Tu subconsciente es como un ordenador – más complejo que cualquier ordenador que los hombres puedan construir – y su principal función es la integración de tus ideas. ¿Quién lo programa? Tu mente consciente. Si fracasas, si no alcanzas convicciones firmes, tu subconsciente queda programado por la casualidad – y te entregas al poder de unas ideas que no sabes que has aceptado. Pero de una manera u otra, tu ordenador te da informes, cada día y cada hora, en forma de emociones – que son estimativas relámpago de las cosas a tu alrededor, calculadas de acuerdo a tus valores. Si programaste tu ordenador con el pensamiento consciente, conoces la naturaleza de tus valores y de tus emociones. Si no lo hiciste, no la conoces.
Muchas personas, especialmente hoy, afirman que el hombre no puede vivir sólo por la lógica, que hay que considerar el elemento emocional de su naturaleza, y que ellos se dejan guiar por sus emociones. Bueno, lo mismo hizo el astronauta de mi historia. Quien lo paga es él – y ellas: los valores y las emociones del hombre son el resultado de su visión fundamental de la vida. El programador final de su subconsciente es la filosofía – la ciencia que, según los emocionalistas, es impotente para influenciar o penetrar los tenebrosos misterios de sus emociones.
La calidad de lo que sale de un ordenador, su “output”, está determinado por la calidad de lo que entra en él, su “input”. Si tu subconsciente está programado por el azar, lo que él produzca tendrá las mismas características. Probablemente has oído el elocuente término que usan los analistas de informática: “GIGO” (“Garbage-In, Garbage-Out”) – o sea, “Entra basura, sale basura”. La misma fórmula se aplica a la relación entre el pensamiento de un hombre y sus emociones.
Un hombre que se deja llevar por sus emociones es como un hombre que se deja guiar por un ordenador cuyos informes no puede leer. Él no sabe si su programación es verdadera o falta, correcta o incorrecta, si le está llevando al éxito o a la destrucción, si sirve a sus objetivos o a los de algún poder maléfico e incognoscible. Está ciego en dos frentes: ciego al mundo que le rodea y ciego a su propio mundo interior; no es capaz de captar ni la realidad ni sus propios motivos, y vive con un terror crónico de ambos. Las emociones no son herramientas de conocimiento. Los hombres que no están interesados en filosofía son los que más urgentemente la necesitan: ellos son los que están más desesperadamente en su poder.
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El subconsciente es un mecanismo integrador. La mente consciente del hombre observa y establece conexiones entre sus experiencias; El subconsciente integra las conexiones y hace que se conviertan en automáticas. Por ejemplo, la habilidad de caminar se adquiere, después de muchos intentos vacilantes, al automatizar las innumerables conexiones que controlan los movimientos musculares; una vez que aprende a caminar, un niño no necesita ser directamente consciente de tales problemas como postura, equilibrio, longitud del paso, etc. La mera decisión de andar le pone todo ese total integrado bajo su control.
El desarrollo cognitivo de una mente implica un proceso continuo de automatización. Por ejemplo, tú no puedes percibir una mesa como un niño la percibe: como un objeto misterioso con cuatro patas. Tú la percibes como una mesa, o sea, como un mueble hecho por el hombre, que tiene un objetivo determinado relacionado con la vivienda humana, etc.; tú no puede separar esos atributos de tu visión de la mesa, la experimentas como una percepción única e indivisible, y sin embargo lo único que ves es un objeto de cuatro patas; el resto es una integración automatizada de una enorme cantidad de conocimientos conceptuales que, en algún momento, tuviste que aprender poco a poco. Lo mismo ocurre con todo lo que percibes o experimentas; como adulto, no puedes percibir ni experimentar en el vacío, lo haces dentro de un cierto contexto que has automatizado; y la eficiencia de tus operaciones mentales depende del tipo de contexto que tu subconsciente ha automatizado.
«Aprender a hablar es el proceso de automatizar el uso (o sea, el significado y la aplicación) de conceptos. Es más: todo aprendizaje conlleva un proceso de automatización, es decir, de inicialmente adquirir conocimiento mediante una atención y una observación plenamente conscientes y enfocadas, y luego de establecer conexiones mentales que hacen que el conocimiento sea automático (que esté instantáneamente disponible como contexto), liberando así la mente del hombre para perseguir conocimientos más complejos». (Introducción a la Epistemología Objetivista).
El proceso de formar, integrar y usar conceptos no es un proceso automático, sino un proceso volitivo, es decir, un proceso que usa tanto material nuevo como material automatizado, pero que está volitivamente dirigido. No es una habilidad innata, sino adquirida; tiene que ser aprendida – es la parte más importante del aprendizaje – y todas las demás capacidades del hombre dependen de lo bien o lo mal que la aprenda.
Esta habilidad no tiene que ver con el contenido específico del conocimiento de un hombre a una edad concreta, sino con el método por el cual adquiere y organiza el conocimiento: el método por el cual su mente maneja su contenido. El método programa su ordenador subconsciente, determinando hasta qué punto sus procesos cognitivos funcionarán de forma eficiente, deficiente o desastrosa. La programación del subconsciente de un hombre consiste en el tipo de hábitos cognitivos que él adquiere; esos hábitos constituyen su psico-epistemología.
Son las primeras experiencias, observaciones y conclusiones subverbales de un niño las que determinan esa programación. A partir de entonces, la interacción de contenido y método establece una cierta reciprocidad: el método de adquirir conocimiento afecta a su contenido, lo cual afecta al desarrollo ulterior del método, etc.
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Los valores del hombre controlan su mecanismo emocional subconsciente, que funciona como un ordenador que totaliza sus deseos, sus experiencias, sus satisfacciones y frustraciones, como si fuera un guardián sensible que observa y constantemente evalúa su relación con la realidad. La pregunta clave que este ordenador está programado para responder, es: ¿Qué es posible para mí? . . .
El mecanismo emocional del hombre funciona como un barómetro de la eficacia o impotencia de sus acciones.
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Objetivismo rechaza la teoría freudiana de un inconsciente dinámico, o sea, del inconsciente como entidad mística, con voluntad y propósito propios y desconocidos para la mente consciente, como un demonio innato que continuamente nos crea un infierno. Estrictamente hablando, Objetivismo no reconoce en absoluto la idea de un inconsciente. Usamos el término «subconsciente» en su lugar, y eso es simplemente un nombre para el contenido de tu mente en el cual no te estás enfocando en un momento determinado. Es simplemente un repositorio de información o de conclusiones pasadas, de las cuales alguna vez fuiste consciente de alguna forma, pero que ahora están almacenadas bajo el umbral de la consciencia. No hay nada en el subconsciente aparte de lo que adquiriste por medios conscientes. El subconsciente sí realiza automáticamente ciertas integraciones importantes (unas veces son correctas, y otras no), pero la mente consciente siempre es capaz de saber cuáles son esas integraciones (y de corregirlas si es necesario). El subconsciente no tiene objetivos ni valores propios, y no se dedica a crear manipulaciones diabólicas entre bastidores. En ese sentido, ciertamente no es «dinámico».
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Fuentes:
“Philosophy: Who Needs It”, Philosophy: Who Needs It
“The Comprachicos” Return of the Primitive: The Anti-Industrial Revolution
“Our Cultural Value-Deprivation” The Objectivist, Abril 1966
Leonard Peikoff, Curso sobre La Filosofía de Objetivismo, segunda sesión, período de preguntas y respuestas
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