Cuando los derechos individuales son abolidos, no hay forma de determinar quién tiene derecho a qué; no hay forma de determinar la justicia de las exigencias, los deseos o los intereses de nadie. El criterio, por lo tanto, vuelve a ser el concepto tribal de: los deseos de uno están limitados sólo por el poder de la pandilla de uno. Para poder sobrevivir bajo tal sistema, los hombres no tienen más opción que temerse, odiarse y destruirse unos a otros; es un sistema de conspiración clandestina, de conspiraciones secretas, de tratos, favores, traiciones, y golpes de estado repentinos y sangrientos.
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Si Estados Unidos perece, perecerá por desfalco intelectual. No hay ninguna conspiración diabólica para destruir el país: ninguna conspiración podría ser lo suficientemente grande y lo suficientemente poderosa. Las conspiraciones de cafetería socialista que sin duda existen son grupos de mediocridades neuróticas y asustadas que de pronto se ven empujados al liderazgo nacional porque nadie más da un paso al frente; son como unos carteristas que lo único que querían era agarrar un par de regulaciones del Estado del bienestar y que de repente descubren que su víctima está inconsciente, que ellos están solos dentro de una enorme mansión de riqueza fabulosa, con todas las puertas abiertas y un trabajo de ladrón experimentado en sus manos; mira como gritan ahora que no lo decían en serio, que ellos nunca habían abogado por la nacionalización de la economía de un país.
En cuanto a los conspiradores comunistas al servicio de la Rusia soviética, ellos son la mejor ilustración de una victoria por defecto: sus éxitos les son entregados por las concesiones de sus víctimas. No hay ningún movimiento nacional a favor del socialismo o de una dictadura en Estados Unidos, no hay ningún “hombre a caballo” ni ningún demagogo popular, lo único que hay son torpes transigidores y asustados oportunistas. Y a pesar de eso estamos caminando hacia un pleno socialismo totalitario, con voces desgastadas y cínicas diciéndonos dicen que esa es la tendencia irresistible de la historia. La historia, el destino y la conspiración malévola son más fáciles de creer que la verdadera realidad: que estamos siendo movidos nada más que por la indolente inercia de unas mentes desenfocadas.
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Obliterar la verdad a una escala tan enorme, esconder un secreto a voces del mundo, ocultar —sin ningún poder de censura, y a pesar de eso sin ningún sonido significativo de protesta— el hecho de que un sistema social ideal estuvo una vez en la punta de los dedos de los hombres…, nada de eso puede ser logrado por una conspiración de malhechores; no puede ser logrado excepto con la sumisión tácita de quienes saben lo que están haciendo.
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No, todo eso no es el resultado de una conspiración comunista. Es el resultado de algo mucho más difícil de combatir: el resultado de la desintegración cínica y sin objetivos de una cultura, que no puede beneficiar a nadie más que a los comunistas y a los pequeños aprovechados que buscan poder en un momento dado, a los que pescan en aguas turbias.Es inútil preguntarse sobre las políticas o las intenciones de la administración actual [Kennedy]. No importa que sea toda la administración o cualquier uno de sus miembros quien esté conscientemente dedicado a la destrucción de los negocios estadounidenses. Lo que importa es, si alguno de ellos lo está, si tienen la maquinaria para lograrlo y no tienen oposición: una cultura sin objetivos ni valores ni principios políticos no puede plantarle oposición a nada.
Lo hayan hecho a propósito o no, el objetivo alcanzado por esas sentencias de cárcel es: intimidación (o, más exactamente: terrorización). Las leyes antimonopolio le otorgan al gobierno el poder de acusar y de condenar a cualquier empresa comercial en el país en cualquier momento que lo desee. . .
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Cuando una sociedad insiste en seguir un curso suicida, uno puede estar seguro de que las supuestas razones y los proclamados eslóganes son meras racionalizaciones. La pregunta es sólo: ¿qué es lo que están ocultando esas racionalizaciones?
Observad que no hay un patrón consistente en el caos errático de nuestra ayuda exterior. Y aunque a la larga ella conduce al beneficio de la Rusia soviética, Rusia no es su beneficiario directo e inmediato. No hay un ganador constante, sólo un perdedor constante: los Estados Unidos.
Ante tal espectáculo, algunas personas abandonan el intento de comprender; otras imaginan que alguna conspiración omnipotente está destruyendo a los Estados Unidos, que las racionalizaciones están ocultando a algún gigante malévolo y enormemente poderoso.
La verdad es mucho peor que eso: la verdad es que las racionalizaciones no están ocultando nada; que no hay nada en el fondo de la niebla, nada más que un nido de cucarachas escabulléndose.
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Ellos no quieren ser dueños de tu fortuna, quieren que tú la pierdas; ellos no quieren triunfar, quieren que tú fracases; ellos no quieren vivir, quieren que tú mueras; ellos no desean nada, odian la existencia, y continúan corriendo, cada uno de ellos intentando no enterarse de que el objeto de su odio es él mismo. . . Ellos son la esencia del mal, ellos, esos objetos anti-vivientes que procuran, al devorar al mundo, llenar el desinteresado cero de su alma. No es tu riqueza lo que buscan. Lo suyo es una conspiración contra la mente, lo que significa: contra la vida y el hombre.
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Fuente:
“Las raíces de la guerra”, Capitalismo: el ideal desconocido
“Para el nuevo intelectual”, Para el nuevo intelectual
“Introducción”, Capitalismo: el ideal desconocido
“Antimonopolio: la regla de la sinrazón”, La voz de la razón: Ensayos sobre el pensamiento Objetivista
“Los vendedores de influencias”, Capitalismo: el ideal desconocido
“Discurso de Galt”, La rebelión de Atlas
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