“Valor” es lo que uno actúa para obtener y/o conservar, “virtud” es la acción por la cual uno lo obtiene y lo conserva.
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El hombre tiene una única opción básica: pensar o no pensar; y ésa es la medida de su virtud. La perfección moral es una racionalidad inquebrantable: no el grado de tu inteligencia, sino el pleno e implacable uso de tu mente; no la extensión de tu conocimiento, sino la aceptación de la razón como un absoluto.
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Mi moralidad, la moralidad de la razón, está contenida en un solo axioma: la existencia existe – y en una sola elección: vivir. El resto procede de éstos. Para vivir, el hombre debe postular tres cosas como los valores supremos y gobernantes de su vida: Razón – Objetivo – Autoestima. Razón, como su única herramienta de conocimiento – Objetivo, como su compromiso con la felicidad que esa herramienta debe proceder a alcanzar – Autoestima, como la inviolable certeza de que su mente es competente para pensar y su persona es digna de felicidad, o sea: digna de vivir. Estos tres valores implican y requieren todas las virtudes del hombre, y todas ellas tienen que ver con la relación entre existencia y consciencia: racionalidad, independencia, integridad, honestidad, justicia, productividad, orgullo.
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La virtud no es su propia recompensa ni es pasto sacrificable para recompensar el mal. La vida es la recompensa de la virtud, y la felicidad es el objetivo y la recompensa de la vida.
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Fuente:
«Discurso de Galt», For the New Intellectual
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