«Hay una seria injusticia implícita en la tradición de «darle gracias» a un Dios irreal por los logros productivos de hombres reales».
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La tradición religiosa de “dar gracias” antes de las comidas es especialmente popular durante las fiestas, cuando se nos recuerda a todos lo afortunados que somos de tener a nuestra disposición una abundancia de bienes que sustentan la vida. Pero hay una seria injusticia implícita en esta tradición. Es la injusticia de darle gracias a un Dios irreal por los logros productivos de hombres reales.
Justicia es la virtud de juzgar a las personas racionalmente – de acuerdo con lo que dicen, hacen y producen – y tratarlos en consecuencia, otorgándole a cada uno lo que se merece.
¿De dónde provienen las ideas, los principios, las constituciones, los gobiernos y las leyes que protegen nuestros derechos a la vida, la libertad, la propiedad y la búsqueda de la felicidad? ¿Cuál es la fuente de los alimentos, las medicinas, las viviendas, los automóviles y los aviones de combate que nos mantienen vivos y nos permiten florecer? ¿Quién es responsable de nuestra libertad, nuestra prosperidad y nuestro bienestar?
¿Es la libertad un don de Dios? No, no lo es. La libertad, la ausencia de coacción física, es una condición política resultado de un pensamiento racional basado en principios, así como de las acciones de hombres: hombres como Aristóteles, John Locke, los Padres Fundadores, Frederick Douglass y los soldados que defienden un país libre.
¿Creó Dios la deliciosa fruta que se derrite en tu boca, o la medicina para el asma que mantiene a tu hijo vivo, o el sillón reclinable en el que te relajas, o la gran pantalla de televisión en la que ves tus programas favoritos? ¿Creó Dios los aviones que traen a tu familia y amigos desde lejos, o los bombarderos que mantienen a los bárbaros a raya, o la música que exalta tu corazón y alimenta tu alma?
Puesto que Dios no es responsable por ninguno de los productos de los que la vida y la felicidad humana dependen, ¿por qué darle las gracias a él por esos productos? Más concretamente: ¿Por qué no agradecerles a aquellos que realmente son los responsables por esos productos? ¿Qué haría un hombre justo?
Justicia es la virtud de juzgar a las personas racionalmente – de acuerdo con lo que dicen, hacen y producen – y tratarlos en consecuencia, otorgándole a cada uno lo que se merece. Si alguien se pasa el día preparando una comida maravillosa, la justicia exige que sea él, no Dios, quien reciba las gracias por haberlo hecho. Si alguien le proporciona a su familia una vivienda segura y cómoda, con un ambiente acogedor, la justicia exige que él, no Dios, sea el objeto de agradecimiento por haberlos proporcionado.
Si un policía o un bombero o un médico salva la vida de alguien, la justicia exige que se le agradezca a él, no a Dios. Si un cónyuge cariñoso o un hijo o un padre o un amigo te dan una gran alegría, la justicia exige que él, no Dios, sea el reconocido en consecuencia. Si un filósofo descubre los principios de los que depende la libertad – y si otros ponen en práctica esos principios – la justicia exige que se les dé crédito a ellos, no a Dios.
Orar dando gracias es dar crédito donde no se debe – y, peor aún, es retirar el crédito de donde es debido. “Dar gracias” es cometer un acto de injusticia.
Las personas racionales y productivas – sean filósofos, científicos, inventores, artistas, empresarios, estrategas militares, amigos, familia, o tú mismo – son quienes merecen nuestro agradecimiento por los bienes de los que tu vida, tu libertad y tu felicidad dependen. En estas fiestas – y a partir de ahora – en vez de «dar gracias”, da justicia. Agradece o reconoce a las personas que verdaderamente han proporcionado los bienes. Algunos de ellos puede que estén sentados en la mesa a tu lado. Y si te encuentras en una mesa en la que la gente insiste en “dar gracias”, cortésmente insiste en dar justicia cuando ellos acaben. Es lo justo y lo correcto.
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Traducción autorizada del artículo: Don’t Say Grace, Say Justice, publicada en The Objective Standard, Otoño 2009.
Sobre el autor: Craig Biddle es editor de The Objective Standard y autor de Loving Life: The Morality of Self-Interest and the Facts that Support It.
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discrepo con respeto en su totalidad este post, creo para mi pareces no llega a un fin y no tiene sentido, es como alguien resentido y agresivo
[…] Don’t Say Grace, Say Justice […]
Muchas gracias por esta acción social: difundir objetivismo es un evangelismo filosofico cuyo valor no tiene precio!!!!
Pues yo, leyéndoles a ustedes cada vez estoy más convencido de que son criaturas de Ayn Rand. Perdón, sigan, sigan adorando…