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“Y sin embargo, se mueve”

Tras adoptar y aplicar Objetivismo, una filosofía que causa mucha controversia, muchas personas cercanas y valiosas para mí se han alejado, dando por terminada nuestra relación. Antes de marcharse, una de ellas cuestionó mi creciente soledad. “¿No te preocupa que se estén alejando?”, preguntó.

Cuando dijo eso, la historia de Ignaz Semmelweis me vino a la mente. Ese médico húngaro fue el pionero en procedimientos antisépticos. Su gran logro fue disminuir la incidencia de fiebre puerperal – una infección postparto potencialmente mortal – simplemente usando desinfectante para manos en las clínicas obstétricas. La idea surgió al observar que en la clínica donde los estudiantes asistían a partos después de practicar autopsias, las muertes eran considerablemente mayores que en la clínica donde los estudiantes no tocaban a los cadáveres antes de atender a las parturientas. Una solución clorada podría eliminar las mortales “partículas cadavéricas” que causaban la patología. Y consiguió que la mortalidad desapareciera en la clínica donde se instauró el lavado de manos, a los catorce meses de implementada su idea. Empero, antes y después de su éxito, la comunidad médica de su época rechazó sus observaciones empíricas. Poco después, al no ser reconocido su descubrimiento mientras vivía, Semmelweis cayó en depresión y murió en un hospital psiquiátrico.

Un rechazo como el de la sociedad científica hacia Ignaz es conocido como el “reflejo Semmelweis”. Es la tendencia refleja a rechazar cualquier nueva evidencia o nuevo conocimiento por contradecir las normas, las creencias, o los paradigmas del establishment.

Ante ese fenómeno, cabe preguntarse cómo responder apropiadamente al mismo. ¿Qué habría sucedido si Ignaz hubiese ignorado sus conclusiones ante la negativa de sus colegas? Las “partículas cadavéricas” habrían seguido existiendo. Y ¿cuántas personas más habrían muerto por falta de procedimientos antisépticos? Ese escenario imaginario muestra el gran daño que actuar contrariamente a Semmelweis habría ocasionado. En esa situación, ceder ante la condena ajena habría privado de grandes beneficios a muchos seres humanos. Ese tipo de reacción no parece ser el camino hacia el éxito, y es porque las opiniones ajenas no moldean la realidad.

Entonces, ¿qué hay de la alternativa que eligió Ignaz? ¿Cuál fue la causa de su éxito? ¿Qué caracteriza a la actitud que provocó tanto bienestar humano? La respuesta radica en una de las virtudes de la ética normativa de Ayn Rand: la independencia. Fue la “orientación primaria hacia la realidad en vez de hacia otros hombres” – el reconocer a la realidad como máxima autoridad, en vez de a las opiniones ajenas o a los deseos propios – lo que permitió reducir tantas muertes. Fue aceptar la evidencia como fuente de conocimiento lo que hizo posible idear un plan preventivo y salvar a tantas madres. Ser independiente, o sea, tener un enfoque disciplinado hacia la realidad, resulta ser imperativo, si vivir es lo que uno busca. Sólo mirando directamente al universo podemos triunfar en él. Sólo reconociendo la autonomía de la existencia podemos tener éxito.

Por lo tanto, ¿cómo reaccionar apropiadamente ante el “reflejo Semmelweis”? Con la convicción de que nada ni deseos personales ni opiniones ajenas – debe interponerse entre la evidencia y las conclusiones de la propia mente. Así, sin importar que tu amigo desaparezca, que tu familia se decepcione, que tu comunidad se oponga, o que el mundo entero te condene, debes actuar (como hizo Galileo Galilei ante la amenaza de tortura, reconociendo que las cosas son lo que son), pronunciando serenamente, no como un capricho, sino como un orgulloso medio de supervivencia: “Es cierto”.

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Fuentes:

Alfredo Nicolini, colaborador de Objetivismo Internacional.

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Ayn Rand

Una *teoría* es un conjunto de principios abstractos que pretenden ser una descripción correcta de la realidad o un conjunto de directrices para las acciones del hombre.

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