«La mujer tiene derecho a controlar su propio cuerpo. Los defensores del derecho al aborto no deberían conceder los términos «pro-vida» y «derecho a la vida» a los antiabortistas. Es el derecho de la mujer a su vida lo que le da derecho a terminar su embarazo». — Leonard Peikoff
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¿Dónde están los oponentes morales de los anti- abortistas? Hoy en día, nadie está defendiendo el derecho al aborto en términos fundamentales, y esa es la razón por la que las fuerzas de los derechos pro-aborto están a la defensiva.
Los defensores del derecho al aborto no deberían concederles los términos «pro-vida» y «derecho a la vida» a los antiabortistas. Es el derecho de la mujer a su vida lo que le da derecho a terminar su embarazo.
Y tampoco deberían esconderse los defensores del derecho al aborto detrás de la frase «el derecho de una mujer a elegir». ¿Tiene ella el derecho a elegir el asesinato? Eso es lo que el aborto sería, si el feto fuese una persona.
El status del embrión en el primer trimestre es la cuestión fundamental que no puede ser ignorada. El embrión es claramente pre-humano; sólo nociones místicas de dogmas religiosos tratan a este conjunto de células como si constituyeran una persona.
No debemos confundir la potencialidad con la actualidad. Un embrión es un ser humano potencial. Puede, si la mujer así lo decide, convertirse en un bebé. Pero lo que es realmente durante el primer trimestre, es una masa de células relativamente indiferenciadas que existe como parte del cuerpo de una mujer. Si consideramos lo que es, en vez de lo que podría llegar a ser, debemos reconocer que el embrión de menos de tres meses es algo mucho más primitivo que una rana o un pez. Compararlo con un bebé es ridículo.
Si hemos de aceptar el equiparar lo potencial con lo actual y llamar al embrión un «niño no-nacido», podríamos, con la misma lógica, llamar a cualquier adulto un «cadáver no-muerto», y enterrarlo vivo, o viviseccionarlo para la instrucción de estudiantes de medicina.
Ese diminuto tejido, esa masa de protoplasma, existe como parte del cuerpo de una mujer. No es un organismo independiente, biológicamente formado, y mucho menos una persona. Lo que vive dentro del cuerpo de otra persona no puede reclamar ningún derecho en contra de su anfitrión. Los derechos le pertenecen únicamente a los individuos, no a colectivos ni a partes de individuos.
(«Independiente» no significa auto-suficiente; un niño que depende de sus padres para su comida, casa y ropa, tiene derechos porque es un ser humano real, que existe físicamente separado.)
«Los derechos», en palabras de Ayn Rand, «no pertenecen a algo potencial, sólo a un ser real. Un niño no puede adquirir ningún derecho hasta que nace».
Es sólo sobre esta base que podemos amparar el derecho político de la mujer a hacer lo que ella decida en esta cuestión. Ninguna otra persona – ni siquiera su marido – tiene el derecho a dictarle lo que puede hacer con su propio cuerpo. Ese es un principio fundamental de la libertad.
Hay muchas razones legítimas por las que una mujer racional podría tener un aborto: embarazo accidental, violación, malformaciones congénitas, peligro para su salud. La cuestión aquí es el papel apropiado del gobierno. Si una mujer embarazada actúa arbitraria o caprichosamente, entonces ella debe ser condenada moralmente, pero no tratada como una asesina.
Si alguien caprichosamente mata a su gato o a su perro, eso puede ser muy reprobable, incluso inmoral, pero no es la responsabilidad del Estado el intervenir. Lo mismo es cierto de un aborto, que mata un crecimiento mucho menos desarrollado, dentro del cuerpo de una mujer.
Si los antiabortistas argumentan que un embrión tiene el equipo genético de un ser humano, recuerda: lo mismo es cierto de cada célula en el cuerpo humano.
Los abortos son asuntos privados y a menudo implican decisiones extremadamente difíciles con consecuencias para toda la vida. Pero, trágicamente, las vidas de los padres son completamente ignoradas por los antiabortistas. Y, sin embargo, ese es el tema principal. En cualquier conflicto, son las personas reales, vivientes, las que cuentan, no la mera potencialidad del embrión.
Ser madre (o padre) es una profunda responsabilidad – financiera, psicológica, moral – durante décadas. Criar a un hijo exige tiempo, esfuerzo, pensamiento y dinero. Es un trabajo de tiempo completo durante los primeros tres años, y consume miles de horas después de eso – como protector, supervisor, maestro y mentor. Para una mujer que no lo quiere, es una sentencia de muerte.
La actitud de los antiabortistas, sin embargo, es: «¡Que la vida de los padres se fastidie! Renuncia a tu vida, a tu libertad, a tu propiedad, y a la búsqueda de tu propia felicidad».
Sentenciar a una mujer a sacrificar su vida por un embrión no es defender el «derecho a la vida».
La afirmación antiabortista de ser «pro-vida» es la típica Gran Mentira. No puedes estar a favor de la vida y al mismo tiempo exigir que un individuo que existe de verdad se sacrifique a un pedazo de tejido.
Los antiabortistas no son amantes de la vida; serán amantes de los tejidos, tal vez. Pero su actitud los cualifica como los que odian a los verdaderos seres humanos.
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Publicado el 19 de abril de 1999 por Leonard Peikoff, fundador del Ayn Rand Institute, y autor de varios libros, entre ellos: Objetivismo, la Filosofía de Ayn Rand, disponible en Amazon. El Ayn Rand Institute promueve la filosofía de Ayn Rand, autora de La rebelión de Atlas y El manantial.
Traducido, editado y publicado por Objetivismo.org con permiso del autor. Derechos reservados.
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Excelente articulo!
en filosofia esta el proceso y esta la escencia, si algo tiene la escencia ya es ese algo. ya por un embrion estar en el camino a desarrollarse como ser humano ya eso le da el caracter de un ser… Leer más »