Economía y capitalismo
Aunque la ciencia económica es un caso relativamente obvio de una ciencia que apoya el capitalismo, es una ciencia importante y un buen punto de partida por ser un campo en el que las consecuencias de la libertad y la fuerza son manifiestamente evidentes.
La economía estudia la oferta, la demanda, y los precios en el mercado. El principio básico de esta ciencia es la Ley de Say, que sostiene que la oferta constituye la demanda; o, como el propio Jean-Baptiste Say expresó: “Los productos se pagan con productos”.
Según esa verdad fundamental, si uno quiere tener poder adquisitivo en el mercado (o sea, si quiere ser parte de la demanda), uno debe primero producir algo con lo cual comerciar (o sea, debe ser parte de la oferta). Si una persona (o una empresa) no produce bienes o servicios que otras personas quieran y estén dispuestas a comprar, entonces, aparte de regalos, no tendrá bienes o servicios con los que comerciar. Si los produce, entonces podrá comerciar.
Aplicado al mercado como un todo, ese principio significa que cuantos más valores las personas produzcan, más riqueza tendrán para comerciar y para consumir. También significa que cuanta más libertad tengan las personas para producir y comerciar, más riqueza serán capaces de crear, y de la cual disfrutar. Así, para maximizar riqueza y prosperidad, las personas y las empresas deben ser completamente libres de producir y de comerciar.
El capitalismo reconoce y sostiene esa fundamental ley de economía. El estatismo la ignora y la viola.
Bajo el capitalismo, el gobierno les deja a las personas y a las empresas completa libertad para producir bienes y servicios, y ofrecerlos para comerciar. Por ejemplo, bajo el capitalismo, si una empresa decide producir y vender una nueva medicina que cura el cáncer, la empresa tiene la libertad de hacerlo. No tiene que pedirle permiso al gobierno, ni puede el gobierno impedirle a esa empresa producir o vender la medicina. Siempre y cuando la empresa no viole ningún derecho – mientras no haya agresión, fraude, publicidad falsa, o cosas parecidas – esa empresa tiene libertad total para producir y comerciar lo que quiera y como quiera.
Asimismo, si un fabricante de automóviles quiere fabricar coches fuera del país porque el coste laboral es menor, la empresa es libre de hacerlo. El gobierno no puede obligarle a una empresa a fabricar automóviles “en casa” (en su país); ni tampoco puede castigar a una empresa con aranceles sobre los automóviles que importe. Mientras que la empresa no inicie fuerza contra nadie, es libre de producir automóviles donde mejor le parezca, y de importarlos y venderlos como mejor le parezca.
Lo mismo se aplica a todo individuo y empresa en un sistema capitalista: Si quieren producir gasolina, educar niños, fabricar ordenadores, proporcionar transporte, vender seguros, ser dentistas, hacer películas, ofrecer préstamos, o vender tacos mexicanos: bajo el capitalismo, personas y empresas tienen libertad total para producir y comerciar según sus habilidades, decisiones y esfuerzos.
No es así bajo el estatismo.
Bajo el estatismo, el gobierno, de varias maneras, prohibe que las personas y las empresas practiquen la actividad económica que desean. En un sistema estatista, por ejemplo, el gobierno puede prohibir que las empresas produzcan o vendan ciertos tipos de medicinas o de aparatos médicos, como es el caso en los Estados Unidos bajo las regulaciones de la FDA («Food and Drug Administration», Administración de Medicinas y Alimentos). Puede prohibir que individuos o empresas ofrezcan transporte en sus automóviles, o alojamiento en sus casas a cambio de dinero, como es el caso en las ciudades que prohiben la actividad de Uber, Airbnb y empresas parecidas. Puede prohibir que las personas desarrollen o mercadeen sus tierras como les parezca, como en el caso de las regulaciones de humedales de la EPA («Environmental Protection Agency», Agencia de Protección Medioambiental). O puede prohibir que la gente produzca o venda ciertos libros (como la Biblia), como ocurre en Corea del Norte y en Arabia Saudí.
Como el estatismo prohibe que personas y empresas actúen con total libertad en el campo económico, les impide maximizar su producción y su comercio.
Todo esto ha sido confirmado a lo largo de la historia. Aunque los Estados Unidos y otros países relativamente libres jamás hayan sido completamente libres, el grado de libertad del cual han disfrutado en relación a países menos libres está clara, y ha quedado causalmente reflejado en su prosperidad general.
Observemos, por ejemplo, la diferencia entre los Estados Unidos y la Unión Soviética durante el siglo XX. Aunque los americanos produjeron riqueza sin precedentes y disfrutaron de una calidad de vida que los más opulentos reyes de antaño jamás habrían podido soñar, los soviéticos no produjeron prácticamente nada, y sufrieron en abyecta pobreza, y eso cuando estaban de suerte y no eran asesinados por su propio gobierno en aras del “bien común”.
O miremos el contraste entre Berlín Occidental y Berlín Oriental, el cual, como observó Ayn Rand, fue “un experimento de laboratorio a la vista de todos”; o la diferencia actual entre la relativamente libre Corea del Sur y la extremadamente coercitiva Corea del Norte; o entre la Venezuela relativamente libre antes de que optara por el socialismo, y después. Todo parece saltarnos a la cara.
La producción y el comercio requieren libertad, y producción máxima y comercio máximo requieren máxima libertad, libertad total.
El capitalismo es el único sistema social que deja a las personas totalmente libres para producir y comerciar. Por lo tanto, es el único sistema que deja a las personas totalmente libres para adoptar y aplicar los principios básicos de economía.
La ciencia económica apunta al capitalismo.
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Contenido del artículo: Capitalismo porque lo dice la ciencia
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Economía y capitalismo
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Por Craig Biddle, presidente de The Objective Standard. Traducido y publicado con permiso del autor. Derechos reservados.
<<< Traducción: Objetivismo.org >>>
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