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Feminismo sin ridiculeces

Estoy totalmente de acuerdo en que la mujer debe defender y luchar por sus derechos: por sus derechos individuales como ser humano, no por el hecho de ser mujer. Igual que un hombre de color debe luchar por sus derechos, pero no por ser chino o africano, sino por ser un individuo de la raza humana. Igual que una persona gay debe luchar por sus derechos como ser humano, no por el hecho de que le atraigan los miembros de su propio sexo.

Ayn Rand dejó bien claro en muchos de sus escritos, principalmente en el ensayo Derechos del hombre, qué son los derechos, de dónde surgen, por qué son necesarios, y quién tiene esos derechos. Su razonamiento es claro y convincente, y no hace falta reformular sus argumentos aquí.

La mayoría de la gente no entiende el concepto de derechos, y sin entenderlo es imposible luchar por ellos. Los derechos fundamentales son el derecho a la vida, a la libertad, a la propiedad, y a la búsqueda de la felicidad, y son derechos de todos y cada uno de los seres humanos, por ser organismos vivos que necesitan usar la razón como su herramienta principal de supervivencia.

La mujer —cualquier mujer— tiene los mismos derechos que cualquier otra persona, sea del sexo o del color que sea, tenga las preferencias sexuales que tenga. Y tiene sólo esos derechos, ninguno más y ninguno menos.

“La mujer debe defender y luchar por sus derechos: por sus derechos individuales como ser humano, no por el hecho de ser mujer”

Por desgracia, en vez de luchar racionalmente por los derechos de todos los individuos, muchas mujeres (y muchos hombres también) caen en la trampa colectivista de luchar por los derechos de un grupo, de su tribu, y lo que acaban haciendo es perjudicando su situación. Pero aquí nos centraremos en uno de los puntos que están más a la vista en ese movimiento “feminista”: el querer cambiar el idioma español.

De pequeños aprendimos que si en una clase hay diez niños podemos referirnos a ellos como “los alumnos”; si hay diez niñas, podemos referirnos a ellas como “las alumnas”. Pero si hay nueve niñas y un niño, tenemos que referirnos al grupo como “los alumnos”. ¿Por qué? Porque “alumnos” incluye a ambos géneros, y “alumnas” sólo a los alumnos del género femenino. (Esta discusión va a tornarse cada vez más ridícula, pero esa es la idea).

Si un padre o una madre dice: “Tengo cuatro hijas”, se entiende que todas son mujeres; si dice: “Tengo cuatro hijos”, no se sabe con seguridad si son hombres o mujeres, puede ser cualquier combinación. Y por eso, si quiere especificar, tendría que decir: “Tengo cuatro hijos varones”, o: «Tengo dos hijos varones y dos hijas».

Durante muchas generaciones, el idioma español ha funcionado perfectamente, y nunca ha habido confusión. Un piloto puede ser hombre o mujer, aunque el nombre “piloto” sea masculino; una víctima puede ser hombre o mujer, aunque el término “víctima” sea femenino. Pero ahora los feministas (digo “los” feministas porque puede haber hombres y mujeres entre ellos) quieren tener “pilotas”, y supongo que también “víctimos” (¿por qué no? Eso sería “justicia”).

Uno de los ejemplos más recientes y más absurdos es insistir en cambiar la gramática española como una forma de reivindicar sus supuestos derechos. El lenguaje “inclusivo” lleva a la gente a escribir cosas como “Querid@s tod@s”, lo cual no significa nada, pues el símbolo @ no es una letra del alfabeto, y ni siquiera tiene una pronunciación válida. Lo mismo con escribir “todXs”. ¿Qué derechos creen que están reivindicando? ¿A quién se creen que están engañando?

Algunos feministas argumentan que el lenguaje ha estado mal todos esos siglos pasados, y que por fin ahora nos hemos dado cuenta de ello y tenemos que cambiarlo. Pero eso es no tiene ningún sentido. Aprovecho para mencionar que el problema no es sólo con el idioma español: Leonard Peikoff habló de una profesora americana que se negaba a enseñar historia (“history”) porque la palabra misma era sexista; no debería ser “history”, decía ella, enfadada, eso es machista, debería ser “herstory”.

Pretender cambiar la forma general de hablar nos lleva a evitar frases tan claras como “los diputados indecisos” (¡machismo puro, Dios nos libre!) y en cambio decir “les diputades indecises”, usando la letra “e” en vez de la “a” o la “o”, porque supuestamente así no hay favoritismos sexistas.

Pero, a ver, la gramática es lo que es. Una persona que está aquí está presente. La persona que no está, está ausente. La que preside es presidente. La que estudia es estudiante. Cantante es quien canta, dependiente es quien depende, pretendiente es quien pretende. Pero esa terminación “-ente” no es más que el participio activo, y se aplica a ambos sexos. Decimos “La bella durmiente”, no “La bella durmienta”. No tiene sentido empezar a decir presidenta, estudianta, cantanta, pretendienta, delincuenta…, entre otras cosas porque tendríamos que empezar a referirnos a los varones como presidento, estudianto, cantanto, pretendiento. Si es un argumento lógico habría que ir con él hasta el final.

Hay mil casos como esos (no vamos a extendernos en ellos), propuestos por personas y políticos ignorantes (o personos ignorantos y políticas ignorantas, para los políticamente correctos). El punto clave es: si un individuo ve sus derechos violados, debe defenderlos. Pero debe defenderlos por principio, entendiendo lo que son derechos y a quién se aplican, no con ridiculeces lingüísticas. Y los derechos se aplican al individuo como individuo, independientemente de su sexo, color, edad, religión, y todo lo demás. No se aplican a “minorías”, ni a “grupos”, ni a “tribus”.

“La menor minoría en la Tierra es el individuo. Los que niegan los derechos individuales no pueden alegar ser defensores de las minorías”. — Ayn Rand

Defender los derechos de la mujer es un tema muy serio. Pero no porque ellas tengan derechos especiales, sino porque defender los derechos del individuo es un tema de vida o muerte para todos. Igualmente importante es entender quién puede violar esos derechos. Y no, no es el lenguaje.

“Hay dos violadores potenciales de los derechos del hombre: los criminales y el gobierno. El gran logro de los Estados Unidos fue hacer una distinción entre los dos, prohibiéndole al segundo la versión legalizada de las actividades de los primeros”. — Ayn Rand

Celebremos el Día Internacional de la Mujer, sí, pero celebrémoslo usando la razón y la lógica, defendiendo los derechos de todos los seres humanos, no dejándonos llevar por tribalismos y ridiculeces baratas.

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Por Domingo García, presidente (NO: presidento) de Objetivismo Internacional

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Ayn Rand

Misticismo es alegar estar percibiendo alguna otra realidad —una realidad diferente a esta en la que vivimos— cuya única definición es que no es natural, que es sobrenatural, y que puede ser percibida sólo por algún tipo de medios antinaturales o sobrenaturales.

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