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Independencia

Independencia es el reconocimiento del hecho que tuya es la responsabilidad de juzgar y nada puede ayudarte a eludirla –que ningún substituto puede pensar por ti, igual que ningún suplente puede vivir tu vida– que la forma más vil de bajeza y autodestrucción es la subordinación de tu mente a la mente de otros, la aceptación de una autoridad sobre tu cerebro, la aceptación de sus afirmaciones como hechos, sus dictámenes como verdad, sus edictos como mediador entre tu consciencia y tu existencia.

En vez de soñar con ser un autómata omnisciente, acepta el hecho de que cualquier conocimiento que el hombre adquiere lo adquiere por su propia voluntad y esfuerzo, y esa es su distinción en el universo, esa es su naturaleza, su moralidad, su gloria.

No importa lo vasto o lo modesto que sea tu conocimiento, es tu propia mente la que tiene que adquirirlo. Es sólo con tu propio conocimiento con el que puedes tratar. Es sólo tu propio conocimiento el que puedes argüir poseer, o pedirles a otros que consideren. Tu mente es tu único juez de la verdad, y si otros disienten de tu veredicto, la realidad es el tribunal de apelación final. Nada más que la mente de un hombre puede realizar ese complejo, delicado y crucial proceso de identificación que es pensar. Nada puede guiar ese proceso sino su propio criterio. Nada puede guiar su criterio sino su integridad moral.

Vive y actúa dentro del límite de tu conocimiento y sigue expandiéndolo hasta el límite de tu vida. Libera tu mente de los yugos de la autoridad. Acepta el hecho de que no eres omnisciente, pero que comportarte como un zombi no te dará omnisciencia –que tu mente es falible, pero que convertirte en un imbécil no te hará infalible– que un error cometido por ti es más seguro que diez verdades aceptadas por fe, porque lo primero te deja los medios para corregirlo, mientras que lo segundo destruye tu capacidad de distinguir la verdad del error. En vez de soñar con ser un autómata omnisciente, acepta el hecho de que cualquier conocimiento que el hombre adquiere lo adquiere por su propia voluntad y esfuerzo, y esa es su distinción en el universo, esa es su naturaleza, su moralidad, su gloria.

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Fuentes:

“Soy John Galt quien habla», La rebelión de Atlas

«Introducción», La virtud del egoísmo

Ver discurso completo de Galt  aquí

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Ayn Rand

*Dios* ni siquiera tiene por qué ser un concepto: es “sui generis”, así que nada relevante para el hombre o para el resto de la naturaleza supuestamente se aplica a Dios, según los partidarios de ese punto de vista. Un concepto tiene que involucrar a dos o más concretos similares, y no hay nada semejante a Dios. Se supone que es único. Por lo tanto, en sus propios términos al plantear el problema, han sacado a Dios de la esfera conceptual. Y con toda la razón, porque está fuera de la realidad.

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