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Chile: despertemos, y vamos a la quiebra

Desde el 18 de octubre del 2019 ha habido protestas masivas en Chile contra…, bueno, sobre el papel, contra un aumento de tarifas del 4% en el sistema de transporte público de Santiago, lo que ha inspirado a los manifestantes a incendiar autobuses. Porque eso hará que las tarifas bajen.

Puedes leer muchas explicaciones y descubrir que no se ha explicado mucho, porque todos revolotean alrededor de la cuestión esencial. Tienes que leer entre líneas en comentarios como este:

“’Esta protesta no es sobre 30 pesos, sino sobre 30 años’, dice Stephanie Díaz, una maestra de deportes de 28 años, del barrio obrero Quinta Normal en Santiago. ‘Han pasado 30 años desde el regreso a la democracia, pero nosotros hemos conservado una constitución hecha bajo la dictadura”.

“La constitución de Chile, que se convirtió en ley durante el gobierno militar de Augusto Pinochet en 1980, exige una economía altamente privatizada”.

Observa también la respuesta del presidente chileno Sebastián Piñera, mencionada aquí:

“Él prometió impuestos marginalmente más altos para los ricos, un aumento al salario mínimo, un aumento del 20% en las pensiones más bajas, y costes más razonables en medicina… Pero los opositores llaman al nuevo ‘pacto social’ propuesto por Piñera un cambio cosmético que hace muy poco para solucionar los problemas subyacentes”.

El lema de las manifestaciones es Chile despertó. Pero sería mejor decir “a Chile lo despertaron”, pues parece ser un intento de imponer, a través de una huelga general, una agenda económica anticapitalista.

La mejor explicación es un artículo publicado hace unos años, durante la administración de la ex-presidenta Michelle Bachelet, líder del Partido Socialista de Chile, que pregunta: “Chile está prosperando, así que ¿por qué está surgiendo el socialismo?”

El contexto es una historia bastante familiar, repetida por muchos que abogan por un mercado libre. A mediados del Siglo XX, Chile era uno de los países más pobres de América del Sur, mientras que Venezuela era el más rico. Hoy, esas posiciones se han invertido. ¿La diferencia? Chile tiene una de las economías más libres y más capitalistas del continente, mientras que Venezuela se ha vuelto socialista del todo. Cierto, hay una lección que aprender con eso. Así que ¿por qué no la está aprendiendo todo el mundo?

Una gran parte del problema es cómo Chile llegó a ser tan capitalista. Marian Tupy relata el desastre económico que resultó cuando el presidente chileno Salvador Allende, un socialista inspirado por Fidel Castro, nacionalizó la industria nacionalista y colectivizó la agricultura a principios de los años setenta. En respuesta, el ejército de Chile depuso a Allende e impuso una dictadura.

“Hoy, las imágenes en blanco y negro de un general Augusto Pinochet de aspecto severo, el líder de la junta militar que dirigió Chile después de la caída de Allende, evocan los abusos a los derechos humanos que siguieron. Sin embargo, debería ser posible separar el asesinato de entre 1.200 y 3.200 opositores del gobierno de las reformas económicas que Pinochet emprendió.

“Lo primero fue inexcusable. Lo último fue beneficioso porque convirtió a Chile en el país más rico de América Latina y, con el tiempo, en una democracia de pleno derecho”.

Bueno, ese es precisamente el problema, ¿no? No es del todo posible separar la dictadura de Pinochet de sus políticas económicas. Podemos hacerlo intelectualmente, dado que esas dos cosas estaban basadas en principios opuestos: el control del gobierno en política, contra la reducción de controles en economía. Pero siempre hay un precio a pagar por imponer las ideas “correctas” a través de la coerción…, incluso por imponer la no-coerción por coerción. Así que no debería sorprendernos que, con el tiempo, el que Pinochet adoptara el mercado libre haya servido para socavarlo y desacreditarlo.

“La izquierda nunca ha aceptado el ‘modelo chileno’ porque fue impuesto por Pinochet, y eso hace, a ojos de la izquierda, que sea ilegítimo. Da igual que funcione. Lo mismo ocurre con la Constitución chilena, que la izquierda está tratando de reescribir, y con el sistema educativo semiprivado, que la izquierda quiere nacionalizar…

“Los pocos defensores del gobierno tampoco están fuera de culpa. Ellos asumieron que la batalla por las ideas había terminado, y pensaron que los resultados positivos del modelo chileno hablarían por sí mismos. No pensaron que hubiera necesidad de defenderlo. Además, los partidos políticos de centro-derecha han sido vencidos y obligados a la sumisión; quien hable en defensa del modelo chileno está contaminado como siendo un apologista de Pinochet”.

Aquí hay una lección aquí sobre tratar de lograr lo que tú creas que son los resultados políticos correctos a través de medios políticos repugnantes o sin principios. No puedo ni pensar en la posible aplicación que eso podría tener aquí en los Estados Unidos.

En términos más generales, eso es evidencia de la tesis que tengo desde hace mucho tiempo: América Latina, de verdad, de verdad quiere tener su experimento con el socialismo. A muchos países latinoamericanos se les negó esa oportunidad durante la Guerra Fría (Chile siendo el ejemplo más claro) debido a los intereses geopolíticos más amplios. Un experimento con el socialismo no fue sólo una catástrofe local. También significó convertirse en un cliente del Estado soviético. Ahora que esa presión geopolítica se ha reducido (aunque el teniente coronel Putin todavía esté en su puesto de trabajo), esos países ahora son libres para poder experimentar.

Pero esto es lo que pasa con los “experimentos” con el socialismo. Funcionan al contrario de como los experimentos funcionan en la teoría de ciencias. Para un científico, una única demostración inequívoca del fracaso sería suficiente para hacerle descartar una teoría. Cuando se trata de socialismo, ninguna cantidad de fracasos es suficiente, así que la teoría tiene que ser probada una y otra vez en todos los países posibles y en todas las variantes posibles.

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por Robert Tracinski, https://tracinskiletter.com/

enviado por email desde rwt@tracinskiletter.com

Traducido, editado y publicado por Objetivismo.org, con permiso del autor.

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