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Conceptos axiomáticos

Los axiomas son normalmente considerados proposiciones que identifican una verdad fundamental y evidente. Pero las proposiciones explícitas, como tales, no son primarias: están hechas de conceptos. La base del conocimiento del hombre —de todos los otros conceptos, de todos los axiomas, de todas las proposiciones y de todo pensamiento— consiste en conceptos axiomáticos.

Un concepto axiomático es la identificación de un hecho primario de la realidad, el cual no puede ser analizado, o sea, no puede ser reducido a otros hechos o separado en sus partes componentes. Es un concepto que está implícito en todos los hechos y en todo conocimiento. Es lo fundamentalmente dado y lo directamente percibido o experimentado, lo que no requiere prueba ni explicación, sino en lo que todas las pruebas y explicaciones descansan.

La base del conocimiento del hombre —de todos los otros conceptos, de todos los axiomas, de todas las proposiciones y de todo pensamiento— consiste en conceptos axiomáticos.

Los conceptos axiomáticos primeros y primarios son «existencia», «identidad» (que es un corolario de «existencia») y «consciencia». Uno puede estudiar lo que existe y puede estudiar cómo funciona la consciencia; pero uno no puede analizar (o «demostrar») ni la existencia como tal, ni la consciencia como tal. Ellas son primarias irreducibles. (Un intento de «demostrarlas» es una contradicción en sí misma: es intentar «demostrar» la existencia por medio de la inexistencia, y la consciencia por medio de la inconsciencia).

Existencia, identidad y consciencia son conceptos en cuanto a que requieren una identificación en forma conceptual. Su peculiaridad reside en el hecho de que ellos son percibidos o experimentados directamente, pero entendidos conceptualmente. Ellos están implícitos en todos los estados de consciencia, desde la primera sensación discriminada, hasta la primera percepción, hasta la suma de todos los conceptos. Después de la primera sensación (o percepción) discriminada, el conocimiento subsiguiente del hombre no agrega nada a los hechos básicos designados con los términos «existencia», «identidad» y «consciencia»; esos hechos están contenidos en cada uno de los estados de consciencia; pero lo que  agrega el conocimiento subsiguiente es la necesidad epistemológica de identificarlos conscientemente y auto-conscientemente. El darse cuenta de esa necesidad sólo puede lograrse en un estado avanzado de desarrollo conceptual, cuando uno ha adquirido un suficiente volumen de conocimiento; y la identificación, la comprensión plenamente consciente, puede ser lograda sólo mediante un proceso de abstracción.

No es la abstracción de un atributo a partir de un grupo de existentes, sino de un hecho básico a partir de todos los hechos. Existencia e identidad no son atributos de existentes, ellos son los existentes. Consciencia es un atributo de ciertas entidades vivas, pero no es un atributo de un estado de consciencia dado; es ese estado. Epistemológicamente, la formación de conceptos axiomáticos es un acto de abstracción, es enfocarse selectivamente y aislar mentalmente unos fundamentos metafísicos; pero metafísicamente es un acto de integración, la integración más amplia que le es posible al hombre: ella unifica y abarca la totalidad de su experiencia.

Las unidades de los conceptos «existencia» e «identidad» son cada entidad, cada atributo, cada acción, cada suceso o cada fenómeno (incluyendo la consciencia) que existe, que ha existido, o que alguna vez existirá. Las unidades del concepto «consciencia» son cada estado o proceso de darse cuenta que uno experimenta, ha experimentado, o experimentará alguna vez (como también lo son las unidades similares, una facultad similar, que uno infiere en otras entidades vivas). Las medidas omitidas de los conceptos axiomáticos son todas las medidas de todos los existentes que esos conceptos subsumen; lo que es retenido, metafísicamente, es sólo un hecho fundamental; lo que es retenido, epistemológicamente, es sólo una categoría de medición, omitiendo sus detalles concretos: el tiempo, o sea, el hecho fundamental es retenido independientemente de cualquier momento concreto de darse cuenta.

Metafísicamente, la formación de conceptos axiomáticos es un acto de integración, la integración más amplia que le es posible al hombre: ella unifica y abarca la totalidad de su experiencia.

Los conceptos axiomáticos son las constantes de la consciencia del hombre, son los integradores cognitivos que identifican, y de esa forma protegen, su continuidad. Ellos identifican explícitamente la omisión de las medidas psicológicas de tiempo, que está implícita en todos los demás conceptos.

Hay que recordar que ser conceptualmente consciente es el único tipo de consciencia capaz de integrar el pasado, el presente y el futuro. Las sensaciones no son más que percatarse del presente, y ellas no pueden ser retenidas más allá del momento inmediato; las percepciones son retenidas, y, a través de la memorización automática, proveen una cierta conexión rudimentaria con el pasado, pero no pueden proyectar el futuro. Es sólo una consciencia conceptual la que puede captar y retener la totalidad de su experiencia —extrospectivamente, la continuidad de la existencia; introspectivamente, la continuidad de la consciencia— y de esa forma permitirle a quien la posee proyectar su curso de acción a largo plazo. Es por medio de los conceptos axiomáticos que el hombre capta y mantiene esa continuidad, trayéndola a su consciencia y a su conocimiento consciente. Son los conceptos axiomáticos los que identifican la condición previa al conocimiento: la diferencia entre la existencia y la consciencia, entre la realidad y el darse cuenta de la realidad, entre el objeto y el sujeto de la cognición. Los conceptos axiomáticos son la base de la objetividad.

Los conceptos axiomáticos identifican explícitamente lo que está meramente implícito en la consciencia de un bebé o de un animal. (Un conocimiento implícito es material mantenido pasivamente, el cual, para ser comprendido, requiere de un enfoque y un proceso de consciencia especial, un proceso que un bebé aprende a realizar en algún momento, pero que la consciencia de un animal es incapaz de realizar).

Si el estado de consciencia perceptual de un animal pudiese ser traducido a palabras, equivaldría a una sucesión desconectada de momentos al azar, tales como: «Aquí ahora mesa…, aquí ahora árbol…, aquí ahora hombre…, yo ahora veo…, yo ahora siento…», etc., y el día siguiente o la hora siguiente volviendo a empezar toda la sucesión desde el principio, con sólo unos cuantos jirones de memoria retenidos en forma de: «Esto ahora comida…» o «Esto ahora dueño…». Lo que la consciencia de un hombre hace con el mismo material, por medio de conceptos axiomáticos, es: «La mesa existe…, el árbol existe…, el hombre existe…, yo soy consciente».

(La proyección anterior de la consciencia de un animal es lo que ciertos filósofos modernos, como los positivistas lógicos y los atomistas lógicos, le atribuyen al hombre como su comienzo y su único contacto con la realidad, excepto que ellos rechazan el concepto de «realidad», sustituyen perceptos por sensaciones, y consideran todo lo que está por encima de ese nivel sub-animal un «montaje» humano arbitrario).

Como los conceptos axiomáticos no se forman diferenciando un grupo de existentes de otros, sino que representan una integración de todos los existentes, ellos no tienen un Denominador Conceptual Común con ninguna otra cosa. Ellos no tienen opuestos, ni alternativas. Lo contrario del concepto «mesa» —una no-mesa— es cualquier otro tipo de existente. Lo contrario del concepto «hombre» —un «no-hombre»— es cualquier otro tipo de existente. «Existencia», «identidad» y «consciencia» no tienen opuestos…, sólo un vacío.

Los conceptos axiomáticos son los guardianes de la mente del hombre y el fundamento de la razón.

Puede decirse que la existencia puede ser diferenciada de la no-existencia, pero la no-existencia no es un hecho, es la ausencia de un hecho, es un concepto derivativo que pertenece a una relación, es decir, es un concepto que puede ser formado o captado única y exclusivamente en relación con algún existente que ha dejado de existir. (Uno puede llegar al concepto «ausencia» empezando con el concepto «presencia», al referirse a algún existente (o existentes) concreto(s); uno no puede llegar al concepto «presencia» empezando con el concepto «ausencia», con la ausencia incluyéndolo todo). La no-existencia como tal es un cero sin ninguna secuencia de números que lo sigan, es la nada, es un vacío total.

Eso nos da una pista en cuanto a otro aspecto especial de los conceptos axiomáticos: aunque ellos designan un hecho metafísico fundamental, los conceptos axiomáticos son producto de una necesidad epistemológica, la necesidad de una consciencia volitiva y conceptual que es capaz de errar y de dudar. La consciencia perceptual de un animal ni necesita ni podría entender algo equivalente a los conceptos «existencia», «identidad» y «consciencia»: el animal trata con ellos constantemente, se percata de los existentes, reconoce a diversas identidades, pero las toma a ellas (y a sí mismo), como lo dado, y no puede concebir ninguna alternativa. Es sólo la consciencia del hombre, una consciencia capaz de cometer errores conceptuales, la que necesita una identificación especial de lo directamente dado, para abarcar y delimitar el ámbito total de lo que es consciente, para delimitarlo del vacío de la irrealidad a la que errores conceptuales pueden conducir. Los conceptos axiomáticos son guías epistemológicas. Ellos resumen la esencia de toda la cognición humana: algo existe de lo que yo soy consciente; debo descubrir su identidad.

El concepto «existencia» no indica qué existentes ese concepto subsume: simplemente subraya el hecho primario de que ellos existen. El concepto «identidad» no indica las naturalezas concretas de los existentes que ese concepto subsume: simplemente subraya el hecho primario de que ellos son lo que son. El concepto «consciencia» no indica de qué existentes uno es consciente: simplemente subraya el hecho primario de que uno es consciente.

Ese subrayar los hechos primarios es una de las funciones epistemológicas cruciales de los conceptos axiomáticos. Es también la razón por la cual ellos pueden ser traducidos en una declaración únicamente en forma de una repetición (como una base y un recordatorio): La existencia existe…, la consciencia es consciente…, A es A. (Eso convierte a los conceptos axiomáticos en axiomas formales).

Ese subrayar especial, que no le importa en absoluto a los animales, es una cuestión de vida o muerte para el hombre, como lo demuestra la filosofía moderna que es un monumento a los resultados de la tentativa de evadir o saltarse tales recordatorios.

Dado que los conceptos axiomáticos se refieren a un hecho de la realidad y no son cuestión de «fe» ni de la elección arbitraria del hombre, hay una forma de determinar si un concepto dado es axiomático o no: uno lo determina observando el hecho de que un concepto axiomático no puede ser evadido, que está implícito en todo conocimiento, que tiene que ser aceptado y usado incluso en el proceso de cualquier tentativa de negarlo.

Por ejemplo, cuando los filósofos modernos declaran que los axiomas son una cuestión de elección arbitraria, y proceden a elegir conceptos complejos y derivativos como los supuestos axiomas de sus supuestos razonamientos, uno puede observar que sus declaraciones implican y dependen de «existencia», «consciencia» e «identidad», las cuales ellos profesan negar, pero que han sido incluídas de contrabando en sus argumentos en forma de conceptos no reconocidos, de conceptos «robados».

Vale la pena mencionar, al llegar a este punto, que lo que los enemigos de la razón parecen saber, pero que sus supuestos defensores no han descubierto, es el hecho de que los conceptos axiomáticos son los guardianes de la mente del hombre y el fundamento de la razón —la piedra angular, la norma y el distintivo de la razón—, y que si la razón ha de ser destruida, son los conceptos axiomáticos los que tienen que ser destruidos.

Observa el hecho de que en los escritos de cada escuela de misticismo y de irracionalismo, entre toda su pesada e ininteligible verborrea de ofuscaciones, racionalizaciones y equívocos (que incluyen declaraciones teóricas de fidelidad a la razón, y alegaciones de alguna forma «superior» de racionalidad), uno encuentra, tarde o temprano, una negación clara, simple y explícita de la validez (del estado metafísico o del estado ontológico) de los conceptos axiomáticos, más frecuentemente del de «identidad». (Como ejemplo se pueden ver las obras de Kant y Hegel). No tienes que adivinar, inferir o interpretar: ellos te lo dicen lisa y llanamente. Pero lo que sí tienes que conocer es el significado, las implicaciones y las consecuencias totales de tales negaciones, las cuales, en la historia de la filosofía, parecen ser mejor entendidas por los enemigos de la razón que por sus defensores.

Una de las consecuencias (una variante vulgar del robo de conceptos, muy extendida entre reconocidos místicos e irracionalistas) es la falacia que yo llamo la Reificación del Cero. Consiste en considerar «nada» como una cosa, como un tipo especial y diferente de existente. (Por ejemplo, ver el Existencialismo). Esa falacia produce síntomas tales como la noción de que la presencia y la ausencia, o sea, el ser y el no-ser, son fuerzas metafísicas de igual poder, y que ser es la ausencia de no-ser. Por ejemplo: «La nada es anterior al ser» (Sartre); «La finitud humana es la presencia del no en el ser del hombre» (William Barrett); «Nada es más real que la nada» (Samuel Beckett); «Das Nichts nichtet», o sea, «La nada nada» (Heidegger). La consciencia, entonces, no es una cosa, sino una negación. El sujeto no es una cosa, sino una no-cosa. El sujeto extrae su propio mundo del Ser por medio de determinaciones negativas. Sartre describe a la consciencia como una «nada que nada» (néant néantisant). Es una forma de ser diferente a ella misma: un modo «aquello que aún tiene que ser lo que es, es decir, lo que es lo que es, es decir, lo que es lo que no es y que no es lo que es» (Hector Hawton, The Feast of Unreason [La fiesta de la sinrazón], Londres: Watts & Co., 1952, página 162).

(¿El motivo? «Declaraciones genuinas sobre la nada deben siempre permanecer excepcionales. Ella no puede ser banalizada. Ella se disuelve cuando es colocada en el ácido barato de la mera perspicacia lógica». Heidegger).

Las pretensiones de lealtad a la razón por parte de un hombre carecen de sentido como tales: «razón» no es un concepto axiomático, sino un concepto complejo y derivativo; y, sobre todo a partir de Kant, la técnica filosófica de robar conceptos, de intentar negar la razón por medio de la razón, se ha convertido en una trivialidad general, en un truco desgastado hasta la saciedad. ¿Quieres evaluar la racionalidad de una persona, de una teoría, o de un sistema filosófico? No preguntes lo que piensan sobre la validez de la razón. Entérate de lo que piensan sobre los conceptos axiomáticos. Eso te dirá la historia completa.

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Fuentes:

Conceptos axiomáticos, Introducción a la epistemología Objetivista

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