Capítulo 1 – La realidad
Existencia, consciencia e identidad como axiomas básicos [1-1]
Objectivism: The Philosophy of Ayn Rand
(«OPAR») por Leonard Peikoff
Traducido por Domingo García
Presidente de Objetivismo Internacional
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Empezamos como filósofos igual que empezamos como bebés, en el único lugar donde se puede empezar: mirando al mundo. Como filósofos, sin embargo, sabemos lo suficiente como para afirmar, cuando miramos a algo: existe, es. Esto (estoy señalando una mesa) es. Eso (señalando a una persona sentada) es. Estas cosas (moviendo el brazo para indicar el contenido de toda la sala) son. Algo existe.
Comenzamos con el hecho irreducible que es el concepto de “existencia”: lo que existe.
Lo primero que se puede decir acerca de lo que es, es simplemente: es. Igual que Parménides en la antigua Grecia formuló el principio: lo que es, es. O, en palabras de Ayn Rand: la existencia existe. (“Existencia” aquí es un nombre colectivo, que denota la totalidad de los existentes.) Este axioma no nos dice nada sobre la naturaleza de los existentes, sino simplemente subraya el hecho de que existen. 3
Este axioma ha de ser el fundamento de todo lo demás. Antes de que alguien pueda considerar cualquier otra cuestión – antes de que uno pueda preguntar qué cosas existen o a qué problemas se enfrentan los hombres al intentar aprender sobre ellas, antes de que uno pueda hablar de lo que uno sabe o cómo lo sabe – antes debe haber algo, y uno tiene que comprender que existe. Si no es así, no hay nada que considerar o que conocer.
El concepto de “existencia” es el más amplio de todos los conceptos. Lo incluye todo – cada entidad, acción, atributo, relación (incluyendo todos los estados de consciencia) – todo lo que es, fue o será. El concepto no especifica que existe un mundo físico. 4 Como el primer concepto en la base del conocimiento, cubre sólo lo que es conocido, de forma implícita o explícita, por toda la gama de la raza humana, desde un recién nacido o el salvaje más primitivo hasta el mayor científico o el sabio más erudito. Todos ellos saben igualmente el hecho fundamental de que existe algo: «algo», a diferencia de nada.
Tú, el lector, ya has captado el primer axioma de la filosofía. Ese acto implica un segundo axioma: que existes y tienes consciencia, consciencia siendo la facultad de percibir lo que existe. La consciencia no es inherente al hecho de la existencia como tal; un mundo sin organismos conscientes es posible. Pero la consciencia es inherente en tu darte cuenta de la existencia. Inherente en decir: “Hay algo de lo que me doy cuenta” es: “Hay algo de lo que me doy cuenta«.
El hecho de la consciencia es también un punto de partida fundamental. Aunque los biólogos o los físicos puedan darnos algún día un análisis científico de las condiciones de la consciencia (en términos de estructuras físicas, o tipos de energía, o algo que ahora se desconoce), eso no alterará el hecho de que la consciencia es un axioma. Antes de poder plantear cualquier cuestión relativa al conocimiento, sea de contenido o de método (incluyendo la cuestión de las condiciones de la consciencia), primero hay que ser consciente de algo y reconocer que uno lo es. Todas las preguntas presuponen que uno tiene una facultad de conocimiento, es decir, el atributo de la consciencia. Quien ignora este atributo debe forzosamente ignorar todo el campo de la cognición (y de la filosofía).
La consciencia, repitiendo, es la facultad de percibir lo que existe. (“Percibir” se utiliza aquí en su sentido más amplio, equivalente a “darse cuenta de”). Ser consciente es ser consciente de algo.
Aquí está la cita crucial de Ayn Rand en relación a lo anterior:
«La existencia existe – y el acto de comprender esa afirmación implica dos axiomas corolarios: que algo existe que uno percibe, y que uno existe poseyendo consciencia, consciencia siendo la facultad de percibir lo que existe.
Si nada existe no puede haber consciencia: una consciencia sin nada de lo que ser consciente es una contradicción. Una consciencia consciente sólo de ella misma es una contradicción: antes de poder identificarse como consciencia, tuvo que ser consciente de algo. Si lo que alegas percibir no existe, lo que posees no es consciencia.
Sea cual sea el grado de tu conocimiento, estos dos – existencia y consciencia – son axiomas que no puedes escapar, estos dos son los puntos de partida irreducibles en cualquier acción que emprendas, en cualquier parte de tu conocimiento y en su totalidad, desde el primer rayo de luz que percibes al inicio de tu vida a la más vasta erudición que puedas adquirir a su término. Conozcas la forma de una piedra o la estructura de un sistema solar, los axiomas permanecen los mismos: que ello existe y que tú lo sabes». 5
Un tercer y último axioma básico está implícito en los dos primeros. Es la ley de identidad: ser es ser algo, tener una naturaleza, poseer identidad. Una cosa es ella misma; o bien, en la fórmula clásica: “A es A”. La “identidad” de algo que existe significa lo que es, la totalidad de sus atributos o características.
Independientemente de lo que decidas considerar, sea un objeto, un atributo o una acción, la ley de identidad sigue siendo la misma. Una hoja no puede ser una piedra al mismo tiempo, no puede ser toda roja y toda verde al mismo tiempo, no puede congelarse y arder al mismo tiempo. A es A. O, si deseas que sea formulado en un lenguaje más simple: No puedes quedarte con tu pastel y comértelo al mismo tiempo. 6
Ayn Rand ofrece una nueva formulación de este axioma: existencia es identidad. 7 Ella no dice “la existencia tiene identidad”, lo que podría sugerir que la identidad es un elemento separable de la existencia (como una capa de pintura es separable de la casa que la tiene). La idea es que ser es ser algo. Existencia e identidad son indivisibles, cada una implica la otra. Si algo existe, entonces algo existe; y si hay un algo, entonces hay un algo. El hecho fundamental no puede ser partido en dos.
¿Por qué usar – podríamos preguntarnos – dos conceptos para identificar un solo hecho? Este procedimiento es normal en filosofía y en otros campos también. Cuando los hombres tienen varias perspectivas sobre un solo hecho, cuando lo consideran desde diferentes aspectos o en contextos diferentes, a menudo es esencial el formar conceptos que identifican las diferentes perspectivas.
“Existencia” diferencia una cosa de la nada, de la ausencia de la cosa. Esa es la identificación primaria, de la que todas las demás dependen; es el reconocimiento, en términos conceptuales, de que una cosa existe. “Identidad” indica, no que existe, sino que ella existe. Esto distingue una cosa de otra, lo cual es un paso diferente en la cognición. La perspectiva aquí no es: existe (vs. no existe), sino: es esto (vs. es aquello). Así, el contexto y el objetivo de los dos conceptos es diferente, aunque el hecho que ambos conceptos nombran es indivisible.
Al igual que la existencia y la consciencia, la identidad es también un punto de partida fundamental para el conocimiento. Antes de que uno pueda preguntar qué es cualquier existente, debe ser algo, y uno debe saberlo. Si no, entonces no hay nada que investigar, o nada que exista.
Inherente en que un hombre capte cualquier objeto está el que reconozca, de alguna forma, que: existe algo de lo que soy consciente. Existe (existencia) algo (identidad) de lo que soy consciente (consciencia). Estos tres son los conceptos axiomáticos básicos de la filosofía de Objetivismo.
Un concepto axiomático, escribe Ayn Rand, es
“la identificación de un hecho primario de la realidad que no puede ser analizado, es decir, reducido a otros hechos o desmenuzado en sus componentes. Está implícito en todos los hechos y en todo el conocimiento. Es lo fundamentalmente dado, y lo directamente percibido o experimentado, que no requiere ninguna prueba ni explicación, sino que es en lo que todas las pruebas y explicaciones descansan”. 8
Los axiomas cuentan con una protección interna contra cualquier ataque: han de ser usados y aceptados por todos, incluso por quienes los atacan.
Los conceptos axiomáticos no están sujetos al proceso de definición. Sus referentes pueden ser especificados sólo ostensivamente, es decir, señalando con el dedo. Todo lo que hay que captar sobre esos hechos está implícito en cualquier acto de cognición adulta; en efecto, está implícito mucho antes. «Después de la primera sensación discriminada (o percepción)», observa Ayn Rand, «el conocimiento posterior del hombre no añade nada a los hechos básicos designados con los términos ‘existencia’, ‘identidad’, y ‘consciencia’. . . . » El conocimiento posterior hace que la identificación explícita y conceptual de esos hechos sea posible, pero los propios hechos – que son los datos, los componentes que más tarde serán integrados en conceptos – están presentes en el primer momento y desde el momento que alguien es consciente de ellos. En este sentido el conocimiento de los axiomas está «implícito» desde el principio. «Es este conocimiento implícito», dice Ayn Rand, «lo que permite que la consciencia [del hombre] siga desarrollándose».
Al estar implícitos desde el principio, existencia, consciencia e identidad están fuera del campo de la prueba, de la demostración. Demostrar es derivar una conclusión a partir de un conocimiento anterior, y nada es anterior a los axiomas. Los axiomas son los puntos de partida de la cognición, de los que todas las pruebas dependen.
Uno sabe que los axiomas son ciertos, no por inferencia de ningún tipo, sino por percepción sensorial. Cuando uno percibe un tomate, por ejemplo, no hay evidencia de que existe, aparte del hecho de que uno lo percibe; no hay evidencia de que es algo, aparte del hecho de que uno lo percibe; y no hay evidencia de que uno es consciente, aparte del hecho de que uno lo está percibiendo. Los axiomas son auto-evidencias perceptuales. No hay nada que decir en su defensa, excepto: mira a la realidad.
Lo que es verdad sobre tomates se aplica igualmente a naranjas, edificios, gente, música y estrellas. Lo que la filosofía hace es proporcionar una afirmación abstracta de tales hechos auto-evidentes. La filosofía expresa esos hechos en forma universal. Sea lo que sea que existe, existe. Sea lo que sea que existe, es lo que es. Sea cual sea la forma como uno se da cuenta, se da cuenta.
Lo anterior es la validación de los axiomas Objetivistas. El término «validación» es más amplio que «prueba», y subsume cualquier proceso de establecer la relación de una idea a la realidad, sea un razonamiento deductivo, un razonamiento inductivo, o auto-evidencia perceptual. En este sentido, uno puede y debe validar cada punto del conocimiento, incluyendo los axiomas. La validación de los axiomas, sin embargo, es el más simple de todas: la percepción sensorial.
El hecho de que los axiomas estén disponibles a la percepción no significa que todos los seres humanos acepten o incluso capten los axiomas en términos conscientes y conceptuales. Un gran número de hombres, como los hombres primitivos, nunca progresan más allá del conocimiento implícito de los axiomas. A falta de una identificación filosófica explícita de ese conocimiento, ellos no tienen forma de acatar los axiomas de forma consistente, y por lo general caen en algún tipo de contradicción de lo auto-evidente, como las varias visiones mágicas del mundo, que (implícitamente) niegan la ley de la identidad. Tales hombres entontecen sus mentes al convertirse a sí mismos en una guerra civil epistemológica sin declarar. Esa guerra enfrenta la visión del mundo que profesan tener contra el conocimiento implícito con el que realmente cuentan para poder sobrevivir.
Aún más despreciables son los hombres de una civilización avanzada que, gracias al trabajo de un genio como Aristóteles, conocen la identificación explícita de los axiomas, pero conscientemente los rechazan. Un guerra interna declarada – es decir, una auto-contradicción deliberada y sistemática – es la esencia de la vida intelectual de tales individuos. Algunos ejemplos son los filósofos de los últimos dos siglos que rechazan la idea misma de lo auto-evidente como base del conocimiento, y quienes luego repudian los tres axiomas básicos, atacándolos como «postulados arbitrarios», «convenciones lingüísticas», o «prejuicios Occidentales».
Los tres axiomas que he estado comentando tienen una protección interna contra todos los ataques: deben ser utilizados y aceptados por todos, incluso por quienes los atacan, y por quienes atacan el concepto de lo auto-evidente. Voy a ilustrar este punto mostrando el típico ataque que realizan los que se oponen a los axiomas filosóficos.
«La gente no se pone de acuerdo sobre los axiomas» oímos decir a menudo. «Lo que es evidente para uno puede no ser evidente para otro. ¿Cómo puede un hombre saber que sus axiomas son objetivamente ciertos? ¿Cómo puede estar totalmente seguro de tener razón?»
Este argumento comienza por aceptar el concepto de «desacuerdo», que se utiliza para desafiar la objetividad de todos los axiomas, incluyendo la existencia, la consciencia y la identidad. El siguiente breve diálogo sugiere una estrategia que revela las contradicciones del argumento. La estrategia comienza con A, el defensor de los axiomas, pretendiendo rechazar de plano el concepto de «desacuerdo».
- «Tu objeción sobre lo evidente no tiene validez. No existe tal cosa como el desacuerdo. La gente está de acuerdo en todo».
- «Eso es absurdo. La gente está en desacuerdo todo el tiempo, sobre todo tipo de cosas».
- «¿Cómo pueden…? No hay nada sobre lo que estar en desacuerdo, ningún asunto. A fin de cuentas, nada existe».
B.»Tonterías. Todo tipo de cosas existen. Tú sabes eso tan bien como yo».
- «Uno a cero. Tienes que aceptar el axioma de la existencia, incluso para pronunciar el término «desacuerdo». Pero continuemos; sigo diciendo que el desacuerdo no es real. ¿Cómo puede la gente no estar de acuerdo, puesto que son seres inconscientes, incapaces de tener ningún tipo de ideas en absoluto?».
- «Por supuesto que la gente tiene ideas. Ellos son seres conscientes, tú sabes eso».
- «Ahí va el segundo axioma. Pero aun así, ¿por qué es el desacuerdo sobre ideas un problema? ¿Por qué quiere eso decir que uno o más de los que discuten está equivocado? Puede ser que todas las personas que están en desacuerdo sobre el mismo tema tengan objetivamente la misma razón, estén igualmente en lo cierto».
- «Eso es imposible. Si dos ideas se contradicen entre sí, ambas no pueden ser ciertas al mismo tiempo. Las contradicciones no puede existir en la realidad. A fin de cuentas, las cosas son lo que son. A es A».
Existencia, consciencia e identidad se presuponen en cada declaración y en cada concepto, incluyendo el de «desacuerdo». (Se presuponen incluso en conceptos inválidos, como «fantasma» o «verdad analítica».) En el acto de expresar su objeción, por lo tanto, el objetor ha concedido el caso. En cualquier acto de desafiar o negar los tres axiomas, un hombre los reafirma, no importa cuál sea el contenido particular de su desafío. Los axiomas son invulnerables.
Los que se oponen a estos axiomas se presentan como defensores de la verdad, pero es sólo una pose. Su ataque contra lo auto-evidente equivale a la acusación: «Tu creencia en una idea no hace que necesariamente sea verdad; tienes que demostrarla, porque los hechos son lo que son independientemente de tus creencias». Cada elemento de esa acusación se basa en los mismos axiomas que esas personas están cuestionando (y supuestamente dejando de lado). Citando a Ayn Rand:
«No puedes demostrar que existes o que eres consciente», murmuran, evadiendo el hecho que demostración presupone existencia, consciencia y una complicada cadena de conocimiento: la existencia de algo que conocer, de una consciencia capaz de conocerlo, y de un conocimiento que ha aprendido a distinguir entre conceptos tales como lo demostrado y lo no demostrado.
Cuando un salvaje que no ha aprendido a hablar declara que la existencia debe ser demostrada, está pidiendo que lo demuestres a través de la no-existencia; cuando declara que tu consciencia debe ser demostrada, te está pidiendo que lo demuestres mediante la inconsciencia – te está pidiendo que entres en un vacío fuera de la existencia y la consciencia para darle a él prueba de ambas – te pide que te conviertas en un cero adquiriendo conocimiento sobre un cero.
Cuando él declara que un axioma es cuestión de elección arbitraria y decide no aceptar el axioma de que él existe, está evadiendo el hecho de que lo ha aceptado al pronunciar esa frase, que la única forma de rechazarlo es cerrar la boca, no proponer ninguna teoría, y morirse.»
Un axioma es una afirmación que identifica la base del conocimiento y de cualquier otra afirmación posterior relacionada con ese conocimiento, una afirmación necesariamente contenida en todas las demás, tanto si la persona que afirma decide identificarla como si no. Un axioma es una proposición que derrota a sus oponentes por el hecho de que ellos tienen que aceptarla y utilizarla en el proceso de cualquier intento por negarla.
Lo anterior no es una prueba de que los axiomas de existencia, consciencia e identidad son verdaderos. Es la prueba de que son axiomas, que están en la base del conocimiento y por lo tanto ineludibles. Esa prueba misma, sin embargo, se basa en los axiomas. Incluso para mostrar que ningún oponente puede escapar de ellos, Ayn Rand también tiene que hacer uso de ellos. Cualquier argumento presupone esos axiomas, incluyendo el argumento de que todo argumento los presupone.
Si es así, uno podría preguntarse, ¿cómo se puede responder a un oponente que dice: «Has demostrado que debo aceptar tus axiomas si he de ser coherente, pero esa demostración descansa en tus axiomas, que yo he decidido no aceptar. Dime por qué debo hacerlo. ¿Por qué no puedo contradecirme a mí mismo?».
Sólo hay una respuesta para eso: parar la discusión. Los axiomas son auto-evidentes; ningún argumento puede obligar a una persona que decide evadirlos. Puedes mostrarle a un hombre que la identidad es ineludible, pero sólo aceptando primero el hecho de que A es A. Puedes mostrarle que la existencia es ineludible, pero sólo aceptando y refiriéndose a la existencia. Puedes mostrar que la consciencia es ineludible, pero sólo aceptando y usando tu consciencia. Basándote en esos tres axiomas, puedes establecer su posición como los fundamentos de todo conocimiento. Pero no puedes convencer a otra persona de eso o de nada hasta que haya aceptado los axiomas él mismo, en base a su propia percepción de la realidad. Si los niega, es un error discutir o incluso debatir el tema con él.
Nadie puede pensar o percibir por otra persona. Si la realidad, sin tu ayuda, no le convence a una persona de lo auto-evidente, esa persona ha abdicado de la razón y ya no se puede seguir tratando con ella.
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Sigue leyendo
La causalidad como corolario de la identidad — OPAR [1-2]
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Notas de pie de página
Las notas de pie de página no han sido traducidas al castellano a propósito, pues apuntan a las versiones de los libros originales en inglés (tanto de Ayn Rand como de otros autores), algunos de los cuales ni siquiera han sido traducidos, y creemos que algunos lectores pueden querer consultar la fuente original. Los números de las páginas son de la edición del libro de bolsillo correspondiente en la versión original.
Capítulo 1 – [1-1]
- Ibid., p. 71.
- Ibid., pp. 70-74.
- See ibid., pp. 72-74.
- See Voice of Reason, «Who Is the Final Authority in Ethics?» pp. 17-19; Introduction to Objectivist Epistemology,pp. 81-82.
- Atlas Shrugged, p. 943.
- Ibid., p. 942.
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