La consciencia, como el estado de darse cuenta de algo, no es un estado pasivo, sino un proceso activo que consiste en dos elementos esenciales: diferenciación e integración.
Aunque, cronológicamente, la consciencia del hombre se desarrolla en tres etapas —la etapa de sensaciones, la perceptual y la conceptual— epistemológicamente, la base de todo el conocimiento del hombre es la etapa perceptual.
Las sensaciones, como tales, no son retenidas por la memoria del hombre, y el hombre tampoco es capaz de experimentar una sensación pura y aislada. Hasta donde puede determinarse, la experiencia sensorial de un bebé es un caos indiferenciado. El darse cuenta discriminadamente empieza al nivel de perceptos.
Un percepto es un grupo de sensaciones retenidas e integradas automáticamente por el cerebro de un organismo vivo. Es en forma de perceptos como el hombre capta la evidencia de sus sentidos y aprehende la realidad. Cuando hablamos de «percepción directa» o de «tener consciencia directa» estamos hablando del nivel perceptual. Los perceptos, no las sensaciones, son lo dado, lo autoevidente. El conocimiento de que las sensaciones son componentes de los perceptos no es algo directo, es algo que el hombre adquiere mucho más tarde: es un descubrimiento científico, conceptual.
El elemento básico para construir el conocimiento del hombre es el concepto de «existente»: de algo que existe, sea una cosa, un atributo o una acción. Al ser un concepto, el hombre no puede captarlo explícitamente hasta haber llegado a la etapa conceptual. Pero ese concepto está implícito en cada percepto (percibir una cosa es percibir que esa cosa existe) y el hombre lo capta implícitamente a nivel perceptual, es decir, él capta los constituyentes del concepto «existente», los datos que más tarde han de ser integrados por ese concepto. Es ese conocimiento implícito lo que permite que su consciencia continúe desarrollándose.
(Puede suponerse que el concepto de «existente» está implícito incluso a nivel de sensaciones, si una consciencia es capaz de discriminar a ese nivel, y en la medida en que lo hace. Una sensación es una sensación de algo, en contraposición a la nada de los momentos que le preceden y que le siguen. Una sensación no le dice al hombre qué existe, sino únicamente que ello existe).
El concepto (implícito) de «existente» pasa por tres etapas de desarrollo en la mente del hombre. La primera etapa es la del niño dándose cuenta de objetos, de cosas, lo cual representa el concepto (implícito) de «entidad». La segunda etapa, que está íntimamente asociada, es darse cuenta de cosas específicas, concretas, que él puede reconocer y distinguir del resto de su campo perceptual, lo cual representa el concepto (implícito) de «identidad».
La tercera etapa consiste en captar relaciones entre esas entidades, al captar las semejanzas y las diferencias de sus identidades. Eso requiere la transformación del concepto (implícito) de «entidad» en el concepto (implícito) de «unidad».
Cuando un niño observa que dos objetos (que él más tarde aprenderá a designar como «mesas») se parecen entre sí, pero son diferentes de otros cuatro objetos («sillas»), su mente se está centrando en un atributo concreto de los objetos (en su forma), y luego los está aislando de acuerdo con sus diferencias, e integrándolos como unidades en grupos separados, de acuerdo con sus semejanzas.
Esa es la clave, la entrada al nivel conceptual de la consciencia del hombre. La capacidad de considerar a las entidades como unidades es el método de cognición distintivo del hombre, un método que otras especies vivas son incapaces de emular.
Una unidad es un existente considerado como un miembro separado de un grupo de dos o más unidades similares. (Dos piedras son dos unidades; también lo son dos metros cuadrados de terreno, si son considerados como partes distintas de una extensión continua de terreno). Hay que tener en cuenta que el concepto «unidad» implica un acto de consciencia (un enfoque selectivo, una cierta forma de mirar las cosas), pero que no es una creación arbitraria de la consciencia: es un método de identificación o de clasificación de acuerdo a los atributos que una consciencia observa en la realidad. Ese método permite cualquier número de clasificaciones y de clasificaciones cruzadas: uno puede clasificar las cosas según su forma o su color o su peso o su tamaño o su estructura atómica; pero el criterio de clasificación no es inventado, es percibido en la realidad. Por lo tanto, el concepto de «unidad» es un puente entre metafísica y epistemología: las unidades no existen como unidades; lo que existe son cosas, pero unidades son cosas vistas por una consciencia en ciertas relaciones que existen.
Al llegar a captar el concepto (implícito) de «unidad», el hombre alcanza el nivel conceptual de cognición que consiste en dos campos relacionados entre sí: el conceptual y el matemático. El proceso de formación de conceptos es, en gran parte, un proceso matemático.
La matemática es la ciencia de la medición. Antes de tratar el tema de la formación de conceptos, consideremos primero el tema de la medición.
Medir es identificar una relación: una relación cuantitativa establecida por medio de un estándar que sirve de unidad. Las entidades (y sus acciones) son medidas por sus atributos (longitud, peso, velocidad, etc.). y el estándar de medición es una unidad concretamente especificada que representa el atributo en cuestión. Por lo tanto, uno mide la longitud en centímetros, metros y kilómetros; el peso en kilos; la velocidad por medio de una distancia dada recorrida en un tiempo dado, etc.
Es importante observar que aunque la elección de un estándar dado es opcional, las reglas matemáticas de usarlo no lo son. Da igual que uno mida la longitud en metros o en pies; el estándar provee únicamente la forma de anotación, no la sustancia ni el resultado del proceso de medición. Los hechos establecidos por la medición serán los mismos, independientemente del estándar específico que se use; el estándar no puede ni alterar ni afectar a los hechos. Los requerimientos de un estándar de medición son: que represente el atributo adecuado; que sea fácilmente percibido por el hombre; y que, una vez elegido, permanezca inmutable y absoluto cuando se use y donde se use. (Por favor, recordad eso, tendremos razones para aludir a ello más adelante).
Entonces, ¿cuál es el objetivo de la medición? Observa que la medición consiste en relacionar una unidad fácilmente percibible con cantidades más grandes o más pequeñas, y luego con cantidades infinitamente mayores o infinitamente menores que no son directamente percibibles por el hombre. (El término «infinitamente» es usado aquí como un término matemático, no metafísico). El objetivo de la medición es expandir el rango de la consciencia del hombre (de su conocimiento) más allá del nivel perceptual: más allá del poder directo de sus sentidos y de los concretos inmediatos de cualquier momento dado. El hombre puede percibir la longitud de un metro directamente; no puede percibir diez kilómetros. Al establecer la relación entre metros y kilómetros, él puede captar y conocer cualquier distancia sobre la Tierra; al establecer la relación entre kilómetros y años-luz, él puede conocer las distancias entre galaxias.
El proceso de medición es un proceso de integrar una escala ilimitada de conocimiento a la experiencia perceptual limitada del hombre, un proceso de hacer que el universo sea cognoscible al traerlo dentro del rango de la consciencia del hombre, al establecer su relación con el hombre. No es un accidente que los primeros intentos de medición que hizo el hombre (evidencia de lo cual sobrevive hasta hoy) consistieron en relacionar las cosas a él mismo, como, por ejemplo, tomando la longitud de su pie como standard de longitud, o adoptando el sistema decimal, el cual supuestamente tiene su origen en los diez dedos del hombre como unidades para contar.
Es aquí donde se le puede dar al antiguo aforismo de Protágoras un nuevo significado, el opuesto al que él quiso darle: «El hombre es la medida de todas las cosas». El hombre es la medida, epistemológicamente, (no metafísicamente). En lo que se refiere al conocimiento humano, el hombre tiene que ser la medida, puesto que él tiene que traer todas las cosas al reino de lo humanamente cognoscible. Pero, lejos de conducir al subjetivismo, los métodos que él tiene que emplear requieren la más rigurosa precisión matemática, el más riguroso cumplimiento de reglas y de hechos objetivos…, si el producto final ha de ser conocimiento.
Eso es verdad tanto para los principios matemáticos como para los principios por los cuales el hombre forma sus conceptos. Las habilidades matemáticas y conceptuales del hombre se desarrollan simultáneamente. Un niño aprende a contar cuando está aprendiendo sus primeras palabras. Y para poder proceder más allá de la etapa de contar sus diez dedos, es el nivel conceptual de su consciencia lo que el hombre tiene que expandir.
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Fuentes:
– Introducción a la epistemología Objetivista.
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