Entrevista (Parte 2 de 2) de Objetivismo Internacional a Juan Manuel Muñoz, aclarando uno de los campos de la ciencia moderna más confusos para el hombre de la calle.
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Objetivismo Internacional: Hasta ahora hemos visto por qué surgen esos malentendidos. Perfecto. Pero, ¿puedes explicar por qué esas ideas no son la revolución filosófica que pretenden ser? ¿Qué principios esenciales tienen esas ideas en común? ¿Hay algún axioma filosófico al que podamos aludir para refutar todos esos planteamientos?
Juan Manuel Muñoz: Pues sí, te diré dónde fallan todas esas teorías, y qué principio metafísico están violando.
Por un lado, como he dicho antes, los hechos observados distan mucho de proponer (ni siquiera sugerir) una interpretación, entre otras cosas porque la propia teoría cuántica, por su construcción, se abstiene de entrar en detalles al respecto. Esto hace que las interpretaciones arbitrarias se multipliquen: que demuestran la existencia de Dios, que existen universos paralelos, que vivimos en un holograma, etc.
Por otro lado, lo razonable cuando un encuentra un resultado que no entiende es… seguir trabajando en ello. Por ejemplo, la discusión sobre la naturaleza del calor duró varios siglos, y sólo en el último de ellos los científicos estuvieron en condiciones de realizar experimentos y desarrollar descripciones cuantitativas que realmente pudiesen aclarar esa naturaleza. En cambio, en mecánica cuántica el trabajo investigador en esta dirección es mínimo hoy día.
Pero incluso aunque uno encontrase experimentos que verdaderamente apuntasen a una interpretación que pusiese en duda los axiomas de la metafísica, lo lógico sería tomarse esos experimentos con muchas reservas. Pero lo que ha ocurrido en las últimas décadas ha sido todo lo contrario: los físicos de principios del siglo XX, heredando una tradición filosófica iniciada en la segunda mitad del XIX (a su vez inspirada por Kant), optaron por deshacerse de la metafísica en cuanto pudieron. De hecho, esos intentos de negación de la metafísica (y de la epistemología) habían empezado a ser apreciados en la comunidad científica desde antes del descubrimiento de los primeros fenómenos cuánticos. [La primera versión estructurada de la teoría cuántica fue formulada sobre los años 1925-27. Sin embargo, entre 1920 y 1922, varios científicos alemanes (Weyl, Schrödinger, Nernst y Bohr) ya negaban la causalidad (¡y David Hume también, en el siglo XVIII!)].
OI: Es interesante ver lo fácil que es, incluso en temas científicos, pasar de un enfoque racional a un enfoque irracional. ¿Cuál sería, en este caso, la actitud razonable?
JMM: La actitud razonable sería seguir apoyándose en principios metafísicos, los mismos que nos permitieron llegar al contexto de conocimiento actual.
El punto filosófico esencial es el carácter incuestionable de la metafísica. Desde que comienza a captar de forma más o menos clara la realidad a su alrededor (empieza a reconocer entidades individuales, sonidos, y relaciones causales elementales, como el movimiento por contacto), un niño empieza a acumular, inconscientemente, evidencias de que la realidad es un todo coherente y comprensible; no mucho tiempo después, identifica tres hechos fundamentales que constituyen necesariamente el fundamento implícito de toda acción o proceso de pensamiento:
- La realidad tiene una existencia independiente.
- Mi consciencia existe, es decir, yo me doy cuenta de la existencia de las cosas.
- Cada existente que yo identifico tiene unas ciertas características y actúa de una forma específica, es decir, tiene una identidad concreta.
Un pensador que sea honesto consigo mismo comprobará fácilmente que cualquier intento de cuestionar alguno de esos hechos conlleva necesariamente asumir que el hecho es cierto. Ese es el motivo por el que Ayn Rand denominó a esas tres verdades como axiomas. No es un decreto arbitrario ni una premisa elegida por conveniencia; es el resultado de reconocer, con honestidad intelectual, que uno no puede actuar o pensar de ninguna forma sin asumir esas tres aseveraciones.
Ese es el marco en el que todos los seres humanos adquirimos cualquier elemento de conocimiento sobre el mundo. Por ese sencillo motivo, es imposible descubrir algo que nos haga cuestionar esos axiomas; si lo hiciésemos, tendríamos que observar y asimilar alguna evidencia del mundo real que, de alguna forma, nos hiciese dudar de los axiomas. Fijémonos bien: observar y asimilar (consciencia) alguna evidencia del mundo real (existencia) que, de alguna forma (identidad), nos hiciese dudar de los axiomas. Es imposible negar de forma coherente, o incluso cuestionar, esos tres axiomas de la Metafísica.
Pensemos, por un momento, en la idea de “demostrar que la realidad no existe”. ¿Cómo podrías llegar a hacerlo? ¿Mediante un proceso de adquisición de conocimiento que se basa en relacionar esa conclusión con otros elementos de conocimiento previo? ¿De qué dependen esos elementos, en última instancia? De aquello que pretendes negar: de la existencia y de la identidad de todo el mundo externo que has estudiado hasta llegar a un contexto científico lo suficientemente avanzado como para estudiar los fenómenos que ocurren a nivel microscópico: ¡de la materia existente!
OI: Pues sí. Es exactamente la idea del «concepto robado» que identificó Ayn Rand. Entonces, de hecho, ¿qué papel juega aquí la mecánica cuántica?
JMM: La respuesta es: absolutamente ninguno. Cualquier elemento de conocimiento que adquirimos está conectado, en última instancia, a la percepción de la realidad que tenemos a través de nuestros sentidos. El mero hecho de reconocer tales percepciones lleva implícitos los axiomas metafísicos, y cuanto más abstracta es una teoría, de más observaciones depende, y más se apoya en esos axiomas. La mecánica cuántica resulta paradójica: hay observaciones que no se entienden bien, y que han resistido múltiples intentos de darles respuesta. Pero eso no puede sugerir que haya que revisar los axiomas metafísicos: sólo sugiere que los científicos tienen que seguir pensando e investigando.
El historiador de la ciencia Paul Forman lo explica así:
“Las conversiones a la a-causalidad, casi de forma religiosa, se volvieron un fenómeno habitual entre la comunidad de físicos alemanes a principios de la década de 1920. Como si les hubiese llegado un repentino despertar, uno tras otro fueron dirigiéndose al público académico general para rechazar la satánica doctrina de la causalidad y proclamar la buena nueva de que los físicos estaban a punto de liberar al mundo de las ataduras que ésta imponía”.
OI: Wow! Increíble: «liberar al mundo de las ataduras de la *causalidad*…». Pero, en cualquier caso, ¿cómo hay que abordar los nuevos descubrimientos? ¿Hay que volver a demostrar lo que ya fue demostrado, y cuestionarlo absolutamente todo cada vez? ¿Dónde encajan esos nuevos experimentos y todas esas chocantes conclusiones?
JMM: Es una concepción errónea sobre la ciencia (alimentada por la filosofía de la ciencia dominante en el último siglo y medio) pensar que se puede dudar de todo, y que ningún conocimiento se puede tomar por “seguro” o “demostrado”. La ciencia inductiva y la epistemología correcta (practicadas ambas por los grandes artífices de la Revolución Científica durante la Ilustración, como Newton, Galileo y Kepler) llegan a conclusiones demostradas más allá de toda duda objetiva. La constante revisión ocurre en áreas que todavía no han quedado demostradas, eso es cierto; pero muchos científicos actuales predican un escepticismo total hacia todo elemento de conocimiento, demostrado o no.
Por tanto, ¿es sensato hacer experimentos o plantear hipótesis para cuestionar la conservación de la energía en los contextos físicos en que ya se ha comprobado? No, porque está más que demostrada. ¿Podemos concluir que será imposible encontrar ninguna situación física en que la ley deba ser revisada? ¡No! Ampliar nuestro conocimiento causal puede ocurrir por dos vías: una, aprender más sobre las causas profundas de un cierto fenómeno; y dos, ampliar el rango de magnitudes en el que podemos experimentar sobre un fenómeno, y explorar así si la teoría en cuestión puede ampliarse más allá de su margen de aplicación original. En ninguno de los dos casos se dice nada sobre el conocimiento obtenido en el rango de valores anteriormente conocido. Las leyes demostradas nunca necesitan corrección, sino ampliación (ya sea conectándola con otros elementos de conocimiento, o ampliando su margen de aplicabilidad).
Es importante darse cuenta de que no es cuestión de ser dogmático o no, sino de si uno tiene razones para dudar de lo demostrado. El margen de duda razonable de cualquier afirmación viene determinado por el conocimiento que uno tiene al respecto. Una vez que hay suficiente evidencia empírica y conexiones causales como para que una hipótesis quede demostrada y aceptada en teoría, cuestionar ese hecho es una simple y llana arbitrariedad. De hecho, la duda arbitraria no puede ser practicada consistentemente: ¡no podríamos actuar en absoluto si cuestionásemos arbitrariamente todos los hechos que ocurren a nuestro alrededor!
OI: Seguro que no, estaríamos paralizados. Por lo visto, entonces, la física moderna tiene grandes fallos filosóficos, tanto epistemológicos como metafísicos. Pero ¿hay alguno más esencial, alguno que esté en la base de todos los demás?
JMM: Sí. El error más importante de la filosofía de la física teórica moderna es rechazar abiertamente cualquier intento de explicar, en términos causales, los fenómenos observados; la tarea de la física, dicen, es limitarse a describir, no a comprender, los fenómenos naturales. Ese principio llega hasta el punto de escuchar a muchos investigadores en ciencia fundamental decir que “la explicación y la interpretación no son física, sino mera especulación filosófica que queda a la elección de cada científico”. (No estoy exagerando: yo mismo he escuchado a muchos profesores en la universidad decir eso explícitamente.) La explicación en términos causales es una fantasía, dicen, y cada uno puede (o no) creer en lo que quiera. Para comprender la actitud de los físicos ante todas las interpretaciones de la mecánica cuántica que llegan al público general, y para contextualizar adecuadamente las noticias científicas que circulan, es fundamental tener presente que la gran mayoría de físicos fundamentales de la actualidad aplican, de forma implícita o explícita, ese principio. De todo lo dicho aquí, recordar y tener presente este hecho es sin duda lo más importante.
Conocer e identificar ese principio explica por qué no hay casi investigación dirigida a comprender los fenómenos cuánticos; explica por qué uno no ve a los físicos preocupados por comprender y explicar los resultados extraños; explica por qué admiten afirmaciones arbitrarias en cuanto a la interpretación de las ecuaciones; explica por qué a pocos expertos les importa que la mayoría de la sociedad crea erróneamente que el teletransporte cuántico mueve partículas; y explica por qué usan términos manifiestamente incorrectos para referirse a los conceptos matemáticos sin interpretación física. Por ejemplo, en mecánica cuántica, llaman “ondas” a cosas que realmente no son ondas en ningún sentido, sino patrones de difusión (cualquier estudiante de física o matemáticas es capaz de darse cuenta que la ecuación de Schrödinger no es una ecuación de ondas, sino de difusión, y que por tanto sus soluciones no representan “funciones de onda”, sino patrones de difusión); para ellos, nada de eso tiene que ver con la ciencia física. Además, gracias a ese principio, algunos científicos especialmente deshonestos (o auto-convencidos de su propia imaginación) deciden proclamar su interpretación y fingir que es una verdad demostrada, en vez de una pura imagen arbitraria; y como la mayoría de sus colegas prefieren no opinar en materia de interpretaciones, no encuentran oposición intelectual, y de esa forma propagando sin control su falsa divulgación. Esto es lo que ha pasado con la teoría de cuerdas o con el teletransporte cuántico, por ejemplo.
Aquí hay dos citas sobre ese enfoque positivista, una criticándolo y otra defendiéndolo:
“Los científicos de hoy en día han reemplazado los experimentos con matemáticas, y se dedican a vagar entre ecuaciones y ecuaciones, con el objetivo de terminar creando una estructura que no guarda ninguna relación con la realidad”. [Nikola Tesla, «Radio Power Will Revolutionize the World» en Modern Mechanics and Inventions (julio de 1934)].
“La física es matemática, no porque sepamos muchas cosas sobre el mundo físico, sino porque sabemos muy poco: sólo podemos descubrir sus propiedades matemáticas”. [An Outline of Philosophy Ch.15, The Nature of our Knowledge of Physics (1927) — cita atribuída a Bertrand Russell].
OI: En base a todo lo anterior, ¿qué nos depara el futuro? ¿Hacia dónde va la ciencia? ¿Podemos ser optimistas?
JMM: Pues mira, así está la situación. A causa del principio filosófico que niega darle importancia a las explicaciones causales (el cual actualmente asumen implícitamente la mayoría de físicos en investigación fundamental), varias tendencias derivadas han surgido en los últimos años, tendencias que probablemente marquen la evolución a corto y medio plazo de la ciencia física:
– El ansia descriptiva ha llevado a los físicos teóricos a perseguir teorías físicas en forma de axiomas (a los que llaman postulados): esto pasa en mecánica cuántica, en relatividad, e incluso en termodinámica. La educación axiomática seguirá alimentando ese punto de vista a lo largo de varias generaciones.
– La arbitrariedad y la matemática sin sustento causal se han abierto camino, tentando a los más racionalistas a elaborar construcciones matemáticas enrevesadas que ni siquiera tienen la posibilidad de ser comprobadas experimentalmente: la teoría de cuerdas, principalmente. Por lo visto, eso seguirá siendo así durante unos cuantos años.
– La falta de interés por la explicación de los fenómenos naturales prolongará el actual estancamiento en ciencia fundamental. Por lo menos las aplicaciones tecnológicas seguirán surgiendo durante un tiempo (ya que suelen requerir sólo que la descripción matemática funcione, y al menos eso lo hace bien).
OI: Fantástico. La que nos espera. . . Y para concluir, ¿qué podemos hacer cada uno de nosotros? ¿Qué recomendarías a la hora de abordar estos temas?
JMM: Toda persona racional debe siempre tener presente el contexto filosófico del que provienen las aseveraciones que encuentra en los artículos científicos que les son presentados al gran público: esas interpretaciones no están respaldadas por evidencias experimentales, y no son “hechos demostrados que toda la comunidad científica acepta”, como algunos autores pretenden hacer creer. En cuanto a las noticias sobre física cuántica, hay que ser especialmente críticos, y tener presente que esa interpretación es un invento arbitrario que ha obtenido su licencia epistemológica de un principio corrupto: el principio de que las explicaciones causales no importan.
OI: Perfectamente resumido. Esperemos que tus explicaciones les aclaren las ideas a mucha gente interesada en el tema. Muchas gracias por la valiosa contribución.
JMM: Y muchas gracias a Objetivismo Internacional por la entrevista y por publicar esta discusión.
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Juan Manuel Muñoz es Físico, colaborador de Objetivismo Internacional, y co-traductor del libro El Salto Lógico: La Inducción en Física.
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