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The N-word

En Estados Unidos cualquiera puede referirse a una persona de raza negra como siendo “black”, o incluso como siendo “negro” (pronunciado n-ii-g-r-ou) aunque eso ya es algo delicado, y lo políticamente correcto sería llamarle “African American”, incluso si de hecho no es americano ni procede de África. En ningún caso puedes llamar a un negro “nigger”, porque esa palabra supuestamente es insultante y tiene connotaciones racistas. Esa es la palabra que nadie puede pronunciar o escribir, es: “the N-word”.

Ninguna cadena de televisión, ningún programa de radio, ningún periódico, ninguna revista publica esa palabra de forma hablada o escrita. Cuando hacen referencia a ella, de hecho la sustituyen por “the N-word”, es decir, por “la palabra con ´n´”. Puede sonar bastante a hipocresía, pues todo el mundo sabe qué palabra es, pero por lo visto creen que pronunciarla es ser racista y no pronunciarla es no serlo. Es la misma hipocresía que sustituye el sonido de la palabra “fuck” por un «beep», o las letras por “f*ck”; todo el mundo sabe exactamente qué palabra es, sólo fingen no querer ni oirla ni verla ni pronunciarla ni escribirla.

Pues bien, el presidente Obama ha pronunciado “the N-word”, y eso ha causado un revuelo a nivel nacional.

No importa que lo hiciera en un contexto perfectamente válido y apropiado, refiriéndose al reciente ataque en una iglesia en Charleston, South Carolina, que dejó 9 personas muertas. Obama dijo “… no estamos curados del racismo, y no es sólo cuestión de ser de mala educación el pronunciar la palabra “nigger” en público, esa no es la medida de si el racismo existe o no…”.

(Pronunció lo impronunciable durante una entrevista de una hora que tuvo con un comediante, en un programa que curiosamente se llama “WTF”, abreviatura usada en internet para decir “What The Fuck”, que traducido al español sería algo así como: “¿Qué coño…?” o “¿Qué narices…?” dependiendo de la finura de quien la usa.)

En la discusión nacional que ha seguido, cadenas televisivas como CNN y CBS no han sido capaces de escribir “nigger”, usando “the N-word”, o n*****, como sustituto. Es como si en español concluyéramos que decir “mierda” es inapropiado, y en vez de eso usásemos expresiones como “la M” en “me importa una M”, o “vete a la M” para ser finolis, convirtiéndonos de un día para otro en gente perfectamente educada y en un país políticamente correcto.

Otro tema que ha surgido en paralelo a “the N-word” es la presión para que se elimine de sitios públicos la bandera de la confederación de los estados del sur de USA, donde supuestamente fue en algún momento el símbolo de la causa confederada, o sea, de la causa de la supremacía blanca… o sea, del racismo, de la esclavitud y de un montón de cosas horribles (aunque no todo el mundo está de acuerdo en eso).

¿Qué tiene todo esto que ver con filosofía?

Tiene que ver que todos esos actos – el no usar o no dejar usar “the N-word”, el no permitir que se use públicamente la palabra “fuck”, el forzar a los estados a dejar de usar la bandera de la confederación – son ejemplos de lo que Ayn Rand llamaba “una mentalidad limitada por lo concreto” (a concrete-bound mentality), un serio error que incapacita para pensar, para abstraer, y que hace que la gente no consiga salir del nivel de experiencias puntuales, concretas. Así, uno puede llegar a reconocer que la intromisión del gobierno en la economía causa problemas en el turismo, pero no entiende por qué también los causa en la agricultura; y aunque se convenza de eso, no consigue ir más allá y abstraer la idea de que los controles gubernamentales, como tal, son perjudiciales para la economía y violan los derechos individuales, de forma que no consigue entender por qué esos controles no funcionarían si fuesen aplicados a la industria, al comercio o a la sanidad.

Estas mentalidades funcionan al nivel perceptual, al nivel de los animales conscientes, digamos, al nivel de un caballo o de un perro; o sea, perciben los datos que les dan sus sentidos, pero son incapaces de conceptualizar, de integrar esas percepciones en conceptos, y esos conceptos a su vez en otras generalizaciones cada vez más abstractas. No entendiendo lo que significa «racismo», creen que la forma de acabar con él es eliminando la palabra «nigger» — o prohibiendo que ciertas banderas ondeen en las plazas de las ciudades americanas.

Hoy día, el error de constituir palabras tabú como «the N-word», o el de eliminar ciertos símbolos por no ser políticamente correctos, es una superstición equivalente a no ponerle número 13 a un piso en un rascacielos, o a que un astronauta lleve en el bolsillo un trébol de cuatro hojas y una herradura para que le den suerte en su viaje a la luna. Es una irracionalidad inútil y destructiva, a veces teniendo lugar en medio de procesos mentales que pueden ser perfectamente lógicos.

Los errores de metodología en la forma de pensar – el racionalismo, el escepticismo, el misticismo, y muchos otros – sólo pueden ser corregidos adoptando una filosofía correcta, basada en principios epistemológicos válidos. La filosofía de Objetivismo ofrece exactamente eso: enseña la forma correcta de pensar. Dice Ayn Rand:

Pensar es un proceso delicado y difícil que el hombre no puede llevar a cabo a menos que el conocimiento sea su objetivo, la lógica sea su método, y el juicio de su mente sea su guía único y absoluto.”

La famosa «the N-word» parece haber tomado vida propia, y no tiene ninguna pinta de que vaya a desaparecer. Recientemente causó estragos en las ligas americanas NBA y NFL, y hoy, cuando va a ser usada, por lo visto hasta se merece que el lector sea debidamente avisado: (CNN) Warning: This article contains offensive language. El significado más profundo de ese eufemismo no es más que una muestra de la pobreza intelectual que tiene el país más rico del mundo.

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Por Domingo García, presidente de Objetivismo Internacional.

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Ayn Rand

No soy principalmente un paladín del capitalismo, sino del egoísmo; y no soy principalmente un paladín del egoísmo, sino de la razón. Si uno acepta la supremacía de la razón y la aplica consistentemente, todo el resto sigue.

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