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Rothbard a Rand: «la mente más brillante del Siglo XX»

Usted es uno de los grandes genios de todos los tiempos, y estoy orgulloso de que seamos amigos. Y La rebelión de Atlas no es simplemente la mejor novela jamás escrita… es uno de los mayores logros que la mente humana haya producido jamás.
(Carta a Ayn Rand, 1957)

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3 de octubre de 1957

Estimada Ayn:

Antes que nada, me gustaría empezar diciendo: “y lo digo en serio” [referencia a “and I mean it”, una expresión en la introducción a Atlas Shrugged, traducida al castellano como La rebelión de Atlas]; no hay exageración ni hipérbole en esta carta. Cualquier cosa menos que una total honestidad no sería digna de La rebelión de Atlas.

Acabo de terminar su novela hoy. Empezaré diciendo que todos nosotros en el “Círculo Bastiat” estamos convencidos, y nos convencimos desde el principio de la lectura, que La rebelión de Atlas es la mejor novela jamás escrita. Esa es nuestra premisa inicial, generalmente aceptada, y las discusiones sobre el libro han estado naturalmente basadas en ella. Pero eso es sólo el principio. Esa simple afirmación por sí misma no significa mucho para mí: Siempre he sentido un cierto desprecio por la forma de novela, siempre considerando a la novela, en el mejor de los casos, como una conveniente píldora dorada que sirve para manipular a masas incapaces de entender las ideas por sí solas. Un mes atrás, si yo hubiera dicho que un libro era “la mejor novela jamás escrita” no habría sido un cumplido muy magnánimo.

Una pequeña muestra de lo que pienso de La rebelión de Atlas es que ya no desdeño las novelas. Siempre he oído hablar a mis amigos literarios de las “verdades” presentadas en novelas, sin entender el término en absoluto. Ahora lo entiendo, pero sólo porque usted ha llevado la forma de novela a una nueva y más alta dimensión. Por primera vez usted ha conseguido una perfecta unión entre principio e individuo, describiendo a las personas y a sus acciones en perfecta armonía con los principios y sus consecuencias. Esto en sí mismo es un logro formidable. Porque con la unión de principio e individuo surge la unión corolaria de razón y emoción: y el lector, al captar su sistema filosófico tanto en el discurso como en las acciones de las personas, experimenta la enorme emoción de una percepción inmediata y racional.

Mientras leía su novela, mi alegría fue mitigada a veces al sentir que todas esas generaciones de lectores de novelas –de personas como mi madre, que en su juventud leyeron a Dostoievski y a Tolstoi, buscando con entusiasmo verdades que nunca llegaron a encontrar– que esas personas no hubieran podido leer La rebelión de Atlas. Aquí están, pensaba yo, las verdades que ellas realmente buscaban. Aquí, en La rebelión de Atlas, está la perfección de la forma de novela. Ahora es una forma que honro y admiro.

Pero lo verdaderamente asombroso de la novela es su vasto y totalmente integrado edificio, de pensamiento y de acción: la increíble infinidad de conexiones racionales que abundan, grandes y pequeñas, a lo largo de esta novela. Joey dice que ella siempre se preguntó cómo una novela podría llevar más de diez años en escribir; ahora se pregunta cómo es posible que usted haya escrito todo eso en tan sólo diez años. Cada página, prácticamente cada palabra, tiene su significado y su función. Estoy seguro de que sólo he arañado la superficie en cuanto a trazar todas esas conexiones, y una buena parte de mis discusiones consiste en decir: “Y en la página tal ¿ves cómo encaja eso?” Recuerdo ahora sólo una línea, creo que en uno de los primeros discursos de Francisco, donde aparecen los siguientes nombres: razón, justicia, libertad, producción, logro. Para algunos, eso podría parecer una cadena aleatoria de nombres, pero yo vi inmediatamente que cada término procede del otro en una estricta progresión lógica, y que cada uno conduce al siguiente. Ese es sólo un ejemplo del prácticamente infinito tesoro que es La rebelión de Atlas. Encontrar a alguien que ha creado, de forma completamente integrada, una ética racional, una epistemología racional, una psicología racional, y una política racional, todas ellas integradas entre sí, y luego encontrar que cada una de ellas y junto con las demás están plasmadas en personajes de acción, es un evento doblemente magnífico. Y me sorprende que me impresione incluso a mí, que ya estaba familiarizado con las líneas generales de su sistema. Lo que hará con la persona que se lo encuentre por primera vez, ni consigo imaginármelo. Porque usted ha conseguido no sólo la unión de principio e individuo, y de razón y pasión, sino también la unión de mente y cuerpo, de materia y espíritu, de sexo y política… en fin, para usar la antigua frase marxista, “la unión de teoría y práctica”.

Este es el tipo de libro donde uno puede encontrar una frase o concepto y exclamar: ¡oh, nadie de izquierdas podría decir esas tonterías!, y luego salir a la calle y darse cuenta que todos a tu alrededor están diciendo exactamente las mismas ridiculeces. Es casi imposible, después de leer La rebelión de Atlas, tomarse en serio los argumentos normales de la izquierda. Al principio, admito que sentí falta de la presencia de un gran “malo”, un super-Toohey, un Dr. Fu-Man-Chu del mal, pero luego me di cuenta que ese es precisamente uno de los puntos clave del libro. Y, luego, cuando intenté contarles a un par de conocidos míos izquierdistas algo sobre su sistema, lo único que consiguieron hacer fue una fea mueca con sus labios, despreciando ese “paranoico sistema cerrado”. ¡Esos son los “intelectuales” de hoy!

Ahora llego a la parte más penosa de esta carta. Porque, aún sintiendo el asombro y la admiración que siento por la gloria y la magnitud de su logro, sabiendo desde el inicio de la novela que tendría que escribirle y expresar lo mucho que yo y el mundo le debemos a usted, también sé que le debo una explicación: una explicación de por qué he evitado verla a usted en persona durante los muchos años que nos conocemos. Quiero que sepa que la culpa es mía, que la causa es un defecto en mi propia mente y no un defecto que le atribuya a usted. El hecho es que la mayoría de las veces que la vi en persona, sobre todo cuando nos enzarzamos en largas conversaciones o discusiones, me daba cuenta después de que yo estaba deprimido durante muchos días a continuación. Por qué estaba tan deprimido, no lo sé. Toda mi vida adulta he estado plagado con un “estado de fobia” (del que mi fobia a viajar es sólo la manifestación más evidente), es decir, con emociones asustadoras que yo no podía controlar ni explicar racionalmente. Me he dado cuenta de que, infelizmente, la única forma de luchar con éxito contra esa dolorosa emoción es esquivar las situaciones que parecen evocarla, sabiendo que eso es una evasión, pero sabiendo también que no conozco otra forma mejor. Y así ocurre en esta situación. Nunca me he sentido deprimido de esa forma después de ver a ninguna otra persona, así que concluí que lo mejor que podía hacer era evitar la reacción no yendo a verla a usted. Naturalmente, me sentí demasiado avergonzado de mencionarle algo de eso a usted. Curiosamente, no me siento avergonzado ahora; es como si al escribirle al autor de La rebelión de Atlas, ese libro que transmite con un impacto tan inmediato el orgullo y la alegría de ser hombre, es imposible sentir vergüenza por decir la verdad.

Al proponerme entender por qué debo haberme sentido tan deprimido, sólo puedo pensar en una de estas explicaciones, o en las dos: (1) que mi cerebro se quedó completamente exhausto por el intenso esfuerzo de seguirle el paso a una mente que digo sin vacilaciones es la más brillante del siglo XX; o (2) que sentí que si continuaba viéndola a usted, mi personalidad y mi independencia estarían abrumadas por el tremendo poder de las suyas. Si es esto último, entonces está claro que el defecto sigue siendo mío, no suyo. En cualquier caso, estoy viéndola a usted como al sol, un ser de enorme energía transmitiendo una enorme luz, pero si alguien se acerca demasiado es muy probable que se queme.

En cualquier caso, quiero que sepa que, aun sin verla, usted ha tenido una enorme influencia sobre mí, incluso antes de que la novela fuera publicada. Cuando me interesé por primera vez por las ideas, el primer principio que acepté fue un amor ardiente a la libertad humana, y un odio a la violencia agresiva del hombre sobre el hombre. Siempre me gustó la economía, y me inclinaba por la teoría, pero me di cuenta en los cursos de economía en la facultad que yo sentía que todas las teorías propuestas estaban totalmente equivocadas, aunque no podía decir por qué. La Acción Humana de Mises fue la siguiente gran influencia sobre mí, porque encontré en ella un gran y racional sistema de economía, con todo lógicamente interconectado, todo deducido, como en la filosofía aristotélica, de un axioma básico y cierto: la existencia de los seres humanos. Cuando la conocí a usted, hace muchos años, yo era un seguidor de Mises pero estaba insatisfecho con su antipatía hacia los derechos naturales, que yo “sentía” pero que no podía demostrar. Usted me introdujo a todo el campo de los derechos naturales y de la filosofía de la ley natural que yo no sabía que existía, y mes tras mes, trabajando yo solo como prefería hacerlo, aprendí y estudié la gloriosa tradición de los derechos naturales. También aprendí de usted la existencia de la epistemología de Aristóteles, la estudié, y llegué a aceptarla totalmente. Así que tengo con usted una gran deuda intelectual de muchos años, y la menor de ella es el haberme dado a conocer una tradición de la que cuatro años de universidad y tres años de posgrado, por no hablar de mis otras lecturas, me habían mantenido en la ignorancia.

Y ahora me doy cuenta, y me maravillo de eso con asombro, admiración y alegría, que me he convertido en una mejor persona sólo por haber leído La rebelión de Atlas. Me sigue pareciendo increíble que el carácter de una persona pueda mejorar por leer una obra de arte, pero ahí está eso. He comprobado que muchos de mis amigos que lo han leído sienten lo mismo. Creo que leer ese libro le dará al lector atento, como me ha dado a mí, como mínimo un poco más de convicción del orgullo de ser hombre, de alegría en las ilimitadas sendas de logro abiertas a él, de la sensación de que el dolor no importa, de la felicidad de estar vivos en la Tierra, e incluso de la sensación de que la razón y la justicia han de prevalecer al final. Él caminará un poco más erguido, mantendrá la cabeza un poco más alta, y será mucho más honesto (uno de los mayores logros del libro es la demostración racional y emocional de que la honestidad es una virtud profundamente egoísta y necesaria, y no sólo un lujo para tontos. ¡Magnífico!). El principal defecto de este libro –y lo digo muy en serio– es que carece de un índice. Mi principal emoción al leerlo está maravillosamente expresada en la emoción que el Dr. Stadler sintió cuando vio por primera vez el manuscrito del motor de Galt: él estaba dividido entre el afán de continuar hacia adelante y el afán de volver atrás y pensar y digerir las muchas ramificaciones de lo que acababa de leer. Con una novela, eso es aún más problemático, porque la presión de seguir leyendo es aún más irresistible. Este libro pide a gritos un índice completamente anotado, para que cuando uno quiera hacer referencia rápidamente a pasajes sobre determinados temas, o a un discurso o frase especialmente impactante, pueda encontrarlos sin demora. Yo sé que ninguna novela hasta ahora ha tenido un índice, pero ninguna lo ha necesitado antes, y esta sí. Tal vez podríamos convencerla de que usted publicara una edición tipo “libro de texto”, con índice incluído.

Por favor dígame su hay algo que yo pueda hacer para promover la venta de su novela. Haré todo lo que pueda: desde escribir cartas al director hasta pegar calcomanías en las esquinas. Le adjunto una copia de la carta que estoy enviando ahora al New Leader, comentando la vergonzosa y repugnante columna de Granville Hicks, un “ex-comunista”, sobre su libro. (Cuando dije que su libro mejorará al lector, no me refería a izquierdistas convencidos: me estremezco de pensar lo que el libro haría con sus psicologías, si realmente lo leyeran.) Entiendo (¡bendito sea Dios!) que John Chamberlain hará la crítica para el Sunday Herald-Tribune y, de forma confidencial, existe una buena probabilidad de que John también haga la crítica para el National Review si Whittaker Chambers no envía la suya a tiempo.

Sólo dos veces en mi vida me he sentido honrado y feliz de ser joven y estar vivo en la fecha específica de la publicación de un libro: la primera fue con La Acción Humana en 1949, y ahora con La rebelión de Atlas. Cuando, en el pasado, oía a sus discípulos hablar de usted en términos grandilocuentes –como uno de los mayores genios de todos los tiempos, alguien que les daba un “universo integrado”– confieso que eso me repelía: seguro que se trataba del efluvio de un culto místico. Pero ahora, al leer La rebelión de Atlas, me doy cuenta de que era yo quien estaba equivocado. No era una extravagante exageración, sino la percepción de la verdad.

Usted es uno de los grandes genios de todos los tiempos, y estoy orgulloso de que seamos amigos. Y La rebelión de Atlas no es simplemente la mejor novela jamás escrita, es uno de los mejores libros jamás escrito, tanto de ficción como de no ficción. De hecho, es uno de los mayores logros que la mente humana ha producido jamás. Y lo digo en serio. Si alguna vez Zaratustra vuelve a la Tierra y me hace a mí, como representante de la raza humana, la inolvidable pregunta: “¿Qué habéis hecho para superar al hombre?”, le mostraré La rebelión de Atlas.

Muy agradecido,

Murray

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Traducción: Objetivismo.org. (Enlace original: https://cdn.mises.org/21_4_3.pdf)

[N. del T.: No hay evidencia de respuesta de Ayn Rand a esta carta.

Murray Rothbard es considerado el padre del anarquismo moderno. Esa carta demuestra que sus ideas políticas provienen de Ayn Rand y desmiente su afirmación de que Ayn Rand no fuera la fuente fundamental de sus ideas (aparte de cómo las tergiversara o traicionara más adelante). También muestra la injusticia que perpetró contra Ayn Rand en repetidas ocasiones al negar su deuda intelectual con ella.

Harry Binswanger comenta: “Este es el tipo de crítica que La rebelión de Atlas se merecía. Ayn Rand me dijo una vez que él le había escrito una carta fulgurante en respuesta a su lectura de Atlas, y que eso le hacía andar más erguido como hombre; y ahí está, plasmado en esa carta. Lo increíble es cómo más adelante pudo traicionar todo lo que dice en ella”.

Para que el propio lector juzgue a The Mises Institute, este es un comentario que publican sobre Israel: “Para poner fin a la violencia en la región, muchos pro-palestinos están pidiendo la abolición total del Estado de Israel. Eso no es realmente una mala idea, pero sólo resuelve parte del problema. La verdadera solución es la abolición de ambos estados, tanto el israelí como el palestino, puesto que mientras esos gobiernos existan no puede haber paz y libertad en la región”.]

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Dusan Vilicic Held
Dusan Vilicic Held

Curioso, censuraron el enlace que había incluido al ensayo de Rothbard sobre el randianismo.
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David
David

Rothbard era otro genio y éstos siempre chocan de una u otra manera. Rothbard es un anarquista auténtico mientras que Rand es evidentemente minarquista. Es imposible que un anarquista convencido pueda apoyar a un minarquista aunque las bases sean las… Leer más »

Dusan Vilicic Held
Dusan Vilicic Held

Esto lo escribió Rothbard cuando entró a la secta randiana. Después de algunos años decidió abandonarla y cambió radicalmente su opinión sobre Rand y sus seguidores.

nelson

¿Alguien podría explicar esos comentarios de que Rothbard «traicionó» a Ayn Rand?, ¿podrían ser más específicos?…Gracias!!!!

Ayn Rand

Desafío, no obediencia, es la respuesta norteamericana a la autoridad despótica.

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