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El Capitalismo Salvó a los Mineros

El rescate de los mineros chilenos es una victoria aplastante para el capitalismo de libre mercado. 

La dinámica «beneficio=innovación» fue evidente durante todo el rescate.


Alguien tenía que decirlo: El rescate de los mineros chilenos es una victoria aplastante para el capitalismo de libre mercado. En medio de la desbordada alegría resultante de la liberación de los mineros, puede parecer grosero hacer tal afirmación. Lo es. Pero estos son tiempos groseros, y es mucho lo que hay en juego.

En los Estados Unidos, con un desempleo del 9,6%, un electorado particularmente irritado acudirá a las urnas dentro de poco para demoler a un partido político en favor del otro, al que no se le echará de menos en absoluto. El presidente de los EE.UU. está haciendo campaña por el país haciendo esta declaración en casi todas sus paradas:

«La idea básica es que si ponemos nuestra fe ciega en el mercado y dejamos que las empresas hagan lo que y que todos los demás se busquen lavida por sí mismos, eso hará que América automáticamente crezca y prospere».

Ya, muy bien. Eso es una caricatura de la idea básica, pero es básicamente correcta. Pregúntaselo a los mineros.

Si los mineros hubiesen quedado atrapados a 700 metros bajo tierra hace 25 años en cualquier lugar del planeta, habrían muerto. ¿Qué ha pasado en los últimos 25 años que ha representado la diferencia entre vida y muerte para esos hombres?

Respuesta corta: la broca taladradora de Center Rock.

Esa es la broca que perforó hasta llegar a los mineros atrapados. Center Rock Inc. es una empresa privada en Berlin, Pensilvania, que tiene 74 empleados. El equipo de perforación vino de Schramm Inc., de West Chester, Pensilvania. Al ver el desastre, el presidente de Center Rock, Brandon Fisher, llamó a los chilenos para ofrecerles su taladro. Chile aceptó. Los mineros están vivos.

Respuesta larga: El taladro de Center Rock, que hasta ese momento ni aparecía en páginas web como Engadget y Gizmodo, es en realidad una pieza de tecnología dura desarrollada por una pequeña empresa interesada en dinero, en el beneficio. Esa fue la razón de innovar en taladros de percusión por agujero. Si ganan dinero, pueden continuar innovando.

Esta dinámica «beneficio = innovación» estaba en todas partes en la mina chilena. El cable de alta resistencia que se enrolla alrededor de la gran rueda encima de esa simple plataforma es de Alemania. Japón suministró el cable de comunicación super-flexible de fibra óptica que unió a los mineros con el mundo aquí arriba.

Una increíble historia de fecha 30 de septiembre acerca de todo esto, escrita por Matt Moffett del Wall Street Journal, fue un compendio de cosas sorprendentes que aparecieron en el desierto de Atacama desde los distantes rincones del capitalismo.

Samsung de Corea del Sur aportó un teléfono celular que tiene su propio proyector. Jeffrey Gabbay, el fundador de Cupron Inc. en Richmond, Virginia, aportó calcetines hechos con fibra de cobre que consumen las bacterias del pie, disminuyendo el olor y la infección.

El ministro de salud de Chile, Jaime Manalich, dijo: «Nunca imaginé que ese tipo de cosas realmente existiera».

Exacto. En una economía abierta, nunca sabrás lo que hay en la vanguardia de la investigación en una industria u otra. Pero la realidad detrás de los milagros es la misma: alguien inventa algo útil, gana dinero al hacerlo, y sigue inventando; o alguien diferente mejora más aún su innovación. La mayoría de las veces, nadie se da cuenta. Lo único que hace es crear empleo, riqueza y bienestar. Pero sin ese sistema funcionando en segundo plano, sin el progreso, año tras año, que es parte integrante de esas innovaciones capitalistas, esos mineros atrapados estarían muertos.

Algunos se resistirán al oír estas afirmaciones triunfalistas en favor del capitalismo de libre mercado. ¿Por qué hacerlas ahora?

Esta es la razón: Cuando una catástrofe como esta ocurre – y otras que nos vienen a la mente son el escape de crudo de BP, el huracán Katrina, y varios desastres en China – un gobierno apuesta todas sus fichas. Chile sale bien parado (se reconstruye después del terremoto de febrero con increíble velocidad). China fracasa. Y dos administraciones de EE.UU. dejan al público impacientado por los palos de ciego que dan en medio del desorden.

La clase política entiende que todos esos desastres se olvidan con el tiempo, y que la vida en una nación desarrollada vuelve a la norma aceptable. Si la administración Obama se niega a completar acuerdos de libre comercio con Colombia, Corea del Sur y Panamá, eso no tiene mayor importancia. Es sólo política.

Pero eso no es cierto. Encauzar bien la economía de una nación es más importante hoy día de lo que fue en cualquier momento desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Chile, Colombia, Perú y Brasil se están distanciando del resto de sus desafortunados vecinos sudamericanos. China, India y otros se limitan a copiar (o a comprar) los logros de Occidente.

Los EE.UU. tienen un gobierno dirigido por una mentalidad obsesionada con los «millonarios» de $250.000 al año, y dados a burlarse de «nuestra fe ciega en el mercado». En un mundo en rápido movimiento lleno de naciones interesadas en igualarnos o adelantarnos, ese camino político es una pérdida de tiempo.

El rescate de los mineros es un momento emocionante para Chile, un visto bueno en su creciente estatus. Pero estoy pensando en ese equipo de 74 personas en Berlin, Pensilvania, cuya broca de alta tecnología abrió la tierra para liberarlos. Sabemos que hay decenas de miles de historias como esa en los EE.UU., tan grandes como Google y tan pequeñas como Center Rock. Me alegra saber que una de ellas ayudó a salvar a los chilenos. Lo que necesitamos ahora es un nuevo modelo económico que le permita a nuestros innovadores rescatarnos al resto de nosotros.

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