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El sarampión de la religión

El sarampión de la religión: Lo que Objetivismo tiene que decir sobre las vacunas

Esta es la noticia: La ciudad de Nueva York está sufriendo una epidemia de sarampión, causada por ciertas comunidades religiosas que se niegan a vacunar a sus miembros. El gobierno local está obligando a las personas en ciertas áreas de riesgo a vacunarse.

¿Cuál es la posición racional ante una situación así? ¿Cuál es la posición Objetivista?

Objetivismo es una filosofía, y como tal no tiene ninguna posición sobre las vacunas, ni sobre cómo resolver un conflicto concreto.

Pero quienes conocen Objetivismo sí pueden tratar de entender los hechos, aplicar sus principios filosóficos a cualquier situación, y llegar a sus propias conclusiones. En este caso, un razonamiento lógico sería este:

– ¿Tienen los ciudadanos de un determinado distrito (o de cualquier país) la obligación de vacunarse?

No. La única “obligación” de cualquier individuo, si quiere vivir, es pensar. Si llega a la conclusión de que las vacunas son seguras, debe actuar en consecuencia y vacunarse; si llega a la conclusión contraria, debe obrar según su juicio, y no vacunarse (o vacunar a sus hijos).

– ¿Puede legítimamente el gobierno obligar a cualquier individuo a vacunarse, a actuar contra su voluntad, iniciando la fuerza física para ello, en aras del “bien común”, o de la salud del colectivo?

En principio: No. El uso de la fuerza por el gobierno puede ser usado sólo como represalia, y sólo contra alguien que haya iniciado fuerza contra otros, o sea, contra alguien que esté violando o amenazando violar los derechos de otros. La única función válida del gobierno es proteger los derechos de cada individuo, y uno de esos derechos es decidir qué pone en su cuerpo, o sea, si vacunarse o no.

– ¿Qué puede hacer el gobierno para acabar con una epidemia como la que está afectando a Nueva York?

En un sistema social libre, el gobierno no debería hacer nada, en principio, pues la iniciativa privada acabaría con la epidemia o impediría que surgiera. Habría campañas de educación privada sobre los beneficios de vacunarse voluntariamente, según las circunstancias de cada uno. La gente se protegería de los contagiados impidiendo el contacto con ellos. Las escuelas privadas no admitirían a niños no vacunados, y empresas de todo tipo (líneas aéreas, compañías de autobuses, comercios minoristas, restaurantes, taxistas, carpinteros, etc.) exigirían pruebas de que las personas con las que tratan están libres del virus del sarampión. Parece algo complicado, pero sólo tendría sentido hacerlo en circunstancias extremas, como las actuales.

– ¿En qué casos se justificaría que el gobierno interviniera, obligando a la gente a vacunarse, o incluso deteniéndolas o encarcelándolas?

En casos en los que alguien pueda demostrar que sus derechos están siendo violados, o que están amenazados de ser violados. Por ejemplo, si una persona insiste por la fuerza en subirse a un autobús sin enseñar su cartera de vacunación (supongamos que esa es la política de la empresa), o si unos padres insisten en que sus hijos contagiados entren al colegio (contra las políticas de la escuela), entonces el gobierno puede y debe intervenir para proteger los derechos de sus ciudadanos. Pero incluso en esos casos debe limitarse a detenerlos y apartarlos del resto de la gente, no necesariamente obligarlos a vacunarse, si no quieren.

– ¿Debe el gobierno impedir que personas contagiadas entren en el país?

En ese caso, sí es válido que el gobierno intervenga; no forzando a los individuos a vacunarse, sino a requerir que quien quiera entrar en el país no puede tener enfermedades infecciosas.

Una persona contagiada por un virus (de la gripe o del sarampión), o por una bacteria (de la lepra), es como un terrorista con un arma cargada, y por lo tanto es una amenaza para otras personas. Si esa persona está fuera del país, o si vive aislada en su colina o en su reserva o en su hacienda, y no representa ningún peligro para nadie, entonces el gobierno no tiene nada que decir sobre cómo esa persona debe vivir su vida. Pero el gobierno sí puede -y debe- intervenir cuando se pueda demostrar objetivamente que esa persona es de hecho un peligro inminente.

Estas situaciones son muy complejas, pues hay consideraciones de todo tipo (legales, médicas, biológicas, históricas, psicológicas, religiosas, sociales, culturales, filosóficas, etc.). Y precisamente por eso es importante tener principios claros.

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Por Domingo García, Presidente de Objetivismo Internacional.
Las opiniones expresadas en este escrito son exclusivamente de su autor.

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