«Censura» es un término que sólo se aplica a la acción del gobierno. Ninguna acción privada es censura. Ningún individuo o agencia privada puede hacer callar a un hombre o suprimir una publicación, sólo el gobierno puede hacerlo. La libertad de expresión de individuos privados incluye el derecho a no estar de acuerdo, a no escuchar y a no financiar a sus propios antagonistas.
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La censura, en su sentido antiguo, es un edicto del gobierno que prohíbe que se hable de ciertas idea o temas, como por ejemplo, de sexo o religión, o que se critique a los funcionarios del gobierno, un edicto llevado a cabo a través del escrutinio del gobierno en todas las formas de comunicación antes de que sean hechas públicas. Pero para sofocar la libertad en las mentes de los hombres el método moderno es mucho más potente: descansa en el poder de una ley no objetiva. Esta ley ni prohíbe ni permite nada, nunca define o especifica, simplemente entrega las vidas de los hombres, sus fortunas, sus carreras y sus ambiciones al poder arbitrario de un burócrata, quien puede recompensarle o castigarle a su antojo. Le ahorra al burócrata la problemática necesidad de tener que compremeterse a normas rígidas, y les pasa a las víctimas el trabajo de descubrir cómo complacerle a él, teniendo como única guía un desconocimiento resbaladizo.
No, un comisario federal nunca puede decir ni una sola palabra a favor o en contra de ningún programa. Pero, ¿qué imaginas que pasaría si, con o sin su conocimiento, un tercer ayudante o un primo segundo, o simplemente un amigo sin nombre en Washington le susurra al oído de un ejecutivo de una cadena de televisión que al comisario no le gusta el productor X, o no aprueba del escritor Y, o está muy interesado en la carrera estelar de la señorita Z, o está ansioso por promover la causa de las Naciones Unidas?
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Durante años, los colectivistas han estado propagando la noción de que cuando un individuo privado se niega a financiar a un oponente, eso es una violación del derecho del oponente a la libertad de expresión, y un acto de «censura».
Es «censura», dicen ellos, el que un periódico se niegue a contratar o a publicar a escritores cuyas ideas son diametralmente opuestas a sus políticas.
Es «censura», dicen, el que los empresarios se nieguen a hacer publicidad en una revista que los denuncia, los insulta y los calumnia. . . .
Y luego tenemos a Newton N. Minow [entonces presidente de la FCC, Comisión Federal de Comunicaciones] que declara: «Hay censura que proviene de calificaciones, de anunciantes, de emisoras, de afiliados que rechazan la programación ofrecida en sus áreas». Este es el mismo Sr. Minow que amenaza con revocar la licencia de cualquier emisora que no acate sus puntos de vista sobre programación, el mismo tiempo que dice que eso no es censura. . . .
[Esta noción colectivista] significa que la capacidad de proporcionar las herramientas materiales para la expresión de ideas priva a un hombre del derecho a tener ideas. Esto significa que un editor tiene que publicar libros que considera inútiles, falsos o malvados; que un patrocinador de televisión tiene que financiar a comentaristas que desafían sus convicciones; que el dueño de un periódico debe cederles sus páginas editoriales a cualquier joven gamberro que clame por la esclavitud de la prensa. Esto significa que un grupo de hombres adquiere el «derecho» a una licencia ilimitada, mientras que otro grupo se le reduce a una impotente irresponsabilidad.
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Fuentes:
“Man’s Rights,” The Virtue of Selfishness
“Have Gun, Will Nudge,” The Objectivist Newsletter, March 1962
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Caballeros, me gustaría pensar qué pensáis acerca de la difamación, el ciber-bullying, el caso de «El Jueves» con los cheques bebé y cosas así.
Hay un caso en el que unas activistas feministas están haciendo todo lo posible para que el gobierno obligue a una empresa a retirar sus anuncios en espectaculares (los enormes letreros que hay en las avenidas, no sé si en… Leer más »