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La Filosofía de Objetivismo: Un breve resumen

By Leonard Peikoff. Summary originally published in his book The Ominous Parallels, 1977.

A complete philosophical system that defends reason and selfishness has been defined in our time by Ayn Rand. It is the philosophy of Objectivism, presented in detail in Atlas Shrugged (“The Atlas Rebellion”), Introduction to Objectivist Epistemology (“Introduction to Objectivist Epistemology”) and The Virtue of Selfishness (“The Virtue of Egoism”). It is the antidote to the current state of the world.

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(Todas las citas, a menos que se indique lo contrario, son de las obras de Ayn Rand.)

La mayoría de los filósofos han dejado sus puntos de partida a implicaciones sin identificar. La base de Objetivismo es explícita:

“La existencia existe – y el acto de comprender esa afirmación implica dos axiomas corolarios: que algo existe que uno percibe, y que uno existe poseyendo consciencia, consciencia siendo la facultad de percibir lo que existe”.

Existencia y consciencia son hechos que están implícitos en cualquier percepción. Son la base de todo conocimiento (y la pre-condición de prueba): conocimiento presupone algo que conocer y alguien que lo conoce. Son absolutos que no pueden ser cuestionados ni eludidos: cada declaración humana, incluida la negación de esos axiomas, implica su uso y su aceptación.

El tercer axioma en la base del conocimiento – un axioma que es verdad, en palabras de Aristóteles, del “ser cual ser” – es la Ley de Identidad. Esta ley define la esencia de la existencia: ser es ser algo, una cosa es lo que es; y conduce al principio fundamental de toda acción, la ley de causalidad. La ley de causalidad dice que las acciones de una cosa están determinadas, no por azar, sino por su naturaleza, es decir, por lo que es.

Es importante observar la relación entre estos tres axiomas. Existencia es el primer axioma. El universo existe independiente de cualquier consciencia. El hombre es capaz de adaptar su entorno a sus propias necesidades, pero “La naturaleza, para ser comandada, ha de ser obedecida” (Francis Bacon). No existe ningún proceso mental que pueda cambiar las leyes de la naturaleza o borrar los hechos. La función de la consciencia no es crear la realidad, sino captarla, comprenderla. “Existencia es Identidad, Consciencia es Identificación”.

El origen filosófico de este punto de vista y su principal abogado en la historia de la filosofía es Aristóteles. Sus oponentes son todas las otras principales tradiciones, incluyendo el Platonismo, el Cristianismo, y el Idealismo alemán. Directa o indirectamente, estas tradiciones mantienen la noción que la consciencia es la creadora de la realidad. La esencia de esta noción es la negación del axioma que la existencia existe.

En la versión religiosa, los negadores abogan por una consciencia “por encima” de la naturaleza, es decir, superior y en contradicción a la existencia; en la versión social, derriten la naturaleza en un borrón indeterminado al que le dan una transitoria medio-forma por el deseo humano. La primera escuela niega la realidad al mantener que hay dos realidades. La segunda escuela prescinde del concepto de realidad como tal. La primera rechaza la ciencia, la ley, la causalidad, la identidad, afirmando que cualquier cosa es posible para la voluntad omnipotente y realizadora de milagros del Señor. La segunda expresa el mismo rechazo que hacen los religiosos pero en términos seculares, afirmando que cualquier cosa es posible para la voluntad “del pueblo”.

Ninguna de las dos escuelas puede alegar una base de evidencia objetiva. No hay forma de razonar sobre la naturaleza negándola, ni sobre los hechos destruyéndolos, ni de establecer ninguna premisa para obliterar el razonamiento como tal, o sea, sus cimientos: los axiomas de existencia e identidad.

Metafísica y epistemología están íntimamente relacionadas; juntas, ellas forman la base de la filosofía. En la historia de la filosofía, el rechazo de la realidad y el rechazo de la razón han sido corolarios. De forma similar, como el ejemplo de Aristóteles indica, una metafísica a favor de la realidad implica una epistemología a favor de la razón. Ayn Rand define la razón como “la facultad que identifica e integra el material provisto por los sentidos del hombre”.

“La razón realiza esta función a través de conceptos, y la validez de la razón se apoya en la validez de los conceptos. Pero la naturaleza y el origen de los conceptos es un serio problema filosófico. Si los conceptos se refieren a hechos, entonces el conocimiento está basado en la realidad, y se pueden definir principios objetivos que guíen el proceso cognitivo del hombre. Si los conceptos no tienen relación con la realidad, entonces tampoco tiene relación con la realidad el conocimiento humano, y el hombre está irremediablemente ciego.

Este es el “problema de los universales”, en el que la filosofía occidental se ha atascado.

Platón afirmó que había encontrado el referente de los conceptos, no en este mundo, sino en una dimensión sobrenatural de esencias. Los Kantianos consideran que los conceptos (algunos o todos) no tienen referentes, es decir, que son creaciones subjetivas de la mente humana, independientes de hechos externos. Ambos enfoques y todas sus variantes en la historia de la filosofía llevan a la misma consecuencia esencial: desgajar las herramientas de conocimiento del hombre de la realidad, y por lo tanto coartar la mente del hombre. (Aunque la epistemología de Aristóteles es muy superior, su teoría de conceptos está mezclada con restos de platonismo y no es convincente). Filósofos recientes han abandonado el problema y, como resultado, han abandonado la filosofía como tal.

Ayn Rand desafía y derrumba todo el montaje del eje anti-mente. Su hazaña histórica es vincular la forma particular de conocer del hombre con la realidad, o sea: validar la razón humana.

Según Objetivismo, los conceptos se derivan de, y se refieren a, los hechos de la realidad.

La mente al nacer (como Aristóteles dijo por primera vez) es tabula rasa; no hay ideas innatas. Los sentidos son los medios primarios de contacto con la realidad; ellos le dan la pre-condición de todo conocimiento posterior, la evidencia de que algo es. Lo que ese algo es lo descubre el hombre al nivel conceptual de su consciencia.

Conceptualizar es el método del hombre para organizar el material de los sentidos. Para formar un concepto, hay que aislar dos o más cosas similares del resto del campo conceptual de la mente, e integrarlas en una única unidad mental, simbolizada por una palabra. Un concepto incluye un número ilimitado de cosas: tanto las cosas concretas en que uno se fijó como todas las otras cosas (en el pasado, el presente y el futuro) que son similares a ellas.

Similitud es la clave de este proceso. La mente puede retener las características de concretos similares sin especificar sus medidas, que varían según la situación. «Un concepto es la integración mental de dos o más unidades que poseen las mismas características distintivas, con sus medidas específicas omitidas».

El principio básico de la formación de conceptos (que establece que las medidas omitidas deben existir en alguna cantidad, pero pueden existir en cualquier cantidad), es el equivalente al principio básico en álgebra, que dice que los símbolos algebraicos deben tener algún valor numérico, pero pueden tener cualquier valor. En ese sentido y desde ese punto de vista, la percepción conceptual es la aritmética, pero la consciencia conceptual es el álgebra del conocimiento.

Los conceptos no son ni sobrenaturales ni subjetivos: se refieren a hechos de este mundo, procesados por el medio de conocimiento del hombre. (Lo anterior es un esbozo; para una presentación completa, ver Introducción a la Epistemología Objetivista).

Los sentidos, los conceptos, la lógica: esos son los elementos de la facultad racional del hombre – su inicio, su forma, su método. En esencia, “sigue la razón” significa: basa el conocimiento en observación; forma conceptos de acuerdo con las verdaderas (medible) relaciones entre cosas concretas; usa conceptos de acuerdo con las reglas de la lógica (en el fondo, la Ley de Identidad). Como cada uno de esos elementos está basado en los hechos de la realidad, las conclusiones alcanzadas por un proceso de razón son objetivas.

La alternativa a la razón es algún tipo de misticismo o de escepticismo.

El místico busca conocimiento sobrenatural; el escéptico niega la posibilidad de cualquier conocimiento. El místico afirma que los medios de conocimiento del hombre son inadecuados y que el verdadero conocimiento requiere la iluminación de Dios; el escéptico está de acuerdo, y prescinde de Dios. El místico asegura que hay absolutos, a los que defiende apelando a la fe; el escéptico responde que él no tiene fe. La fe del místico, en el fondo, está en sus emociones, las cuales él considera como el conducto al más allá; el escéptico ignora el más allá, y sigue sus emociones, las cuales, dice, son la única base de acción en un mundo ininteligible.

Las emociones son el producto de las ideas y juicios de valor de los hombres, mantenidas de forma consciente o subconsciente. Las emociones no son herramientas de conocimiento ni una guía para la acción.

Los religiosos de antaño condenaban la razón humana basándose en que es limitada, finita, ligada a la Tierra, en oposición a la perfecta pero indefinible mente de Dios. Esto implica un ataque en la identidad (como todo rechazo de lo finito); pero lo hace al amparo de afirmar una consciencia con una identidad supuestamente mayor, sobrenatural. Los modernos nihilistasson más explícitos: hacen campañas, no por el infinito, sino por el cero. Igual que en metafísica rechazan el concepto de la realidad, en epistemología rechazan la posibilidad de la consciencia.

El hombre, dicen los kantianos, no puede conocer “las cosas como son”, porque su conocimiento se adquiere por sentidos humanos, conceptos humanos, lógica humana; es decir, por medios de conocimiento humanos.

El mismo tipo de argumento se aplicaría a cualquier consciencia – humana, animal o divina (si esta última existiera): si es algo, si está limitada a algún, a cualquier medio de conocimiento, entonces por el mismo razonamiento no podría conocer “las cosas como son”, sino sólo “las cosas como le aparecen” a ese tipo de consciencia.

Kant se opone al hecho que la mente del hombre tiene una cierta naturaleza. Su teoría es: la identidad – la esencia de la existencia – invalida la consciencia. O sea: un medio de conocimiento específico hace que el conocimiento sea imposible. Como Ayn Rand muestra, esta teoría implica que “el hombre está ciego, porque tiene ojos – sordo, porque tiene oídos – eludido, porque tiene una mente – y las cosas que percibe no existen, porque él las percibe”.

Igual que el nihilismo epistemológico de Kant destierra el conocimiento de la identidad, así también su nihilismo ético destierra la moralidad – el reino de los valores ­– de cualquier disfrute de la vida.

La ética Objetivista es la opuesta a la de Kant.

La ética Objetivista empieza planteándose una cuestión fundamental: ¿por qué es necesaria la ética?

La respuesta está en la naturaleza del hombre como organismo vivo. Un organismo vivo tiene que actuar enfrentando una constante alternativa: vida o muerte. La vida es condicional; puede sustentarse sólo por un curso específico de acción realizado por el organismo vivo, por ejemplo las acciones de obtener alimento. En este punto, plantas y animales no tienen opción: dentro de los límites de sus poderes, ellos efectúan automáticamente las acciones que sus vidas requieren. El hombre no tiene esa opción.

Él no sabe de forma automática qué acciones lo sustentarán; si ha de sobrevivir tiene que descubrir, y luego practicar voluntariamente, un código de valores y virtudes, el código específico que requiere la vida humana. El objetivo de la ética es definir tal código.

Objetivismo es la primera filosofía que identificó la relación entre la vida y los valores morales. “La ética”, escribe Ayn Rand, “es una necesidad objetiva, metafísica, para la supervivencia del hombre – no por la gracia de lo sobrenatural o de tus vecinos o de tus caprichos, sino por la gracia de la realidad y de la naturaleza de la vida”.

El criterio de la ética, requerido por la naturaleza de la realidad y la naturaleza del hombre, es la Vida del Hombre. “Todo lo que es apropiado para la vida de un ser racional es lo bueno; todo lo que la destruye es lo malo” .

“La mente del hombre”, dice John Galt, un héroe de Atlas Shrugged, “es su herramienta básica de supervivencia. La vida se le da, la supervivencia no. Su cuerpo se le da, el sustento de éste no. Su mente se le da, el contenido de ésta no. Para permanecer vivo ha de actuar, y antes de poder actuar tiene que conocer la naturaleza y el propósito de su acción. No puede obtener su alimento sin un conocimiento de lo que es alimento y de la manera de obtenerlo. No puede cavar una zanja – o construir un ciclotrón – sin un conocimiento de su objetivo y de los medios de conseguirlo. Para permanecer vivo, tiene que pensar”.

Pensar no es un proceso automático. Un hombre puede decidir pensar o dejar que su mente se quede a la deriva; o puede decidir activamente volverse contra su inteligencia, evadir su conocimiento, sabotear su razón. Si se niega a pensar, está cortejando desastre: no puede impunemente rechazar sus medios de percibir la realidad.

Pensar es un proceso difícil y delicado, que el hombre no puede realizar a menos que el conocimiento sea su objetivo, la lógica sea su método, y el juicio de su mente sea lo único que le guía. Pensar requiere egoísmo, el egoísmo básico de una facultad racional que no deja que haya nada por encima de la integridad de su propia función.

Un hombre no puede pensar si pone algo – cualquier cosa – por encima de su percepción de la realidad. Él no puede encarar la evidencia de forma confiable o mantener sus conclusiones de forma intransigente, mientras considera que adaptarse a otros hombres es su imperativo moral, humildad es su mayor virtud, y sacrificio su principal deber. Él no puede usar su cerebro mientras rinde la soberanía sobre su mente; es decir, mientras acepta que sus vecinos son sus amos y quienes dictan las condiciones.

Los hombres aprenden unos de otros, construyen sobre el trabajo de sus predecesores, consiguen cooperando entre ellos hazañas que serían imposibles en una isla desierta. Pero todos esos tipos de relaciones sociales requieren el ejercicio de la facultad humana del conocimiento; dependen del individuo solitario, “solitario” en el sentido básico, interno, de la palabra, el sentido de un hombre enfrentándose a la realidad abierta y directamente, buscando no crucificarse a sí mismo en la cruz de los otros ni aceptar la palabra de otros como un acto de fe, sino buscando entender, hacer conexiones, saber.

La mente del hombre requiere egoísmo, y también lo requiere cualquier otro aspecto de su vida: un organismo vivo tiene que ser el beneficiario de sus propias acciones. Tiene que perseguir objetos específicos – para sí mismo, para su propio provecho y supervivencia. La vida requiere el ganar valores, no su pérdida; logros, no renuncia; auto-preservación, no auto-sacrificio. El hombre puede elegir el valorar y perseguir su auto-inmolación, pero no puede sobrevivir ni prosperar con tal método.

Egoísmo moral no significa una licencia para hacer lo que a uno le plazca, guiado por caprichos. Significa la disciplina precisa de definir y perseguir su propio interés racional. Un código de auto-interés racional rechaza todo tipo de sacrificio humano, sea de uno mismo a otros o de otros a uno mismo. La ética de auto-interés racional aboga por el ejercicio de la propia mente al servicio de la propia vida, y todas las elecciones de valor específicas y los atributos de carácter que tal ejercicio conlleva. Aboga por las virtudes de racionalidad, independencia, integridad, honestidad, justicia, productividad, orgullo. No aboga por “la supervivencia a cualquier precio”.

“La vida del hombre, como requiere su naturaleza, no es la vida de un salvaje insensato, de un rufián saqueador o de un místico gorrón, sino la vida de un ser pensante – no la vida por medio de fuerza o fraude, sino la vida por medio de logros – no la supervivencia a cualquier precio, pues sólo hay un precio que paga por la supervivencia del hombre: la razón”.

La razón es un atributo del individuo. Pensar es un proceso realizado no por hombres, sino por el hombre – en singular. Ninguna sociedad, comité, o grupo “orgánico” puede hacerlo. Lo que un grupo puede hacer en este sentido es solamente: o dejar al individuo libre para funcionar, o no dejarlo.

El requerimiento político básico de la Vida del Hombre es la libertad.

“Libertad” en este contexto significa el poder de actuar sin coerción por parte de otros. Significa el poder de un individuo de actuar de acuerdo con su propio juicio, mientras respeta el mismo derecho en los otros. En una sociedad libre, los hombres renuncian al método letal de tratar con desacuerdos: el iniciar fuerza física.

Fuerza es el antónimo y la negación del pensamiento. El entendimiento no se produce recibiendo un puñetazo en la cara; la claridad intelectual no fluye de la boca de fuego de una pistola; el peso de la evidencia no es mayor por espasmos de terror. La mente es una facultad cognitiva; no puede alcanzar el conocimiento o la convicción aparte de, o contra, su percepción de la realidad; la mente no puede ser forzada.

El sistema político apropiado, en esencia – el sistema que guarda la libertad de la mente del hombre – es el sistema original americano, basado en el concepto de derechos individuales inalienables. «La fuente de los derechos del hombre no es ni la ley divina ni la ley parlamentaria, sino la ley de identidad. A es A – y el Hombre es el Hombre. Derechos son condiciones de existencia requeridas por la naturaleza del hombre para su supervivencia apropiada».

Los Padres Fundadores de los Estados Unidos tenían razón en cuanto al hecho de que los derechos son políticos, no económicos, es decir, que son confirmaciones de poder actuar y guardar el producto de las propias acciones, no una demanda injustificada a las acciones y productos de otros. Y estaban correctos sobre el hecho que la función apropiada del gobierno es la protección de los derechos del hombre.

Los derechos del hombre, observa Ayn Rand, pueden ser violados solamente a través de la fuerza física (el fraude es una forma indirecta de fuerza). Un sistema político basado en el reconocimiento de esos derechos es el que defienda al hombre contra la violencia. Los hombres por lo tanto tratan entre ellos no como potenciales asesinos, sino como comerciantes soberanos, de acuerdo con su propio juicio independiente y su consentimiento voluntario. Este tipo de sistema representa la protección metódica de la mente del hombre y de su auto-interés, o sea, de la función y objetivo de los cuales la vida humana depende.

El gobierno es la agencia que mantiene un monopolio en el uso legal de la fuerza física. En una sociedad libre el gobierno usa la fuerza sólo en retaliación, contra aquéllos que inician su uso. Esto engloba tres funciones principales: la policía, el ejército, y los tribunales (que proporcionan los medios para resolver disputas pacíficamente, de acuerdo con reglas objetivas).

El gobierno de una sociedad libre está prohibido de emular a los criminales que fue creado para aprehender. Está prohibido de iniciar fuerza contra hombres inocentes. No puede inyectar el poder de la destrucción física en las vidas de ciudadanos pacíficos, para ningún propósito ni en ningún campo de actuación, incluso en el ámbito de la producción y el comercio.

Esto significa el rechazo de cualquier división entre libertad política y libertad económica. Significa la separación entre Estado y economía. Significa la única alternativa que se ha descubierto contra la tiranía: el capitalismo laissez-faire.

Históricamente el capitalismo ha funcionado brillantemente, y es el único sistema que va a funcionar. El socialismo en todas sus variantes ha llevado siempre al desastre y lo hará de nuevo donde sea intentado. Sin embargo, el socialismo es admirado por los profesores de la humanidad, mientras que el capitalismo es condenado. La causa de esta inversión es el hecho que la libertad es egoísta, los derechos son egoístas, el capitalismo es egoísta.

Es verdad que libertad, derechos y capitalismo son egoístas. Es verdad también que el egoísmo, propiamente definido, es lo bueno.

No hay futuro para el mundo excepto a través de un renacimiento del enfoque Aristotélico a la filosofía. Esto necesitaría una afirmación Aristotélica de la realidad de la existencia, de la soberanía de la razón, de la vida en la tierra – y del esplendor del hombre.

Aristóteles y Objetivismo están de acuerdo en lo fundamental y, como resultado, también en este último punto. Ambos mantienen que el hombre puede lidiar con la realidad, puede alcanzar valores, puede vivir sin tragedias. Ninguno de los dos cree en el hombre-gusano o el hombre-monstruo; los dos proclaman el hombre-pensador y consecuentemente el hombre-héroe. Aristóteles lo llama “el hombre de gran alma”. Ayn Rand lo llama Howard Roark o John Galt.

En cada época, por su propia naturaleza, los hombres no pueden dejar de esforzarse en algo: tienen que trabajar, lo sepan o no, en actualizar algún tipo de visión del potencial humano, sea consistente o contradictoria, enaltecida o desecrada. Ellos tienen que, de alguna forma, tomar una decisión fundamental, que determina sus otras decisiones y su destino. La decisión fundamental, que es siempre la misma, es la decisión epistemológica: razón o no razón.

Dado que la forma en que los hombres comprenden la razón y sus versiones varía de época en época de acuerdo con su nivel de conocimiento y su virtud, así también varía la forma de la decisión y su resultado específico.

En el mundo antiguo, tras siglos de un declive gradual, la decisión fue entre las ideas de la civilización clásica o las ideas del Cristianismo. Los hombres escogieron el Cristianismo. El resultado fue el estancamiento total del Oscurantismo y la Edad Media.

En el mundo medieval, mil años después, la decisión fue San Agustín o Tomás de Aquino. Los hombres escogieron Tomás de Aquino. El resultado fue el Renacimiento.

En el mundo de la Ilustración, cuatro siglos más tarde, los fundadores de los Estados Unidos de América lucharon por reafirmar la decisión de sus antepasados del Renacimiento, pero no pudieron hacer que prendiera históricamente. El resultado fue un magnífico nuevo país, pero con una bomba de tiempo interna.

Hoy, en los Estados Unidos y en el mundo, la decisión es los Padres Fundadores y la base que ellos nunca tuvieron, o Kant y destrucción. El resultado aún está por ver.

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Para la exposición definitiva y sistemática de Objetivismo, ver el *manual* de Objetivismo (recién traducido al español): Objetivismo: La Filosofía de Ayn Rand

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JUAN ANTONIO
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JUAN ANTONIO
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