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Ley objetiva

Todas las leyes deben ser objetivas (u objetivamente justificables): los hombres deben saber claramente, y antes de realizar cualquier acción, qué es lo que la ley les prohibe hacer (y por qué), qué es lo que constituye un delito, y cuál es el castigo que se les aplicará si lo cometen.

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El uso de la fuerza como retaliación requiere normas de evidencia objetivas para determinar que se ha cometido un crimen y para demostrar quién lo ha cometido, así como normas objetivas que definan los castigos y los procedimientos de implementación. Los hombres que tratan de perseguir delitos, sin tales normas, son una pandilla de linchamiento. Si una sociedad dejara el uso de la fuerza como retaliación en manos de ciudadanos individuales, degeneraría en una ley callejera, de linchamientos y de “que gane el más fuerte”, en una interminable serie de sangrientos feudos privados o vendettas.

Si la fuerza física ha de ser eliminada de las relaciones sociales, los hombres necesitan una institución encargada de la tarea de proteger sus derechos bajo un código objetivo de reglas.

Esa es la tarea de un gobierno, de un gobierno válido; es su tarea básica, su única justificación moral, y la razón por la cual los hombres necesitan un gobierno.

El gobierno es el medio para colocar el uso de la fuerza como retaliación bajo un control objetivo, es decir, bajo leyes objetivamente definidas.

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Cuando los hombres están atrapados en la trampa de una ley no objetiva – cuando su trabajo, su futuro y sus medios de vida están a merced del capricho de un burócrata, cuando no tienen forma de saber qué «influencia» desconocida les caerá encima por qué delito no especificado – el miedo se convierte en su motivación básica, eso si consiguen permanecer en la industria; y las concesiones, la conformidad, el estancamiento, la apatía, y el gris sombrío de la indecisión y la mediocridad es todo lo que se puede esperar de ellos. El pensamiento independiente no se somete a edictos burocráticos, la originalidad no acata «políticas públicas», la integridad no pide permisos, el heroísmo no se fomenta con el miedo, el genio creativo no surge a punta de pistola.

Las leyes no-objetivas son el arma más eficaz para esclavizar a seres humanos: sus víctimas se convierten en las fuerzas del orden y se esclavizan a sí mismas.

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Lo que no se puede expresado en forma de ley objetiva, no puede constituir un tema de legislación… por lo menos, no en un país libre, no si hemos de tener «un gobierno de leyes y no de hombres». Una ley indefinible no es una ley, sino simplemente una licencia para que unos hombres manden sobre otros.

Es un grave error asumir que una dictadura rige a un país por medio de leyes estrictas y rígidas que son obedecidas y ejecutadas con precisión rigurosa y militar. Tal norma sería malvada, pero casi soportable; los hombres podrían soportar los decretos más duros, siempre que estos decretos fueran conocidos, específicos y estables; no es lo conocido lo que quebranta los espíritus de los hombres, sino lo impredecible. Una dictadura tiene que ser caprichosa; tiene que gobernar por medio de lo inesperado, lo incomprensible, lo absurdamente irracional; tiene que tratar no con la muerte, sino con la muerte súbita; un estado de inseguridad crónica es lo que los hombres son psicológicamente incapaces de soportar.

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Una ley objetiva protege la libertad de un país; sólo una ley no objetiva puede darle a un estatista la oportunidad que él busca: la oportunidad de imponer su voluntad arbitraria – sus políticas, sus decisiones, sus interpretaciones, sus implementaciones, sus castigos o favores – en víctimas desarmadas e indefensas.

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La amenaza de destrucción repentina, de represalias impredecibles por delitos sin nombre, esa es una forma de esclavizar mucho más potente que unas leyes dictatoriales explícitas. Exige más que una mera obediencia; no les deja a los hombres más que una forma de actuar: complacer a las autoridades; complacerlas – a ciegas, sin criticarlas, sin normas ni principios; complacerlas – en cualquier cuestión, asunto o circunstancia, por temor a una venganza indemostrable e incognoscible.

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Fuentes:

“The Nature of Government,” The Virtue of Selfishness

“Vast Quicksands,” The Objectivist Newsletter, July 1963

“Antitrust: The Rule of Unreason,” The Objectivist Newsletter, Feb. 1962

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Alberto
Alberto

Estoy de acuerdo contigo, aunque no tanto en el punto B. Un ejemplo: «Hurto». Un hurto es un robo de un artículo de poco valor (300 monedas o menos) . Esta prohibido, ya que se enfrenta directamente al derecho de… Leer más »

Sebastian
Sebastian

El modelo de ley objetiva que propone Rand, no es otro que el modelo penal (exceptuando las llamadas figuras penales en blanco o abiertas): 1.- “los hombres deben saber claramente, y antes de realizar cualquier acción”. O sea que la… Leer más »

Alberto
Alberto

Por supuesto (es más, es una ley fundamental, sin ella se podría hacer cualquier cosa diciendo simplemente «no sabía que estaba mal»). Yo hablaba sobre la existencia de tantas leyes, la mayoría absurdas o que solo complementan mínimamente a otras… Leer más »

Sebastian
Sebastian

El principio “el desconocimiento de una ley no exime de su cumplimiento” no resulta para nada una estafa.- Conocer la ley es un acto volitivo.- De no existir el mencionado principio, se daría el siguiente absurdo: mis derechos dependerían de… Leer más »

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