Prof. B: Usted dijo que podría contarnos cómo llegó a su teoría de omisión de medidas. Esa sería una forma estupenda de concluir.
AR: Muy bien. Históricamente, ocurrió así. En algún momento durante los años cuarenta – así que hará de eso unos 20 años – estaba conversando sobre el tema de los conceptos con un jesuita que filosóficamente era un tomista. Él mantenía la posición aristotélica de que los conceptos se refieren a una esencia en las cosas concretas, y específicamente habló de “lo humano” en el hombre y “lo rosa” en las rosas. Yo discutí con él, diciendo que no existe tal cosa, y que esos nombres se refieren simplemente a una organización de concretos, que esa es la forma que nosotros tenemos de organizar los concretos.
La verdad es que nunca acabamos la discusión. Pero después de esa conversación me quedé insatisfecha con mi propia respuesta, porque pensé que “sí, he indicado de dónde vienen los conceptos, pero no he indicado cuál es el proceso por el que organizamos los concretos en diferentes grupos. Porque ciertamente no estoy de acuerdo con los nominalistas modernos que alegan que es todo cuestión de convención o de agrupamiento arbitrario”.
Y entonces me pregunté a mí misma: ¿Qué es lo que hace mi mente en el proceso de usar conceptos? ¿A qué me estoy refiriendo, y cómo aprendo conceptos nuevos? Y en media hora tenía la respuesta.
Obviamente, me llevó mucho más tiempo que eso el comprobarla, aplicarla a las diferentes categorías de conceptos, y ver si había alguna excepción. Pero una vez que tuve la respuesta, por su propia lógica, sabía que era esa. Y eso es todo.
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Metafísica y epistemología están íntimamente relacionadas; juntas, ellas forman la base de la filosofía. En la historia de la filosofía, el rechazo de la realidad y el rechazo de la razón han sido corolarios. De forma similar, como el ejemplo de Aristóteles indica, una metafísica a favor de la realidad implica una epistemología a favor de la razón. Ayn Rand define la razón como “la facultad que identifica e integra el material provisto por los sentidos del hombre”.
«La razón realiza esta función a través de conceptos, y la validez de la razón se apoya en la validez de los conceptos. Pero la naturaleza y el origen de los conceptos es un serio problema filosófico. Si los conceptos se refieren a hechos, entonces el conocimiento está basado en la realidad, y se pueden definir principios objetivos que guíen el proceso cognitivo del hombre. Si los conceptos no tienen relación con la realidad, entonces tampoco tiene relación con la realidad el conocimiento humano, y el hombre está irremediablemente ciego».
Ese es el “problema de los universales”, en el que la filosofía occidental se ha atascado.
Platón afirmó que había encontrado el referente de los conceptos, no en este mundo, sino en una dimensión sobrenatural de esencias. Los kantianos consideran que los conceptos (algunos o todos) no tienen referentes, es decir, que son creaciones subjetivas de la mente humana, independientes de hechos externos. Ambos enfoques y todas sus variantes en la historia de la filosofía llevan a la misma consecuencia esencial: desgajar las herramientas de conocimiento del hombre de la realidad, y, por lo tanto, coartar la mente del hombre. (Aunque la epistemología de Aristóteles es muy superior, su teoría de conceptos está mezclada con restos de platonismo y no es convincente). Filósofos recientes han abandonado el problema y, como resultado, han abandonado la filosofía como tal.
Ayn Rand desafía y derrumba todo el montaje del eje anti-mente. Su hazaña histórica es vincular la forma particular de conocer del hombre con la realidad, o sea: validar la razón humana.
Según Objetivismo, los conceptos se derivan de y se refieren a los hechos de la realidad.
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Fuentes:
Introducción a la Epistemología Objetivista, Apéndice: Perspectiva histórica final
Objetivismo: la Filosofía de Ayn Rand, de Leonard Peikoff
<< Traducción: Objetivismo.org >>
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