Ambición es la búsqueda sistemática de los objetivos de uno, y la constante mejora en cuanto a cómo conseguirlos.
Al igual que la palabra «egoísmo», y por las mismas razones, la palabra «ambición» se ha ido pervirtiendo hasta acabar significando exclusivamente la búsqueda de objetivos dudosos o malvados, tales como el ansia de poder; no ha quedado ningún concepto que denote la búsqueda de valores reales. Sin embargo, “ambición” como tal es un concepto neutro: juzgar si una ambición específica es moral o inmoral depende de la naturaleza del objetivo.
Un gran científico o un gran artista es el más apasionadamente ambicioso de los hombres. Un demagogo en busca de poder político es ambicioso. Como también lo es un escalador social en busca de «prestigio». Como también lo es un trabajador modesto que trabaja a conciencia para adquirir una casa propia. El denominador común es la motivación para mejorar las condiciones de la propia existencia, sean concebidas de la forma más amplia o más restringida.
(«Mejorar» es un término moral que depende del estándar de valores de cada uno. Una ambición guiada por un estándar irracional no resulta, de hecho, en una mejora, sino en la autodestrucción.)
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Políticamente, el objetivo de la tendencia dominante hoy día es el estatismo. Filosóficamente, el objetivo es la destrucción de la razón. Psicológicamente, es la erosión de la ambición.
El objetivo político presupone los otros dos. La característica humana requerida por el estatismo es la docilidad, que es el producto de la desesperación y del estancamiento intelectual. Los hombres pensantes no pueden ser dominados; los hombres ambiciosos no se estancan.
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Fuentes:
“Tax Credits for Education”, The Ayn Rand Letter
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