El nuevo gobierno argentino —integrado por el partido político llamado TODOS, asumido en diciembre de 2019 y encabezado por el actual presidente Alberto Fernández— ha desatado una serie de políticas económicas estatistas, aumentando los impuestos a amplios sectores de la sociedad con la excusa de recaudar fondos públicos para abastecer a los sectores sociales que son parte de la llamada “emergencia alimentaria”. A esa jugada política el nuevo gobierno la llama “La Argentina solidaria”.
Dos leyes concretas han hecho estragos en los últimos días. La primera es un impuesto al comercio exterior, según el cual los argentinos deberán pagar un 30% más cuando compren, no sólo moneda extranjera, sino también cualquier bien o servicio en el extranjero.
La otra medida, aún más reciente, consiste en ponerle un IVA (Impuesto al Valor Agregado) a la canasta básica de alimentos. Como resultado, esos alimentos serán de un 7% a un 21% más caros para el consumidor, y esa diferencia, naturalmente, pasará a formar parte de las arcas del Estado.
La justificación de todas esas políticas, según el gobierno, es el criterio de “solidaridad”. Pero, ¿qué significa realmente esa “solidaridad” para el presidente Alberto Fernández y el partido político TODOS? Veamos la explicación con el siguiente ejemplo:
El Sujeto “A” se encuentra en situación de extrema pobreza. El Sujeto “B” es un trabajador de clase media quien con mucho esfuerzo ha juntado el dinero suficiente para comprar 1000 dólares y está saliendo del banco con su dinero; al salir, ve al Sujeto “A” tirado en la calle, se compadece de él y le deja 100 pesos en la lata de limosnas. Podemos decir que el Sujeto “B” ha tenido una actitud solidaria, ya que ha compartido una parte de su dinero con una persona necesitada. Pero, mientras tanto, el Sujeto “C” observa la situación, llega a la conclusión que el Sujeto “B” no ha sido suficientemente solidario, y decide asaltarlo con una pistola para robarle el 30% de su dinero, es decir, 300 dólares, los cuales piensa destinar al Sujeto “A”, quien sigue en situación de calle. La acción del Sujeto “C” es a lo que el partido político TODOS se refiere con “solidaridad”.
La solidaridad presupone el accionar de la consciencia, es decir, una decisión consciente del individuo a realizar determinada acción. La mente identifica una situación dada y actúa en función de eso, porque lo elige. Pero cuando una persona es asaltada, su mente sabe que ese dinero le sigue perteneciendo, aunque ahora no tiene otra opción, pues su propia vida está en juego. Nadie puede justificar un acto de delincuencia como un acto solidario; no existe la solidaridad a punta de pistola. Si el Sujeto “C” le roba 300 dólares al Sujeto “B”, este último no ha realizado un acto de solidaridad, él es simplemente víctima de un delito.
Ahora vemos que no hay ninguna solidaridad en las políticas del gobierno argentino, que esas políticas son lo que llamamos “delincuencia” o “robo sistematizado”. Alguien puede argumentar que el objetivo del Estado no es el mismo que el de un delincuente, pues los gobernantes buscan redistribuir el dinero para que algunas personas puedan salir de la pobreza; pero ese argumento se cae por su propio peso, pues presupondría que bastaría con encontrar un objetivo que una determinada mayoría considerase “noble”, para así justificar cualquier tipo de delincuencia, destruyendo el estado de derecho y subordinando a los individuos a un subjetivismo social que los llevaría a las épocas más oscuras de la Edad Media.
Lo que el frente TODOS impone no es “solidaridad”, es un saqueo sistematizado bajo el marco moral del “altruismo”. Altruismo, según la filósofa Ayn Rand, significa el sacrificio de un valor por algo de menor valor o sin ningún valor, es decir, es dejar ir algo que uno realmente estima, a cambio de otra cosa que no estima. A diferencia de lo que normalmente se cree, altruismo no es compatible con solidaridad, son conceptos opuestos; la solidaridad surge como el acto voluntario de un individuo y en su propio interés, no de la obligación moral de abandonar su facultad de pensar, y de actuar para servir desinteresadamente a otro.
Mientras que la solidaridad surge de la buena voluntad de los seres humanos y de la compasión que unos sienten por otros, el altruismo ordena olvidarse de la voluntad, y despojarse de su riqueza y de sus valores en función del bienestar de cualquier persona, de cualquiera que no sea uno mismo. Para ese fin, cualquier medio es aceptable, puesto que si el individuo no accede a ello voluntariamente, el Estado (utilizando el monopolio legal del uso de la fuerza física) será el agente encargado de sustraerle cuanta riqueza le plazca para sustentar ese principio moral.
Llamemos a las cosas por su nombre: “solidaridad” para el partido TODOS significa en realidad “altruismo”, o sea, “sacrificio”, y lleva impreso en su definición un código moral que en última instancia es capaz de legitimar cualquier acto delictivo siempre y cuando sirva para el objetivo social que la mayoría determine. Para quienes levantan esa bandera, cualquier sacrificio humano es válido, siempre y cuando sea funcional a la causa.
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Artículo original de José Rossi, colaborador de Objetivismo.org.
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