¿Debería la educación ser pública y financiada con impuestos, como lo es hoy?
La respuesta a esa pregunta se vuelve evidente si uno hace la pregunta más concreta y específica, así: ¿Debería permitírsele al gobierno sacar a los niños a la fuerza de sus hogares, con o sin el consentimiento de los padres, y someter a esos niños a métodos educativos y a procedimientos que los padres pueden o no aprobar? ¿Deberían los ciudadanos ver su riqueza expropiada para sustentar un sistema educativo que ellos pueden o no aprobar, y pagar por la educación de niños que no son sus hijos? Para cualquiera que entienda y esté consistentemente comprometido con el principio de los derechos individuales, la respuesta es claramente: No.
No hay ninguna base moral para exigir que la educación sea una prerrogativa del Estado, o para exigir que sea correcto expropiar la riqueza de algunos hombres para el inmerecido beneficio de otros.
La doctrina de que la educación debería ser controlada por el Estado es consistente con la teoría nazi o la teoría comunista del gobierno. No es consistente con la teoría americana del gobierno.
Las implicaciones totalitarias de la educación estatal (absurdamente descrita como «educación gratuita») en parte han sido encubiertas por el hecho de que en Estados Unidos, a diferencia de en la Alemania nazi o en la Rusia soviética, las escuelas privadas son legalmente toleradas. Tales escuelas existen, sin embargo, no por derecho, sino sólo por permiso.
Además, los hechos muestran que: (a) la mayoría de los padres se ven de hecho forzados a enviar a sus hijos a escuelas públicas, puesto que son gravados para sustentar a esas escuelas y no pueden permitirse el lujo de pagar las tasas adicionales requeridas para enviar a sus hijos a escuelas privadas; (b) los estándares de educación, que controlan a todas las escuelas, están prescritos por el Estado; (c) la tendencia creciente en la educación americana es que el gobierno ejerza un control cada vez mayor sobre todos los aspectos de la educación.
Como ejemplo del último punto: cuando muchos padres, que se oponían al método pictográfico de enseñar a leer a los escolares, se propusieron enseñarles a sus hijos en casa usando el método fonético, hubo una propuesta para prohibir legalmente que los padres hicieran eso. ¿Qué implica eso, si no es que la mente del niño le pertenece al Estado?
Cuando el Estado asume el control financiero de la educación, es lógicamente apropiado que el Estado asuma progresivamente el control del contenido de la educación, puesto que el Estado tiene la responsabilidad de juzgar si sus fondos están siendo usados «satisfactoriamente» o no. Pero cuando un gobierno entra en la esfera de las ideas, cuando presume que debe prescribir las normas en temas que tienen que ver con el contenido intelectual, eso es la muerte de una sociedad libre.
Cito a Isabel Paterson en The God of the Machine:
Los textos educativos son necesariamente selectivos en su contenido, en su forma de expresarse y en su forma de abordarlo. Donde la enseñanza está bajo la dirección de escuelas privadas, habrá una variación considerable entre las diferentes escuelas; los padres deben juzgar lo que ellos quieren que se les enseñe a sus hijos, según los planes de estudio ofrecidos. Entonces cada uno debe buscar la verdad objetiva… En ninguna parte habrá ningún incentivo para enseñar «la supremacía del Estado» como una filosofía obligatoria. Pero todos los sistemas de educación políticamente controlados inculcarán la doctrina de la supremacía del estado tarde o temprano, o bien como el derecho divino de los reyes, o bien como «la voluntad del pueblo» en «democracia». Una vez que esa doctrina ha sido aceptada, se convierte en una tarea casi sobrehumana romper el estrangulamiento que el poder político tiene sobre la vida del ciudadano. Ha tenido su cuerpo, su propiedad y su mente en sus garras desde la infancia.
El nivel vergonzosamente bajo de la educación en Estados Unidos hoy día es el resultado previsible de un sistema educativo que está controlado por el Estado. La educación, hasta un cierto y significativo punto, se ha convertido en un símbolo de prestigio y en un ritual. Cada vez más personas están entrando en la universidad… y cada vez menos personas están saliendo adecuadamente educadas. Nuestro sistema educativo es como una enorme burocracia, un enorme servicio social, en el que la tendencia es hacia una política de considerar absolutamente todo lo que tiene que ver con las aptitudes de un maestro (por ejemplo, el número de sus publicaciones), excepto su habilidad educativa; y de considerar todo lo que tiene que ver con las aptitudes de un estudiante (por ejemplo, su «adaptabilidad social»), excepto su competencia intelectual.
La solución es llevar el sector de la educación al mercado.
Hay una urgente necesidad económica de tener educación. Cuando las instituciones educativas tengan que competir unas con otras por la calidad de la capacitación que ofrecen —cuando tengan que competir por los valores que formarán parte de los diplomas que expiden— los estándares educativos necesariamente subirán. Cuando ellas tengan que competir por los servicios de los mejores maestros, los maestros que atraen el máximo número de estudiantes, entonces el calibre de la enseñanza —y de los sueldos de los maestros— necesariamente subirán. (Hoy día, los maestros con más talento a menudo abandonan su profesión y se pasan al sector privado, donde saben que sus esfuerzos serán mejor recompensados). Cuando a los principios económicos que han dado lugar a la eficiencia superlativa de la industria americana se les permita funcionar en el campo de la educación, el resultado será una revolución, en el sentido de un desarrollo y un crecimiento educativo sin precedentes.
La educación debería quedar liberada del control o de la intervención del gobierno, y ser entregada en bandeja a la empresa privada que genera beneficios, no porque la educación no sea importante, sino precisamente porque la educación es tan crucialmente importante.
Lo que debe ser desafiado es la predominante creencia de que la educación es algún tipo de «derecho natural», en efecto, un regalo gratis de la naturaleza. No existen regalos gratis de ese tipo. Pero es parte de los intereses del estatismo el fomentar ese espejismo, para poder lanzar una cortina de humo sobre ese tema: de quién es la libertad que va a ser sacrificada para pagar por esos «regalos gratis».
Como resultado del hecho que la educación ha sido mantenida por los impuestos durante tanto tiempo, la mayoría de la gente encuentra difícil imaginarse una alternativa diferente. Y sin embargo, no hay nada especial sobre la educación que la distinga de las muchas otras necesidades humanas que son satisfechas por la empresa privada. Si, durante muchos años, el gobierno se hubiese propuesto proveer a todos los ciudadanos de zapatos (en base a que los zapatos son una necesidad urgente), y si alguien fuese luego a proponer que ese campo debería ser entregado a la empresa privada, sin duda le dirían indignados: «¡Qué! ¿Quieres que todo el mundo, menos los ricos, ande por ahí descalzo?».
Pero la industria del calzado está haciendo su trabajo con una competencia infinitamente mayor que la educación pública está haciendo el suyo.
Citando a Isabel Paterson una vez más:
El resentimiento más vengativo hay que esperarlo de la profesión pedagógica ante cualquier sugerencia que implique que ellos deberían ser desalojados de su posición dictatorial; ese resentimiento será expresado principalmente con epítetos, tales como «reaccionarios», y ese sería de los más suaves. No obstante, la pregunta que hay que hacerle a cualquier maestro movido por tal indignación es: ¿Crees que nadie te confiaría voluntariamente a sus hijos, y te pagaría para que les enseñaras? ¿Por qué tienes que extorsionar tu paga por la fuerza, y conseguir a tus alumnos por coacción?
(Junio de 1963)
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Fuente:
Capitalismo: el ideal desconocido, Capítulo 5
Traducción: Objetivismo.org
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