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Una filosofía pro-empresario [7-7] — por Leonard Peikoff

 Por qué los empresarios necesitan filosofía
— Por Leonard Peikoff
Ensayo publicado en el libro
Por qué los empresarios necesitan filosofía

 Guía del capitalista a las ideas presentadas en
La rebelión de Atlas, de Ayn Rand

***

Hay tres cuestiones fundamentales que son centrales a cualquier filosofía, y a las que cada persona tiene que responder de una forma u otra: ¿qué existe? ¿cómo lo sabes? y, ¿qué debes hacer? Los Padres Fundadores tenían respuestas a estas preguntas. ¿Qué existe? “Este mundo”, respondieron, “la naturaleza”. (A pesar de creer en Dios, eso era una deslucida copia deísta de la época medieval. Para los Padres Fundadores, Dios era un simple espectador, que puso al mundo en movimiento pero luego dejó de intervenir en él.) ¿Cómo lo sabían? La razón es “el único oráculo del hombre”, dijeron. ¿Qué debes hacer? “Buscar tu propia felicidad”, dijo Jefferson. El resultado de estas respuestas – es decir, de su filosofía como un todo – fue el capitalismo, la libertad y los derechos individuales. Esto trajo consigo un siglo de paz internacional y el surgimiento de la mentalidad empresarial, que llevó al magnífico crecimiento de la industria y de la prosperidad. Durante los dos siglos siguientes, los enemigos de los Padres Fundadores han dado las respuestas exactamente opuestas a esas tres preguntas. ¿Qué existe? “Otra realidad”, dicen. ¿Cómo lo saben? “Por la fe”. ¿Qué debes hacer? “Sacrificarte por la sociedad”. Esa es la filosofía básica de nuestra cultura, la responsable por el colapso acelerado del capitalismo, y por todos sus síntomas: un gobierno fuera de control que pisotea los derechos individuales, trastornos económicos cada vez mayores, guerras tribales en todo el mundo, terrorismo internacional… y el que los negocios continúen siendo atacados de forma constante y sistemática.

Esa es la decisión filosófica que tienes que tomar. Esas son las cuestiones por las que en última instancia te harán tener éxito o no. Si la filosofía anti-negocios con sus tres ideas centrales continúa dominando este país y extendiéndose, entonces los empresarios como tal desaparecerán, quedarán extinguidos como lo estaban en la Edad Media y en la Rusia soviética. Serán reemplazados por autoridades eclesiásticas o comisarios del gobierno. Tu única esperanza para sobrevivir es combatir esa filosofía adoptando una alternativa racional, de este mundo, egoísta.

Nos han instruido en las universidades modernas para que nunca tomemos una postura firme sobre ningún tema: nos han instado a ser pragmáticos, a estar dispuestos a ceder ante cualquier persona y cualquier cosa. La filosofía y la moralidad, sin embargo, no funcionan por medio de concesiones. Así como un cuerpo sano no puede hacerle concesiones al veneno, tampoco un hombre de bien puede transigir con ideas malvadas. En tal esquema, una filosofía malvada, igual que hace el veneno, siempre gana. El bien sólo puede ganar si es consistente. Si no lo es, entonces al mal le son dados los medios para que gane todo el tiempo.

Por ejemplo, si un ladrón irrumpe en tu casa y exige que le des tu vajilla de plata, tienes dos posibles cursos de acción. Podrías tomar una actitud militante: dispararle, o por lo menos llamar a la policía; eso es ciertamente ser intransigente; la posición que has tomado es “lo que es mío es mío, y no hay nada que negociar”. O bien, puedes “negociar” con él, tratar de ser conciliador, y persuadirlo para que se lleve sólo la mitad de los cubiertos. Después de lo cual, te relajas, satisfecho con lo que parece un acuerdo exitoso, hasta que él vuelva la semana siguiente exigiendo el resto de tu vajilla, además de tu dinero, tu coche y tu mujer. Al haber aceptado que su demanda arbitraria e injusta le da derecho a parte de tu propiedad, el único asunto a negociar a partir de ahí es: ¿Cuánto? Tarde o temprano se lo llevará todo. Tú hiciste concesiones, él ganó.

El mismo principio se aplica cuando el gobierno pretende expropiar o regular tu propiedad. Si el gobierno lanza una cana al aire diciendo que va a confiscar o controlar toda propiedad industrial que exceda los $10 millones en nombre del bien común, tienes dos posibles formas de luchar contra eso. Puedes defenderte por principio –en este caso, por los principios de la propiedad privada y de los derechos individuales– y negarte a hacer concesiones; puedes luchar hasta el límite por tus derechos, y de hecho hacerlo en tus anuncios, tus discursos y tus notas de prensa. Si estás en Estados Unidos, teniendo en cuenta los mejores elementos del pueblo americano, es posible que de esa forma consigas un apoyo sustancial y derrotes esa medida. El curso alternativo, y por el que infelizmente las empresas han optado durante décadas, es el de ceder, por ejemplo haciendo un trato admitiendo que el gobierno puede asumir control de New Jersey pero no de New York. Lo que equivale a decir: “Washington no tiene derecho a toda nuestra propiedad, sólo a parte de ella”. Igual que con el ladrón, el gobierno pronto lo tomará todo. Has perdido todo lo que tienes desde el momento que pronuncias las palabras fatales: “Voy a hacer concesiones”.

No te aconsejo que violes ninguna ley, pero sí te aconsejo que luches en esta batalla intelectual contra el gran gobierno, como lo hicieron muchos médicos con éxito contra el plan de salud de Clinton [aunque sin éxito, por el momento, contra el plan de Obama]. Te sorprendería saber lo que una buena lucha filosófica puede conseguir para tu imagen pública, y también para tu bolsillo. Por ejemplo, una lucha pública a favor de un impuesto de tasa única, por acabar con los impuestos sobre las ganancias de capital y sobre bienes inmuebles, para privatizar la sanidad pública y eliminar gradualmente todos los subsidios del gobierno… todo eso es urgente. Más importante que defender esas políticas, sin embargo, es hacerlo sabiendo que estás en lo cierto, hacerlo convencido de que tu causa es la moralmente correcta, no hacerlo con aires de culpabilidad, ni con timidez. Si entiendes los problemas filosóficos que hay en juego, tendrás la oportunidad de hablar de tal manera que puedas ser escuchado.

Este tipo de lucha no es fácil, pero puede ser combatida y ganada. Hace años, una escritora política muy conocida, Isabel Paterson, estaba hablando con un empresario enfurecido por alguna acción del gobierno. Ella le instó a luchar por sus principios. “Estoy de acuerdo contigo completamente”, dijo, “pero no estoy en posición de hacerlo en este momento”. “La única posición que necesitas”, respondió ella, “es la vertical”.

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Fuente:

Ensayo publicado en el libro “Por qué los empresarios necesitan filosofía
Traducido y editado por Objetivismo.org con permiso del autor

Guía del capitalista a las ideas presentadas en
La rebelión de Atlas, de Ayn Rand

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Sólo hay una institución que pueda atribuirse a sí misma el poder de comerciar legalmente con cheques sin fondos: el gobierno. Y es la única institución que puede hipotecar tu futuro sin tu conocimiento y sin tu consentimiento: los títulos públicos (y el papel moneda) son pagarés respaldados por ingresos fiscales futuros, o sea, por tu producción futura.

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