de la lluvia? Los elementos no tienen ningún efecto sobre una entidad indestructible.

Una vez que eliminamos la alternativa de vida o muerte, eliminamos la posibilidad de satisfacer o frustrar necesidades, por lo menos a nivel físico, puesto que «necesidad» en este contexto denota lo que se requiere para la supervivencia. De ese modo eliminamos también los incentivos sensoriales, las sensaciones de placer y dolor que acompañan la satisfacción o frustración de necesidades en criaturas conscientes.

¿Y a nivel psicológico? ¿Puede esta entidad, suponiendo que tuviese una facultad conceptual, perseguir objetivos que no estén mediados por necesidades puramente animales? ¿Puede el conocimiento abstracto, digamos, ser un valor en sí mismo? . . . ¿Para qué? El robot no tiene cómo usar el conocimiento para ayudarle a conseguir sus objetivos; por el momento, no tiene objetivos. ¿Es el dinero un valor? ¿Para comprar qué? Hasta ahora, el robot no tiene cómo utilizar objetos materiales, ni servicios: ni un Rolls Royce (no tiene adónde ir) ni un ejército de sirvientes (no tiene tareas que realizar). ¿Puede un viaje alrededor del mundo ser un valor, como relajación, digamos, o para descansar? ¿Descansar . . . de qué? El robot no tiene nada que ver con trabajo.

¿Es tener el afecto de unos amigos un valor para él? Eso es una «petición de principio»: la pregunta implica la pregunta. Amigos son hombres que comparten los mismos valores; para poder tener un amigo, primero uno debe tener algunos valores. ¿Y la búsqueda de la felicidad? La misma respuesta; felicidad es la emoción que resulta de conseguir los valores de uno; presupone que uno tiene valores. ¿Y si recomendásemos el hedonismo más simple: hacer lo que le venga en gana, simplemente porque le apetece hacerlo, sin razón ninguna? Otra vez, la misma respuesta: las emociones presuponen juicios de valor, que es precisamente lo que le sigue faltando a nuestro robot.

Tanto a nivel físico como psicológico, esta entidad sería pasiva, desinteresada, indiferente. Puesto que nada le afecta, sería incapaz de dar un paso en cualquier dirección. Si bien, en nuestra hipótesis, muchas alternativas confrontan al robot (aprender ciencia o no, comprar un coche o no, etc.), ninguna de ellas lleva a una acción dirigida a una meta. No hay motivos para que persiga un lado de una alternativa, o el otro. No hay motivos, porque la alternativa fundamental — la alternativa de generar valor — no se aplica en su caso. No hay un «ser o no ser».

Para una entidad indestructible, ningún objeto puede ser un valor. Sólo una entidad capaz de ser destruida y de evitarlo tiene una necesidad, un interés (si la entidad es consciente), una razón para actuar. La razón es, precisamente: evitar su destrucción, es decir, permanecer en el reino de la realidad. Es este objetivo final que hace posibles todos los demás objetivos.

Las entidades dirigidas a una meta no existen para poder perseguir valores. Persiguen valores para poder existir.

Solamente la auto-preservación (o auto-conservación) puede ser un objetivo final, un objetivo que no tiene otro fin más que sí mismo. Esto se deduce de la singular naturaleza del objetivo. Filosóficamente hablando, la esencia de la auto-preservación es: aceptar el reino de la realidad.

La existencia existe. El “reino de la no existencia», si uno quiere usar tal término, no es un competidor de la realidad, como General Motors es para Ford, con algunos tipos de ventajas a ser considerados y ponderados. El «reino de la no existencia” no es nada; no es. Puesto que sólo la existencia existe, ése es el punto de partida básico de todas las ramas de la filosofía.

Metafísicamente, uno no puede salirse del reino de la existencia, por ejemplo, preguntando cuál es su causa.

Epistemológicamente, uno no puede usar la facultad de la razón para eso, tampoco, por ejemplo preguntando cuál es la «razón» por la cual, al llegar a una conclusión, uno tendría que aceptar el reino de la realidad. Eso sería un intento, inútil de por sí, de ponerse a razonar mientras se está fuera de la existencia. El intento es inútil porque la razón no puede ser neutral en este tipo de temas, ni siquiera provisionalmente o momentáneamente; la razón es la facultad de conocer lo que es. Una «razón» separada de la realidad, sin ninguna lealtad especial a lo que es, «imparcial» y “ecuánime” entre realidad e irrealidad, eso no sería una facultad cognitiva.

El mismo principio se aplica al hablar de evaluación. También aquí, la realidad es el punto de partida, y uno no puede entrar en debates sobre por qué debería preferir eso . . . a nada. Ni puede uno pedir un valor más básico que el que valida la decisión de permanecer en la realidad. El compromiso de permanecer en el reino de lo que es, es precisamente lo que no puede ser debatido; porque cualquier debate (y cualquier validación) ocurre dentro de ese reino y está basado en ese compromiso. Sobre cualquier cosa concreta dentro del universo y sobre cualquier evaluación humana de esas cosas, uno puede (en algunos contextos) hacer preguntas y exigir pruebas. Pero en cuanto a la totalidad de la realidad como tal, lo único que se puede hacer es captarla: ella es — y luego, si uno se ve confrontado por la alternativa fundamental, inclinar la cabeza en un silencioso «amén» equivalente a las palabras: «Aquí es donde lucharé por permanecer».

Eso, en efecto, es lo que hacen las plantas y los animales (y los hombres racionales). Es la razón por la que actúan y para la que actúan. Esa es la razón más profunda por la que un robot indestructible tiene que carecer de valores.

De esta forma llegamos al clímax del argumento de Ayn Rand. Sólo la alternativa de vida contra muerte crea el contexto para acción orientada a un valor, y lo hace sólo si el objetivo de la entidad es preservar su propia vida. Por lo tanto, por la propia naturaleza de «valor», cualquier código de valores debe considerar a la vida como valor supremo. La totalidad de la ética y la política Objetivistas están basadas en este principio.

Un valor último, observa Ayn Rand, es el fin en sí mismo «que establece el estándar a través del cual todos los objetivos secundarios son evaluados. La vida de un organismo es su estándar de valor: lo que fomenta su vida es lo bueno, lo que la amenaza es lo malo«.

«Sin un objetivo o meta final», continúa ella,

«no puede haber objetivos o metas secundarios. . . Metafísicamente, la vida es el único fenómeno que es un fin en sí mismo: un valor adquirido y mantenido por un proceso constante de acción. Epistemológicamente, el concepto de «valor» es genéticamente dependiente y derivado del concepto anterior: «vida». Hablar de «valor» como algo separado de «vida» es peor que una contradicción en términos [sería un concepto robado].

O, como ella expresa este último punto en La Rebelión de Atlas, en su más importante formulación que lo resume: «Es sólo el concepto de ‘Vida’ lo que hace posible el concepto de ‘Valor'». 7

El punto de vista decididamente Objetivista aquí, repito, no es que la vida sea una precondición de otros valores . . . ni que uno deba permanecer vivo para poder actuar. Esa idea es una verdad obvia, no una filosofía.

Objetivismo dice que permanecer vivo es el objetivo de los valores y de toda acción apropiada.

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Referencias

Obras de Ayn Rand en versión original: Ayn Rand Institute
Obras de Ayn Rand traducidas al castellano: https://objetivismo.org/ebooks/

Al referirnos a los libros más frecuentemente citados estamos usando las mismas abreviaturas que en la edición original en inglés: 

AS     (Atlas Shrugged) – La Rebelión de Atlas
CUI    (Capitalism: The Unknown Ideal) – Capitalismo: El Ideal Desconocido
ITOE (Introduction to Objectivist Epistemology) – Introducción a la Epistemología Objetivista
RM    (The Romantic Manifesto) – El Manifiesto Romántico
VOS   (The Virtue of Selfishness) – La Virtud del Egoísmo

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Notas de pie de página

Las notas de pie de página no han sido traducidas al castellano a propósito, pues apuntan a las versiones de los libros originales en inglés (tanto de Ayn Rand como de otros autores), algunos de los cuales ni siquiera han sido traducidos, y creemos que algunos lectores pueden querer consultar la fuente original. Los números de las páginas son de la edición del libro de bolsillo correspondiente en la versión original.

Capítulo 7 [7-1]

  1.  Ibid.
  2.  Ibid., p. 15.
  3.  Ibid.
  4.  Atlas Shrugged, 939.
  5.  The Virtue of Selfishness, «The Objectivist Ethics,» p. 16.
  6.  Ibid., p. 17. Atlas Shrugged, p. 939.

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