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La «culpa» por ser buen empresario [3-7] — por Leonard Peikoff

 Por qué los empresarios necesitan filosofía
— Por Leonard Peikoff
Ensayo publicado en el libro
Por qué los empresarios necesitan filosofía

 Guía del capitalista a las ideas presentadas en
La rebelión de Atlas, de Ayn Rand

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El tema con el que comenzamos – el egoísmo contra el altruismo – es un tema filosófico, un tema moral, o ético. Una de las importantes cuestiones de la ética es: ¿Debe un hombre vivir para sí mismo, o debe sacrificarse por algo que no sea él mismo? En la época medieval, por ejemplo, los filósofos mantenían que el egoísmo era malvado, que los hombres debían sacrificarse por Dios. En esa época no existía la posibilidad de un tener un sistema institucionalizado de negocios que buscasen el beneficio. Para los medievales, los negocios habrían supuesto una pura maldad.

Esta filosofía fue cambiando gradualmente, a través de los siglos, y culminó con la visión de Jefferson, quien abogó por la búsqueda egoísta de la propia felicidad. Él tomó esa idea de John Locke, quien a su vez la había tomado, en última instancia, de Aristóteles, el verdadero padre del egoísmo en ética. La defensa que hizo Jefferson del derecho a la felicidad hizo posible la fundación de los Estados Unidos y de un sistema capitalista. Desde el siglo XVIII, sin embargo, el péndulo filosófico ha oscilado de un extremo a otro, hasta volver a la época medieval. Hoy día, una vez más, el sacrificio es alabado como el ideal moral.

¿Por qué debe interesarte esa historia de la filosofía? Como hombre práctico que eres, debe interesarte porque es una cuestión de vida o muerte. Se trata de un simple silogismo. Premisa 1: Los empresarios son egoístas; eso lo sabe todo el mundo, aunque oigas negarlo o rechazarlo. Premisa 2: El egoísmo es malvado, lo que casi todo el mundo hoy, incluyendo los apaciguadores entre vosotros, piensa que es auto-evidente. La ineludible conclusión: Los empresarios son malvados. Si eso es así, sois los chivos expiatorios perfectos para que los intelectuales de todo tipo os culpen por cualquier mal o injusticia que ocurra, sea real o inventado.

Si piensas que esto es sólo una teoría, mira a la realidad – a la cultura actual – y observa lo que el país piensa de los negocios hoy en día. Las películas populares nos proporcionan una buena indicación. No te molestes con el tipo de películas obviamente de izquierdas como Wall Street, producto de radicales declarados y de grupos que odian los negocios. Considera más bien esa película tan popular de Tim Allen, The Santa Clause [La “cláusula” de Santa Claus]. Es una simple fantasía sobre niños que esperan que Santa Claus les traiga regalos; fue una película de temporada para familias, que no proclamaba ideas abstractas o filosofía, el tipo de película que expresaba sólo emociones seguras, no polémicas y evidentes. A mitad de la película, sin ningún objetivo relacionado en absoluto con la trama, la historia deja que Santa Claus muestre a dos “empresarios de verdad”: son fabricantes de juguetes que están alegremente tramando estafar a los niños del país con productos de inferior calidad (supuestamente, para obtener mayores ganancias con ello). Después de eso los personajes desaparecen para nunca más volver a aparecer. Es algo puramente para “usar y tirar”, y el público se burla con desprecio aprobándolo, como si no existiera controversia en ese punto. (“Todo el mundo sabe que así es como son los empresarios”).

Imagina el clamor nacional si cualquier otra minoría – y vosotros sois una minoría muy pequeña – hubiese sido tratada de esa forma. Si una escena “rapidita” fuese insertada en una película mostrando que las hembras – o los gays, o los negros – son unas estafadoras, la película sería denunciada, reeditada, desinfectada, y habría tenido que pedir perdón y ser retirada de los cines. Pero ¿los empresarios? ¿Los que ganan dinero y buscan beneficio? En lo que respecta a ellos, todo vale, porque son malvados, o sea, egoístas. Son los “cerdos”, los “ladrones”, los “villanos”, ¡todo el mundo lo sabe! Por cierto, por lo visto, ningún empresario o grupo de empresarios protestó contra esa película.

Hay cientos de películas de ese tipo, y aún más libros, programas de televisión, sermones y conferencias en la universidad, todos expresando las mismas ideas. ¿Esas ideas son sólo hablar por hablar, sin consecuencias prácticas para ti y tus balances? La principal consecuencia es esta: una vez que has sido despojado de tu prestigio moral, eres presa fácil. No importa lo que hagas o lo bien que actúes, serás acusado de las maldades más escandalosas. El que las acusaciones sean verdaderas o falsas es irrelevante. Si eres esencialmente malvado, como le han enseñado a la gente a creer, entonces cualquier acusación contra ti es posible: la gente piensa que eres capaz de cualquier cosa.

Si es así, entonces los políticos pueden entrar en escena Pueden culparte de cualquier cosa, y pasar leyes para controlarte y expropiarte. A fin de cuentas, piensan todos, debes haber obtenido tu dinero deshonestamente; ¡eres un empresario! Las leyes antimonopolio son un ejemplo elocuente de este proceso en acción. Si un funcionario en Washington o en cualquier otra capital decide que tus precios son “demasiado altos”, por ejemplo, eso debe achacarse a que eres un “monopolista”: tu negocio, por lo tanto, debe ser desmembrado, y tú debes ser multado o encarcelado. O si el funcionario cree que sus precios son “demasiado bajos”, entonces probablemente eres la encarnación de una “competencia feroz” y mereces ser castigado. O si tratas de evitar esos dos caminos estableciendo un precio igual al de tus competidores – ni demasiado alto ni demasiado bajo, sino el justo – entonces eso es una “conspiración”. Hagas lo que hagas, eres culpable.

Pase lo que pase hoy día en cualquier lugar, es tu culpa. Algunos críticos muestran a los “sin techo” y le echan la culpa de su pobreza a los codiciosos empresarios privados que explotan al público. Otros, como John Kenneth Galbraith, dicen que los americanos son demasiado ricos y demasiado materialistas, y culpan a los codiciosos empresarios privados que corrompen a las masas inundándolos con anuncios y con mercancías. Los ecologistas afirman que nuestros recursos están desapareciendo y culpan a los empresarios, que derrochan recursos naturales para lucrarse egoístamente. Si un corredor de bolsa se atreve a sacarle partido a lo que estudiado durante toda su vida y a aprovechar los contactos que tiene en su industria, le culpan de “abusar de información privilegiada”. Si la discriminación racial es un problema, los empresarios deben pagar por ello contratando a trabajadores pertenecientes a minorías, estén cualificados o no. Si el acoso sexual es un problema, los empresarios son los malos; seguro que deben estar acariciando a sus pisoteados empleados y secretarias mientras salen del banco para ir a estafar a viudas pobres y a huérfanos. La letanía es inequívoca: si alguien tiene algún problema de cualquier tipo, se le echa la culpa al empresario, aunque sea un cliente que se quema con su café a muchos kilómetros de distancia del establecimiento del vendedor. Por definición, los empresarios tienen responsabilidad ilimitada. Son culpables de todos los crímenes imaginables, porque son culpables del peor y más bajo de los crímenes: el egoísmo.

El resultado es una corriente interminable de repercusiones políticas: más leyes, más controles, más regulaciones, más crímenes imputados, más multas, más demandas judiciales, más ministerios, más impuestos, más necesidad de inclinarse ante los políticos de turno en Washington, Madrid o Buenos Aires pidiendo favores simplemente para poder sobrevivir. Todo eso significa: la metódica y progresiva esclavitud de los negocios.

Ningún otro grupo en el mundo aguantaría o toleraría tamaña injusticia , ni los fontaneros ni los filósofos, ni siquiera los bosnios o los chechenos. Cualquier otro grupo, indignado, haría valer sus derechos – reales o supuestos – y exigiría justicia. Los empresarios, sin embargo, no lo hacen. Están desarmados porque saben que la acusación de egoísmo es verdadera.

En vez de enorgulleceros de vuestros motivos egoístas y de defenderos, estáis avergonzados, desmoralizados y callados. Eso es lo que la filosofía – una filosofía mala, y concretamente, un código de moralidad malo – ha hecho con vosotros. De la misma forma que ese código destruiría el fútbol, ahora está destruyendo a los Estados Unidos.

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Fuente:

Ensayo publicado en el libro “Por qué los empresarios necesitan filosofía
Traducido y editado por Objetivismo.org con permiso del autor

Guía del capitalista a las ideas presentadas en
La rebelión de Atlas, de Ayn Rand

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Los empresarios como liberadores de la humanidad [3 / 7] — Por Leonard Peikoff

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Ayn Rand

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