La columna más reciente de Peggy Noonan en The Wall Street Journal (agosto del 2014) a primera vista parece tener sentido. Titulada A New Kind of Terrorist Threat (“Un nuevo tipo de amenaza terrorista”), dice que los miembros de ISIS (Islamic State of Iraq and Syria) son tan fanáticos y despiadados que hacen que los de al-Qaeda parezcan novatos en comparación.
“El Estado islámico de Irak y al-Sham no consiste sólo en un grandioso ejército de mercenarios y fanáticos; son algo esencialmente diferente al antiguo Al-Qaeda [¿¡antiguo!?], son más violentos, más organizados y más profesionales.”
Pero ¿y eso qué…? La premisa aquí es que las características personales de militares – o terroristas – son de gran importancia. No lo son. No me importa lo dispuestos, listos, musculosos y despiadados que sean estos tipos; no están al nivel del ejército estadounidense, y ni siquiera al nivel de un ejército europeo.
Lo que no pasa por la mente de Miss Noonan es que son las ideas, no la fuerza o la brutalidad, las que deciden la victoria. Primero, son las ideas del Islam las que motivan a estos fanáticos: ellos tienen una devoción fanática a esas ideas (Miss Noonan parece insinuar que fanatismo es algún tipo de característica personal, independiente de convicciones). Segundo, son las ideas estadounidenses – las ideas de individualismo – las que están detrás de nuestro poderío militar. Tercero, y más importante, son las ideas del pueblo americano las que determinan si usaremos o no nuestro poderío militar y, por lo tanto, si nuestros enemigos perderán o ganarán.
¿Por qué perdimos la Guerra de Vietnam? ¿Porque sus soldados fueron más sanguinarios o más valientes que los nuestros? ¿O fue porque no pudimos usar nuestro poderío debido a las cada vez más populares ideas pacifistas y comunistas? Un país primitivo fue capaz de derrotar a los Estados Unidos porque la izquierda ganó la guerra de ideas.
Imagina que el clima intelectual en Estados Unidos le hubiese permitido a Barry Goldwater ganar las elecciones presidenciales de 1964. Su política explícita era: ganar de forma rápida y definitiva – usando armas nucleares tácticas si fuese necesario – o retirarse de inmediato. Pero los Demócratas controlaban los medios de comunicación y prácticamente monopolizaban la opinión pública (hasta un punto que sería inconcebible hoy, gracias a Dios). Para derrotar a Goldwater, los Demócratas mostraron el infame anuncio televisivo de una jovencita quitando los pétalos de una margarita… y desapareciendo en la nube de una explosión nuclear. El Saturday Evening Post (que no es una publicación ideológica) publicó una editorial, justo antes de las elecciones, llamando a Goldwater “un político artista del jiu-jitsu”, “un salvaje”, “un loco perdido”. Nadie pensó que eso fuera exagerado. Goldwater perdió de forma abrumadora, y la izquierda no enfrentó ninguna oposición seria en los 14 años siguientes, incluso obligando a Nixon a abandonar la Casa Blanca.
El período desde el asesinato de John F. Kennedy en 1963 hasta la Proposición 13 en California en 1978 [una reducción masiva de impuestos bajo Ronald Reagan] no ha tenido nada equiparable, en mi experiencia: se caracterizó por un dominio izquierdista absoluto e incuestionable en todo el país. Ni siquiera la palabra “capitalismo” era mencionada, excepto para ser usada como insulto por los comunistas.
En ese clima intelectual ¿cómo podría apoyarse una guerra contra el comunismo? Fue imposible hacerlo (además de ser una guerra errada), y la perdimos.
En contraste tenemos la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos derrotó rápidamente a dos enemigos igual de despiadados y fanáticos que ISIS, pero mucho más fuertes: los ciegamente obedientes y altamente industrializados nazis marchando al paso de la oca; y los bárbaros y sádicos fascistas japoneses adoradores del emperador (¿usar el suicidio como arma? lo inventaron los kamikazes). Estados Unidos ganó porque, estando totalmente seguro de que su causa era moralmente correcta, hizo todo lo necesario para derrotarlos.
Y ganamos porque nuestras ideas eran las correctas y las de los nazis y japoneses no. Por ejemplo, una de las principales ideas de los nazis era “el principio del Führer”, que uno de ellos resumió de esta forma: “Si el Führer lo quiere así, entonces 2 y 2 no son 4”. Pero sí, siguen siendo 4. Hitler cometió fatales errores militares, en especial la colosalmente estúpida invasión de la Rusia Soviética.
De la misma forma, mira el bombardeo japonés de Pearl Harbor. Por supuesto que ellos esperaban causar mucho más daño a la flota del Pacífico de lo que realmente causaron, pero ¿qué pasaría pasado mañana…? ¿Qué pensaban que Estados Unidos haría si perdiera toda su fuerza naval (lo cual sería imposible)? ¿Pensaban que los americanos simplemente agacharían la cabeza y se quitarían de en medio? ¿No se les ocurrió pensar que podrían construir nuevos barcos, y además con bastante rapidez? ¿Quizás pensaban que podrían invadir y ocupar los Estados Unidos? ¿Acaso no sabían nada sobre el espíritu americano? Qué irracionalidad tan extrema, aunque sea algo que no sorprende de quienes viven una filosofía irracional.
Por el contrario, nuestras ideas – correctas – sobre libertad e iniciativa individual significaron que pronto sobrepasaríamos en tecnología militar a las Potencias del Eje. El imperio de la fuerza no puede competir con el imperio de la mente. El mejor ejemplo de ello es que los alemanes trataron de producir la bomba atómica, sin conseguirlo. Nosotros lo logramos – usando, en gran parte, a científicos que habían huído del totalitarismo alemán.
La fuerza es iniciada por quienes han abandonado la razón. La fuerza como represalia es usada por quienes respetan la razón. Lo anti-razón es lo contradictorio, la negación de los hechos, lo puramente estúpido.
Hay también una premisa metafísica operando entre bastidores, que es lo que provoca el miedo exagerado de Ms. Noonan hacia ISIS. Como católica que es, ella cree que el mal es poderoso, más poderoso que el bien. Mira la teología cristiana: gracias a Santo Tomás de Aquino, los católicos son intelectualmente más serios que los de otras sectas cristianas; sin embargo, todos ellos están unidos claramente por el mito de Jesucristo. Ese mito dice que Dios tuvo que encarnarse en su “hijo” Jesús, a quien envió a la Tierra para ser brutalmente torturado y crucificado. ¿Por qué? Para redimir a la humanidad del demonio. El poder del demonio es la única razón por la que existe toda la leyenda de Cristo; si no fuese así el propio Dios podría simplemente haber perdonado a la humanidad por el pecado de Adán. Pero ese Ser Omnipotente no pudo hacer eso. Tuvo que saldar las cuentas con Satanás. El significado mítico es que el bien tiene que aplacar al mal, porque el mal es poderoso.
Tiene sentido que el mal tenga poder… si eres un altruista. Si ser moral requiere que tengas que poner la otra mejilla, ames a tus enemigos, y seas como los lirios del campo, que no trabajan… entonces tus enemigos – que no ponen la otra mejilla, trabajan duro y son implacables – tienen la victoria asegurada.
En Objetivismo el mal es lo irracional. Es tratar de desafiar la realidad, evadir los hechos, y vivir en el corto plazo. Maldad es estupidez auto-generada. Por eso la maldad es impotente. No hay contienda entre Wesley Mouch y Francisco d’Anconia. Y tampoco la hay entre las fuerzas de ISIS y el ejército americano. Incluso la apariencia de fuerza de esos brutos es debido a una compartamentalización: son “racionales” en un ámbito estrecho y concreto. Por ejemplo, si quieren conquistar una ciudad Iraquí que está en el sur, no marchan hacia el norte. Y por eso mismo la debilidad de hecho de Occidente se debe a nuestra compartamentalización: al intento de combinar auto-defensa con auto-sacrificio.
Está claro que ISIS puede derrotar a los Estados Unidos, por la misma razón que los pueblerinos primitivos de Vietnam del Norte pudieron hacerlo. Cualquiera que nos ataque puede vencernos, si seguimos practicando los principios místicos y altruistas mantenidos por gente como Ms. Noonan. En ese sentido, ella tiene razón en estar preocupada: no porque ISIS sea “un nuevo tipo de amenaza terrorista”, sino porque ella cree, como muchos otros compatriotas suyos, que ningún tipo de amenaza puede ser confrontada con represalias contundentes, firmes y con una convicción moral total.
No apoyo ningún tipo de acción militar contra ISIS, y menos aún que enviemos más soldados de tierra, pues ya hemos visto una y otra vez lo inútil que eso resulta. Sólo cuando estemos decididos a mandar a Irán al infierno será apropiado ocuparse de ISIS, Hamas, Al Qaeda, etc., aunque probablemente en ese momento ya no sea necesario. Entonces dejaremos de tener que quitarnos los zapatos en los aeropuertos, de tener miedo de los inmigrantes del Medio Oriente, de poner barreras de concreto enfrente de todos los posibles blancos terroristas (como hacemos aquí en Nueva York), y podremos dejar de escondernos en nuestro caparazón.
Actuemos como hombres. Pero para hacerlo necesitamos una filosofía «pro-hombre».
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por Harry Binswanger, publicado en su lista en agosto de 2014. Traducido y publicado con permiso del autor.
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Es mejor ganar una guerra sin sangre derramada como dices o como mucho atacar el problema de raíz pero creo que si los pacifistas llegasen a un acuerdo estaría bien el odio solo genera más odio
La cabeza más dificil de cortar y quemar es la correspondiente a la guerra ideológica. Imagina que los pacifistas convencen a los de ISIS (improbable, peropara que veas); no moriría nadie más a causa de disparos. Mismas personas, mismas armas.… Leer más »
Para matar una hidra hay que quemarle las cabezas que cortas parece que aquí aún no aprendimos nada
Yo pienso que los EE.UU tienen capacidad más que suficiente para acabar, si realmente quisieran, con cualquier organización fascista-terrorista árabe que exista. Lo que sucede es que su filosofía dominante es la altruista-colectivista. Sucede lo mismo en España con el… Leer más »