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Estímulos no son el remedio, son otra enfermedad

Los confinamientos masivos impuestos por los gobiernos y los consecuentes efectos económicos en cascada han dejado sin trabajo a decenas de millones de personas. Sin que ellas tengan la culpa, muchas están enfrentando ahora una situación desesperada y están tratando de mantenerse a flote. Los políticos —tratando de ayudar a quienes ellos han impedido trabajar, y a resucitar mercados que sus confinamientos han destruído— todos están apoyando la noción de que los gobiernos deben dar “estímulos”.

En los Estados Unidos, la Ley de Ayuda, Alivio y Seguridad Económica del Coronavirus (CARES) —que fue aprobada por unanimidad en el Senado y por una abrumadora mayoría en la Cámara de Representantes— es un paquete de estímulo de $2.2 billones para familias, empresas, e incluso agencias gubernamentales. Aunque es el mayor paquete de estímulo de la historia, superando con creces el programa TARP de $700 mil millones del 2008, es probable que sea sólo el primero de muchas oleadas de ese tipo de gasto.

La respuesta de los gobiernos a la pandemia de COVID-19 ha perjudicado a mucha gente inocente. Pero los paquetes de estímulo sólo harán empeorar una mala situación. Aunque lo venden como un remedio, esos “estímulos” son, de hecho, otra enfermedad.


Además, la Reserva Federal ha usado poderes normales discrecionales y de emergencia (conocidos como la “autoridad 13-3”) para reducir los tipos de interés a casi cero, prometer préstamos prácticamente ilimitados a los bancos, comprar valores respaldados por hipotecas, y crear grandes cantidades de nuevo “dinero” de muchas otras maneras. Los bancos centrales de todo el mundo —incluyendo el Banco Popular de China, el Banco Central Europeo, el Banco de Inglaterra, y el Banco de Japón— han tomado todos ellos medidas parecidas.


Claramente, cuando la gente está confinada y no puede trabajar, necesita algún medio para sustentarse. Pero, ¿son los paquetes de estímulo y las manipulaciones financieras relacionadas una buena solución para ese problema? ¿Cuáles serán sus consecuencias?

Un mundo sin estímulos

Para responder a esas preguntas, empecemos viendo lo que pasa en un mercado cuando hay un problema a nivel mundial y las empresas no reciben ningún tipo de estímulo monetario.

Para empezar, el problema revela vulnerabilidades, incentivando a inversores, empresarios y trabajadores a tomar mejores decisiones sobre futuras inversiones de tiempo y dinero. Los líderes y las empresas débiles están expuestos; los excesos de asumir riesgos y de complacencia son castigados. Por ejemplo, desde la crisis financiera del 2008, muchos de los grandes almacenes (que, por supuesto, no recibieron dinero de TARP) han cerrado miles de ubicaciones y han sobrevivido con préstamos respaldados por sus activos y sus inventarios. Mientras tanto, los compradores se han ido pasando cada vez más a compras en internet, donde pueden comparar productos más fácilmente y obtener el mejor valor por su dólar, igual que han hecho muchos inversores y empresarios.

Las empresas que se han expandido demasiado y son incapaces de conseguir  préstamos adicionales se van a la quiebra, pero sus empleados y sus activos no desaparecen. Los edificios que pertenecen a cadenas minoristas en quiebra no desaparecen, ni los aviones que pertenecen a aerolíneas en quiebra. Lo que cambia es que dichos recursos son adquiridos por propietarios más responsables que encabezan proyectos empresariales más estables.

Del mismo modo, los empleados más productivos de las empresas fallidas encuentran trabajo a menudo en mejores empresas en su campo o en campos relacionados. Otros encuentran nuevos tipos de trabajos, que a menudo requieren que ellos desarrollen nuevas habilidades que tienen una mayor demanda en el cambiante panorama económico. Un vendedor de una tienda de cadena minorista que se declara en quiebra puede conseguir un trabajo en una tienda de Apple o como conductor de entregas para Amazon. Los que tienen planes de contingencia (ya sean ahorros o seguros), son recompensados, y el haber sido precavidos es algo que se refuerza. Otros confían en el apoyo de amigos, familiares y organizaciones benéficas privadas.

Además, debido a que las personas tienen menos ingresos, ellas consumen menos y están incentivadas a ahorrar más. Eso reduce la demanda de muchos bienes y servicios, especialmente de productos de lujo. Como resultado, los precios caen —incluyendo los precios de materias primas, maquinaria y mano de obra— lo que significa que las empresas que fabrican productos a demanda pueden hacerlo de forma más económica. Eso facilita que los individuos se recuperen y que las empresas se reestructuren, creando la base para una recuperación sólida.

En todos los niveles, las interrupciones del mercado revelan fragilidad, y brindan a las personas la información que necesitan para fortalecer sus vidas personales y profesionales, lo cual, en conjunto, contribuye a una recuperación más sólida, y a un sistema económico más inmune y más capaz de aguantar futuras crisis.

Cuando se le echa dinero al problema

Ahora veamos las consecuencias de que los gobiernos respondan a un serio problema en el mercado con paquetes de estímulo, como la mayoría de los gobiernos están haciendo o planean hacer.

Las personas normalmente se darían cuenta de los fallos en negocios concretos y en sus planes financieros personales, pero es menos probable que lo hagan cuando esas debilidades están empapeladas con dinero de rescates. Las empresas no rentables y poco sólidas son apuntaladas, y sus ineptos y derrochadores ejecutivos y administradores a menudo siguen al mando. Los activos y el personal que en otras circunstancias se dirigiría a proyectos de negocios más productivos, en vez de hacerlo se quedan parados, sin hacer nada, o son usados para producir bienes y servicios para los cuales hay una demanda reducida.

”Los paquetes de estímulo encubren y perpetúan la fragilidad, violan los derechos individuales al inflar la oferta monetaria y al reducir el valor de cada dólar que uno ha ganado.”

Aquellos que en otras circunstancias tendrían fuertes incentivos para tomar mejores decisiones financieras y aumentar su capacidad de recuperación para el futuro, en vez de eso están incentivados a continuar actuando como si nada hubiera cambiado. El “dinero gratis” les permite a muchas personas mantener sus malos hábitos de gasto y de ahorro; ellas no necesitan priorizar tan seriamente sus valores o reestructurar sus finanzas, cuando el gobierno les paga por descansar en sus laureles. Muchos pueden continuar gastando en lujos, cuyos fabricantes continúan subiendo los precios de las materias primas, lo que puede aumentar el coste de las artículos de primera necesidad y de los bienes en demanda. Mira, por ejemplo, el polipropileno, una resina plástica utilizada en automóviles, muebles, juguetes, equipajes, y para envolver productos horneados y cigarrillos…, y también en la fabricación de respiradores N95, mascarillas quirúrgicas, batas protectoras, y todo tipo de equipos de laboratorio.

Además, a diferencia de las personas y las empresas, los gobiernos no crean riqueza: lo único que hacen es redistribuirla de una persona a otra. En Estados Unidos, la Ley CARES no se financiará subiendo los impuestos (lo que cancelaría el estímulo, haciendo que fuera inútil) sino mediante un truco de magia que equivale a imprimir dinero. El Tesoro pide dinero prestado vendiendo bonos a los bancos. Pero debido a que los bancos no tienen $2 billones de dólares por ahí para comprarlos, la Reserva Federal digitalmente crea y les presta todo el dinero que necesitan para comprar esos bonos, y además lo hace a tipos de interés de cerca de cero (un proceso conocido como expansión del balance general). Con ese dinero, los bancos compran los bonos del Tesoro, y el Tesoro le manda a todo el mundo los pagos del estímulo.

Exactamente igual que ocurre cuando se imprime dinero, ese proceso tiene muchas consecuencias destructivas. Una de ellas es que, al expandir la cantidad de dinero en el mercado, el gobierno reduce el valor de cada dólar en circulación. Como la gente tiene más dinero para gastar, compran más cosas, lo cual aumenta la demanda… y los precios. Eso le quita valor a los ahorros existentes y de esa forma viola subrepticiamente los derechos que tienen las personas a sus propios ingresos. Y puesto que los que reciben el estímulo pueden gastar el nuevo dinero a los precios de hoy, mientras que los inversores recuperarán su dinero sólo cuando los precios estén inflados, lo que eso hace es transferir de hecho la riqueza de quienes ahorraron dinero a quienes no lo hicieron.

Otro efecto especialmente malvado es que, cuando los bancos compran bonos de los gobiernos y les revenden esos bonos a los inversores, esos inversores ya no tienen ese dinero para invertir en otros sitios. En vez de invertir en proyectos empresariales con buenas perspectivas, los que compran los bonos del gobierno que están siendo usados para financiar el paquete de estímulo en realidad estarán pagando por mantener a flote a empresas no rentables. Además, su dinero ayudará a reducir los incentivos para que los trabajadores desplazados busquen un empleo remunerado. Así que, en vez de que los ahorradores inviertan en capacidad productiva, estarán incentivando el consumo a corto plazo, lo cual disminuye el crecimiento económico.

Hay una expresión idiomática para esto: “comerse las semillas de maíz de uno”. Las familias que vivían de sus tierras reservaban las semillas de parte de su cosecha para plantar durante la temporada siguiente. Cuando fallaba una cosecha, a veces tenían que comerse las semillas que tenían almacenadas para sobrevivir, lo que significaba que tenían poco o nada para plantar la temporada siguiente.

Mientras que en otras circunstancias los inversores estarían buscando sitios fértiles para hacer crecer su dinero, muchos de ellos vuelcan sus ahorros en bonos del gobierno, y el gobierno les servirá sus “semillas de maíz” a quienes estén listos para hincarles el diente.

Resumiendo, los paquetes de estímulo encubren y perpetúan la fragilidad, ocultando información a personas que necesitan pensar con claridad y actuar en consecuencia, con respecto a sus finanzas y a sus trabajos. Alejan al capital de inversiones productivas, debilitando los esfuerzos de reconstrucción, alargan las recesiones, y haciéndonos a todos más vulnerables a nuevas crisis. Y violan los derechos individuales al inflar la oferta monetaria y al reducir el valor de cada dólar que uno ha ganado.

La respuesta de los gobiernos a la pandemia del COVID-19 ha perjudicado a mucha gente inocente. Pero los paquetes de estímulo sólo harán empeorar una mala situación. Aunque lo venden como un remedio, esos “estímulos” son, de hecho, otra enfermedad.

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por David Veksler, publicado en TOS, The Objective Standard, en abril 2020

Editado, traducido y publicado por Objetivismo.org con permiso del autor

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