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Los Comprachicos [5 / 5] – por Ayn Rand

(Ensayo publicado en el libro The New Left: The Anti-Industrial Revolution)

Parte V

En la avalancha de comentarios sobre los disturbios en los campus universitarios, mucho se ha dicho sobre los estudiantes, como si esas manifestaciones de salvajismo fuesen espontáneas; y sobre los administradores de la Universidad, como si sus políticas de apaciguamiento abyecto fuesen “represivas”. . . pero muy poco se ha dicho sobre las facultades. Y sin embargo, es la facultad la que causa, inspira, manipula y a menudo dirige el desarrollo de los disturbios. En algunos casos, la mayoría de la facultad apoya a los manifestantes; en otras es una pequeña minoría de comprachicos que se sobreponen a la mayoría del profesorado, escupiéndoles en la cara. (Y si queréis ver una demostración negativa del poder de las ideas – o sea, una demostración de lo que les ocurre a los hombres sin convicciones filosóficas – echad un vistazo a la rastrera cobardía moral de supuestos académicos civilizados en presencia de un puñado de gamberros universitarios. Ha habido notables excepciones a esta actitud, pero no muchas.)

Durante varias generaciones, la destrucción de la razón fue implementada bajo la fachada de, y en el nombre de, la razón, que fue el método de Kant-Hegel-James-Dewey. Cuando cada viga de racionalidad hubo sido socavada, una nueva filosofía hizo explícito lo que ya había estado implícito, asumiendo el trabajo de proporcionar una racionalización para el estado psico-epistemológico de los estudiantes: el existencialismo.

El existencialismo eleva la ansiedad crónica al reino de la metafísica. El miedo, la miseria y la náusea – declara – no son defectos de un individuo, sino que son inherentes a la naturaleza humana, son una parte intrínseca y predestinada de la “condición humana”. La acción es el único alivio posible para el hombre. ¿Qué acción? Cualquier acción. ¿No sabes cómo actuar? No seas gallina, el valor consiste en actuar sin conocimiento. ¿No sabes qué metas escoger? No hay estándares de elección. La virtud consiste en escoger un objetivo por capricho y atenerte a él (“comprometiéndote”) incluso hasta la muerte. ¿Suena poco razonable? La razón es el enemigo del hombre: tus entrañas, tus músculos y tu sangre son los que realmente saben.

Durante varias generaciones, la destrucción de la libertad (es decir, del capitalismo) fue llevada adelante bajo cubierta de, y en nombre de, la libertad. Los refinados conformistas intelectuales, producidos en masa en las universidades, proclamaron cada principio, premisa y eslogan colectivista a la vez que proclamaban su aborrecimiento de la dictadura. Cuando todas las vigas del capitalismo fueron socavadas, cuando el capitalismo fue convertido en una economía mixta desmoronándose – es decir, en un estado de guerra civil entre grupos de presión luchando educadamente por el privilegio legalizado de usar la fuerza física – el camino quedó despejado para un filósofo que descartó la educación y la legalidad, haciendo explícito lo que había estado implícito: Herbert Marcuse, el declarado enemigo de la razón y la libertad, el defensor de la dictadura, de la “visión” mística, de la regresión al salvajismo, de la esclavitud universal, de gobernar por la fuerza bruta.

Los estudiantes activistas son los productos más exitosos de los comprachicos: ellos aceptaron obedientemente cada paso del camino, nunca desafiando las premisas básicas inculcadas en las guarderías progresistas. Ellos actúan en manadas, siendo la voluntad de la manada su única guía. La lucha por el poder entre los líderes de su manada y entre las diferentes manadas no les hace cuestionarse sus premisas: son incapaces de cuestionar nada. Así que se aferran a la creencia de que la humanidad puede ser unificada en una manada feliz y armoniosamente. . . por la fuerza. La fuerza física bruta, para ellos, es una forma natural de actuar. Filosóficamente, está claro que cuando los hombres abandonan la razón, la fuerza física se convierte en su único medio para tratar con otros y resolver discrepancias. Los activistas son la demostración viviente de este principio.

La afirmación de los activistas de que no tienen forma alguna de “llamar la atención” a sus reivindicaciones y de conseguir lo que quieren excepto por la fuerza – por demostraciones violentas, obstrucción y destrucción – es un puro retroceso a la guardería progresista, en el que una rabieta era la única cosa que se requería para lograr sus deseos. Sus gritos histéricos aún tienen un toque de asombro mohíno a un mundo que no responde a un absoluto tal como: “Yo lo quiero”. El adorador de caprichos de tres años se convierte en el matón de veinte.

Los activistas son una pequeña minoría, pero están enfrentándose a una mayoría impotente, confundida y desmoralizada formada por todos los que fueron incapaces de aceptar totalmente el condicionamiento escolar, o de rechazarlo totalmente. Entre ellos hay un gran grupo que representa a los compañeros de viaje de los activistas y sus futuros conversos: los hippies. Los hippies se congelaron al nivel de la guardería progresista y no avanzaron más. Aceptaron literalmente la metafísica de la guardería progresista, y ahora están dando tumbos en busca de un mundo donde encajarla.

El “estilo de vida” de los hippies es una concretización perfecta del ideal de la guardería: no hay pensamiento, ni enfoque, ni objetivo, ni trabajo, ni realidad alguna salvo el capricho del momento; hay una monotonía hipnótica de música primitiva, con ese ritmo constante que embota el cerebro y los sentidos; hay la hermandad de la manada, combinada con pretensiones de expresar individualidad, de que “cada uno haga su cosa” en la bruma y el hedor de cafés mugrientos, y esa “cosa” consiste en repetir las mismas contorsiones espasmódicas con los mismos prolongados gemidos que han sido emitidos por otros durante días sin fin, la exaltación incoherente de emociones por encima de la razón, de “espiritualidad” por encima de materia, de “naturaleza” por encima de tecnología; y, sobre todo, la búsqueda de amor, del amor de cualquiera, de cualquier tipo de amor como clave para encontrar a alguien que se hará cargo de ellos.

Aferrándose al ideal de su guardería, los hippies viven bajo su reivindicación esencial: la ausencia de esfuerzo. Si no se les provee con habitaciones brillantemente amuebladas y con juguetes, viven en sótanos húmedos y oscuros, durmiendo en el suelo, comiendo lo que encuentran en cubos de basura, generando úlceras estomacales y propagando enfermedades venéreas. . . cualquier cosa antes que hacer frente a ese enemigo implacable de los caprichos: la realidad.

Y de todos esos variados resultados de la educación progresista, de todo ese espectáculo de auto-degradación humana, surge una prueba cruda, objetiva e incontestable del lugar de la razón en la naturaleza y en la existencia del hombre, como una advertencia silenciosa a todos los comprachicos y a sus aliados: Podéis destruir las mentes de los hombres, pero no encontraréis un sustituto para ella; podéis condicionar a los hombres a la irracionalidad, pero no podéis hacer que la soporten; podéis privar a los hombres de la razón, pero no podéis hacerles vivir con lo que les queda. Esa prueba y esa advertencia son: las drogas.

La refutación más palmaria de las teorías de todas las hordas de activistas hippies marcusianos son las miradas vidriosas drogadas de los ojos de sus miembros. Los hombres que han encontrado la manera correcta de vivir no intentan escapar de su consciencia, de buscan destruir su consciencia y drogarse para escapar de la existencia. La adicción a las drogas es la confesión de un estado interior insoportable.

Las drogas no son un escape de problemas políticos o económicos, no son un escape de la sociedad, sino de uno mismo. Son un escape del estado insoportable de un ser vivo cuya consciencia ha sido lisiada, deformada y mutilada, pero no eliminada, de forma que sus retorcidos restos están gritando que no puede continuar sin ella.

El fenómeno de toda una generación recurriendo a las drogas es una acusación tal de la cultura de hoy – de su filosofía básica y su establishment educativo – que ninguna evidencia adicional es necesaria, y no hay explicación causal menor posible.

Si no hubiesen sido entrenados a creer que pertenecer a una manada es una necesidad moral y metafísica, ¿se arriesgarían los niños de una escuela secundaria a destruir físicamente sus cerebros con el fin de pertenecer a un fumadero “grupal” de marihuana?

Si no hubiesen sido entrenados a creer que la razón es impotente, ¿tomarían los estudiantes universitarios drogas que “expanden la mente” para buscar algún medio más “elevado” de conocimiento?

Si no hubiesen sido entrenados a creer que la realidad es una ilusión, ¿tomarían drogas las personas jóvenes para alcanzar una realidad “más elevada” que parece obedecer sus deseos, excepto que ellos se estrellan contra el pavimento al intentar salir volando por las ventanas?

Si un grupo educado de comentaristas, compartiendo las mismas creencias, no realzara la obscena epidemia de autodestrucción – con evaluaciones como “idealista. . . revolucionario. . . nuevo estilo de vida. . . nueva moralidad. . . cultura de drogas” ¿tendrían los jóvenes alguna coartada donde ocultar en su fuero interno el conocimiento de que la adicción a las drogas no es más que una confesión pública de impotencia personal?

Es el establishment educativo el que ha creado ese desastre nacional. Es la filosofía la que ha creado el establishment educativo. La tendencia filosófica anti-racional de los últimos doscientos años ha llegado a un callejón sin salida y alcanzado su clímax. Oponerse a ella requerirá una revolución filosófica o, más bien, un renacimiento de la filosofía. Apelar a “hogar, iglesia, madre y tradición” no funcionará; nunca lo hizo. Las ideas sólo pueden ser combatidas por medio de ideas. El establishment educativo tiene que ser combatido de abajo arriba, desde la causa a las consecuencias, desde la guardería a las universidades, desde la filosofía básica a los disturbios de los campus, desde fuera y desde dentro.

Esto último está dirigido a los muchos jóvenes inteligentes que son conscientes del estado de la educación superior y se niegan a ir a la universidad, o habiendo ido, se retiran asqueados. Ellos están haciéndoles el juego a los comprachicos. Si las mejores mentes desertan de las universidades, este país llegará a una situación en la que el incompetente y el hombre de segunda fila llevarán la insignia oficial del intelecto, y no habrá lugar para que el independiente y el hombre de primera línea funcionen o incluso se oculten. Preservar la mente de uno intacta al pasar por una educación universitaria moderna es una prueba de valor y resistencia, pero la batalla vale la pena, y lo que está en juego es lo más elevado posible para el hombre: la supervivencia de la razón. El tiempo que se pasa en la universidad no está desperdiciado, si uno sabe cómo usar a los comprachicos contra sí mismos: uno aprende a la inversa, sometiendo sus teorías al examen crítico más riguroso, y descubriendo lo que es falso y por qué, lo que es verdadero, cuáles son las respuestas.

En cuanto a los contingentes de hippies y activistas drogados, me gustaría dirigir lo siguiente a aquellos de entre ellos que aún puedan ser redimibles, así como a quienes puedan estar tentados a unirse a sus hordas.

Los comprachicos modernos tienen una ventaja sobre sus antiguos predecesores: cuando una víctima era mutilada físicamente, ella retenía la capacidad de descubrir quién lo había hecho. Pero cuando una víctima es mutilada mentalmente, ella se aferra a sus propios destructores como siendo sus amos y sus únicos protectores contra el horror de la situación que ellos han creado; ella sigue siendo su herramienta y su juguete, lo cual es parte del fraude de ellos.

Si, en el caos de tus motivos, algún elemento es un deseo genuino de hacer una cruzada por una causa justa y tomar parte en una batalla heroica, dirígela contra el enemigo apropiado. Sí, el mundo está en un estado terrible; pero, ¿qué lo causo? ¿El capitalismo? ¿Dónde lo ves, excepto en algunos restos maltrechos que aún se las arreglan para mantenernos a todos con vida? Sí, el “establishment” de hoy es una estructura podrida de hipocresía sin mente – pero ¿quién y qué es el “establishment”? ¿Quién lo dirige? No, no son los grandes empresarios, que predican los mismos eslóganes colectivistas que tus profesores, y vierten millones de dólares para financiarlos. Tampoco son los así llamados “conservadores”, que compiten con tus profesores atacando la razón y divulgando las mismas nociones místico-altruista-colectivistas. No son los políticos de Washington, que son los títeres más entusiastas de tus ventrílocuos académicos. No son los medios de comunicación, que publicitan tu causa, elogian tus ideales, y predican las doctrinas de tus profesores.

Son las ideas las que determinan las acciones de todas las personas, y es el establishment educativo el que determina las ideas de una nación. Son las ideas de tus profesores las que han dominado el mundo durante los últimos cincuenta años o más, con una creciente proliferación de devastación, no de mejora; y hoy, a falta de oposición, esas ideas están destruyendo el mundo, igual que destruyeron tu mente y tu autoestima.

¿Te sientes miserablemente indefenso y quieres rebelarte? Entonces rebélate contra las ideas de tus maestros. Nunca encontrarás una forma de rebelión más difícil, noble o heroica. No tienes nada que perder excepto tu ansiedad. Tienes tu mente que ganar.

En conclusión, me gustaría citar – para uno de los grupos más culpables, los padres – un pasaje de La Rebelión de Atlas que habla de los pensamientos de Rearden tras la muerte de la nodriza:

“Él pensó en todas las especies vivientes que adiestran a sus crías en el arte de la supervivencia, los gatos que enseñan a sus gatitos a cazar, los pájaros que dedican tal esfuerzo enérgico a enseñar a sus crías a volar. . . y sin embargo el hombre, cuya herramienta de supervivencia es la mente, no sólo fracasa al enseñarle a un niño a pensar, sino que dedica la educación del niño a la tarea de destruir su cerebro, de convencerle de que el pensamiento es inútil y malvado, antes de que él haya empezado a pensar…

“Los hombres se estremecerían, pensó, si vieran a una madre pájaro arrancando las plumas de las alas de sus crías, y luego empujándolas fuera del nido para luchar por la supervivencia, y sin embargo, eso es lo que ellos hacen con sus hijos.

“Armado con sólo frases sin sentido, ese muchacho había sido arrojado a luchar por la existencia, había titubeado y andado a tientas en un breve esfuerzo condenado al fracaso, había gritado su protesta indignada y desconcertada. . . y había perecido en su primer intento de volar con sus alas mutiladas”.

(Agosto-Diciembre de 1970)

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<<< Traducción: Objetivismo.org >>>

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Descarga el archivo completo aquí.

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Fuentes:

The Comprachicos, The New Left: The Anti-Industrial Revolution
publicado originalmente en Intellectual Ammunition Department, The Objectivist Newsletter: Vol. 4 No. 2 February, 1965

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