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Derechos individuales, NO derechos «humanos»

Si un hombre viviese en una isla desierta, no tendría sentido definir su relación correcta con otros. Aunque los hombres interactuasen en una isla pero lo hiciesen al azar, sin establecer un sistema social, el tema de los derechos sería prematuro. Aún no habría ningún contexto para el concepto ni, por lo tanto, ningún medio para implementarlo; no existiría una entidad que lo interpretase, lo aplicase, lo hiciese cumplir. Cuando los hombres deciden formar (o reformar) una sociedad organizada, sin embargo, cuando deciden perseguir sistemáticamente las ventajas de vivir juntos, entonces sí que necesitan ser guiados por un principio. Ese es el contexto en el que el principio de derechos surgiría. Si tu sociedad ha de ser moral (y por lo tanto práctica), dice ese principio, debes empezar reconociendo los requerimientos morales del hombre en un contexto social; es decir, debes definir la esfera de la soberanía que es prescrita para cada individuo por las leyes de la moralidad. Dentro de esa esfera, el individuo actúa sin necesidad de ningún acuerdo o aprobación de otros, y esos otros no pueden interferir.

En su contenido, como reconocieron los Padres Fundadores, hay un solo derecho fundamental que tiene varios derivados importantes. El derecho fundamental es el derecho a la vida. Sus principales derivados son el derecho a la libertad, a la propiedad y a la búsqueda de la felicidad.

Todos los derechos están basados en el hecho de que el hombre es un ser productivo. Los derechos presuponen que los hombres pueden vivir juntos sin sacrificar a nadie.

El derecho a la vida significa el derecho a mantener y proteger la propia vida. Significa el derecho a tomar todas las acciones requeridas por la naturaleza de un ser racional para preservar su vida. Para sustentar su vida, el hombre necesita un método de supervivencia: debe usar su facultad racional para adquirir conocimiento y elegir valores, y luego actuar para alcanzar sus valores. El derecho a la libertad es el derecho a ese método; es el derecho a pensar y a elegir, y luego a actuar de acuerdo con el propio juicio de uno. Para sustentar su vida, el hombre necesita crear los medios materiales de su supervivencia. El derecho a la propiedad es el derecho a ese proceso; en la definición de Ayn Rand, es «el derecho a obtener, mantener, usar y disponer de valores materiales». Para sustentar su vida, el hombre necesita ser gobernado por un cierto motivo: su objetivo debe ser su propio bienestar. El derecho a la búsqueda de la felicidad es el derecho a este motivo; es el derecho a vivir para el propio beneficio y la propia realización de uno.

Los derechos forman una unidad lógica. En palabras de Samuel Adams, todos ellos son «ramas manifiestas, en vez de deducciones a partir de él, del deber de auto-preservación, comúnmente llamado la primera ley de la naturaleza». Sería una cruda contradicción decirle a un hombre: tienes derecho a la vida, pero necesitas permiso de otros para pensar o actuar. O bien: tienes derecho a la vida, pero necesitas permiso de otros para producir o consumir. O bien: tienes derecho a la vida, pero ni se te ocurra perseguir ningún motivo personal sin la aprobación del gobierno.

Los derechos a la vida, la libertad, y la búsqueda de la felicidad, aunque mal interpretados e implícitamente negados por los intelectuales de hoy, todavía reciben alguna atención formal en Occidente. El derecho a la propiedad, sin embargo, es regularmente atacado; la propiedad privada, alegan los intelectuales, colisiona con el principio mismo de derechos humanos. Ayn Rand responde a esta alegación de forma elocuente:

Así como el hombre no puede existir sin su cuerpo, así tampoco los derechos pueden existir sin el derecho a traducir los derechos de uno a la realidad – a pensar, a trabajar y a conservar los resultados – lo que significa: el derecho a la propiedad. Los modernos místicos del músculo que te ofrecen la fraudulenta alternativa de “derechos humanos” contra “derechos de propiedad”, como si uno pudiese existir sin el otro, están haciendo un último y grotesco intento por revivir la doctrina del alma contra el cuerpo. Sólo un fantasma puede existir sin propiedad material, sólo un esclavo puede trabajar sin derecho al producto de su esfuerzo. La doctrina de que los «derechos humanos» son superiores a los «derechos de propiedad» significa simplemente que algunos seres humanos tienen el derecho a convertir a otros en su propiedad; como el competente no tiene nada que ganar del incompetente, lo que significa es el derecho del incompetente a poseer a quienes son mejores que él y usarlos como ganado de explotación. Quien considere esto como humano y como correcto, no tiene derecho a ser llamado «humano».

Dado que el hombre es un ser integrado de mente y cuerpo, cada derecho implica todos los demás; ninguno de ellos es definible o posible si está separado del resto. No puede haber un derecho a pensar sin un derecho a actuar: pensar (para un hombre racional) es una guía a la acción; el proceso consiste en establecer los fines y los medios de la acción de uno por medio de la identificación de hechos y de valores. De modo similar, no puede haber un derecho a actuar separado del derecho a poseer: una acción requiere el uso de objetos materiales (incluso el acto de hablar requiere un pedazo de tierra sobre el que pisar). La libertad – como el hombre – es indivisible. O, en palabras de Ayn Rand: «La libertad intelectual no puede existir sin la libertad política; la libertad política no puede existir sin la libertad económica; una mente libre y un mercado libre son corolarios”.

Si el hombre sólo consumiese objetos provistos en una cantidad estática por la naturaleza, entonces cada hombre sería una amenaza potencial para todos los otros. En tal caso, la regla de la vida tendría que ser la que gobierna a las especies inferiores: agarra lo que puedas antes de que los demás lo cojan, come o sé comido, mata o muere.

Pasando ahora a la cuestión de la validación lógica: puesto que no son primarios, los derechos del hombre requieren demostración a través de un proceso apropiado de reducción. En el enfoque Objetivista, la naturaleza de tal reducción es fácil de ver. Cada uno de los derechos del hombre tiene un origen específico en la ética Objetivista y, por debajo de eso, en la visión Objetivista de la naturaleza metafísica del hombre (que a su vez se basa en la epistemología y la metafísica Objetivista). El hombre es un cierto tipo de organismo viviente – lo que nos lleva a su necesidad de moralidad y que la vida del hombre sea el estándar moral – lo que nos lleva al derecho a actuar dejándose guiar por ese estándar, es decir, al derecho a la vida. La razón es el medio básico de supervivencia del hombre – lo que nos lleva a que la racionalidad sea la virtud principal – lo que nos lleva al derecho a actuar de acuerdo con el juicio de uno, es decir, al derecho a la libertad. A diferencia de los animales, el hombre no sobrevive adaptándose a lo dado – lo cual nos lleva a que la productividad sea una virtud cardinal – lo que nos lleva al derecho a guardar, usar y disponer de las cosas que uno ha producido, es decir, al derecho a la propiedad. La razón es un atributo del individuo, un atributo que exige, como condición para poder funcionar, un compromiso inquebrantable con la realidad – lo que nos lleva a la ética del egoísmo – lo que nos lleva al derecho a la búsqueda de la felicidad.

Ya que una filosofía correcta es un sistema integrado, cada derecho se basa no sólo en un único principio ético o metafísico, sino en todos los principios que acabamos de mencionar (y en última instancia en todos los principios, de cada una de las ramas de la filosofía, que preceden al tema de los derechos).

Todos los derechos se basan en el hecho de que la vida del hombre es el estándar moral. Los derechos son derechos a los tipos de acciones necesarias para la preservación de la vida humana. Así como «sólo el concepto de ´vida´ hace posible el concepto de ´valor´», así también son sólo los requerimientos de la vida del hombre los que hacen posible la moralidad, y por lo tanto, el concepto de «derechos».

Todos los derechos están basados en el hecho de que el hombre sobrevive por medio de la razón. Los derechos son derechos sobre las acciones necesarias para la preservación de un ser racional. Sólo una entidad con una facultad conceptual tiene criterio bajo el cual actuar, voluntad con la cual seleccionar objetivos, e inteligencia con la cual crear riqueza.

Todos los derechos están basados en el hecho de que el hombre es un ser productivo. Los derechos presuponen que los hombres pueden vivir juntos sin sacrificar a nadie. Si el hombre sólo consumiese objetos provistos en una cantidad estática por la naturaleza, entonces cada hombre sería una amenaza potencial para todos los otros. En tal caso, la regla de la vida tendría que ser la que gobierna a las especies inferiores: agarra lo que puedas antes de que los demás lo cojan, come o sé comido, mata o muere.

Todos los derechos están basados en la ética del egoísmo. Los derechos son posesiones egoístas de un individuo, la confirmación del derecho a su vida, su libertad, su propiedad, la búsqueda de su propia felicidad. Sólo un ser que es un fin en sí mismo puede reivindicar una aprobación moral a una acción independiente. Si el hombre existiese para servir a una entidad fuera de sí mismo, fuese Dios o la sociedad, entonces él no tendría derechos, sino solamente los deberes de un sirviente.

Quienquiera que entienda la filosofía de Objetivismo (o implícitamente acepte una moralidad aristotélica de interés propio, como pasó con los pensadores políticos de la Ilustración) puede comprender los derechos humanos adecuados sin esfuerzo; esto puede hacer que él considere que tales derechos, de la forma que expresa la Declaración de Independencia [de USA], son «evidentes». Los derechos, sin embargo, no son evidentes. Son corolarios de una ética aplicada a una organización social… siempre que uno tenga la ética correcta. Si uno no la tiene, entonces ninguna de las dos se sostiene.

Los derechos a la vida, la libertad, la propiedad y la búsqueda de la felicidad son los únicos derechos discutidos por la política filosófica. Son los únicos derechos formulados en términos de abstracciones generales y basados directamente en principios éticos universales. Las numerosas aplicaciones e implementaciones de esos derechos, como la libertad de prensa o un juicio con un jurado, o las demás prerrogativas detalladas en la Declaración de Derechos [de USA], pertenecen al campo de la filosofía del derecho, y requieren para su validación un proceso de reducción a los derechos filosóficos del hombre.

Por su naturaleza, el concepto de «derecho» se refiere, en palabras de Ayn Rand, «sólo a la acción, específicamente, a la libertad de acción. Significa ser libre de compulsión física, de coerción o de interferencia por parte de otros hombres”. Como cada hombre está obligado a auto-sustentarse, nadie tiene derecho a las acciones o productos de otros hombres (a menos que se gane ese derecho a través de un proceso de intercambio voluntario). Un derecho no es un derecho a la asistencia o una garantía de éxito; si lo que uno busca implica la actividad de otros hombres, entonces es el derecho que ellos tienen de decidir si cooperar o no. Los derechos de un hombre no le imponen deberes a otros, sino sólo una obligación negativa: esos otros no pueden legítimamente violar los derechos de él.

El derecho a la vida es el derecho a un proceso de auto-preservación; no significa que otras personas deban darle alimento a alguien cuando esté hambriento, medicinas cuando esté enfermo, o trabajo cuando esté desempleado. El derecho a la libertad no significa que otros deban satisfacer los deseos de una persona o ni siquiera estar de acuerdo en tratar con él en nada. El derecho a la propiedad no significa el derecho a que el gobierno le dé a uno propiedades, sino a producir y de esa forma ganársela. El derecho a la búsqueda de la felicidad es precisamente eso: a buscarla, no necesariamente a conseguirla; si no fuese así, uno podría alegar que sus prójimos, al no darle los favores que él quiere, están destruyendo su felicidad y de esa forma violando los derechos de él. ¿Qué pasaría entonces con los derechos de ellos?

Si los derechos son definidos en términos racionales, entonces ningún conflicto es posible entre los derechos de un individuo y los de otro. Cada hombre es soberano. Cada uno es absolutamente libre dentro de la esfera de sus propios derechos, y cada hombre tiene los mismos derechos.

Si uno separa el concepto de «derechos» de la razón y la realidad, sin embargo, entonces sólo conflicto es posible, y la teoría de los “derechos» se autodestruye. Así como los malos principios expulsan a los buenos, así también los falsos derechos – los que reflejan principios malvados – expulsan a los derechos válidos… un proceso que está totalmente pervertido hoy día con la proliferación de palabrería contradictoria como “derechos económicos”, “derechos colectivos”, “derechos fetales» y “derechos de los animales”.

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Capítulo 10 – 1 del libro Objetivismo: La Filosofía de Ayn Rand, por Leonard Peikoff. Traducción: Domingo García

 

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Carta al director en The Wall Street Journal

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Bret Stephens dice: «Los derechos humanos fueron una vez uno de los pilares de la decencia democrática». No es así. Son los derechos individuales, no los derechos humanos, los que constituyen los pilares de la decencia democrática, tal y como está expresado en nuestra Constitución [USA].

El concepto de «derechos humanos» es una difusa noción colectivista que no tiene en cuenta para nada al individuo como unidad de valor. Cito el artículo 16 (3), de la Declaración de las Naciones Unidas: «La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a ser protegida por la sociedad y el Estado». Y el artículo 25 (1) introduce la ideología socialista dentro del concepto de derechos humanos: «Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado para la salud y el bienestar suyos y de su familia, incluyendo alimentos, vestidos, vivienda, atención médica y los servicios sociales necesarios, así como el derecho a la seguridad en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez o cualquier otra falta de medios de subsistencia por circunstancias fuera de su control».

Conseguir ese ideal implica necesariamente una reivindicación económica sobre otros, violando los derechos individuales de esos otros. Es la declaración más explícita de una mentalidad que predica que unos tienen derecho a esclavizar a otros. La doctrina de los derechos humanos está repleta de contradicciones y de perogrulladas, justamente las que conducen a las consecuencias que el Sr. Stephens lamenta.

Existe un único derecho fundamental: el derecho a que te dejen tranquilo. Todos los demás derechos no coercitivos, como el derecho a la propiedad, al comercio voluntario, a buscar la felicidad, etc., se derivan de ese derecho fundamental.

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Carta de Gordon Dickerson publicada en The Wall St. Journal en febrero del 2012, mencionada en la lista HBL

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EDUARDO NUEZ COUTO

Yo apoyo con firmeza la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Óscar Álvarez
Óscar Álvarez

En otro artículo se nos acusaba a los libertarios de simplistas y aquí Rand se despacha con un derecho «a que nos dejen tranquilos». El derecho fundamental del ser humano es el de propiedad y de él «cuelgan» todos los… Leer más »

RespuestasVeganas.Org

Hola, #31 Omingod. La esencia de la Ética es diferenciar las cosas que pueden ser cortadas, golpeadas, etc. de aquellas otras cosas a las que se las debe dar un trato especial. El criterio que marca dicho trato especial es… Leer más »

RespuestasVeganas.Org

«Objetivismo no reconoce derechos de animales, plantas, grupos, etc., ni de conceptos como “sociedad” o “ecosistema”. El concepto de derecho se aplica solamente al individuo» El concepto de derecho se aplica a LOS INDIVIDUOS, a TODOS por igual, no a… Leer más »

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Nada le es dado al hombre en la Tierra. Todo lo que necesita tiene que ser producido. Y aquí el hombre enfrenta su alternativa básica: puede sobrevivir sólo de una de estas dos maneras: por el trabajo independiente de su propia mente, o como un parásito alimentado por las mentes de otros.

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