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Tomándose las ideas en serio: la precisión editorial de Ayn Rand

“Siempre he mantenido que las ideas deben ser tratadas con la misma escrupulosa precisión que los asuntos financieros o los documentos legales”, escribió Ayn Rand al editor de un periódico en 1961. “Yo dedico una enorme cantidad de tiempo, esfuerzo y reflexión a la formulación de mis ideas”. [1] Como ilustración de lo que ella quiso decir, así es como Rand describió su trabajo en el guión de su novela El manantial, en una carta a su agente:

Te das cuenta, por supuesto, de que el discurso de Howard Roark tuvo que ser redactado tan cuidadosamente como un documento legal. Tuve que sopesar cada palabra, cada idea, para no dejar ninguna laguna que le permitiese a alguien acusarnos de tener la ideología inapropiada. Tuve que dejar cada idea perfectamente clara, tuve que cubrir todas las posibles implicaciones, protegerme de cualquier posibilidad de malentendidos, evitar cualquier posibilidad de confusión. Lo hice, y conservé las cualidades dramáticas y literarias del discurso al mismo tiempo. Tú entiendes los problemas que hay al escribir. Trata de imaginarte el tipo de esfuerzo que eso requirió. [2]

“Siempre he mantenido que las ideas deben ser tratadas con la misma escrupulosa precisión que los asuntos financieros o los documentos legales”
— Ayn Rand

Los resultados publicados de los esfuerzos de Rand hablan por sí mismos; pero, ¿cómo lo hizo? ¿Qué métodos de pensamiento guiaron su proceso de escribir?

Sabemos que uno de sus principios básicos, explicado en uno de sus ensayos en 1974, fue tomarse las ideas en serio. Eso significa atribuirles “significados claros y concretos a las palabras”, e identificar exactamente a qué se refieren las palabras en realidad:

Tómalo literalmente. No lo traduzcas, no lo glamorices, no cometas el error de pensar, como hace mucha gente: “¡Oh, nadie podría querer decir eso!” y luego procedas a dotarlo de algún significado encalado que se te ocurra. Tómalo como es, por lo que de hecho dice y significa. [3]

Al igual que su héroe de ficción Roark —un arquitecto que orgullosamente decía: “mis pifias acaban en mi propia papelera”— Rand trabajó diligentemente en la privacidad de su oficina, editando para conseguir claridad y descartando sus pasos en falso. Podemos inferir mucho sobre sus métodos analizando los cambios que hizo en sus manuscritos. [4] Ella también explicó los métodos que guiaron su proceso de escribir no ficción en un curso que ha sido transcrito y publicado en forma de libro. [5] Pero hay otra ventana a través de la cual podemos vislumbrar su mente en acción. En su correspondencia, Rand habló de sus métodos de pensamiento explícitamente en dos contextos: al tratar con editores queriendo alterar los escritos que ella había presentado, y al tratar con escritores cuyo trabajo ella estaba criticando. En esas situaciones, ella habló largo y tendido sobre cómo aplicar sus principios a casos concretos.

Veamos algunos ejemplos.

Desacuerdos con el Reader’s Digest

El artículo de Rand “The Only Path to Tomorrow” [“El único camino al mañana”] apareció en la edición de enero de 1944 de la revista del Reader’s Digest. Al comparar tres documentos —el borrador original de Rand, la versión editada, y el intercambio de cartas de ella con la revista— podemos ver en detalles concretos lo que significaba el que ella se tomara las ideas en serio.

El tema del artículo era que el individualismo y la libertad son las alternativas correctas contra el totalitarismo colectivista que había hundido al mundo en una guerra. Basándose en temas de El manantial, publicado el año anterior, Rand presentó tres párrafos contrastando al “hombre activo” —al individualista de mente independiente, que produce, innova, y lleva a la humanidad hacia adelante— con el “hombre pasivo”, el parásito que le teme a la independencia y acoge de buen grado el control colectivista de su vida. Una oración en esos párrafos dice así:

Cuando una sociedad está basada en las necesidades del hombre pasivo, destruye al hombre activo; pero cuando el hombre activo es destruido, el hombre pasivo no puede sobrevivir.

Un editor del Reader’s Digest cambió el final a:

…el hombre pasivo ya no puede ser atendido.

Rand se opuso a la edición, porque “suena como si yo abogara por que el hombre pasivo deba ser atendido, que ese es nuestro deber. No abogo por eso; cuando digo, como señalé, “el hombre pasivo no puede sobrevivir”, eso es una simple declaración de hecho, sin implicaciones altruistas

El antagonismo de Rand a las “implicaciones altruistas” procedía de su visión (en aquel entonces nueva y controvertida) de que el altruismo es una moralidad malvada. En El manantial, ella había retratado el altruismo, no como benevolencia o bondad hacia el prójimo, sino como un código moral que proclama que el hombre no tiene derecho a vivir por sí mismo, que su principal valor y su mayor virtud consisten en servir a otros y sacrificar sus propios intereses por el bien de esos otros. Ese principio moral era el que ella rechazaba por completo, pero el cambio que hizo el editor implicaba lo contrario, de ahí la objeción de Rand.

En ese mismo artículo, Rand había incluido un párrafo sobre dictadores totalitarios, poniendo como ejemplos a Napoleón, Hitler y Stalin. Un editor eliminó todas las referencias a Stalin, quizás debido a la preocupación de que Rusia fuese en ese momento un aliado de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Rand mostró empatía, entendiendo la posibilidad de que “no le resulte aconsejable incluir a Stalin en este momento”. Pero si ese era el caso, insistió ella, todas las referencias a Napoleón y Hitler también deberían ser eliminadas. “Me opongo tajantemente a cualquier mención de dictadores concretos que no incluya a Stalin. Por omisión e implicación, eso equivale a decir que Stalin no es un dictador totalitario”.

“Dedico una enorme cantidad de tiempo, esfuerzo y reflexión a la formulación de mi ideas”.
—Ayn Rand

Aquí, de nuevo, Rand era consciente de las implicaciones implícitas del lenguaje. Igual que ocurría con el concepto de “altruismo”, Rand tenía una visión nueva y original de la relación entre el comunismo y el fascismo. A diferencia de quienes veían esos sistemas políticos como opuestos, ella los veía como variaciones de la misma maldad colectivista. Eso la puso en oposición a una cultura que le había quitado importancia a la naturaleza del comunismo durante muchos años, mientras que presentaba al fascismo como especialmente malvado. De hecho, su primera novela, Los que vivimos, describía explícitamente la maldad del comunismo. Todo eso hizo que ella se opusiera a una edición que, al omitir el nombre de Stalin, implicaba que el totalitarismo comunista era de alguna manera más tolerable que el nazismo.

En otro pasaje del mismo artículo, el manuscrito original de Rand decía lo siguiente:

El individualismo sostiene que el hombre es una entidad independiente con un derecho inalienable a la búsqueda de su propia felicidad en una sociedad en la que los hombres tratan entre ellos como iguales por medio de un intercambio voluntario y no regulado.

Un editor del Reader’s Digest eliminó las últimas palabras:

El individualismo sostiene que el hombre es una entidad independiente con un derecho inalienable a la búsqueda de su propia felicidad en una sociedad donde los hombres tratan entre ellos como iguales.

 Rand se opuso a eso: “Decir ´en la que los hombres tratan entre ellos como iguales´ es una generalidad con la que incluso un comunista podría estar de acuerdo. Precisamente el objetivo de mi declaración es el final de la oración: ´por medio de un intercambio voluntario y no regulado´. Dado que el individualismo es de lo que trata mi tema, mi religión (!) y mi misión en la vida, puedes entender por qué quiero dar la mejor definición posible, y por qué no quiero parecer como si, en el punto más crucial, salgo con una mera generalidad”.

Como en los casos anteriores, Rand estaba tratando de promover un concepto nuevo y controvertido. En ese caso, era el concepto radical de un individualismo que no permite restricciones gubernamentales al comercio. Rand sabía que el lenguaje que había sido eliminado era crucial para hacer explícita su idea a los lectores.

Finalmente, en su manuscrito original, Rand había escrito:

Debemos aprender a rechazar como una maldad total la concepción de que “el bien común” es superior a los derechos individuales.

Un editor eliminó las comillas, y añadió una frase:

Debemos aprender a rechazar como una maldad total la concepción de que el bien común está mejor servido aboliendo los derechos individuales.

Rand explicó sus objeciones en detalle:

A mi declaración sobre lo que debemos rechazar como una maldad total se le ha dado un significado completamente diferente. De la forma como está la declaración en el documento editado, equivale a que yo dijera que toleraría la abolición de los derechos individuales si eso realmente sirviera al bien común, pero que me opongo a eso sólo porque no lo hace. Esa no es mi idea en absoluto. De hecho, ese es el punto con el que todo nuestro lado conservador ha arruinado su posición. Mi idea es que yo no toleraría tal abolición por ninguna causa bajo ninguna circunstancia en absoluto. Esa es la esencia de todo mi artículo. Por lo tanto, la declaración debe seguir como yo la marqué. Al poner las palabras “bien común” entre comillas, evitaremos la impresión que yo creo que tus editores tenían en mente, o de la que tenían miedo cuando cambiaron esa oración.

Al llegar a este punto, uno podría sentir una cierta pena por el pobre editor del Reader’s Digest. Él probablemente no adivinó, cuando se despertó el día que fue a editar el artículo de Rand, que una autora relativamente desconocida estaría defendiendo, no una o dos, sino cuatro posiciones morales muy controvertidas en un solo artículo. El deber altruista, la dictadura de Stalin, la regulación económica, y el sacrificio de los derechos individuales por el “bien común”: Rand consideraba que todas esas posiciones eran malvadas. Actuando bajo la premisa de que un escritor debe tomarse las ideas en serio, Rand hizo todo lo posible por lograr claridad en el proceso de edición en el Reader’s Digest. Sus concisas explicaciones pueden servir de modelo para escritores y editores. [6]

Críticas a los escritos de otros 

Las técnicas de Rand para tomarse las ideas en serio también ocuparon un lugar destacado en la correspondencia con escritores cuyos trabajos ella criticó. Uno de esos escritores fue el defensor del libre mercado Leonard Read, creador de la Foundation for Economic Education y de la revista The Freeman. Read a menudo solicitaba los comentarios de Rand sobre lo que él había escrito; ambos se referían cariñosamente a ella como el “fantasma fiel” de él.

Actuando bajo la premisa de que un escritor debe tomarse las ideas en serio, Rand hizo todo lo posible por lograr claridad en el proceso de edición en el Reader’s Digest.

Por ejemplo, en un artículo titulado “The Scope of Economics and of Economic Education” (“El alcance de la economía y de la educación económica”), Read había escrito que el comunismo y otras formas de totalitarismo restringen las oportunidades económicas “para al menos una parte de la ciudadanía”. Rand objetó a lo que implicaba esa declaración: “¿Qué parte de la ciudadanía no está restringida bajo el comunismo? ¿Estás insinuando que los comisarios tienen libertad para emprender?”. [7]

En otra parte, en un discurso titulado “Dealing with Collectivism” (“Lidiando con el colectivismo”), Read había dicho:

Ningún verdadero amante de la libertad admitirá que hay otra cara en el argumento para una sociedad voluntaria. Él podrá admitir que no sabe cómo lograrlo todo por métodos voluntarios, pero su idea estará dirigida a descubrirlos. [8]

En su crítica, Rand objetó extensamente:

La segunda oración de ese párrafo es una descarada negación de la primera. Es una admisión de que hay cosas que deberíamos lograr, y que esas cosas pueden lograrse mediante la coacción, pero no mediante métodos voluntarios. ¿Cuáles son esas cosas? No hay ni un solo tema, objetivo o propósito —y quiero decir, ninguno en absoluto— que sea deseable pero que no pueda ser logrado con métodos voluntarios…

Esa oración en tu discurso es una admisión de que los métodos coercitivos funcionan a veces para buenos objetivos y con buenos resultados. Seguro que no es eso lo que tú piensas. Si lo haces, es un agujero a través del cual un colectivista puede destruir todo tu argumento. Una vez que le concedes que algún objetivo apropiado puede ser logrado por la fuerza, el resto del argumento se convierte simplemente en una disputa sobre qué objetivos tú o él consideráis apropiados. Has aceptado su premisa.

En ese mismo discurso, Read había dicho que un amante de la libertad “sabe que la coacción es destructiva, excepto cuando es usada como fuerza policial para evitar injerencias en la libertad personal”. En su crítica, Rand objetó, y explicó sus razones:

Además, la última oración de tu párrafo que he citado arriba es extremadamente inexacta y muy mala por lo que implica. Describes el poder policial del gobierno como el poder de coacción, y lo pones en la misma categoría que cualquier otra coacción ejercida por el gobierno. Eso no es correcto. Lo que hace el gobierno con los delincuentes no es coacción; no es una acción, sino una reacción; es el uso de la fuerza para responder a la fuerza. El uso de la fuerza aquí no es iniciado por el gobierno, sino por el delincuente. Por lo tanto, no es lo mismo (y no está basado en el mismo principio) que la acción de un gobierno que inicia el uso de la fuerza para conseguir cualquier objetivo “social” que se le ocurra.

Trato ese mismo punto en la segunda parte de mi LIBRO DE TEXTO DEL AMERICANISMO. Te sugiero que leas atentamente mis preguntas 7 y 8. Creo que las definiciones que doy allí aclaran el tema, y es extremadamente importante por nuestra parte no mezclar los poderes policiales apropiados del gobierno con sus poderes usurpados de coacción económica. Ese es un punto crucial que los colectivistas están aprovechando al máximo; uno de sus argumentos más frecuentes es este: “Si el gobierno tiene derecho a apresar a los delincuentes, también tiene derecho a apresarte a ti”. No debemos ayudarles a difundir ese tipo de confusión.

Como pensadora radical que era, Ayn Rand enfrentó desafíos especiales al escribir, al ser sus ideas a la vez novedosas y controvertidas.

Ahora veamos un ejemplo que no tiene relación con Leonard Read. En 1949, cuando estaban teniendo lugar las audiencias del Congreso sobre la influencia comunista en Hollywood, Rand pertenecía a la American Writers Association, un grupo anticomunista. Al criticar el borrador de un documento de posición que afirmaba que la Constitución de los Estados Unidos contiene una “filosofía democrática”, Rand señaló por qué ese concepto debería ser evitado:

De la manera más enfática, no creo que la filosofía declarada en la Constitución de los Estados Unidos sea una “filosofía democrática”, y yo no tengo una filosofía “democrática”, si uno usa la palabra correctamente. Hoy en día, la palabra “democrática”, igual que la palabra “liberal”, ha perdido todo significado concreto y objetivo. Se ha convertido en una palabra elástica, que cualquier persona estira para significar lo que ella quiere que signifique. Pero dado que somos una organización de escritores, nosotros, más que el resto de la gente, debemos usar las palabras en su significado exacto. Histórica y filosóficamente, una filosofía democrática significa la creencia en el gobierno de una mayoría ilimitada (el gobierno absoluto de la mayoría, sin estar limitado por ningún derecho individual). Esa no es la filosofía en la que la Constitución estaba basada. Los Estados Unidos es una República, no una democracia. Si la evidencia es necesaria, aquí hay una cita de THE FEDERALIST: “Tales democracias (las democracias puras) siempre han sido espectáculos de turbulencia y contención; siempre han resultado ser incompatibles con la seguridad personal de los derechos de propiedad; y han sido en general tan breves en sus vidas como han sido violentas en sus muertes”. [9]

Como pensadora radical que era, Ayn Rand enfrentó desafíos especiales al escribir. Al ser sus ideas a la vez nuevas y controvertidas, ella sabía que sus lectores necesitaban toda la ayuda que ella pudiera brindarles para captar lo que ella quería decir. Ella se propuso usar el lenguaje con precisión, siendo constantemente consciente de ambigüedades, de múltiples significados, de premisas ocultas, y de otros errores que pudiesen causar confusión en la mente de un lector razonable. Como su objetivo era una comunicación clara, ella sabía que corría el riesgo de fracasar si los fallos en sus escritos llevaban a sus lectores por el camino errado.

Ayn Rand resumió elocuentemente su enfoque a la escritura en la carta con la que este artículo empezó: “Tuve que dejar cada idea perfectamente clara, tuve que cubrir todas las posibles implicaciones, protegerme de cualquier posibilidad de malentendidos, evitar cualquier posibilidad de confusión”. Esa atención a la precisión guió toda su carrera como escritora. En todas las formas posibles, ella se tomaba las ideas en serio.

(Nota: estas cartas, propiedad de Leonard Peikoff, son parte de la colección de los Ayn Rand Papers. Su reproducción aquí es cortesía de Ayn Rand Archives).

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Notas

  1. Letter to the editor of the Commercial & Financial Chronicle, May 26, 1961.
  2. .Letterto Alan Collins from Ayn Rand dated September 18, 1948.
  3. Ayn Rand, “Philosophical Detection,” Philosophy: Who Needs It (New York: Signet, 1984 Centennial edition), 16.
  4. Shoshana Milgram’s articles have set the standard for scholarship here: “Anthem in Manuscript: Finding the Words,” in Robert Mayhew, ed., Essays on Ayn Rand’s “Anthem”(Lanham, MD: Lexington Books, 2005); “From Airtight to We the Living: The Drafts of Ayn Rand’s First Novel,” in Robert Mayhew, ed., Essays on Ayn Rand’s “We the Living” (2nd ed.) (Lanham, MD: Lexington Books, 2012); “The Fountainhead from Notebook to Novel: The Composition of Ayn Rand’s First Ideal Man,” in Robert Mayhew, ed., Essays on Ayn Rand’s “The Fountainhead” (Lanham, MD: Lexington Books, 2007); “Who Was John Galt? The Creation of Ayn Rand’s Ultimate Ideal Man,” in Robert Mayhew, ed., Essays on Ayn Rand’s “Atlas Shrugged” (Lanham, MD: Lexington Books, 2009).
  5. Ayn Rand, The Art of Nonfiction (New York: Plume, 2001).
  6. Unfortunately, Reader’s Digestdid not receive Rand’s responses in time, and the essay was published with the edits she had objected to. Ayn Rand, “The Only Path to Tomorrow,” Reader’s Digest, January 1944. See also commentary by Michael S. Berliner on letter dated December 8, 1943, from Ayn Rand to DeWitt Wallace, the magazine’s co-founder.
  7. Letter dated April 16, 1946, from Ayn Rand to Leonard Read, in Michael S. Berliner, ed., Letters of Ayn Rand (New York: Dutton, 1995), 274.
  8. Letter dated July 17, 1946, from Ayn Rand to Leonard Read.
  9. Letter dated February 12, 1949, from Ayn Rand to Edna Lonigan.

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    Por Tom Bowden, publicado el 4 de noviembre del 2020 en New Ideal

    Traducido y publicado por Objetivismo.org con permiso del Ayn Rand Institute

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pedro jose
pedro jose

excelente articulo. lamentablemente el 4to poder hace lo que hacian los editores de ayn rand, cambiar todo el significado de libertad y prosperidad a un apoyo al colectivismo y el gobierno de la gente.

Ayn Rand

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