La maldad de ser productivo
Por qué los empresarios necesitan filosofía [2-7]
— Por Leonard Peikoff
Ensayo publicado en el libro
“Por qué los empresarios necesitan filosofía”
Guía del capitalista a las ideas presentadas en
La rebelión de Atlas, de Ayn Rand
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Lo contrario del egoísmo es el altruismo. Altruismo no significa bondad hacia los demás ni respeto por sus derechos (los cuales son perfectamente posibles para los hombres egoístas, y desde luego algo muy común en ellos). Altruismo es un término que fue acuñado por el filósofo francés del siglo XIX Auguste Comte, quien lo basó en la raíz latina “alter”, que significa “otro”. Literalmente, el término significa: “otro-ismo”. Según la definición de Comte, y desde entonces, significa: “poner a los demás por delante de uno mismo como regla básica de la vida”. Eso significa: no el ayudarle a otro de vez en cuando, si se lo merece y si puedes permitírtelo, sino el vivir incondicionalmente para otros: vivir por otros y, sobre todo, sacrificarte por ellos; sacrificar tus propios intereses, tus propios placeres, tus propios valores.
¿Qué pasaría con un negocio si realmente fuese manejado por un altruista? Sería una persona que no sabe nada sobre creatividad o lo que ella implica. Lo único que le dice su credo es: “Abandona. Dalo todo y entrégalo; dáselo todo a los demás”. ¿Qué es lo que iría de dar? Lo que encuentre por ahí, cualquier cosa a la que tenga acceso; cualquier cosa que otra persona haya creado.
O un hombre se preocupa por el proceso de producción, o no lo hace. Si se preocupa por el proceso, ese debe ser el principal foco de su atención; no los beneficiarios del proceso, sino el pleno desarrollo personal inherente en su propia actividad productiva. Si él no se enfoca en eso, entonces será incapaz de producir.
Si el bienestar de los demás fuese tu principal objetivo, entonces tendrías que desmantelar tu negocio. Por ejemplo, tendrías que contratar a trabajadores que necesitan trabajo, independientemente de lo competentes que sean o de si contribuyen a tus beneficios o no. ¿Y para qué preocuparte de los beneficios, en cualquier caso? Siendo altruista, quieres sacrificarte a ti mismo y a tu negocio, y esos trabajadores necesitan trabajo. Por otro lado, ¿por qué cobrarles a los clientes el mayor precio que puedas conseguir? ¿No es eso ser egoísta? Y ¿qué pasa si tus clientes necesitan desesperadamente el producto? ¿Por qué no simplemente regalarles los bienes y servicios conforme los necesiten? Un altruista dirigiendo una empresa como un proyecto de trabajo social sería un destructor; aunque no por mucho tiempo, porque no tardaría en irse a la quiebra. ¿Visualizas a Steve Jobs gerenciando a Apple? ¿Y tú, habrías prosperado si la Madre Teresa fuese la Gerente General de tu empresa?
Muchos empresarios admiten que son egoístas, pero se siente culpables por ello y tratan de apaciguar a sus críticos. Esos hombres de negocios, en sus discursos y anuncios, normalmente proclaman que en el fondo son desinteresados, que su única preocupación es el bienestar de sus trabajadores, de sus clientes y de sus accionistas, especialmente de las viudas y de los huérfanos que hay entre ellos. Su propio beneficio, dicen, no es realmente muy grande, y el año que viene, prometen, regalarán una parte aún mayor del mismo. Nadie se cree nada de esto, y esos empresarios no parecen más que lo que son: unos hipócritas. De una forma u otra, todo el mundo sabe que esos empresarios están negando la esencia y el propósito de su trabajo. Ese tipo de relaciones públicas destruye cualquier imagen positiva de puedan tener los negocios en la mente del público. Si vosotros mismos, a través de vuestra actitud apaciguadora, maldecís vuestros verdaderos motivos y vuestra verdadera actividad, ¿por qué tendría otra persona que hacerlo de forma diferente?
Algunos podéis decirme: “Pero yo en el fondo soy un altruista. Yo vivo para un propósito superior. No me preocupo excesivamente de mí mismo ni de mi familia. En realidad lo que quiero principalmente es servir a los necesitados”. Esa es una posible motivación humana; una motivación vergonzosa, pero posible. Si esa es tu motivación, sin embargo, no serás un exitoso hombre de negocios, no por mucho tiempo. ¿Por qué es vergonzosa? Voy a responder preguntándoles a los altruistas de entre vosotros: ¿Por qué tenéis una autoestima tan baja? ¿Por qué no merecéis tú y tus seres queridos ser los beneficiarios de tus esfuerzos? ¿Es que estás excluido de la Declaración de Independencia por el mero hecho de ser un empresario? ¿Es que un productor no tiene derecho a la felicidad? ¿Es que el éxito te convierte en un esclavo?
Uno no espera que sus trabajadores digan: “No nos preocupamos por nosotros mismos; somos simplemente siervos del público y de nuestros jefes”. De hecho, los trabajadores dicen exactamente lo contrario. Tus trabajadores se ponen en pie para decir orgullosamente: “Trabajamos duro para ganarnos la vida. Nos merecemos una recompensa, y ¡maldita sea, por supuesto que esperamos conseguirla!” Date cuenta que el país respeta a esos trabajadores y su actitud. ¿Por qué, entonces, los empresarios deben ser considerados siervos? ¿No eres tú tan bueno como el resto de la humanidad? ¿Por qué has de ser tú el único que dedique su precioso tiempo a sudar desinteresadamente por una recompensa que luego tienes que darle a otra persona? Los mejores de entre vosotros no creen esas ridiculeces altruistas. Pero, sin embargo, has sido desarmado por ellas desde hace mucho tiempo. Porque eres la víctima de un poder crucial contra el cual eres impotente. Ese poder es la filosofía.
Lo que nos lleva a la pregunta de por qué los empresarios necesitan filosofía.
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Fuente:
Ensayo publicado en el libro “Por qué los empresarios necesitan filosofía”
Traducido y editado por Objetivismo.org con permiso del autor
Guía del capitalista a las ideas presentadas en
La rebelión de Atlas, de Ayn Rand
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Por qué los empresarios necesitan filosofía [3 / 7] — Por Leonard Peikoff
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